EL RIENO INTERNO Y EXTERNO DE DIOS

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Texto bíblico tomado de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional. © 1999 por la Sociedad Bíblica Internacional

Traducción de Carmen Alvarez


El Reino de Dios siempre es un reino interno. La forma externa del Reino es la manifestación y el resultado de la Persona y de la autoridad de Dios en Cristo establecido en las personalidades de los individuos que forman el Reino.

La venida del Señor Jesús en las nubes de gloria será una revelación, una manifestación de una creación maravillosa que ya está sobre la tierra pero que no es visible todavía.


Contenido

El Evangelio del Reino de Dios
El Reino Interno de Dios
El hombre siendo recibido por Dios-la Fiesta de los Panes sin Levadura
El hombre viviendo y trabajando por el Espíritu de Dios-la Fiesta de Pentecostés
El hombre volviéndose la morada de Dios-la Fiesta de los Tabernáculos
El Reino Externo de Dios


EL REINO INTERNO Y EXTERNO DE DIOS

El Evangelio del Reino de Dios

El tema central de todas las Escrituras es la venida del Reino de Dios a la tierra.

¡Alégrense los cielos, regocíjese la tierra! ¡Brame el mar y todo lo que él contiene! ¡Canten alegres los campos y todo lo que hay en ellos! ¡Canten jubilosos todos los árboles del bosque! ¡Canten delante del señor, que ya viene! ¡Viene ya para juzgar la tierra! Y juzgará al mundo con justicia, y a los pueblos con fidelidad. (Salmo 96:11-13-NVI)
Después de que encarcelaron a Juan, Jesús se fue a Galilea a anunciar las buenas nuevas de Dios. “Se ha cumplido el tiempo-decía-. El reino de Dios está cerca. ¡Arrepiéntanse y crean las buenas nuevas!” (Marcos 1:14,15-NVI)

En el principio, Dios caminó sobre la tierra con Adán y Eva. Después, Dios se retiró de la tierra debido a la desobediencia de ellos. Desde entonces, Dios nos ha revelado, por medio de Sus profetas y apóstoles, que Él va a regresar a la tierra para vivir en ella para siempre. Dios regresará a la tierra en Su Reino, morando en Su Tabernáculo santo (Efesios 2:21,22; Apocalipsis 21:3).

El Tabernáculo eterno de Dios consiste de Cristo, la Cabeza supremamente exaltada, y del Cuerpo de Cristo. El Cuerpo de Cristo está compuesto de los santos en quienes Cristo ha sido formado y en quienes Cristo habita. El Cuerpo permanece, por toda la eternidad, en unión perfecta y completa con la Cabeza, siempre obteniendo todo su ser y su vida de la Cabeza (Efesios 4:13-16).

El Reino de Dios siempre es un Reino interno. La forma externa del Reino es una manifestación de la Persona y de la autoridad de Dios en Cristo establecido adentro de las personalidades de los individuos que forman el Reino (Juan 3:3-5).

La venida del Señor Jesús sobre las nubes de gloria será una revelación, una manifestación de algo que ya se encuentra sobre la tierra. Estamos hablando de la porción de Cristo que está aquí ahora en las personalidades de los santos victoriosos. También es cierto que en ese día Jesús-Aquel que se encuentra hoy a la derecha del Padre en el Cielo-será manifestado a la gente de la tierra.

Nótese en los pasajes siguientes que algunas veces se hace énfasis en el Reino interno. En otras ocasiones hay un énfasis mayor en la manifestación exterior, o venida, del Señor:

Venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. (Mateo 6:10-NVI)
Los fariseos le preguntaron a Jesús cuándo iba a venir el reino de Dios, y él les respondió:-La venida del reino de Dios no se puede someter a cálculos: No van a decir: “¡Mírenlo acá! ¡Mírenlo allá!” Dense cuenta de que el reino de Dios está entre ustedes. (Lucas 17:20,21-NVI)
-Ciertamente beberán de mi copa-les dijo Jesús-, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me corresponde concederlo. Eso ya lo ha decidido mi Padre. (Mateo 20:23-NVI)
Allí habrá llanto y rechinar de dientes cuando vean en el reino de Dios a Abraham, Isaac, Jacob y a todos los profetas, mientras a ustedes los echan fuera. Habrá quienes lleguen del oriente y del occidente, del norte y del sur, para sentarse al banquete en el reino de Dios. (Lucas 13:28,29-NVI)
-¿A qué se parece el reino de Dios?-continuó Jesús-. ¿Con qué voy a compararlo? Se parece a un grano de mostaza que un hombre sembró en su huerto. Creció hasta convertirse en un árbol, y las aves anidaron en sus ramas. Volvió a decir:-¿Con qué voy a comparar el reino de Dios? Es como la levadura que una mujer tomó y mezcló con una gran cantidad de harina, hasta que fermentó toda la masa. (Lucas 13:18-21-NVI)
Entonces los sobrevivientes de todas las naciones que atacaron a Jerusalén subirán año tras año para adorar al Rey, al Señor Todopoderoso, y para celebrar la fiesta de las Enramadas
[Tabernáculos]. (Zacarías 14:16-NVI)
Tocó el séptimo ángel su trompeta y en el cielo resonaron fuertes voces que decían: “El reino del mundo ha pasado a ser de nuestro Señor y de su Cristo, y él reinará por los siglos de los siglos.” (Apocalipsis 11:15-NVI)

Ya que el Reino de Dios es un Reino interno, ningún ser humano puede ver o entrar en el Reino hasta que haya nacido de nuevo. Para el hombre natural, el descendiente de Adán, es imposible ser miembro del Reino de Dios. Solamente la creación nueva, aquella que ha nacido de Cristo, puede entrar en el Reino de Dios (1 Corintios 15:50).

El Reino de Dios tiene que nacer adentro de nosotros. Cuando volvemos a nacer es el Reino de Dios el que nace adentro de nosotros. La Piedra angular del Reino de Dios es el Señor Cristo Jesús. Cristo es el Rey del Reino. Jesús es el Ser, la Sustancia, la Autoridad, el Poder, la Gloria, la Verdad, la Vida eterna del Reino de Dios.

Quien no es parte de Cristo no es parte del Reino de Dios. Puede ser que esté bajo la autoridad de la vara de hierro del Reino, pero él en sí no es parte del Reino hasta que Cristo haya nacido en él y reine en él.

La raza de Adán no es una raza eterna. Cuando la tierra y el cielo actual se hayan ido, la raza de Adán habrá llegado a su fin (Apocalipsis 20:11). Únicamente a los descendientes de Adán que se les haya permitido comer del árbol de la vida, o sea, de Cristo, habitarán en la tierra nueva.

El ser “salvo” significa muchas cosas. Un aspecto de la salvación es ser parte de los que habitarán en la tierra nueva. Las personas que vivan en la tierra nueva no serán de la raza de Adán como se le conoce hoy en día. Ellas serán una creación nueva, habiendo sido resucitadas de entre los muertos (Lucas 20:35,36).

La raza nueva seguirá siendo “hombre”. Las personas de la raza nueva tendrán todas las cualidades esenciales de la humanidad. La Divinidad habrá entrado en su humanidad de manera que de ahora en adelante su humanidad será incorruptible y eterna.

Lo más importante de todo es que Dios, en Cristo, los estará gobernando desde adentro de sus personalidades. Ellos se están transformando en la imagen de Dios y ya no están batallando en contra de Dios. Se están reconciliando totalmente a Dios. Dios se está volviendo Todo en todos ellos (1 Corintios 15:28). Dios juntará a todas las personalidades salvas en Su Cristo hasta lograr la creación de un Hombre nuevo. Este es el Reino de Dios.

Para llevarlo a cabo cuando se cumpliera el tiempo: reunir en él todas las cosas, tanto las del cielo como las de la tierra. (Efesios 1:10-NVI)

El diseño del Tabernáculo de Reunión así como muchos pasajes del Nuevo y del Antiguo Testamento sugieren que los habitantes de la tierra nueva constan de tres dominios de gloria, de autoridad y de proximidad a Dios.

El primer dominio es el de los “hombres fuertes”, los primeros frutos de la Iglesia-aquellos que logran la primera resurrección de entre los muertos (Filipenses 3:11; Apocalipsis 14:1, 20:4-6).

El segundo dominio es el del resto de la Iglesia. Según lo entendemos nosotros, el propósito primordial de la Era del Reinado de los mil años es perfeccionar a Israel, a los elegidos, a la Iglesia, a la Esposa del Cordero, al Cuerpo de Cristo (Oseas 6:2; Lucas 13:32).

Los dos primeros dominios de gloria son representados por el Lugar Santo y el Lugar Santísimo del Tabernáculo de Reunión. Los dos lugares forman un solo Tabernáculo. El Lugar Santo y el Lugar Santísimo forman un retrato de la Jerusalén santa, de la Iglesia glorificada.

Algunos símbolos bíblicos apuntan hacia una separación temporal de la Iglesia como una vanguardia militante de “hombres fuertes”, un “Sión”, y además de un cuerpo que tomará parte en la victoria lograda por la compañía más agresiva.

Uno de estos símbolos tiene que ver con la separación del Arca del Testimonio de la Tienda de Reunión. Esta división que se hará entre la Iglesia habla sobre la selección de los “primeros frutos” del Señor-de aquellos que representan al Lugar Santísimo del Tabernáculo.

Éstos se mantuvieron puros, sin contaminarse con ritos sexuales. Son los que siguen al Cordero por dondequiera que va. Fueron rescatados como los primeros frutos de la humanidad para Dios y el Cordero. (Apocalipsis 14:4-NVI)

La Tienda de Reunión (según nuestro entendimiento del simbolismo) representa aquellos miembros de la Iglesia que no son de la misma elección ni de la misma madurez que los primeros frutos. El Rey David puso el Arca (que representa a los primeros frutos) en la ciudad de Sión dentro de la ciudad más grande de Jerusalén (2 Samuel 6:17). La Tienda de Reunión se quedó en la cumbre de Gabaón (1 Crónicas 16:39).

