EL SALMO NOVENTA Y UNO

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Texto bíblico tomado de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional, © 1999 por la Sociedad Bíblica Internacional
Traducción de Carmen Alvarez


Yo creo que tiempos difíciles se aproximan a los Estados Unidos de Norteamérica. Debido a esto debemos saber lo que la Biblia promete en cuanto a la protección durante las dificultades.

Algunos Evangélicos están esperando que la fe desvíe el desastre. Otros están confiando en un inminente arrebato. También hay otras tradiciones, como que Dios ama tanto a los Cristianos Norteamericanos como para permitir que sufran.

Ninguna de estas tradiciones está fundada en las Escrituras sino en la decepción o en el razonamiento humano. Sin embargo, sí hay promesas bíblicas que podemos buscar para protegernos del pánico en la hora del desastre.


EL SALMO NOVENTA Y UNO

El que habita al abrigo del Altísimo se acoge a la sombra del Todopoderoso. (Salmo 91:1-NVI)

Es de suma importancia notar la condición de la que depende la protección Divina. La condición es que habitemos al abrigo del Altísimo.

No es suficiente haber “aceptado a Cristo”. Haber tomado los cuatro pasos para la salvación no es un boleto para la bendición continua de Dios. Debemos estar morando en Cristo en este mismo instante si esperamos ser protegidos por Él.

¿Cómo habitamos en Cristo? Buscándolo a Él en todo momento, para toda decisión y bajo toda circunstancia. Debemos vivir en Él, hablar con Él, pensar en Él y buscar Su dirección continuamente. Cristo siempre debe ser lo principal en nuestra mente.

Debemos estar presentando nuestro cuerpo como sacrificio vivo, considerando en nuestra mente las cosas de arriba, dando gracias por todas las bendiciones y haciéndole saber nuestras peticiones.

Habitar en Cristo es una forma de vida. En toda manera debemos considerarlo. Si siempre consideramos a Cristo en las cosas pequeñas, nos daremos cuenta que haremos lo mismo en las grandes crisis. En los asuntos “pequeños” son en los que se nos olvida considerar al Señor, y son en los asuntos pequeños en los que tropezamos.

“Se acoge a la sombra del Todopoderoso.” Los días que se aproximan en Norteamérica van a ser tumultuosos.

Habrá confusión, la gente correrá de aquí para allá en su confusión. El individuo que está habitando en Cristo será acogido, tendrá reposo. Él está viviendo a la sombra de Dios. No le teme a la muerte ni a cualquier otra cosa que el futuro le presente.

Yo le digo al SEÑOR: “Tú eres mi refugio, mi fortaleza, el Dios en quien confío.” (Salmo 91:2-NVI)

Dios es nuestro refugio. Cuando el mundo exterior se vuelve oscuro y peligroso corremos hacia Dios así como un niño corre hacia su madre o padre. Nosotros nos refugiamos en Él.

Dios es nuestra fortaleza. Cuando el enemigo se acerca, nosotros regresamos a la fortaleza. Estamos a salvo detrás de las paredes impenetrables del Señor. Las fuerzas de las tinieblas no tienen poder alguno que pueda abrir brecha para irrumpir en esas paredes. Estar sitiado por el enemigo, sin importar por cuánto tiempo, nunca puede llevar a la rendición. Estamos a salvo en el Señor.

El Señor es nuestro Dios, no el placer, ni el dinero, ni el entretenimiento, ni la violencia, ni la brujería, ni nuestro estómago, ni la popularidad, ni el éxito, ni nuestro talento o educación, ni ningún otro ser humano, sino sólo el Señor. Nosotros lo adoramos únicamente a Él porque Él ha quitado los ídolos que teníamos.

Confiamos en Dios porque se mantiene fiel bajo toda circunstancia. Hay mucha plática hoy en día sobre la fe, y la fe es importante. Cuando tenemos fe tenemos la victoria y podemos avanzar firmemente hacia adelante.

La confianza es diferente. La confianza es nuestra dependencia desvalida en la fidelidad absoluta de Dios. A veces somos presionados a avanzar más allá del punto de la fe y todo lo que nos queda es una confianza ciega de que Dios, de alguna manera, está allá arriba y nos librará. En nuestro momento de debilidad y vencimiento no podemos expresar fe, pero podemos confiar. No estamos en una victoria gozosa, pero estamos confiando, y esto nos ayuda a deshacernos del temor.

¿Has estado ahí? ¡Yo sí!

Sólo él puede librarte de las trampas del cazador y de mortíferas plagas. (Salmo 91:3-NVI)

Satanás siempre está poniendo trampas para que caigan los creyentes. Éstas están escondidas por los caminos donde generalmente pasamos.

Si no estamos en oración, si estamos viviendo descuidadamente, si no estamos habitando en Cristo, quizá repentinamente nos encontremos atrapados en la trampa de la tentación y del pecado. El Señor nos aconseja que oremos: “No nos dejes caer en tentación”. Pero nosotros pensábamos que esta oración era para esos pecadores impíos en alguna otra parte del mundo. No nos dábamos cuenta de que estamos a punto de encontrarnos en una situación de la que no podremos escapar.

