LO NEGATIVO Y LO POSITIVO

Copyright © 2007 por Trumpet Ministries, Inc. Todos los Derechos Reservados

Texto bíblico tomado de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional. ©1999 por la Sociedad Bíblica Internacional

Traducido por Carmen E. Álvarez


Nuestra redención consiste de dos partes principales. La primera es el perdón de los pecados y la eliminación de la naturaleza pecaminosa. La segunda es la formación de Cristo en nosotros. Ambas partes son esenciales si queremos evitar repetir la catástrofe original.


LO NEGATIVO Y LO POSITIVO

Queridos hijos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto hasta que Cristo sea formado en ustedes, (Gálatas 4:19 NVI)

Nuestra redención consiste de dos partes principales. La primera es el perdón de los pecados y la eliminación de la naturaleza pecaminosa. La segunda es la formación de Cristo en nosotros. Ambas partes son esenciales si queremos evitar repetir la catástrofe original.

Adán y Eva no tenían sentimiento de culpabilidad antes de que desobedecieran a Dios. Además, ellos no tenían naturalezas pecaminosas, no tenían la compulsión de pecar. Es más, ellos no tenían ninguna experiencia en tratar con el pecado.

Entonces, ¿por qué pecaron?

Adán y Eva pecaron porque tenían su voluntad propia. Ellos podían tomar decisiones morales.

Como dije, Adán y Eva no tenían experiencia con el pecado, no habían tenido ningún entrenamiento que les ayudara a juzgar entre el bien y el mal ni que les enseñara la necesidad de rechazar la maldad y abrazar el bien.

Su personalidad era un pizarrón en blanco.

Si Cristo ya hubiera estado formado en ellos, si ellos hubieran sido entrenados a juzgar entre el bien y el mal y enseñados a rechazar el mal y abrazar el bien, entonces ellos hubieran podido haber resistido la sugerencia de desobedecer a Dios.

El que sólo se alimenta de leche es inexperto en el mensaje de justicia; es como un niño de pecho. En cambio, el alimento sólido es para los adultos, para los que tienen la capacidad de distinguir entre lo bueno y lo malo, pues han ejercitado su facultad de percepción espiritual. (Hebreos 5:13,14 NVI)

Pero ellos no tenían una Biblia que les explicara cómo servir al Señor con justicia, ni la penalización por no hacerlo. Además, ellos no habían vuelto a nacer. Ellos no tenían dentro de sí ninguna porción de la naturaleza Divina. Ellos no tenían vida eterna en su interior. Ellos eran sólo polvo inteligente.

Dios creó a Adán y a Eva en una condición vergonzosa. Es vergonzoso estar desnudos, lo cual descubrieron cuando tomaron de la ley de Dios, del árbol del conocimiento del bien y del mal.

¿Acaso sabía Dios lo que estaba haciendo? ¿Acaso sabe lo que está haciendo cuando permite que nazcamos con una naturaleza pecaminosa?

Ahora que he sido Cristiano durante muchos años he llegado a concluir sin tener la menor duda que Dios sabe exactamente lo que está haciendo.

Dios ha creado al hombre para que sea Su casa, Su lugar de reposo; para ser socio de Su Hijo, del Señor Jesucristo; para ser un ayudante idóneo para Su Hijo; para ser un cuerpo, la plenitud de Su Hijo; para ser juez de los rebeldes; para darle a Dios una familia que Él pueda disfrutar por la eternidad.

Dios envió a Su Hijo como sacrificio por los pecados del mundo, pero también como ejemplo de lo que Él espera de la humanidad.

Es importante comprender que Dios no quiere títeres. Él hubiera podido fácilmente crear criaturas dóciles que Él pudiera manipular a que hicieran Su voluntad, sin que ellas tuvieran la habilidad de resistirse. Pero se podría decir que a Dios le gusta jugárselas. Él nos creó dioses pequeños con una mente y una voluntad propias.

Así que nos creó desnudos, en una condición vergonzosa. Él permite que los seres humanos nazcan con una personalidad pecaminosa y rebelde. El Cordero de sacrificio fue asesinado desde el comienzo del mundo porque Dios sabía lo que los dioses desnudos harían.