Otra representación de la división temporal de la Iglesia es el dominio de David sobre Judá por un período de siete años y medio antes de convertirse en rey de todo Israel (2 Samuel 2:11).

La Iglesia de Cristo, que es una sola, será dividida en estos dos dominios de gloria, de los cuales ya hemos hablado, para ayudar en el establecimiento del Reino de Dios. Los “hombres fuertes” del Señor Jesús serán los primeros en volver a recibir sus cuerpos, sus “ropas blancas” de conducta incorruptible y recta. Ellos regresarán a la tierra con el Señor y gobernarán a las naciones.

Después de que haya concluido la Era del reinado de los mil años, los dos dominios se volverán a juntar, así como el Arca y la Tienda de Reunión se volvieron a juntar en el Templo de Salomón (1 Reyes 8:4). Los dos dominios, el de Sión militante y el del resto del Israel de Dios, constituirán la nueva Jerusalén.

En Apocalipsis 3:12 tenemos una base para creer que aquellos que se han convertido en “columna” del Templo de Dios permanecerán como columna para siempre. Una vez que se es hombre fuerte siempre se es un hombre fuerte, aunque el remanente santo y militante es parte del único Israel de Dios. Habrá quienes sean los más grandes en el Reino de Dios y ellos son los siervos de todos.

El tercer dominio de gloria de los habitantes de la tierra nueva es el de las “naciones salvas”. Los miembros de las naciones salvas tienen que venir a Jerusalén para “guardar la fiesta de las Enramadas (Tabernáculos)”, esto es, para ser renovados en la Vida Divina de Cristo morando en los santos (Isaías, Capítulos 60, 61; Zacarías 14:16; Mateo 25:34; Apocalipsis 21:24).

Podemos ver en el diseño del Tabernáculo de Reunión un modelo del Reino de Dios. El modelo sugiere que habrá algunos que cosecharán a Cristo hasta cien veces, otros sesenta veces y otros treinta veces (Mateo 13:8). Ya no habrá un “mar” de gente en quien Cristo no esté reinando (compara Apocalipsis 21:1 con Apocalipsis 13:1).

Las personas que hoy en día han vuelto a nacer en Cristo son los primeros frutos de las naciones que algún día el Señor Dios salvará para Su Reino eterno (Santiago 1:18).

Todo ser humano que le sea permitido vivir sobre la tierra nueva deberá, de alguna manera u otra, tomar de Cristo. Es la responsabilidad del sacerdocio real llevar a toda persona salva al reposo de Dios, esto es, a una feliz obediencia de la voluntad de Dios; también, proteger a las naciones salvas contra el incremento del pecado. El “mar” de gente se habrá ido, como hemos dicho, quienes son aventados de aquí para allá por la voluntad propia, rebelándose contra la voluntad sagrada y los caminos de Dios. Habrá un gobierno justo y recto. ¡Los siervos de Dios reinarán sobre la nueva creación justa! (Apocalipsis 22:5).

El Reino Interno de Dios

El Reino de Dios es un Reino interno. Es la autoridad de Dios, en Cristo, en los santos.

A éstos Dios se propuso dar a conocer cuál es la gloriosa riqueza de este misterio entre las naciones, que es Cristo, en ustedes, la esperanza de gloria. (Colosenses 1:27-NVI)

Hay tres grandes símbolos del Judaísmo antiguo: el Altar del sacrificio, el Candelabro, y el Santuario de la fiesta de los Tabernáculos.

Paralelamente a estos tres símbolos hay tres grandes hechos de la salvación: el Cordero de Dios sobre la cruz, la Presencia del Espíritu de Dios, y Dios y Su Cristo morando en el hombre.

Los símbolos del Judaísmo y los hechos de la salvación son uno solo y ellos encierran los tres conceptos Divinos que deben de ser la base de la esperanza y de la motivación para todo aquel que ame a Dios y que busque hacer Su voluntad.

Correspondiendo a los tres símbolos y a los tres hechos están las tres áreas principales de redención que tienen que ver con el desarrollo del Reino de Dios en el hombre. La tercera de las áreas incluye dos aspectos. Las siguientes son las tres áreas principales y las dos partes de la tercera.

  • El hombre siendo recibido por Dios-el Altar de los sacrificios.
  • El hombre viviendo y trabajando por el Espíritu de Dios-el Candelabro.
  • El hombre volviéndose la morada de Dios-el Santuario: (1) La transformación del santo; y (2) La venida del Padre y de Cristo para morar en el santo transformado.

Las tres áreas principales de la redención están representadas, como ya hemos observado, en los tres símbolos del Judaísmo. Los tres símbolos revelan la intención que tiene Dios para la humanidad: que el hombre se encuentre con Dios en la cruz de Cristo; que el hombre viva y trabaje en el Espíritu de Dios en lugar de hacerlo por sus propios recursos; y que el hombre se convierta en la morada eterna de Dios y de Su Cristo. Entramos en el reposo de Dios conforme vamos entendiendo el hecho de que hemos sido creados para este propósito, de que este es nuestro papel eterno y nuestro destino.

Ningún ser humano ha encontrado su razón de ser hasta que ha perdido su individualidad (no su unicidad ni su identidad) y se ha convertido, a través de Cristo, en una parte integral de Dios. Nosotros los humanos tenemos muy poco valor en el universo hasta que somos parte de Dios. Fuimos creados para ser una parte inseparable de Dios, la expresión de una Persona más grande. Mientras nos mantengamos como individuos sin ataduras no tendremos significado eterno.

Veamos la tipología de las siete fiestas del Señor para poder comprender mejor las tres áreas de la redención.

Las siete fiestas del Señor fueron agrupadas en tres celebraciones importantes:

Tres veces al año todos tus varones se presentarán ante el Señor tu Dios, en el lugar que él elija, para celebrar las fiestas de los Panes sin levadura, de las Semanas y de las Enramadas [Tabernáculos]. Nadie se presentará ante el Señor con las manos vacías. (Deuteronomio 16:16-NVI)
  • La fiesta de Panes sin Levadura-el hombre siendo recibido por Dios.
  • La fiesta de Semanas (Pentecostés)-el hombre viviendo y trabajando por el Espíritu de Dios.
  • La fiesta de los Tabernáculos-el hombre volviéndose en la morada de Dios y de Su Cristo.

El Hombre Siendo Recibido Por Dios-La Fiesta De Los Panes Sin Levadura. La fiesta de los Panes sin Levadura representa que seamos recibidos inicialmente por Dios. Dios siempre se encuentra con el hombre en la cruz, en el lugar donde se derrama la sangre.

A través del Señor Jesús, Dios ha hecho por el hombre algo que el hombre no puede hacer sí mismo. El Dios Todopoderoso ha estirado Su mano desde el Cielo y por medio de Cristo ha provisto de un camino para todos los que están dispuestos a entrar en la reconciliación del hombre con su Dios.

La primera celebración, la de la semana de los Panes sin Levadura, consiste de tres ceremonias:

  • La Pascua (Levítico 23:5)
  • Los Panes sin Levadura (Levítico 23:6)
  • Los Primeros Frutos (Levítico 23:10)

La Pascua. La historia de la Pascua es bien conocida tanto por Judíos como por Cristianos. Nosotros los Cristianos hemos recibido a Cristo como nuestro Cordero Pascual, que fue sacrificado por nosotros. Comemos de Su carne y bebemos de Su preciosa sangre, volviéndonos así uno con Él. Este es el comienzo del desarrollo del Reino de Dios interno.

Observa como cada etapa de la creación del Reino de Dios involucra una provisión y una invitación de Dios, y luego un paso de fe obediente que es necesario por parte del hombre. La fe es obediencia al Dios invisible. La esperanza que nos salva es la esperanza en el cumplimiento de las promesas de Dios-promesas que se encuentran en las Escrituras y que el Espíritu Santo aplica a cada uno de nosotros de una forma muy personal.

Rehusarnos a responder con fe cuando Dios hace la provisión y da la invitación es ser rebelde, haragán, incrédulo, terco y desobediente. El resultado de la desobediencia es la separación de Dios.

Si no esperamos las provisiones y la guía de Dios, y “tomamos un paso de fe”, como dicen, tratando de hacer “grandes cosas para Dios”, estamos siendo presuntuosos e imprudentes. Este tipo de fe agresiva no se encuentra en el Capítulo Once del Libro de Hebreos-el capítulo que define la declaración: “El justo vivirá por la fe”. Tratar de ejercer la fe sin tener la provisión y la guía de Dios es un peligroso mal uso de los “principios bíblicos” para lograr nuestros propios fines. Este tipo de ambición personal sólo puede llevar a la decepción, al orgullo de Satanás, al Profeta Falso.

Los Panes Sin Levadura. El concepto de los Panes sin Levadura incluye despojarnos de toda malicia, perversidad y mundanería y aferrarnos a la sinceridad y a la verdad (1 Corintios 5:8). Debemos de tomar la postura de que hemos sido crucificados al mundo y el mundo a nosotros. Por lo que a nosotros se refiere, Adán y todos sus descendientes (incluyéndonos a nosotros) murieron en Cristo sobre la cruz. Por esto, somos peregrinos y forasteros en este mundo actual.

Los Primeros Frutos. La fiesta de los Primeros Frutos simboliza la resurrección de Cristo y nuestra resurrección y ascensión espiritual con Él a la derecha del Padre. Dios ha recibido a Cristo-el Primer Fruto del Reino, de la creación nueva de Dios. Dios también ha recibido, en Jesús, nuestra naturaleza espiritual recién nacida-los primeros frutos de la redención de toda nuestra personalidad.