Si estamos morando en Cristo, como debemos estarlo, Él evita que caigamos en la trampa.

A veces el Señor permite que seamos cernidos por Satanás, aun cuando hemos estado orando y teniendo cuidado. Entonces pasamos por dolor y confusión. Si nuestra fe no nos falla, el Señor nos llevará hasta el triunfo. Pero nunca debemos forcejear nuestra salida de la prisión de Dios, porque al hacerlo rompemos las leyes de Dios. Debemos mantenernos ante el Señor, esperándolo pacientemente. A su debido tiempo Él nos liberará.

“Te librará de mortíferas plagas.” Hoy en día existen varias plagas importantes en Norteamérica, como el SIDA, como otras enfermedades venéreas, como el cáncer, como la tuberculosis y como la diabetes. No digo que éstas nunca hagan sufrir a los Cristianos, ya que a veces lo hacen. Sin embargo, tenemos la Palabra de Dios que dice que Él nos librará.

¿Qué hacemos cuando nosotros o algún ser querido se enferma de alguna enfermedad temida? Oramos, oramos y oramos, mientras tanto seguimos avanzando hacia Dios con todas nuestras fuerzas. Él siempre nos escucha.

Observa lo siguiente, ya que presenta lo que aparentemente es una contradicción:

Ustedes serán traicionados aun por sus padres, hermanos, parientes y amigos, y a algunos de ustedes se les dará muerte. Todo el mundo los odiará por causa de mi nombre. Pero no se perderá ni un solo cabello de su cabeza. (Lucas 21:16-18-NVI)

“A algunos de ustedes se les dará muerte.” “No se perderá ni un solo cabello de su cabeza.”

Cuando estamos habitando en Dios, Él siempre nos libera de las mortíferas plagas y de cualquier otra cosa que quiera hacernos daño. Y sin embargo, a veces los Cristianos enferman y mueren. Pero las Escrituras no pueden ser quebrantadas.

La respuesta a la aparente contradicción es que Dios no considera nuestra carne como algo de significado eterno. “La carne no vale para nada”, exclamó Jesús.

Dios sabe el número de cabellos en nuestra cabeza. Supongamos que morimos quemados en un incendio. Todos nuestros cabellos son quemados. ¿Han perecido? No, claro que no. ¿Por qué? Porque Dios los resucitará en la resurrección.

Así que la Palabra se mantiene verdadera. Cuando estamos morando en Él, Dios siempre nos salva de daño que pueda ser verdadero y duradero, así como lo prometió.

Necesitamos adquirir una perspectiva más celestial. Debemos poner nuestras mentes en las cosas de arriba. ¡Necesitamos establecer nuestros tesoros en el Cielo!

Pues te cubrirá con sus plumas y bajo sus alas hallarás refugio. ¡Su verdad será tu escudo y tu baluarte! (Salmo 91:4-NVI)

Estamos entrando en tiempos peligrosos, en una época de horrores morales. En Norteamérica nuestro gobierno ya está en desorden. Existen profundas divisiones culturas en nuestra sociedad, y no sólo del tipo racial y religioso. Este problema tiene que ver con valores, donde algunos favorecen un estilo de vida con más libertades mientras que otros son más conservadores en sus puntos de vista. Tan intensos son los sentimientos que se están generando que una guerra civil, quizá en una escala relativamente menor, no es imposible. Demagogos usarán éstas pasiones para formar seguidores; intentarán forzar estas divisiones para canalizarlos a ser de tipo racial o religioso, creando estereotipos. Los medios de comunicación harán lo mismo porque el sensacionalismo vende periódicos.

Además, debido a que prevalece el pecado, no sería poco común que pronto Dios nos visitara con catástrofes, tales como terremotos, hambre, y colapso económico.

Nosotros los Norteamericanos no estamos acostumbrados a que las guerras se lleven a cabo en nuestra tierra, ni a las profundas privaciones sufridas por otras naciones. Pero quizá las cosas cambien rápidamente. Para cuando este texto aparezca en Internet tales peligros y angustias quizá ya hayan sucedido.

Entonces, nosotros los creyentes en Cristo estaremos muy agradecidos por el poderoso escudo protector de Dios, por el baluarte que Él provee en contra de los ataques del enemigo.

No temerás el terror de la noche, ni la flecha que vuela de día. (Salmo 91:5-NVI)

Numerosas personas Norteamericanas están afligidas por el temor, por la ansiedad, por la depresión. Pensarías que con las bendiciones materiales que disfrutamos estaríamos relativamente libres de temor. Éste no es el caso.

La ansiedad y la depresión clínica no son ignoradas con “¡Sólo alaba al Señor y ten fe!” Éstas son enfermedades reales para las que varios medicamentos han sido desarrollados.

No es poco común que Cristianos dedicados tengan problemas emocionales basados en el temor. A veces los consejos profesionales son de mucha ayuda y necesarios. Pero, nuevamente, una confianza consistente en el Señor logrará eventualmente la victoria sobre el temor.