Por eso te aconsejo que de mí compres oro refinado por el fuego, para que te hagas rico; ropas blancas para que te vistas y cubras tu vergonzosa desnudez; y colirio para que te lo pongas en los ojos y recobres la vista. (Apocalipsis 3:19 NVI)

No hay duda de que si hubiera habido una mejor manera de lograr Sus propósitos, Dios la hubiera escogido.

Dios creó a propósito un territorio en el que podemos pecar si así lo decidimos. Luego dio un paso atrás y permitió que sucediera lo inevitable.

¿Por qué? Para que pudiera educarnos en cuanto a la necesidad de ser obedientes a Él y de vivir en Sus caminos justos, y para que pudiéramos escoger la justicia debido a nuestro amor por Dios y a nuestro deseo de complacerlo.

¡Lo que elegimos y nuestras palabras son extremadamente importantes para Dios!

Sin embargo, necesitamos más que ser educados. Necesitamos de la Naturaleza Divina que formará un sistema inmune en nosotros, una resistencia al pecado. No es suficiente sólo tener el deseo de complacer a Dios. Debemos poseer Su Naturaleza para tener la fuerza emocional y espiritual para realmente comportarnos de la manera que juzguemos apropiado, es decir, agradando a Dios.

Después de todo, la justicia no es un estándar de comportamiento al que todos llegamos a final de cuentas. La justicia es nada más y nada menos que la obediencia a Dios en cualquier y en todo momento. El futuro presenta retos adicionales al individuo que busca agradar a Dios.

Cuando consideramos estos hechos básicos somos llevados a la conclusión de que la redención Divina, para que sea efectiva, debe lograr dos necesidades. Primero, debemos tener nuestros pecados perdonados y debemos estar libres de la naturaleza pecaminosa. Segundo, debemos estar educados en cuanto al conocimiento del bien y del mal; y debemos tener a Cristo, la Naturaleza Divina, formado en nosotros para que poseamos la voluntad y la fuerza para abrazar el bien y totalmente resistir el mal.

Hasta este momento el mensaje Cristiano ha consistido principalmente de las buenas nuevas de que por medio de Jesucristo podemos eliminar la culpabilidad que sentimos por nuestros pecados. Este es el primero y muy importante aspecto de la redención; ya que saber con certeza que no tenemos condenación nos permite acercarnos a Dios con gozo y confianza.

La enseñanza Cristiana ha cambiado de la verdad bíblica de nuestro perdón por medio de Jesucristo, a un concepto tipo Gnóstico que por creer en Cristo no tenemos realmente ninguna necesidad de cambiar moralmente. Se ha agregado a la noción Gnóstica de la salvación sólo por la fe, una mitología sobre mansiones en el Cielo, sacado de una traducción (mansión) del término Griego que significa sólo un lugar donde habitar.

Ha surgido de vez en cuando en la historia de la Iglesia gente que ha insistido en el comportamiento justo como un aspecto inseparable de la salvación.

Yo no sé si la liberación por medio del Espíritu Santo ha sido practicada mucho en tiempos pasados; pero hoy en día estamos concientes de que si estamos dispuestos a confesar nuestros pecados, existe el poder en el Espíritu Santo que nos da la habilidad para lograr la victoria sobre el irresistible furor de nuestras pasiones.

Así que supongamos que estamos familiarizados con la primera área mayor de la salvación. Sabemos que por medio del Señor Jesucristo nuestros pecados pueden ser perdonados sin tener que estar sujetos a la Ley de Moisés. Por esto es que se considera un “don” de vida, o más bien el regalo de la oportunidad de obtener vida.

La Biblia nos dice que si pecamos no heredaremos el Reino de Dios. Así que podemos volvernos a Dios, podemos confesar los pecados que estamos practicando, y podemos recibir perdón y purificación. El Espíritu Santo nos ayuda a poner a morir estos comportamientos.

Esta acción inicial de la salvación nos lleva de regreso al Jardín del Edén. A estar sin condenación. También estamos en el proceso de que se destruya la naturaleza pecaminosa de nosotros.