La primera etapa del desarrollo del Reino de Dios interno es el ser recibidos por el Señor. Comemos del Cordero Pascual, de Cristo. Somos bautizados con agua, dramatizando nuestro sincero arrepentimiento de nuestra maldad en este mundo y nuestra determinación de servir a Dios de ese momento en adelante.

Ya que hemos recibido al Cordero de Dios, el Espíritu Santo aviva nuestra naturaleza espiritual, poniendo en nosotros la Semilla Divina de Dios. Somos nacidos de Dios como hijos Suyos. Nuestro nuevo hombre espiritual toma su lugar en Cristo, a la derecha del Padre, por encima de cualquier otro ser espiritual (Efesios 1:199 y 2:6).

El Hombre Viviendo Y Trabajando Por El Espíritu De Dios-La Fiesta De Pentecostés. Pentecostés, la fiesta de las Semanas, es la segunda celebración anual. La fiesta de Pentecostés representa el papel del Espíritu Santo de Dios en el plan de la redención.

Siempre ha sido la intención de Dios que todo aspecto del programa Divino de la redención se lleve a cabo, no por los recursos del hombre, sino por el Espíritu de Dios. Esto ha sido muy difícil de aceptar para el hombre. Las personas religiosas han sido impulsadas por diversas ambiciones y temores. Ellas han sido guiadas por mal camino debido a su falta de experiencia en seguir la guía del Espíritu Santo. Ellas han tratado durante siglos de construir la Iglesia de Cristo. El resultado de tales aspiraciones humanas ha sido, y siempre será, una Babilonia religiosa (Cristianismo centrado en el hombre).

Así que el ángel me dijo: Ésta es palabra del Señor para Zorobabel: “No será por la fuerza ni por ningún poder, sino por mi Espíritu-dice el Señor Todopoderoso-. (Zacarías 4:6-NVI)

El Espíritu Santo es Dios. Él está aquí con nosotros ahora, mientras que nuestro Señor Jesús está a la derecha del Padre. El Espíritu Santo es nuestro Ayudante en todo aspecto de la redención.

Por medio del Espíritu Santo tenemos vida eterna pero sin el Espíritu vivimos en la muerte de la carne. Por medio de la sabiduría y del poder del Espíritu Santo podemos lograr la victoria sobre el mundo, sobre cada lujuria de nuestra carne, y sobre nuestra voluntad propia. Sin la ayuda del Espíritu Santo permanecemos en nuestras cadenas.

El Espíritu Santo tiene a Su cargo el manejo de todo ministerio Cristiano. El ministerio que se hace bajo la guía del Espíritu Santo produce fruto eterno, pero el ministerio Cristiano que se hace bajo la sabiduría, los talentos, y el poder de la carne, no produce fruto perdurable en el Reino de Dios.

El Espíritu Santo es como Eleazar de Damasco a quien se le dio la responsabilidad de buscar una esposa para el hijo de Abraham. El Espíritu le habla a las iglesias pero únicamente la verdadera Esposa del Cordero tiene oídos para oír.

El Espíritu Santo es el que está construyendo el Templo eterno de Dios, el Cuerpo de Cristo. El Espíritu Santo es el Poder y la Ley del Reino de Dios. Para tener al Reino de Dios desarrollándose adentro de nosotros debemos de permitirle al Espíritu de Dios que nos libere de toda mundanería, de la inmoralidad de la carne, y de nuestra voluntad propia y egocentrismo.

Si sembramos al Espíritu de Dios, cooperando con Él a medida que Él establece la autoridad de Dios en nosotros, cosecharemos vida eterna en el Reino de Dios. Si, después de haber sido recibidos por Dios, por medio de la expiación hecha por Cristo, continuamos viviendo en la carne, sin matar por medio del Espíritu las obras de nuestra carne, tendremos éxito en prevenir nuestra propia resurrección a la Vida Divina.

Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. (Romanos 8:11-14-NVI)

El primer paso en el desarrollo del Reino de Dios interno es ser recibido por Dios. El hombre no puede reconciliarse con Dios. El Padre tiene que atraerlo primero. El Padre, por medio de Cristo, provee todo lo necesario para que el hombre se reconcilie con Dios. El hombre debe de responder con fe a la invitación Divina, haciendo diligentemente todo lo que Dios le haya ordenado.

El patrón de Dios en donde Él provee e invita, y luego el hombre responde con fe, opera en todos los niveles de la redención. Dios nos da cada lugar que tocan nuestros pies siempre y cuando pisemos donde Dios nos dirija.

El segundo paso en el desarrollo del Reino de Dios interno es el hombre viviendo y trabajando por el Espíritu de Dios. El Reino de Dios es construido por el Espíritu de Dios, no por los recursos humanos. Debido a la inmoralidad sexual y al egoísmo que se han vuelto parte de la personalidad humana, es sumamente difícil, aún para los creyentes más fervorosos, aprender a vivir y a trabajar en el Espíritu de Dios. Debemos de crucificar una gran parte de nuestra naturaleza de Adán antes de poder seguir al Espíritu de Dios.

Las iglesias Cristianas de hoy en día operan por la voluntad, la sabiduría y los talentos de personas religiosas en lugar de por el Espíritu Santo. Los líderes Cristianos frecuentemente dependen más del dinero y de la música de lo que dependen del Espíritu de Dios, o por lo menos eso es lo que parece.

Dios no está esperando a que todos los creyentes den muerte a su conducta dirigida por el alma y aprendan a vivir y a trabajar en el Espíritu de Dios. Más bien, Dios está presionando hacia adelante hasta el próximo nivel de la redención-el completar y ocupar Su Templo viviente. Aquellos que tengan oídos para oír comprenderán y responderán con fe a lo que Dios les está diciendo.

El Hombre Volviéndose Morada De Dios-La Fiesta De Los Tabernáculos. Primero, la reconciliación inicial y legal mediante la sangre expiatoria de la cruz. Segundo, la vida vivida en el Espíritu de Dios. Tercero, la morada del Padre y de Su Cristo en las personalidades de los santos. Estas son las tres grandes acciones que constituyen la salvación Divina.

Conforme avancemos veremos que el proceso de crear al hombre como Templo de Dios consta de dos fases. Primero es la transformación de la personalidad humana. Segundo es la venida del Padre y del Hijo, a través del Espíritu, para hacer Su vivienda en la personalidad transformada.

Primero, la creación del Templo. Segundo, la ocupación del Templo. Tanto la creación como la ocupación del Templo son de, por y para el Señor Cristo Jesús y para el Padre que está en Él. Las operaciones suceden por obra del Espíritu Santo.

Al igual que la primera reunión, la tercera reunión, que es la fiesta de los Tabernáculos, consiste de tres ceremonias:

  • El Son de Trompetas (Levítico 23:24)
  • El Día del Perdón (Levítico 23:27)
  • La Fiesta de los Tabernáculos (Levítico 23:34)

El Son de Trompetas. El Son de Trompetas anuncia la venida del Rey, la formación del ejército del Señor, la resurrección de los muertos y el juicio Divino sobre el pecado.

En el caso de las naciones que no forman parte de los elegidos de Dios, el individuo es resucitado corporalmente, es juzgado por sus obras, y luego es asignado a la vida eterna, ya sea en el mundo nuevo o en el Lago de Fuego (Mateo 25:46; Apocalipsis 20:13-15). Si es asignado a la vida eterna en el mundo nuevo, estará bajo la autoridad de Cristo (Efesios 1:10).

En cuanto a los elegidos de Dios, a Su Iglesia, a los miembros de la Nueva Jerusalén, el orden es algo diferente. El individuo es resucitado de entre los muertos y ascendido espiritualmente (cuando recibe a Cristo) e inmediatamente entra al programa de redención, o sea, al proceso de preparase para ser un aposento en la casa de Dios y para ser un miembro del sacerdocio real.

La resurrección y la ascensión:

Y en unión con Cristo Jesús, Dios nos resucitó y nos hizo sentar con él en las regiones celestiales. (Efesios 2:6-NVI)

Y luego la preparación:

Así, todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados a su semejanza con más y más gloria por la acción del Señor, que es el Espíritu. (2 Corintios 3:18-NVI)

Cuando el proceso de la redención ha sido concluido en un miembro de los elegidos su cuerpo es resucitado de entre los muertos y vestido con gloria eterna. Ahora él es parte de la Nueva Jerusalén y su tarea es servir a Dios en todo asunto y reinar sobre la creación de Dios.

Ya no habrá maldición. El trono de Dios y del Cordero estará en la ciudad. Sus siervos lo adorarán [servirán]. (Apocalipsis 22:3-NVI)

La venida del Señor, la resurrección y el juicio ya han comenzado para los santos victoriosos, para aquellos que están avanzando hacia la “meta”, que es la primera resurrección de entre los muertos (compara Filipenses 3:10-14; con Apocalipsis 20:4-6).

El juicio Divino comenzó inmediatamente después de que Cristo resucitó de entre los muertos, y continuará en sus diversas etapas hasta que todo ser humano haya sido juzgado.
Porque es tiempo de que el juicio comience por la familia de Dios; y si comienza por nosotros, ¡cuál no será el fin de los que se rebelan contra el evangelio de Dios! (1 Pedro 4:17-NVI)

Antes de que alguien pueda encontrar reposo en la fiesta de los Tabernáculos, primero tiene que pasar por el juicio Divino que es representado por el Son de Trompetas y por el Día del Perdón.

Las siete fiestas del Señor, la Pascua, los Panes Sin Levadura, los Primeros Frutos, Pentecostés, las Trompetas, el Día del Perdón y los Tabernáculos representan el programa de la redención. Después de haber llegado hasta el bautismo con el Espíritu Santo (Pentecostés), estamos listos para las experiencias espirituales representadas en las tres fiestas restantes.

Nuestra meta es el reposo de Dios-ese lugar donde se mora perfectamente en Cristo. Esta es la experiencia de “Tabernáculos”. Antes de poder encontrar reposo en la Fiesta de los Tabernáculos, debemos pasar primero por el juicio Divino. La quinta y la sexta ceremonia, las Trompetas y el Día del Perdón, representan el juicio Divino por el cual tiene que pasar la Iglesia para poderse convertir en la Esposa del Cordero, sin mancha ni arruga.