“La flecha que vuela de día” se refiere a la guerra. Nosotros en Estados Unidos no hemos experimentado guerra en nuestra tierra como ha sido cierto de Alemania, Francia, e Inglaterra, por ejemplo. Dios nos ha considerado para ser protegidos y bendecidos.

Si la guerra se suscitara, podemos permanecer libres del temor si estamos dispuestos a habitar en Cristo. ¿A qué debemos temerle? Si hay escasez o peligro, Cristo estará con nosotros, Él proveerá y nos protegerá. Si nosotros o algún ser querido es asesinado, iremos a un lugar mucho mejor. Así que para el individuo que ama al Señor y que lo busca continuamente no hay ningún motivo para sentir temor.

Ni la peste que acecha en las sombras ni la plaga que destruye a mediodía. (Salmo 91:6-NVI)

Los hospitales de los Estados Unidos están llenos con personas sufriendo de enfermedades espantosas. Qué aterrador debe ser el diagnóstico de SIDA, y sin embargo, Dios todavía está presente para la persona que lo busque. Muchos Norteamericanos contestan el teléfono para escuchar que su biopsia, o la biopsia de alguno de sus hijos, es positiva. ¡El terror te llega de sorpresa! El sustentador de la familia, preocupado por el bienestar de su familia, se despierta en la noche con dolores de pecho. ¡El terror te llega de sorpresa!

Pero la Palabra incambiable de Dios dice que no les temeremos. Sólo manteniendo una relación cercana con Jesucristo podemos ser liberados del temor a las enfermedades que nos acechan en la oscuridad.

“La plaga que destruye a mediodía.” Últimamente en Norteamérica hemos tenido huracanes e inundaciones destructivas. Si nosotros los Cristianos no nos arrepentimos de nuestra maldad y volvemos al Señor, orando diariamente por nuestra nación, quizá veamos muchas más expresiones violentas de la furia de la naturaleza. Yo creo que desde el suelo, la sangre de los fetos abortados está clamando a Dios. El resultado quizá sean inundaciones paralizantes, terremotos, e incendios que afectarán a más de pequeñas áreas geográficas.

Podrán caer mil a tu izquierda, y diez mil a tu derecha, pero a ti no te afectará. (Salmo 91:7-NVI)

La predicación actual sobre la protección en contra de los desastres que parecen estar muy próximos es que no debemos temer porque nos iremos a nuestro hogar en el Cielo antes de que cualquiera de estos suceda. Por esto los creyentes no toman a Dios en serio en muchas ocasiones. ¿Por qué habrían de hacerlo? ¡Si no estarán ahí!

Algunos enseñan que los Cristianos del primer siglo han estado esperando un arrebato que sucederá en cualquier momento. (Yo no creo que un estudio imparcial apoye este parecer.)

De cualquier manera, ¡detente y piensa! Por dos mil años dicen que los Cristianos han estado esperando un arrebato que sucederá en cualquier momento. Pero durante este tiempo ¿cuántos Cristianos han sido torturados y asesinados debido a su fe? Ya que indudablemente esto es verdad, ¿no hubieran sido más sabios si se hubieran preparado sólo por si el arrebato no sucediera durante sus vidas? ¡Por dos mil años!

Lo mismo sucede hoy. ¿No sería más sabio para nosotros que los Cristianos se prepararan para enfrentar el día malo, sólo en caso de que otros dos mil años transcurran antes del regreso del Señor?

“Sí, pero sabemos que Él está por venir muy, muy pronto.”

Existe evidencia en los escritos del Apóstol Pablo que él pensaba que el Señor regresaría pronto.

El Señor dijo, “Vengo pronto”. Esto se dijo hace dos mil años.

También es un hecho que profecías importantes todavía no se han cumplido, como que surja el Anticristo y la unión de las naciones en contra de Jerusalén. Estos eventos no sucederán de la noche a la mañana. Sucederán en el transcurso de algún tiempo antes de la venida del Señor. Las enseñanzas que enseñan lo contrario están basadas en especulaciones y emociones, no en exégesis disciplinada y bíblica, por lo menos ésta ha sido mi experiencia.

Cuando la pantalla de la “dispensa por la gracia” es puesta sobre el texto del Nuevo Testamento, se crean numerosas inconsistencias que deben explicarse con comentarios como: “ese versículo sólo se aplica a los Judíos”; o, “hay cosas que nosotros no entendemos”; o, “la gente de la época de Pablo podía leer entre líneas y comprender su referencia a querer decir otra cosa de lo que parece en la superficie”; o, aun más sospechoso, “el término Griego apostasía (rebelión en contra de Dios) significa “cayéndose de la tierra”.

Este tipo de explicación parcial no sería permitido con ninguna doctrina cardinal de Evangelismo. ¿Por qué es tolerada con la esperanza bendita de la Iglesia?