¿Ves aquí el problema? El problema está en que si Adán y Eva, siendo inocentes, desobedecieron a Dios en el Paraíso sin que ellos tuvieran la compulsión de la naturaleza pecaminosa ¿qué es lo que evitará que nosotros repitamos ese mismo error catastrófico?

Lo que comúnmente se asume es que, “una vez que lleguemos al Cielo, al Paraíso, nunca volveremos a pecar.”

Para empezar, esta suposición no tiene base bíblica en lo absoluto. No existe ni un solo versículo en toda la Biblia que sugiera que el pasar al reino espiritual evitará que nos rebelemos en contra de Dios.

Debemos darnos cuenta de que el pecado comenzó a existir en la presencia misma del Trono de Dios cuando el guardián querubín, Satanás, decidió tomar el lugar del Padre.

Luego el pecado bajó del Cielo al Paraíso sobre la tierra. Ahí se repitió la rebelión original.

Si es verdad que no existe ni un versículo en toda la Biblia que sugiera que el pasar al reino espiritual evitará que nos rebelemos en contra de Dios, y si es verdad que el pecado se originó en el Cielo alrededor del Trono de Dios y que luego pasó al Paraíso sobre la tierra, entonces nuestra suposición de que “una vez que lleguemos al Cielo, al Paraíso, nunca volveremos a pecar” probablemente deba ser reexaminado. ¿No lo crees?

Ahora nos encontramos aquí, sin sentimiento de culpa gracias a la expiación hecha por la sangre de Cristo, y liberados de nuestra naturaleza pecaminosa.

Esta es la dimensión negativa de la salvación, la eliminación del sentimiento de culpabilidad y la eliminación del poder del pecado. ¿Cuál es la dimensión positiva?

La dimensión positiva de la redención es el cambio en nosotros de llegar a ser a la imagen moral de Cristo, es la llegada del Padre y del Hijo a morar en nuestra naturaleza transformada, y finalmente es la resurrección de nuestro cuerpo de carne y hueso y ser revestidos con un cuerpo justo del Cielo—un cuerpo formado conforme le permitimos al Espíritu que crucifique nuestra naturaleza de Adán y que nos resucite para vivir en la Vida de resurrección de Cristo Jesús.

La dimensión negativa es que el pecado sea eliminado de nosotros, restaurándonos a la posición de Adán y Eva. La dimensión positiva es que se desarrolle en nosotros el conocimiento de lo que es bueno y lo que es malo, y que se desarrolle el deseo y el tremendo poder de abrazar lo bueno y totalmente resistir y rechazar lo malo. Lo positivo se logra conforme somos formados a la imagen de Cristo, y luego conforme el Padre y el Hijo vienen a hacer Su vivienda en nosotros.

Porque a los que Dios conoció de antemano también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. (Romanos 8:29 NVI)
Le contestó Jesús:
El que me ama, obedecerá mi palabra, y mi Padre lo amará, y haremos nuestra vivienda en él. (Juan 14:23 NVI)

Yo creo que en esta época la Iglesia Cristiana como unidad está cuestionando este asunto. ¿Estamos dispuestos a aferrarnos a la creencia tipo Gnóstica de que si creemos en el Nombre de Jesús iremos al Cielo para vivir en una mansión experimentemos o no un cambio moral? ¿O acaso aceptaremos la realidad de que la mayoría del Nuevo Testamento ve el recibimiento de Cristo como un medio para lograr la transformación moral, sin la cual no hay Reino de Dios?

Es interesante que Jesús sugiriera que nos sacáramos el ojo si éste nos daba ocasión para pecar.

Por tanto, si tu ojo derecho te hace pecar, sácatelo y tíralo. Más te vale perder una sola parte de tu cuerpo, y no que todo él sea arrojado al infierno. (Mateo 5:29 NVI)

Hoy en día diríamos que si nuestro ojo nos hace pecar que debemos aceptar a Cristo y ser perdonados. Entonces iremos al Cielo al morir gracias a Su justicia. Esta es la enseñanza actual.

Pero el Señor no dijo en este momento, “Esta es la obra de Dios que creas en Aquel a quien Dios ha enviado”. Él dijo: “Si tu ojo derecho te hace pecar, sácatelo”. O de otra manera, quizá todo tu cuerpo sea echado al Infierno.