El juicio de un individuo depende de su llamado o de su desarrollo espiritual. Es posible pasar por el juicio durante nuestra vida si avanzamos hacia adelante en el Espíritu de Dios. La gente es enjuiciada después de morir, según dicen las Escrituras. Si estamos dispuestos a morir en el Señor, aunque estemos vivos en la carne, entonces seremos juzgados en ese momento.

Es importante que el lector comprenda que no estamos hablando ahora sobre el juicio sobre la culpa que sentimos por nuestros pecados ya que el juicio por la culpa de nuestros pecados se llevó acabo en la cruz. Somos considerados “sin culpa” siempre y cuando andemos por el resto de nuestras vidas bajo la luz de la voluntad de Dios (1 Juan 1:7) No tenemos condenación siempre y cuando no estemos “viviendo según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu” (Romanos 8:4). Nuestra falta de culpa depende de que estemos viviendo en Cristo (Juan 15:2,6; Hebreos 3:6,14).

Tampoco nos estamos refiriendo al juicio sobre las decisiones que tomamos y de las acciones que resultan cuando Dios nos llama a los diversos niveles de gloria en Él, o a un ministerio, o a otros actos de obediencia. No estamos hablando de la integridad o de la lealtad de nuestra familia o de decisiones de negocios.

Las recompensas o los castigos que nos serán dados como resultado de nuestras decisiones y acciones no pueden ser determinadas hasta que hayamos muerto físicamente. La evaluación de nuestra personalidad no es válida sino hasta que fallezcamos. Debemos terminar primero la carrera antes de que se nos asigne una puntuación; y nuestras recompensas o castigos nos serán otorgados cuando Cristo venga.

Hay bastante confusión en cuanto a la forma en que los Cristianos van a ser juzgados. La enseñanza Cristiana actual de que el Cristiano no va a ser premiado exactamente de acuerdo con sus obras, como supuestamente lo será el resto de la humanidad, se basa en una aplicación errónea de Juan 5:24, y es una noción engañosa, peligrosa, destructiva, y sin ninguna base bíblica, (2 Corintios 5:10; Hebreos 9:27; Apocalipsis 2:23; 22:12; 1 Corintios 4:5).

Considera cuidadosamente lo siguiente:

Porque Dios pagará a cada uno según lo que merezcan sus obras. Él dará vida eterna a los que, perseverando en las buenas obras, buscan gloria, honor e inmortalidad. Pero los que por egoísmo rechazan la verdad para aferrarse a la maldad, recibirán el gran castigo de Dios. (Romanos: 2:6-8-NVI)

Si el pasaje anterior le está hablando únicamente a los que no son Cristianos, entonces es cierto que el que no es Cristiano puede lograr la vida eterna perseverando en hacer el bien.

Si el pasaje anterior le está hablando únicamente a los que son Cristianos, entonces es cierto que los Cristianos que no obedecen la verdad recibirán indignación e ira.

Lo cierto es que el pasaje anterior le está hablando a toda la humanidad. Aquellos que nunca escuchen el Evangelio serán juzgados de acuerdo a sus conciencias y a su código moral. Aquellos que escuchen el Evangelio serán juzgados de acuerdo con el Evangelio, o sea, de acuerdo con la manera en que hayan obedecido al Evangelio y no según el consentimiento mental y verbal que le hayan dado a la teología del Evangelio.

El Son de Trompetas representa la venida del Señor para ejercer juicio, no sobre la culpa de nuestros pecados ni sobre las decisiones que tomemos y las obras que resultan de esas elecciones, sino sobre la oscuridad espiritual que mora en nosotros.

Aunque sí existen épocas definidas de juicio, el juicio Divino sobre la maldad que mora en nosotros ocurre cuando hemos llegado al nivel de redención cuando poseemos suficiente fe, fuerza espiritual, y experiencia para que esa purificación ocurra. Nosotros no podemos ir directamente a la batalla espiritual cuando acabamos de salir de Egipto, por así decirlo. Debemos de soportar el entrenamiento en el desierto antes de estar listos para entrar en Canaán y poder echar fuera los espíritus impíos que están morando en nuestra herencia.

Primero debemos de recibir de Dios por medio de la sangre del Cordero.

Después, debemos de entrar en la realidad de la vida vivida en el Espíritu de Dios. El Espíritu de Dios entra en nosotros y prepara el camino para la venida del Señor (Juan 14:17; Efesios 3:16).

Ahora estamos listos para que el mismo Señor Jesús venga y mande llamar a las diferentes partes de nuestra personalidad, para que juzgue y quite lo que no es aprobado de Dios e infunda con Su propia Vida Divina aquello que será llevado al Reino de Dios.

El que practica el pecado es del diablo, porque el diablo ha estado pecando desde el principio. El Hijo de Dios fue enviado precisamente para destruir las obras del diablo. (1 Juan 3:8-NVI)

El que Lázaro haya sido llamado para salir de entre los muertos es una ilustración del cumplimiento del Son de Trompetas en cuanto a que el Rey, Jesús, llegó y revivió al hombre muerto en el quinto día. Después es necesario que alguien quite las vendas, simbolizando el juicio sobre la muerte espiritual que nos ata. Lázaro estaba vivo pero las cadenas de la muerte todavía le estorbaban.

El muerto salió, con vendas en las manos y en los pies, y el rostro cubierto con un sudario.-Quítenle las vendas y dejen que se vaya-les dijo Jesús. (Juan 11:44-NVI)

El Día del Perdón. Cuando discutimos el juicio que representa el Son de Trompetas y el Día del Perdón no nos estamos refiriendo a la condenación Divina debido a la culpa que sentimos debido a nuestros pecados ni a las recompensas y a los castigos que se nos otorgarán cuando el Señor regrese.

El juicio eterno representado por el Son de Trompetas y el Día del Perdón es el juicio contra el pecado que está adentro de nosotros. Es la redención, la salvación que nos prometen las Escrituras, y que ha comenzado ahora.

No agravien al Espíritu Santo de Dios, con el cual fueron sellados para el día de la redención. (Efesios 4:30-NVI)
A quienes el poder de Dios protege mediante la fe hasta que llegue la salvación que se ha de revelar en los últimos tiempos. (1 Pedro 1:5-NVI)

Ya estamos en los “últimos tiempos” y el proceso de la redención ya ha comenzado. La salvación (liberación) que ha comenzado ahora culminará con la redención de nuestro cuerpo cuando venga el Señor. Es necesario que la redención espiritual del sacerdocio real suceda antes que el Señor regrese.

El juicio del Día del Perdón no es el juicio de nuestras decisiones y de las acciones consiguientes, sino el juicio de nuestra naturaleza pecaminosa, de esa parte que Satanás tiene acceso en nuestra personalidad. Quizá alguien se pregunte, ¿cómo podemos distinguir entre nuestras decisiones y las acciones consiguientes por un lado, y los factores satánicos de nuestra personalidad por el otro?

El Apóstol Pablo ha hecho esta distinción para nosotros.

Pero, en ese caso, ya no soy yo quien lo lleva a cabo sino el pecado que habita en mí. (Romanos 7:17-NVI)

En Romanos 7:17 se hace una distinción clara entre “Yo” y “el pecado que habita en mí“. La culpa por nuestra conducta pervertida es transferida del “Yo”, o sea, de las decisiones que podemos tomar, a las cadenas satánicas que nos esclavizan y que nos obligan a cometer actos aparte de nuestras decisiones conscientes.

Dios desea que veamos la distinción entre el “Yo” y el pecado que habita en nosotros para que nos apresuremos a presentarnos como candidatos para Su redención, Su salvación, o sea, para la liberación de las cadenas del pecado.

El juicio Divino de nuestras decisiones y las acciones que resultaron tiene que ver con la integridad y la lealtad del “Yo” conforme responde con fe y obediencia a las oportunidades que Dios le presenta. El “Yo” será premiado o castigado de acuerdo con sus acciones, con sus obras. Esto es cierto de todo ser humano-Cristiano o no.

Hagamos un resumen de este concepto tan importante. La responsabilidad del “Yo” es responder diligentemente a cada provisión e invitación que Dios le presente. Responder con fe es algo que “Yo” puedo hacer (conforme Dios dé el deseo y la gracia, porque aun éstos deben de venir de Él).

Dios siempre nos da la gracia suficiente para permitirnos hacer aquello que Él nos ordena. Podemos orar. Podemos estudiar las Escrituras. Podemos reunirnos con los santos. Podemos ordenar nuestras prioridades de manera que Cristo reciba la mejor parte de nuestro tiempo y de nuestra energía, y no las sobras que quedan después de haberle entregado al mundo nuestras energías. Estas son cosas que podemos y debemos hacer si esperamos heredar el Reino de Dios.

Dios no violará la soberanía del “Yo” forzándolo a servir a Dios. Dios tampoco tomará soberanamente las decisiones del servicio diligente Cristiano en lugar del “Yo”, aunque el “Yo” puede-y debe-pedirle a Dios sabiduría y fortaleza para tomar las decisiones correctas.

Las cadenas satánicas adentro de nosotros no pueden ser eliminadas por nuestras propias fuerzas. La liberación del pecado sólo puede ser logrado por el Señor. El juicio que se simboliza en el Día del Perdón es el juicio sobre la naturaleza de Satanás que tiene esclavizada a nuestra personalidad. Solamente Cristo puede destruir las obras del diablo. Él está listo ahora mismo para juzgar a Satanás y para darnos libertad. Nuestro deber es seguir a Jesús en estricta obediencia para que Él pueda efectuar este juicio y esta liberación de nuestra personalidad.