La protección del Señor no consiste en ser sacados para ir al Cielo, sino en lo que está declarado: “Podrán caer mil a tu izquierda, y diez mil a tu derecha, pero a ti no te afectará“. Este es el consuelo bíblico. La noción de que seremos elevados al Cielo antes de que surja el Anticristo no está en las Escrituras. No hay ni un versículo en la Biblia que diga que el propósito de los santos de ser arrebatados cuando el Señor aparezca es para protegerlos de sufrir daño. ¡Ni un solo versículo! ¡Ni uno solo!

Yo pienso que los ministros cuya intención es predicar y enseñar la Palabra de Dios deben considerar dejar de anunciar un “arrebato” de los creyentes antes de la tribulación hasta que puedan encontrar un versículo que diga claramente que el propósito de que los creyentes sean elevados es para protegerlos de sufrir daño.

No tendrás más que abrir bien los ojos, para ver a los impíos recibir su merecido. (Salmo 91:8-NVI)

No estaremos escondidos en el Cielo cuando venga la destrucción, a excepción de que hayamos muerto en el transcurso. Más bien, estaremos presentes sobre la tierra donde podremos observar a los impíos recibir su merecido.

Observa lo siguiente:

Los malvados conspiran contra los justos y crujen los dientes contra ellos; pero el Señor se ríe de los malvados, pues sabe que les llegará su hora. (Salmo 37:12,13-NVI)

Hoy en Norteamérica vemos lo que muchos de nosotros percibimos como la exaltación de gente mala. Cuando nos comportamos con rectitud y justicia y sugerimos que otros hagan lo mismo, ellos se enojan excesivamente. Quienes no le temen al Señor insultan a “esos fundamentalistas de la derecha que están destruyendo el partido Republicano”. Debe hacerse notar que este es un estereotipo porque hay muchos Norteamericanos que no son Cristianos que se están conduciendo con rectitud y que tienen integridad.

Por favor observa cuidadosamente que el conflicto, en el versículo anterior, no es entre los que son Cristianos y los que no lo son, sino entre los justos y los malvados.

Muchos Cristianos son malvados. Muchos que no son Cristianos son rectos y tienen integridad.

Los malvados no se alteran demasiado por nuestra fe en la sangre expiatoria ni por nuestras conversaciones sobre mansiones en el Cielo. Más bien, ellos “conspiran contra los justos y crujen los dientes contra ellos” por el tema del comportamiento de rectitud. Por ejemplo, ahora en Norteamérica (Diciembre, 1988), las personas que aman la justicia están preocupadas porque parece ser que el Presidente ha mentido. Pero la mayoría de los Norteamericanos parece considerar la mentira como una flaqueza humana perdonable. Aquí hay una cisma y está ayudando a que surja pasión violenta.

Ahora observa, el Señor no hace lo mismo y cruje Sus dientes a los malvados ni tampoco quiere que tu o yo lo hagamos. El Señor se ríe de los malvados porque Él sabe que su día de castigo está por llegar. Él quiere que tú y yo nos riamos con Él y que nos demos cuenta de que el Señor está en control y que los malvados serán castigados a su debido tiempo.

Si se te hace imposible reírte con el Señor, entonces ora hasta que puedas hacerlo, hasta que Él quite tu enojo y tu amargura. El Señor no honra ni acepta nuestra irritación. La irritación sólo conduce al pecado. La ira del hombre no logra la justicia de Dios.

Sé un Isaac y ríete del malvado. Ellos necesitarán tu ayuda y tus oraciones a su debido tiempo.

Ya que has puesto al SEÑOR por tu refugio, al Altísimo por tu protección, (Salmo 91:9-NVI)

Toda la ayuda y la liberación anterior dependen de que habitemos en Cristo. Morar en Cristo no significa que algún día en el pasado hallamos tomado “los cuatro pasos de la salvación”. Lo que significa es que en este momento, en este mismo instante, estamos buscando a Jesús para todo lo que estamos diciendo, pensando y haciendo. Que realmente estamos morando en Cristo, viviendo en Cristo como si fuera nuestro medio ambiente, presentándole todas nuestra decisiones, preocupaciones, temores, esperanzas y sueños para que no tomemos ni un paso fuera de Su voluntad. Sólo entonces podemos reclamar como nuestras las promesas del Salmo Noventa y Uno.

David dice, “ya que has puesto al SEÑOR por tu refugio“. El Señor era el refugio de David. También es verdad que el Espíritu de Dios estaba morando en David y estaba diciendo que Dios Padre es el refugio de Cristo. El Señor Jesús siempre mora en Dios y vive por la Vida de Dios. Así que debe ser verdad que nosotros siempre debemos morar en Cristo y vivir por la Vida de Cristo.

Ningún mal habrá de sobrevenirte, ninguna calamidad llegará a tu hogar. (Salmo 91:10-NVI)

Una promesa similar es la siguiente:

El ángel del SEÑOR acampa en torno a los que le temen; a su lado está para librarlos. (Salmo 34:7-NVI)

Para poder tener este tipo de protección, debemos cumplir con las condiciones. No es suficiente solamente asistir a una iglesia Evangélica. No es suficiente creer en una doctrina correcta con respecto al Señor Jesucristo. No es suficiente tomar “los cuatro pasos de la salvación”. No es suficiente poder pensar en el pasado y decir “Yo acepté a Cristo” o “Yo volví a nacer ese día”.