Dios tiene como propósito liberar, por medio de Cristo, a la personalidad humana de las fuerzas satánicas que la controlan. Esta liberación es algo que el “Yo” no puede lograr. Dios, por medio de Cristo, por medio del Espíritu Santo, efectuará esta liberación siempre y cuando el “Yo” responda con obediencia fiel a las provisiones e invitaciones a la salvación que Dios le presente por medio de Cristo.

A nosotros no se nos premia por liberarnos a nosotros mismos, por hacernos a nosotros mismos intachables. Más bien, la liberación misma es la que es nuestro premio por responder a Dios con fe vigorosa. El vestido blanco de conducta recta es nuestra recompensa por obedecer a Dios, por tomar las decisiones que están en nuestro poder tomar. Dios nos premia liberándonos del pecado, y después, las recompensas consiguientes fluyen de la conducta recta que Dios ha creado en nosotros. Si somos diligentes, la fe conduce a mayor fe, y la rectitud conduce a mayor rectitud hasta que podemos estar perfecta y completamente en la voluntad de Dios.

Conforme seguimos al Espíritu del Señor, Dios perdona nuestros pecados y nos ayuda a lograr la delantera sobre nuestro amor al mundo, sobre los deseos de la carne y sobre nuestra voluntad propia. La habilidad para romper estas cadenas es nuestra recompensa por haber recibido a Cristo y, después, por obedecer al Espíritu del Señor en nuestra vida diaria.

Romper las cadenas del pecado nos permite vivir una vida recta, santa y obediente. Por esto, Dios nos da vida eterna porque estamos viviendo una vida santa. No existe límite en las bendiciones de Dios que le serán dadas al individuo que responda con fe obediente a las provisiones e invitaciones de Dios. Practicar la fe resulta en más fe. Practicar la rectitud resulta en más rectitud. Practicar la vida eterna resulta en más vida eterna. Una bendición sigue a otra conforme seguimos al Señor. Aquel que es fiel con lo poco le será encargado mucho.

El juicio Divino representado por el Son de Trompetas y el Día del Perdón, es el Año de Jubileo, de liberación para nosotros, pero es el juicio eterno para nuestro apresador-Satanás.

La trompeta del Jubileo era tocada el Día del Perdón cada cincuenta años (Levíticos 25:8,9) queriendo decir que el Espíritu Santo (el quincuagésimo año-cincuenta que simboliza Pentecostés) nos liberará de las cadenas de acuerdo al juicio y a la venganza de Cristo sobre el pecado que habita en nosotros.

El juicio Divino ejercido sobre los factores satánicos de nuestra personalidad, así como el juicio de la cruz sobre la culpa de nuestros pecados, es un acto soberano de la gracia. Es un juicio que purifica. Es una purificación de nosotros. Es un juicio eterno de Satanás y de todas sus obras en nuestra personalidad (Hebreos 6:2).

Las Escrituras declaran que llegará un día de redención, un día en que seremos liberados de Satanás. La redención comenzará con los primeros frutos de la Iglesia. Luego se extenderá a toda la Iglesia y a las naciones salvas de la tierra. La obra de salvación a través de Cristo no se habrá concluido hasta que la presencia y la memoria misma del pecado hayan sido echadas de la creación.

Miren, ya viene el día, ardiente como un horno. Todos los soberbios y todos los malvados serán como paja, y aquel día les prenderá fuego hasta dejarlos sin raíz ni rama-dice el Señor Todopoderoso-. (Malaquías 4:1-NVI)
Pondrá a sus reyes bajo tu poder, y de sus nombres tú borrarás hasta el recuerdo. Ninguna de esas naciones podrá resistir tu presencia, porque tú las destruirás. (Deuteronomio 7:24-NVI)

El día de la redención es el día de la venganza de Dios sobre sus enemigos. El día de la redención resultará en la liberación de los miembros de Sión conforme se vuelven árboles de justicia.

…y el día de la venganza de nuestro Dios, … (Isaías 61:2-NVI)

El juicio Divino sobre Satanás comenzará por la casa de Dios, por aquellos que estén viviendo vidas rectas en Cristo.

Porque es tiempo de que el juicio comience por la familia de Dios; y si comienza por nosotros, ¡cuál no será el fin de los que se rebelan contra el evangelio de Dios! (l Pedro 4:17-NVI)

Observa que el contexto de Primera de Pedro 4:17 (arriba) se refiere a los terribles sufrimientos que caen sobre el pueblo de Dios. Estos sufrimientos son el juicio Divino sobre Satanás para que él pueda ser echado de nuestra personalidad. Cuando sufrimos, dejamos de pecar. Satanás es echado fuera de nosotros cuando nuestros sufrimientos nos hacen mirar hacia el Señor en oración, en confesión por nuestros pecados, y en arrepentimiento.

…porque el que ha sufrido en el cuerpo ha roto con el pecado. (1 Pedro 4:1-NVI)

Hasta los justos con dificultad son librados de Satanás, así de profundo se ha metido la mundanería, la lujuria, la idolatría, y la voluntad propia en la naturaleza humana.

Si el justo a duras penas se salva, ¿qué será del impío y del pecador? (1 Pedro 4:18-NVI)

Ahora, nuestra personalidad pecaminosa está protegida de la vista de Dios por la sangre de la cruz. Pero llegará el día cuando los factores malvados serán juzgados y echados fuera de nosotros.

La redención Cristiana incluye tanto el perdón como la eliminación de nuestra conducta desobediente. No basta con que Dios nos perdone, también tiene que eliminar las fuerzas que nos incitan a pecar, y tiene que enseñarnos a saber cómo cooperar con Su Espíritu y como estar dispuestos a seguir a Su Espíritu. Cuando andamos en el Espíritu de Dios vencemos al pecado (Gálatas 5:16).

Si Dios sólo nos perdonara pero no eliminara las fuerzas del pecado que habitan en nosotros, y si no nos enseñara ni nos diera la disposición para obedecer a Su Espíritu Santo, entonces nuestra glorificación sería una imposibilidad.

Dios nunca vestirá la desobediencia espiritual con un cuerpo hecho de vida de resurrección incorruptible. Esperamos ser coronados con vida y con poder como miembros del sacerdocio real. Sí seremos coronados, pero no hasta que aprendamos justicia, santidad, obediencia, humildad, fe, paciencia y majestuosidad.

No es posible que Dios le otorgue vida eterna a nuestro cuerpo físico hasta que todos Sus enemigos hayan sido vencidos de nuestra naturaleza moral y espiritual. Primero viene la victoria en nuestra naturaleza espiritual. Después de eso, viene la victoria en nuestra naturaleza física, o externa. La victoria de la naturaleza externa tendrá que venir después de la redención de nuestra naturaleza interna. La victoria sobre la muerte en el cuerpo físico es el último enemigo que será vencido.

Porque es necesario que Cristo reine hasta poner a todos sus enemigos debajo de sus pies. El último enemigo que será destruido es la muerte. (1 Corintios 15:25,26-NVI)

El Reino de Dios no consiste de personas pecaminosas, egoístas, espiritualmente encadenadas e ignorantes, cuyas personalidades y conductas se escondan de los ojos de Dios por la sangre de Su Hijo. Esta condición de esclavitud espiritual existe cuando inicialmente se recibe al Señor Jesús, pero el Espíritu de Dios se pone inmediatamente a cambiar esta situación. El discipulado Cristiano normal es una batalla de toda una vida contra las fuerzas de la oscuridad que incesantemente tratan de alejarnos de la guía del Espíritu de Dios que está en nosotros. La vida Cristiana es una guerra.

Uno de los malentendidos más grandes de la enseñanza Cristiana actual, es que la gracia de Dios es una manera nueva que Dios tiene para tratar con Sus criaturas, una alternativa a la verdadera rectitud de comportamiento y de personalidad. Se enseña que Dios está satisfecho con que permanezcamos indefinidamente sin cambio para que Su “gracia” resplandezca aun más. El concepto es que Dios continúa recibiéndonos a pesar de nuestra renuencia a morar en Jesús y a dar fruto de la imagen Divina. El que Dios nos reciba mientras seguimos pecando revela (según la ilusión actual) Su misericordia y amor hacia nosotros.

El que una doctrina tan contraria al verdadero plan de redención de Dios pudiera haber sido creada y luego aceptada es incomprensible. Sin embargo, esta perversión de la enseñanza del Apóstol Pablo abunda en el parecer Cristiano. Promueve el caos moral que existe en las iglesias Cristianas y en las naciones que se fían de ellas como su guía moral.

Quienquiera que crea que a Dios le agrada aceptar continuamente, por medio de Cristo, a aquellos que no están viviendo en obediencia al Amo, es ignorante sobre el programa de la redención. La verdad bíblica es que todo creyente que no produzca el fruto de la imagen moral de Dios será cortado de la vid (Juan 15:2).

El autor sabe algo sobre la misericordia y la paciencia de Dios, habiendo cometido por ignorancia una multitud de errores dolorosos durante su peregrinaje. Dios nos ofrece Su misericordia y Su paciencia siempre y cuando nos arrepintamos de nuestros pecados y continuemos hacia adelante en el plan de salvación, esto es, hacia la eliminación de la oscuridad espiritual de nuestra personalidad. El Padre celestial nos exige fruto. El ser aceptados por el Señor depende de si producimos fruto o no.

El principio bíblico de que nuestra salvación depende de ciertas acciones que debemos tomar está siendo denunciado hoy en día por eruditos Cristianos. La enseñanza actual es que la “gracia” de Dios “nos salva” sin tener que responder a las advertencias y a las exhortaciones de los Apóstoles y Profetas del Señor como dicen las Escrituras.

La enseñanza sobre la “gracia incondicional” no es una doctrina verdadera del pacto nuevo. El pacto nuevo pone las leyes de Dios en nuestras mentes y las escribe en nuestro corazón. Eliminar la necesidad de una conducta recta es una interpretación errónea de la enseñanza de Pablo que se encuentra en los primeros capítulos del Libro de Romanos. Esta interpretación ha destruido la vida y la fuerza espiritual de las iglesias que la han recibido.