La salvación siempre es “hoy”. El Reino de Dios es como una semilla. Está viva en nosotros y está creciendo si la estamos atendiendo. Pero es completamente posible que esa semilla muera sin haber producido fruto duradero.

El Reino de Dios no es un boleto. No podemos ser un Cristiano ayer. No podemos estar habitando en vida eterna ayer. O nuestra vida está en Cristo y recibiendo Vida eterna de Él o las fuerzas de la descomposición y la muerte se están acercando y estamos acercándonos al juicio y a la condenación.

No hay un mensaje más necesitado hoy en día en Estados Unidos que la verdad sobre que la salvación de ayer no está funcionando hoy, a excepción de que estemos morando en Cristo.

Hay numerosos versículos en el Nuevo Testamento que nos recuerdan de la necesidad de habitar en Cristo momento a momento, y de las consecuencias fatales de vivir en el mundo mientras confiamos en alguna experiencia religiosa pasada para asegurar nuestra entrada al Cielo cuando perezcamos.

Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. (Hebreos 10:39-NVI)
Si habiendo escapado de la contaminación del mundo por haber conocido a nuestro Señor y Salvador Jesucristo, vuelven a enredarse en ella y son vencidos, terminan en peores condiciones que al principio. (2 Pedro 2:20-NVI)

Existen muchas advertencias como éstas en el Nuevo Testamento. Y sin embargo, la predicación actual de una gracia soberana e incondicional continúa como si éstas exhortaciones no existieran. Las iglesias Evangélicas no están prosperando hoy en día, en términos de crecimiento de una vida justa, recta y santa, debido a que la enseñanza contemporánea en muchos casos no está en las Escrituras. Nos hemos alejado de la Palabra y el Candelabro, el testimonio, nos ha sido quitado. Hemos sido debilitados espiritualmente y no nos hemos dado cuenta.

¿Qué podemos hacer? Podemos regresar a las Escrituras y comenzar a enseñar lo que los textos dicen, de versículo en versículo, en lugar de nuestras tradiciones. Si los ministros en Norteamérica regresaran a la Biblia y predicaran y enseñaran los textos inspirados pronto tendríamos el arrepentimiento nacional que se necesita en las naciones para sobrevivir.

Porque él ordenará que sus ángeles te cuiden en todos tus caminos. (Salmo 91:11-NVI)

Nosotros no sabemos mucho sobre la gran multitud de ángeles que Dios ha creado. Lo que sí comprendemos es que muchos de ellos se rebelaron y hoy enfrentamos luchas contra ellos-algunos de los cuales aparentemente en tiempo atrás tenían una posición muy alta en la jerarquía espiritual.

¿Por qué tenemos que luchar contra ellos? Porque ellos están en rebelión en contra de Cristo. Ellos están perdiendo sus posiciones de autoridad ante Él y ante Sus santos. Ellos están en contra de todo lo que hacemos por obedecer y complacer a Jesucristo.

La reacción de Dios hacia la rebelión de los ángeles ha sido crear al hombre, y ponerlo en el trono más alto. De hecho, Dios está mudando Su trono desde Cielo hasta los corazones de Sus hijos obedientes. Desde ahí Él reinará por toda la eternidad.

Entonces, ¿qué hay de los ángeles? Los ángeles justos han sido hechos espíritus ministradores para que los hijos de Dios puedan vencer a los ángeles rebeldes y puedan tomar sus posiciones sobre los tronos que antes ocupaban los rebeldes.

Un ángel fortaleció a Cristo en el Jardín de Getsemaní. Los ángeles se regocijan cuando un pecador se arrepiente y se vuelve hacia Dios. Cristo anuncia el nombre de cada santo victorioso en la Presencia de Dios y de Sus ángeles.

Ahora encontramos que Dios le ordena a Su ángel que proteja a quienes están habitando en Cristo, que los cuide en todos sus caminos. Nosotros no podemos ver a los ángeles pero si estamos haciendo la voluntad de Dios ellos nos vigilan con el mayor celo sin importar lo que estemos haciendo. Si ellos no hicieran esto nosotros pronto seríamos destruidos.

Con sus propias manos te levantarán para que no tropieces con piedra alguna. (Salmo 91:12-NVI)

Los ángeles de Dios nos cuidan tanto en todos nuestros caminos para que ni siquiera tropecemos con una piedra. Esta declaración nos está diciendo que Dios atiende al más mínimo detalle de nuestras actividades diarias.

Yo creo que nosotros somos elevados y liberados en muchas, muchas ocasiones de las cuales no estamos conscientes. Este cuidado y esta atención a los detalles son constantes. Los demonios pronto harían que nuestra vida fuera miserable y peligrosa si no fuéramos protegidos con la mayor diligencia.

Nuevamente, ésta promesa es para aquellos que están viviendo en todo momento en comunión con Cristo Jesús, no para feligreses típicos Norteamericanos que pasan una hora o dos en la iglesia los Domingos y que luego viven en la carne el resto de las horas de la semana. Éstos no son discípulos. Ellos pasan en Norteamérica como Cristianos pero por la definición bíblica ellos no son Cristianos. Ellos no están buscando a Cristo Jesús para cada aspecto de sus vidas. Por esto, el Salmo Noventa y Uno no se aplica a ellos.

Aplastarás al león y a la víbora; ¡hollarás fieras y serpientes! (Salmo 91:13-NVI)

Es muy probable que ningún lector de estas líneas aplastará a un león, o a una cobra, o a una serpiente. Entonces, ¿qué es lo que se promete aquí?

El león y la víbora representan el poder de Satanás. El Cristiano verdadero, el discípulo de Jesús, no debe temerle a lo que Satanás o sus ángeles y demonios puedan hacer.

Aunque nunca debemos ser presuntuosos ni descuidados en lo que hacemos, la idea de aplastar a un gran león y a la víbora nos habla sobre tener más que protección. La acción misma representa una osadía, una osadía posible cuando estamos obedeciendo estrictamente a Dios en todo lo que estamos haciendo. Este versículo está anticipando la hora en que Satanás sea aplastado bajo los pies de los santos. Pero aun hoy, conforme Jesús nos dirija, podemos hacer caso omiso al poder de las tinieblas.

¿Recuerdas cómo sufrió Dagón, el dios pez de los Filisteos, cuando enfrentó al Dios del Arca? Lo mismo es cierto que cuando los Cristianos victoriosos se enfrentan cara a cara con las obras de Satanás, Satanás es quien es destruido.

Nosotros los Pentecosteses somos supersticiosos. Tendemos a mirar de reojo y a murmurar con respecto a las fuerzas de las tinieblas en lugar de enfrentarlas confiadamente, sabiendo del Señor Jesús que Él nos ha dado autoridad y poder sobre todas ellas.

A veces cometemos el error de reprender a los demonios o de gritarles. Esto no sólo es débil e infructífero sino que es interpretado por los demonios como adoración. Ellos adoran la atención.

Nosotros no debemos reprender al diablo sino que debemos resistirlo. Nos resistimos al diablo sirviendo a Dios y comportándonos con justicia y rectitud. A Satanás le aterra el justo y huye despavorido.

Pero pronto regresa y se dedica a planear la decepción de nuestra mente. Ya que no hay manera de que él pueda dañarnos, él puede persuadirnos a que desobedezcamos a Dios en alguna área. Satanás no tiene ningún poder sobre nosotros a excepción de que estemos pecando. Entonces, él puede entrar más allá de nuestra protección aunque nombremos el nombre de Cristo Jesús.

El Cristianismo puede ser una de dos cosas en nuestra vida. Puede ser una religión a la que nos suscribimos, obedeciendo sus preceptos así como los Musulmanes y los Budistas obedecen los preceptos de sus religiones. En éste caso el Salmo Noventa y Uno no se aplica a nosotros. El Cristianismo ha sido, por lo menos hasta recientemente, la religión predominante en los Estados Unidos.

O, el Cristianismo puede ser una experiencia diaria con el Señor Jesucristo viviente, en donde lo buscamos a Él continuamente, confiando en Él para cada aspecto de nuestra vida. Nosotros debemos presentar nuestro cuerpo como sacrificio vivo, considerando las cosas de arriba, portando nuestra cruz tras de Jesús, cantando y haciendo en nuestro corazón una melodía constante al Señor. De esta manera, lentos pero seguros, estaremos aprendiendo a vivir por Su cuerpo y Su sangre así como Él vive por la Vida del Padre.

Nosotros debemos habitar en Él así como Él habita en el Padre.

¿Cuál eres tú? ¿Acaso eres un miembro de la religión Cristiana? ¿O eres una rama del Olivo verdadero produciendo el fruto de justicia y de alabanza que las naciones pueden observar? ¿Estás mostrando la luz de tus buenas obras para que la gente pueda glorificar a Dios, o acaso tu religión consiste principalmente en asistir a la iglesia los Domingos mientras que tu personalidad permanece básicamente sin cambios?

Dagón, el dios pez, cayó postrado ante el Arca del Pacto. Satanás y sus ayudantes caerán postrados ante ti si estás siendo creado la morada de Cristo.

Yo lo libraré, porque él se acoge a mí [en mí ha puesto su amor]; lo protegeré porque reconoce mi nombre. (Salmo 91:14-NVI)

Acogernos al Señor, poner nuestro amor en Él, y reconocer Su nombre son las condiciones para ser librados y rescatados. Amar al Señor y reconocer Su nombre no siempre quieren decir que estamos tratando de convertir a la gente a la fe Cristiana.

Amar al Señor es invitarlo a cada área de nuestra personalidad y de nuestro comportamiento.

Reconocer al Señor es buscarlo para que nos asista en todo aspecto de la vida, honrándolo y agradeciéndole continuamente por la ayuda y la sabiduría que Él nos está dando continuamente.