Desde los primeros días, los Cristianos han comprendido que para ganar el premio celestial había que correr en la carrera, había enemigos que vencer. Pero últimamente, el hombre, siendo amante más de los placeres que de Dios, se ha rodeado de maestros que por el amor al dinero predican lo que desean oír los que los escuchan.

La Palabra Divina permanece inmutable. Debemos ser purificados antes de ser glorificados.

Queridos hermanos, ahora somos hijos de Dios, pero todavía no se ha manifestado lo que habremos de ser. Sabemos, sin embargo, que cuando Cristo venga seremos semejantes a él, porque lo veremos tal como él es. Todo el que tiene esta esperanza [de ser semejante a Él cuando Él venga] en Cristo, se purifica a sí mismo, así como él es puro. (1 Juan 3:2,3-NVI)

Quizá las personas Cristianas se dan cuenta instintiva, sensata y lógicamente que primero tenemos que ser liberados del pecado antes de ser glorificados en el hombre externo. Sin embargo, la religión se las ingenia para que los instintos, el sentido común y la lógica no tengan ningún efecto. La religión Cristiana no es la excepción.

El Señor Jesús está llegando ahora a Su Iglesia para establecer Su Reino en nosotros. Su venida deberá de ser establecida en nosotros antes de que nosotros aparezcamos con Él durante Su manifestación al mundo (Colosenses 3:4).

El Día del Perdón simboliza el juicio y la purificación de la personalidad humana. Los pecados que están adentro de nosotros son llevados a la luz por el fuego del Espíritu Santo. Somos bautizados con fuego, con el Espíritu abrasador (Isaías 4:4, Mateo 3:11,12).

Conforme nuestros pecados sean expuestos, debemos confesarlos. Debemos juzgarlos como algo malo, merecedores únicamente del Lago de Fuego. Debemos pedirle ayuda al Señor para echarlos fuera y para resistirlos. Debemos darles muerte por medio del Espíritu de Dios (Romanos 8:13). De esta forma nos purificamos, lavamos nuestras vestiduras y las blanqueamos en la sangre del Cordero.

No debemos demostrar ninguna misericordia hacia al amor que le tenemos al mundo, ni a los deseos de la carne, ni a nuestro amor propio y a nuestro egoísmo. Conforme Cristo por diversos medios saca a relucir cada uno de los elementos de nuestras obras, de nuestras palabras, de nuestras imaginaciones, de nuestros motivos, nosotros debemos de denunciar y resistir por medio del Espíritu los aspectos de nuestra personalidad que son condenados por las Escrituras.

El proceso del perdón, de la redención y de la reconciliación con Dios continuarán hasta que todo aspecto de nuestra personalidad haya sido tratado, matando lo malo, y llenando con vida eterna de resurrección lo que es digno.

Ahora estamos listos para que el Padre y Su Cristo entren en nosotros y que encuentren Su reposo en nosotros, y para que nuestro cuerpo mortal sea vestido con inmortalidad. Estos dos eventos deben de suceder antes de que nosotros aparezcamos en la gloria con Cristo.

El juicio comienza con la familia de Dios, con el sacerdocio real. El Señor Jesús vendrá en el Espíritu a Su sacerdocio antes de manifestarse como Juez del mundo.

El Señor Todopoderoso responde: “Yo estoy por enviar a mi mensajero para que prepare el camino delante de mí. De pronto vendrá a su templo el Señor a quien ustedes buscan; vendrá el mensajero del pacto, en quien ustedes se complacen.” Pero, ¿quién podrá soportar el día de su venida? ¿Quién podrá mantenerse en pie cuando él aparezca? Porque será como fuego de fundidor y purificador de plata: purificará a los levitas y los refinará como se refinan el oro y la plata. Entonces traerán al señor ofrendas conforme a la justicia. (Malaquías 3:1-3-NVI)

Los primeros frutos del sacerdocio real serán juzgados y Dios y Su Cristo harán su morada en ellos. Entonces vendrá el Señor Jesús y resucitará y glorificará sus cuerpos mortales. El remanente guerrero será “transformado”.

Después de esto, los primeros frutos del Señor se sentarán sobre los tronos de juicio para juzgar al mundo. Esta es la primera resurrección de entre los muertos.

Entonces vi tronos donde se sentaron los que recibieron la autoridad para juzgar. Vi también las almas de los que habían sido decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios. No habían adorado a la bestia ni a su imagen, ni se habían dejado poner su marca en la frente ni en la mano. Volvieron a vivir y reinaron con Cristo mil años. Ésta es la primera resurrección; los demás muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron los mil años. Dichosos y santos los que tienen parte en la primera resurrección. La segunda muerte no tiene poder sobre ellos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años. (Apocalipsis 20:4-6-NVI)

Durante el Reinado de los mil años, el Cuerpo de Cristo será perfeccionado. El programa de juicio, y la entrada del Padre y de Cristo en la personalidad, continuará, según creemos, hasta que todo el Cuerpo de Cristo haya llegado a la perfección y esté listo para descender a la tierra como la nueva Jerusalén. Esta es la promesa del pacto nuevo al Israel de Dios.

Ya no tendrá nadie que enseñar a su prójimo, ni dirá nadie a su hermano: “¡Conoce al Señor!”, porque todos, desde el más pequeño hasta el más grande, me conocerán. (Hebreos 8:11-NVI)
De este modo, todos llegaremos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a una humanidad perfecta que se conforme a la plena estatura de Cristo. (Efesios 4:13-NVI)

La purificación del sacerdocio real y de la tierra de Israel se representa en el tercer capítulo de Zacarías.

Entonces me mostró a Josué, el sumo sacerdote, que estaba de pie ante el ángel del Señor, y a Satanás, que estaba a su mano derecha como parte acusadora. El ángel del Señor le dijo a Satanás: “¡Que te reprenda el Señor, que ha escogido a Jerusalén! ¡Que el Señor te reprenda, Satanás! ¿Acaso no es este hombre un tizón rescatado del fuego?” Josué estaba vestido con ropas sucias en presencia del ángel. Así que el ángel les dijo a los que estaban allí, dispuestos a servirle: “¡Quítenle las ropas sucias!” Y a Josué le dijo: “Como puedes ver, ya te he liberado de tu culpa, y ahora voy a vestirte con ropas espléndidas.” Entonces dije yo: “¡Pónganle también un turbante limpio en la cabeza!” Y le pusieron en la cabeza un turbante limpio, y lo vistieron, mientras el ángel del Señor permanecía de pie. Luego el ángel del Señor le hizo esta advertencia a Josué: “Así dice el Señor Todopoderoso: Si andas en mis caminos y me cumples como sacerdote, entonces gobernarás mi templo y te harás cargo de mis atrios. ¡Yo te concederé un lugar entre estos que están aquí! Escucha, Josué, sumo sacerdote, y que lo oigan tus compañeros, que se sientan en tu presencia y que son un buen presagio: Estoy por traer a mi siervo, estoy por traer al Renuevo. ¡Mira, Josué, la piedra que ante ti he puesto! Hay en ella siete ojos, y en ella pondré una inscripción. ¡En un solo día borraré el pecado de esta tierra!-afirma el Señor Todopoderoso-. “En aquel día, cada uno de ustedes invitará a su vecino a sentarse debajo de su vid y de su higuera, afirma el Señor Todopoderoso”. (Zacarías 3:1-10-NVI)

Varios elementos se presentan aquí:

Josué, el Sumo Sacerdote de Israel, representando el Cuerpo de Cristo, los miembros del sacerdocio real.

La resistencia de Satanás hacia el sacerdocio real.

El Señor reprende a Satanás. Dios desea que nosotros resistamos a Satanás escogiendo caminar en rectitud. Dios mismo se encargará de reprender a Satanás.

El Señor escoge a Jerusalén. La ciudad de Jerusalén es hoy, como siempre ha sido y siempre lo será, el enfoque principal de las obras e intereses de Dios.

El tizón rescatado del fuego, representando a Dios salvándonos de la maldad y del mundo actual.

Las ropas sucias del sacerdocio real, o sea, el amor al mundo, los deseos de la carne y la voluntad propia de quienes Dios ha llamado a ser Sus Sacerdotes. (1 Pedro 2:9-11)

La acción soberana de Dios de quitar del sacerdocio real la naturaleza pecaminosa.

La declaración de Dios al sacerdocio que Él ha purificado Su Cuerpo y que vestirá a los miembros de Su Cuerpo con ropas espléndidas.

El poner el turbante, la autoridad del sacerdocio, sobre aquellos que han recibido la purificación, y quienes se han puesto las ropas espléndidas.

La exhortación a la rectitud y a la obediencia, la promesa de la instalación de jueces de Israel y la exaltación a la compañía de los príncipes de Dios que están delante de Él.

El poner de manifiesto a Cristo, el Renuevo.

La Piedra, Jesús, quien tiene los siete ojos-los siete Espíritus de Dios.

La inscripción de la sagrada ley de Dios en las mentes y en los corazones del sacerdocio.

La eliminación del pecado de la tierra de Israel.

El resultado final de la purificación del sacerdocio y de la tierra de Israel, que es amor y paz por toda la creación de Dios.

El resultado de la rectitud es la paz. No podemos entrar al reposo de Dios ni podemos ayudar a otros a entrar al reposo de Dios hasta que Dios empiece a liberarnos de “este cuerpo mortal”, o sea, del pecado que mora en nosotros.

El producto de la justicia será la paz; tranquilidad y seguridad perpetuas serán su fruto. (Isaías 32:17-NVI)

Tan pronto como se haya cumplido el propósito de Dios para la Era del Reinado de los mil años, Satanás será soltado y las naciones de la tierra serán puestas a prueba.

Después de esto, el Cielo y la tierra huirán del Rostro de Dios, los muertos serán resucitados, y todo individuo que no haya sido resucitado en la primera resurrección se presentará ante Dios para ser juzgado de acuerdo con sus obras.

Todo aquel cuyo nombre no esté en el Libro de la Vida será arrojado al Lago de Fuego. La persona cuyo nombre aparezca en el Libro de la Vida logrará la vida eterna en la tierra nueva.

Entonces, Dios creará un cielo nuevo y una tierra nueva. Del Cielo espiritual, a través del cielo nuevo, descenderá todo el sacerdocio real, el Israel de Dios, Cristo, ahora radiante en la hermosura de la glorificación santa y Divina.

No habrá pecado en la tierra nueva ya que todas las fuerzas del pecado estarán aprisionadas en el lago que quema con fuego y azufre. A las naciones salvas se les dará de comer del árbol de la vida, o sea, de la Vida Divina de Cristo que mora en los santos.

El sacerdocio real llevará la autoridad, la Presencia, la bendición y el conocimiento de Dios a los miembros de las naciones salvas, ya que las naciones son la herencia de Cristo y de sus coherederos (Salmo 2:8).

La expiación hecha por el Señor Cristo Jesús tiene dos dimensiones. La primera dimensión es el perdón de los pecados del mundo entero. No hay necesidad de volver a repetir este sacrificio. Dios lo ha aceptado por todas las personas (a quien Jesús juzgue merecedor de la vida), para siempre.

Él es el sacrificio [apaciguamiento] por el perdón de nuestros pecados, y no sólo por los nuestros sino por los de todo el mundo. (1 Juan 2:2-NVI)

La segunda dimensión de la expiación es la eliminación de la presencia y del poder del pecado de todo el mundo, es decir, la eliminación de Satanás y de los espíritus que lo apoyan, al igual que la eliminación del amor al mundo y a la voluntad propia de los seres humanos. La eliminación de la presencia y del poder del pecado ya ha comenzado en el sacerdocio real; además, Dios está exigiendo que los santos se alejen de toda mundanería. También, algunos de los santos están experimentando una crucifixión profunda de su naturaleza de Adán. Esta crucifixión interna es una parte esencial de la preparación de todos aquellos que van a ser gobernadores y jueces.

La razón para crucificar la naturaleza interior de los gobernadores y jueces es para que puedan responder perfectamente a la voluntad de Dios. Sólo hay una voluntad legítima en el universo-la voluntad de Dios. Todos los problemas se originan por el ejercicio de voluntades aparte de la voluntad de Dios. El Reino es hacer la voluntad de Dios. Por esto, los gobernadores y jueces del Reino deben de estar en acuerdo perfecto con la voluntad de Dios.

Tan pronto como quedemos libres de la rebeldía podemos trabajar con Cristo en la liberación de otros creyentes, conforme Él nos guía y permite. La eliminación de la presencia y del poder del pecado de los elegidos, y luego de las naciones salvas, continuará hasta que todo pecado haya quedado contenido en el Lago de Fuego.

Al día siguiente Juan vio a Jesús que se acercaba a él, y dijo; “¡Aquí tienen al Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!” (Juan 1:29-NVI)

El Lago de Fuego es el hogar merecido de Satanás y de sus ángeles. Las únicas personas que se encontrarán en el Lago de Fuego serán aquellas que escojan a Satanás o a su voluntad propia en lugar de a Cristo. Cuando resistimos al Espíritu Santo de Dios conforme nos da a conocer a Jesús, no hay lugar para nosotros en el Reino de Dios. Hemos preferido las tinieblas, la separación de Dios.

La salvación Cristiana no es cuestión de una teología correcta. Más bien, la salvación Cristiana tiene que ver con nuestras decisiones: ¿escogemos aferrarnos a las lujurias de Satanás y de nuestra propia independencia, o escogemos entrar en unión con Cristo? Bendito, verdaderamente, es el ser humano que logra entender que el hombre no tiene ningún significado aparte de estar en unión con Cristo.

La Fiesta de los Tabernáculos. La meta de las obras de Dios es llevar al Reino de Dios, a la autoridad de Dios, adentro de quienes Él ha designado que tengan vida. Este es el significado del Santuario-el tercer gran símbolo del Judaísmo antiguo.

Dios en Cristo habita en cada persona que es parte del Reino. La fiesta de los Tabernáculos refleja el Reino interno, la autoridad interna, de Dios. No logramos entender el Reino de Dios hasta que avanzamos más allá de Pentecostés y entramos en el cumplimiento espiritual de la fiesta de los Tabernáculos.

El Rey llega a nosotros y por medio del Espíritu de Dios nos quita todo lo que no esté en armonía con la Persona de Dios. Tan pronto como la purificación se ha completado, el Padre y el Hijo entran en nosotros para hacer Su morada eterna adentro de nosotros. Ahora estamos en el reposo de Dios, y estamos preparados y listos para participar en todos los propósitos y programas Divinos. Ahora comprendemos el romance celestial y el significado del Cantar de los Cantares de Salomón.

Le contestó Jesús:-El que me ama, obedecerá mi palabra, y mi Padre lo amará, y haremos nuestra vivienda en él. (Juan 14:23-NVI)
En él todo el edificio, bien armado, se va levantando para llegar a ser un templo santo en el Señor. En él también ustedes son edificados juntamente para ser morada de Dios por su Espíritu. (Efesios 2:21,22-NVI)

Como ya hemos mencionado, hay dos aspectos en cuanto a que Dios y Cristo hagan Su morada en el creyente. El primer aspecto es la transformación de la personalidad del creyente-espíritu, alma y cuerpo. El segundo aspecto es la venida del Padre y del Hijo para morar en la personalidad transformada.

La Transformación.

La Venida Del Padre Y Del Hijo Para Morar En El Santo Transformado.

La Transformación Del Santo.

Le pido que, por medio del Espíritu y con el poder que procede de sus gloriosas riquezas, los fortalezca a ustedes en lo íntimo de su ser, para que por fe Cristo habite en sus corazones. Y pido que, arraigados y cimentados en amor, puedan comprender, junto con todos los santos, cuán ancho y largo, alto y profundo es el amor de Cristo; en fin, que conozcan ese amor que sobrepasa nuestro conocimiento, para que sean llenos de la plenitud de Dios. (Efesios 3:16-19-NVI)

La transformación que hace el ser humano de ser de la raza de Adán a ser la creación nueva espiritual es el punto central del pacto nuevo.

Así, todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados a su semejanza con más y más gloria por la acción del Señor, que es el Espíritu. (2 Corintios 3:18-NVI)

La raza de Adán nunca entrará en el Reino de Dios. La creación nueva, aquella que es nacida de Cristo, esa es el Reino. La creación nueva resulta de la entrada de la Sustancia y la Vida Divina en la personalidad humana. Los elementos corruptos del ser humano se marchitan y mueren y son reemplazados por la Naturaleza Divina.

Así está escrito; El primer hombre, Adán, se convirtió en un ser viviente; el último Adán en el Espíritu que da vida. (1 Corintios 15:45-NVI)

Es una raza nueva. El Reino de Dios no es una reformación o una modificación de Adán. Es la crucifixión de Adán y el nacimiento de un nuevo tipo de personalidad. La nueva personalidad es Cristo en el sentido de que ha nacido de Cristo, es de la Sustancia y de la Vida de Cristo y va ser la vivienda eterna de Cristo.

Queridos hijos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto hasta que Cristo sea formado en ustedes. (Gálatas 4:19-NVI)

Cristo es el Verbo, la Ley de Dios hecha persona. El pacto nuevo es poner la ley (Cristo) en la mente y escribir la ley en el corazón. La salvación Cristiana no es, a excepción del periodo inicial cuando la Palabra está germinando, para que Adán se adapte a la ley de Dios. Más bien, es darle muerte a Adán, es hacer una reestructuración radical de la personalidad humana.

Éste es el pacto que después de aquel tiempo haré con la casa de Israel-dice el Señor-: Pondré mis leyes en su mente y las escribiré en su corazón. Yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. (Hebreos 8:10-NVI)

Es una humanidad nueva, una humanidad en la cual todo lo que vale la pena de la personalidad humana está penetrado de la Sustancia y la Vida Divina hasta que la ley de Dios sea guardada por naturaleza. Es la carne hecha Verbo. Adán es crucificado con Cristo y de aquí en adelante es Cristo el que vive. Este es el punto central del pacto nuevo.

He sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y dio su vida por mí. (Gálatas 2:20-NVI)

La Venida Del Padre Y Del Hijo Para Morar En El Santo Transformado.

Para que por fe Cristo habite en sus corazones. Y pido que, arraigados y cimentados en amor, puedan comprender, junto con todos los santos, cuán ancho y largo, alto y profundo es el amor de Cristo; en fin, que conozcan ese amor que sobrepasa nuestro conocimiento, para que sean llenos de la plenitud de Dios. (Efesios 3:17-19-NVI)

La creación nueva es Cristo formado en nosotros. Es la imagen de Cristo (Romanos 8:29). Es el lugar donde habitará eternamente el Padre. La nueva Jerusalén, el Reino de Dios, es el lugar donde se hace la voluntad de Dios.

Cuando nuestra personalidad haya hecho la transformación de Adán a Cristo, entonces el Padre y Cristo vendrán a nosotros para hacer ahí Su morada.

La entrada de Dios y de Cristo a los primeros frutos de la Iglesia sucederá, según lo creemos nosotros, poco antes de que Cristo regrese a la tierra. Creemos que uno de los propósitos de la gran tribulación es perfeccionar esa parte de los primeros frutos que estará en la tierra cuando venga el Señor, ya que ellos pasarán a la inmortalidad cuando aún estén físicamente vivos. Este no será el caso de los otros miembros del Cuerpo de Cristo. Ciertamente, muchos de los que son los últimos en el tiempo serán los primeros en el Reino de Dios.