Hay mucho evangelismo que se está llevando a cabo en los Estados Unidos porque ministros buscan tener iglesias más grandes y con mayor número de seguidores. A veces esta evangelización es proselitismo a nuestra religión más que cualquier otra cosa. No dudo que mucho bien ha resultado del deseo de tener grandes números.

Sin embargo, algo está faltando en Norteamérica. Lo que está faltando es la presencia de grandes números de personas que amen al Señor y que le estén sirviendo de todo corazón, que lo estén reconociendo en todos sus caminos. Mucho de lo que se está haciendo hoy en cuanto al ministerio Cristiano me parece a mí que le falta el tiempo del Señor, el sentido de Su Presencia. Es como ser molido en un molino. ¿Alguna vez lo has notado?

Yo creo que si amamos con fervor al Señor y lo reconocemos en todos nuestros caminos ganaremos almas hacia el justo Jesús y no lograremos sólo a otro adherente a nuestra religión. Ya sea o no que esto sea verdad, es un hecho que el testimonio Cristiano en Norteamérica ha sido dañado por el comportamiento de algunos de los Cristianos. El pueblo Norteamericano es cínico y está viendo otras religiones para satisfacer su hambre por Dios y por lo sobrenatural.

Pero sin lugar a duda, nuestro Dios es el único Dios verdadero. Cristo Jesús está vivo y está a cargo del universo. Él nos rescatará y protegerá si nos acogemos a Él y si lo reconocemos continuamente.

Él me invocará, y yo le responderé; estaré con él en momentos de angustia; lo libraré y lo llenaré de honores. (Salmo 91:15-NVI)

Existe una tendencia entre los Cristianos Norteamericanos de encontrar una fórmula para garantizar un matrimonio exitoso, una vida hogareña apacible, salud, paz, y felicidad. No debemos estar buscando maneras de usar las cosas de Cristo para conseguir lo que queremos.

El Señor no nos invita a que pongamos nuestra fe en la fe sino en Él Mismo. Debemos clamar a Él constantemente, dándole gracias y haciéndole saber nuestras peticiones. Cristo nos responde, no como la respuesta metafísica a alguna fórmula que hemos conseguido aplicar correctamente sino como una Persona, como una Persona viviente genuina.

Dios no es una fuente de poder que debamos explotar aplicando principios religiosos. ¿Cuántos libros hay en las librerías Cristianas que sugieren esto?

Dios es una Persona. Cristo Jesús es una Persona. Dios es nuestro Padre. Cristo Jesús es nuestro Hermano mayor.

Cristo no vino a la tierra para hacer una demostración de principios espirituales que nosotros debemos imitar para recibir poder para hacer milagros. Cristo vino al mundo para morir como sacrificio por los pecados del mundo. Después resucitó de entre los muertos en forma corporal. ¡Él es una Persona!

Luego, Él ascendió dejando a Sus santos amados al Espíritu Santo en forma de sabiduría, conocimiento, poder milagroso, virtud de sanidad, y otros, con el propósito de madurarlos a Su imagen.

Cuando un número suficiente de santos haya llegado a la madurez espiritual, Él regresará con ellos e instalará Su Reino sobre la tierra. Ellos son Su Esposa, Sus hermanos, Su Cuerpo mismo. Ellos son indudablemente uno con Él. Él es la vida de ellos. Él es la Vid y ellos son las ramas. Ellos son uno en Él así como Él es Uno en el Padre. Ellos lo siguen a dondequiera que Él vaya.

Intentar imitar a Cristo para obtener poder y sabiduría que uno pueda usar para sus propios fines (como sea que se matice con términos religiosos) es ser igual a Satanás, es decir, querer ser como Dios sin volverse parte de Dios. Acercarnos a la salvación Cristiana con esta perspectiva es tomar parte del espíritu del Anticristo y del Profeta Falso. Ésta perspectiva vende libros y por esto encuentra su camino hasta las librerías Cristianas, que a veces parecen ignorar los méritos de la mercancía que están vendiendo.

Lo colmaré con muchos años de vida y le haré gozar de mi salvación. (Salmo 91:16-NVI)

¿Cuántos son “muchos años de vida”? Muchos años de vida es una vida suficientemente larga para ser satisfactoria.

Muchos Cristianos de edad avanzada están aquí más allá de su tiempo señalado, yo creo, porque no nos decidimos a dejarlos ir. Procedimientos médicos extraordinarios son adoptados para mantenerlos con “vida” por mucho más tiempo del que realmente están viviendo aquí en la tierra.

A veces ellos están encadenados aquí por nuestras oraciones cuando en realidad Dios tiene planes para ellos en el reino espiritual que los harán gloriosamente felices. Nuestro deseo de mantenerlos aquí es comprensible, pero ¿será egoísta? Debemos preguntarnos esto.

Debe haber un momento en nuestras vidas, ya sea que tengamos diez años u ochenta años, en el que comprendamos que nuestra obra sobre la tierra ha sido cumplida, cuando ya somos una mazorca madura de elote, por así decirlo, lista para ser puesta en el granero de Dios para esperar el día de la resurrección.