Cuando hablamos sobre la entrada del Padre y del Hijo a la Iglesia, no queremos decir con esto que Jesús no esté ahora mismo en el corazón de todo creyente verdadero. Tampoco queremos decir que Dios y Su Espíritu no estén con nosotros. Creemos que el Espíritu de Cristo mora en todo creyente verdadero pero que una manifestación más plena está cerca y llegará a la madurez hacia el final del periodo de la tribulación.

Nosotros creemos que la entrada del Padre y del Señor Jesús por medio del Espíritu en los primeros frutos de la Iglesia será el precursor necesario de la aparición del Señor sobre las nubes del cielo.

Pasados los tres días y medio, entró en ellos un aliento de vida enviado por Dios, y se pusieron de pie, y quienes los observaban quedaron sobrecogidos de terror. (Apocalipsis 11:11-NVI)
El Señor mismo descenderá del cielo con voz de mando, con voz de arcángel con trompeta de Dios, y los muertos en Cristo resucitarán primero. (1 Tesalonicenses 4:16-NVI)

El Señor entrará en Sus santos, en una revelación suprema, durante las horas más oscuras de la tierra, y luego llamará hacia Sí Mismo a todos Sus guerreros radiantes, con una gran luz que llenará los Cielos y la tierra.

¡Levántate y resplandece, que tu luz ha llegado! ¡La gloria del Señor brilla sobre ti! Mira, las tinieblas cubren la tierra, y una densa oscuridad se cierne sobre los pueblos. Pero la aurora del Señor brillará sobre ti; ¡sobre ti se manifestará su gloria! (Isaías 60:1,2-NVI)
Porque así como el relámpago que sale del oriente se ve hasta en el occidente, así será la venida del Hijo del hombre. (Mateo 24:27-NVI)
Entonces el Señor descenderá con Sus santos glorificados al Monte de los Olivos.
En aquel día pondrá el Señor sus pies en el monte de los Olivos, que se encuentra al este de Jerusalén, … (Zacarías 14:4-NVI)

El Señor Jesús viene a nosotros ahora, en el cumplimiento espiritual de la fiesta de las Trompetas. El Señor limpia nuestro templo en el cumplimiento espiritual del Día del Perdón. Luego, el Padre y Su Hijo, por medio del Espíritu Santo, entran en nosotros para hacer ahí Su morada en nosotros en el cumplimiento espiritual de la fiesta de los Tabernáculos. Este es el Reino de Dios, y está adentro de nosotros.

El Reino Externo de Dios

El verdadero Reino de Dios es el reino interno-es Cristo adentro de nosotros. El reino externo es la manifestación de aquello que está adentro de nosotros. Las naciones de la tierra serán gobernadas por los santos en quienes ha sido establecido el reino interno.

En los últimos días, el monte de la casa del Señor será establecido como el más alto de los montes; se alzará por encima de las colinas, y hacia él confluirán todas las naciones. Muchos pueblos vendrán y dirán: “¡Vengan, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob!, para que nos enseñe sus caminos y andemos por sus sendas.” (Isaías 2:2,3-NVI)
Al que salga vencedor y cumpla mi voluntad hasta el fin, le daré autoridad sobre las naciones-así como yo la he recibido de mi Padre-y “él las gobernará con puño de hierro; las hará pedazos como a vasijas de barro”. (Apocalipsis 2:26,27-NVI)

Tan pronto como el reino interno se haya establecido en los primeros frutos de la Iglesia, ellos serán resucitados de entre los muertos y serán vestidos con las ropas blancas de los cuerpos rectos y glorificados. Esta es su recompensa por haber vencido, por medio de Jesús, todas las fuerzas que buscaban alejarlos de Dios. Ellos han obedecido a Dios cruzando todo terror, toda presión, y toda trampa.

Y se le ha concedido vestirse de lino fino, limpio y resplandeciente. (El lino fino representa las acciones justas de los santos.) (Apocalipsis 19:8-NVI)

Los primeros frutos serán llamados de la superficie de la tierra para encontrarse con Cristo en las nubes.

Después, el Señor y Su ejército descenderán con un poder tremendo. Ellos destruirán a las naciones que se hayan puesto en contra de Jerusalén. Cristo será coronado Rey en Jerusalén. Sus santos tomarán sus lugares en los tronos espirituales que gobernarán la tierra, los tronos que antes ocupaban Satanás y sus ángeles.

De las personalidades de los santos fluirán los ríos de agua viva.

En aquel día fluirá agua viva desde Jerusalén, tanto en verano como en invierno. Y una mitad correrá hacia el Mar Muerto [las naciones del este], y la otra hacia el mar Mediterráneo [las naciones del oeste]. (Zacarías 14:8-NVI)
Las aguas de vida eterna, del Espíritu de Dios, siempre fluyen desde Jerusalén, desde el trono del Dios todopoderoso. (Apocalipsis 22:1)

En aquel Día, el Espíritu Santo fluirá desde Jerusalén hacia las naciones del oriente y hacia las naciones del occidente por las razones siguientes:

El Señor es “Jerusalén”.

Aquellos que han vencido son “Jerusalén” porque Dios los ha hecho uno con Jesús y ha escrito sobre ellos el nombre de Jerusalén (Gálatas 3:29; Apocalipsis 3:12).

Cuando el Señor Jesús y Sus santos desciendan y entren a la ciudad de Jerusalén será la Jerusalén celestial la que estará ocupando la Jerusalén terrenal. El Arca del Testimonio, el Trono de Dios, entrará a Jerusalén y será la fuente de aguas vivas (Apocalipsis 11:19; 22:3). Esto hará que la ciudad de Jerusalén sea el Trono de Dios; y el Arca que es el símbolo de nuestro peregrinaje, ya no existirá (Jeremías 3:16,17).

Cuando abrimos la puerta de nuestro corazón al Señor, y Él cena con nosotros y nosotros con Él, Él establece Su trono, el Trono de Dios, adentro de nosotros. Entonces nos sentamos con Él en el Trono de Dios que es nuestro corazón.

Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré, y cenaré con él, y él conmigo. Al que salga vencedor le daré el derecho de sentarse conmigo en mi trono, como también yo vencí y me senté con mi Padre en su trono. (Apocalipsis 3:20,21-NVI)

Las aguas vivas fluyen desde los santos que han entrado a la fiesta de los Tabernáculos. Adentro de ellos está el trono, la autoridad, de Dios.

De aquel que cree en mí, como dice la Escritura, brotarán ríos de agua viva. (Juan 7:38-NVI)
Luego el ángel me mostró un río de agua de vida, claro como el cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero. (Apocalipsis 22:1-NVI)

El Señor Jesús dijo las palabras de Juan 7:38 (arriba) el octavo día de la fiesta de los Tabernáculos, refiriéndose a la cobertura del mar muerto de la humanidad con la Gloria del Señor. Los primeros frutos serán árboles de vida en ese Día.

Por donde corra este río, todo ser viviente que en él se mueva vivirá. Habrá peces en abundancia porque el agua de este rió transformará el agua salada en agua dulce, y todo lo que se mueva en sus aguas vivirá. (Ezequiel 47:9-NVI)

El resultado de la Gloria de Dios cubriendo el mar muerto de la humanidad será el reino apacible que Isaías vio.

La vaca pastará con la osa, sus crías se echarán juntas, y el león comerá paja como el buey. (Isaías 11:7-NVI)
Todo pecado será echado de la tierra.
El día que yo actúe ustedes pisotearán a los malvados, y bajo sus pies quedarán hechos polvo-dice el Señor Todopoderoso-. (Malaquías 4:3-NVI)

Los hijos de Dios quitarán la maldición de la tierra.

De que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. (Romanos 8:21-NVI)

Las naciones salvas de la tierra obedecerán y servirán a los santos de Dios. Las naciones que no obedezcan o sirvan a los santos serán destruidas por el Señor.

La nación o el reino que no te sirva, perecerá; quedarán arruinados por completo. (Isaías 60:12-NVI)

Los santos gobernarán la tierra por mil años. Esta época de justicia dará como resultado una civilización de una magnificencia que no podemos concebir.

Nosotros creemos que el propósito central de la Era de los mil años es el perfeccionamiento del Cuerpo de Cristo, así como el propósito central de los dos mil años de la Era de la Iglesia ha sido el llamamiento a la separación de los elegidos de Dios y el perfeccionamiento de los primeros frutos de la Iglesia. Los primeros frutos de la Iglesia son las columnas del Templo eterno de Dios, y el valor que ellos tienen ante Dios no puede ser medido en universos de riqueza y de gloria.

Una vez que toda la Iglesia, la Esposa del Cordero, haya sido perfeccionada, entonces será cuando comenzará la eternidad. A los miembros de las naciones salvas se les dará vida para estar sobre la tierra nueva. Entonces el reino interno empezará a desarrollarse en ellos.

El octavo día de la fiesta de los Tabernáculos significa el comienzo de la semana de la eternidad, de la semana que no tiene fin. El Cordero y Su Esposa gobernarán por siempre sobre todas las obras de las manos de Dios, asegurándose de que nunca jamás vuelva a entrar el pecado en la Presencia de Dios o de Sus criaturas.

Y así por toda la eternidad, la nueva Jerusalén, que es la encarnación del Dios invisible, aumentará sin cesar en majestad y esplendor.

Se extenderá su soberanía y su paz, y no tendrá fin. Gobernará sobre el trono de David y sobre su reino, para establecerlo y sostenerlo con justicia y rectitud desde ahora y para siempre. Esto lo llevará a cabo el celo del Señor Todopoderoso. (Isaías 9:7-NVI)

Pero esta gloria inimaginable se basa rigurosamente en el sufrimiento y en la obediencia, primero del Señor Jesús, y después de los santos fieles que han clamado y continúan clamando en medio del dolor de sus pruebas, “Hágase tu voluntad y no la mía.”

(“El Reino Interno Y Externo de Dios”, 4170-1)

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