¿Acaso estamos tan enamorados de este valle de sombra de muerte en que luchamos para sobrevivir que estamos dispuestos a resistir a que entremos, o a que entre un ser querido, al mundo de paz y gozo?

Dios nos satisfará con tantos años como sean necesarios para cumplir nuestra necesidad de llegar a la madurez y para hacer la contribución que nos ha sido asignada. Él conoce todos nuestros días y éstos ya han sido escritos.

Mis huesos no te fueron desconocidos cuando en lo más recóndito era yo formado, cuando en lo más profundo de la tierra era yo entretejido. Tus ojos vieron mi cuerpo en gestación: todo estaba ya escrito en tu libro; todos mis días se estaban diseñando, aunque no existía uno solo de ellos. (Salmo 139:15,16-NVI)

Hagamos lo mejor que podamos por Dios mientras estemos vivos sobre la tierra. Entraremos a la siguiente etapa de nuestra existencia a su debido tiempo.

Dios mostrará Su salvación a quienes están habitando en Él. Su salvación no es tan obvia como quizá pensemos. No la hemos visto sólo porque hemos “aceptado a Cristo”.

Recibir a Cristo Jesús como nuestro Señor y Salvador personal es el comienzo de la buena batalla de fe. Es el primer paso en el camino hacia la vida eterna. Muchas fuerzas surgen que intentan tomar nuestra corona, para evitar que produzcamos fruto duradero.

Estrecha es la puerta y angosto el camino que conduce a la vida, y son pocos los que la encuentran. Pero, si persistimos diariamente buscando a Dios, lo encontraremos.

Todo el que pida recibirá.

Todo el que continúe buscando, encontrará.

A quienes sigan tocando se les abrirá.

A muchos de nosotros nos esperan varios años de soportar pacientemente nuestra cruz detrás de Jesús. Conforme nos acerquemos al final de nuestro peregrinaje Él se vuelve aun más real y presente. Nosotros no podemos ver tan claramente como nos gustaría lo que se encuentra adelante de nosotros, pero tenemos suficientes indicios de cómo será para seguir adelante. Existe un gozo delante de nosotros que hace posible que soportemos nuestra cruz.

Sabemos por fe que Dios premia a quienes lo buscan con diligencia. Y por esto seguimos avanzando hacia adelante, dándonos cuenta que lo que deseamos en nuestro corazón no puede ser encontrado en la vida actual.

Dios conoce a quienes son de Él, y a ellos se les ha ordenado que se alejen del pecado y de la maldad. Ellos son como flechas escondidas en Su carcaj, esperando el ataque sobre el enemigo.

Existe una sorprendente cantidad de maldad que se está practicando en el día en que estamos viviendo, por lo menos en Norteamérica. Las abominaciones que están sucediendo diariamente son descritas en los periódicos. A duras penas podemos comprender las profundidades de la depravación a la que las personas están cayendo, y sin embargo nosotros podemos decir en nuestro corazón “Sigo adelante por la gracia de Dios”.

Con todo esto Dios se está riendo, porque Él está en control y conoce el final de todo comportamiento malo. No nos enojemos ni nos irritemos sino que sigamos riéndonos con Dios. Sólo entonces podremos hacer el bien que hemos sido destinados a lograr en el mundo.

No hay duda de que nos estamos acercando a días de depravación moral, de alboroto social, y posiblemente de infortunios económicos y hasta de guerra. Sin embargo, no estamos preparados para que se altere nuestra existencia ordenada. El pueblo Norteamericano está acostumbrado a supermercados con repisas llenas y con variedad de productos. La mayoría de las personas tienen por lo menos algo qué comer cada día y un lugar para protegerse de la intemperie.

Si problemas fuertes se presentaran en nuestra tierra, veríamos crimen por todos lados y mucho egoísmo al ver que nuestros ciudadanos consentidos buscan evitar que se les niegue lo que quieren o necesitan, aunque tengan que hacerle daño a otras personas para lograr la satisfacción de ellos mismos. No estamos acostumbrados a ser privados de las necesidades de la vida.

La nación tendrá la necesidad desesperada de personas que puedan pararse confiadamente y manifestar la fidelidad de Dios, de personas que comprendan que la muerte llevará a quienes están confiando en el Señor Jesús a un mundo mucho mejor.

Sólo el pueblo Cristiano tiene cimientos sólidos sobre los que puede reposar. Sólo el pueblo Cristiano es la luz del mundo, y si todos están ocupados con sus propias ocupaciones entonces el resto de los Norteamericanos no tendrá a quien acudir por ayuda. El ministerio Evangélico debe comenzar a advertirle a los creyentes de lo que se acerca y a prepararlos no sólo para sobrevivir ellos mismos sino para estar conscientes de las riquezas de provisión espiritual que pueden tener a su disposición para poder ayudar a la gente asustada de su alrededor.

Bueno es el SEÑOR; es refugio en el día de la angustia, y protector de los que en él confían. (Nahúm 1:7-NVI)

(“El Salmo Noventa Y Uno”, 4135-1)

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