El argumento que se presenta actualmente es que las Palabras de Jesucristo no se aplican a nosotros hoy en día porque somos “salvos por la gracia”. (¡Qué intrépido es Satanás!) Detente y piensa. Si Mateo 5:29 no se aplica a nosotros hoy en día, entonces de una vez hay que descartar los cuatro Evangelios, incluyendo la necesidad de volver a nacer. Sin lugar a duda no estamos en libertad de escoger qué versículos de los cuatro Evangelios se pueden aplicar hoy en día ¡y cuáles no!

Lo cierto es que Cristo y Sus Apóstoles nunca jamás presentaron recibir a Cristo como el medio para escapar del Infierno e ir al Cielo. El Apóstol Pablo ni siquiera mencionó la palabra “Infierno”.

Las Buenas Nuevas no son sobre escapar del Infierno, sino sobre la vida eterna.

Ningún pecador en su sano juicio desearía ir al Cielo y ser puesto entre santos que pasan su tiempo adorando y obedeciendo a Dios. Un pecador pertenece en el Infierno hasta que por medio de Cristo sus deseos son transformados, y pone su pecado a un lado y comienza a servir a Dios.

Cuando Dios resucitó a su siervo, lo envió primero a ustedes para darles la bendición de que cada uno se convierta de sus maldades. (Hechos 3:26 NVI)

La salvación y la gracia que hay en Cristo Jesús nos cambian de ser malos. Si el Evangelio no nos cambia de ser malos, entonces no hemos recibido el Evangelio bíblico.

Mientras no cambiemos de nuestra maldad pertenecemos en el Infierno, no en el Cielo entre los santos. Esto es verdad aunque hayamos “aceptado a Cristo”. ¿Acaso llenaríamos el Paraíso con gente que todavía ama al mundo, que cede a sus pasiones, que insiste en hacer su voluntad aunque al hacerlo dañen a Dios y a la gente? ¿Acaso deseas ir a este tipo de Paraíso? ¡Yo tampoco!

Pero ¿acaso no seremos cambiados al ir al Paraíso? ¡Vivir en el Paraíso no cambió a Adán y a Eva! ¡No evitó que obedecieran a Satanás! No existe ningún pasaje en las Escrituras que nos informe que ir al Paraíso cambiará lo que somos. De hecho, según las Escrituras, el Día de Cristo manifestará en lo que nos hemos convertido, como en la parábola de las monedas de oro.

Aceptar a Cristo no es la manera de evitar el Infierno, es la manera de recibir vida eterna. La vida eterna no tiene nada que ver con el Infierno o el Cielo. Permíteme explicar.

Hace varios años yo tuve un ataque al corazón. Tuve severo dolor de pecho. Este dolor duró hasta que los socorristas vinieron y me pusieron una máscara de oxígeno sobre mi cara. Entonces el dolor disminuyó.

Rápidamente me llevaron en ambulancia al hospital de Palomar. Después de un rato mi cuerpo se ajustó a sí mismo y las enfermeras pudieron quitarme la máscara de oxígeno.

Ahora observa: entrar al hospital no alivió, ni podía aliviar mi dolor. Fue el oxígeno el que alivió el dolor. Aunque yo estaba en el hospital, si me hubieran quitado la máscara de oxígeno antes de que mi cuerpo se ajustara a sí mismo el dolor hubiera regresado.

De hecho, más tarde, cuando estaban metiendo dos stents a una arteria, el mismo dolor regresó por un breve momento.

El punto es el siguiente: entrar al hospital no quitó el dolor. Entrar al Cielo no quitará el pecado. Es Cristo, la “máscara de oxígeno”, el que quita el pecado.

Ahora mismo, si estamos siguiendo al Espíritu Santo, estamos siendo edificados para ser morada eterna para el Dios del Cielo.

En él también ustedes son edificados juntamente para ser morada de Dios por su Espíritu. (Efesios 2:22 NVI)

Cada vez que elegimos alejarnos del pecado, pidiéndole al Señor sabiduría y poder, una parte de nosotros muere. En su lugar entra la vida eterna.

Nuestro discipulado Cristiano consiste de sembrar diariamente al Espíritu de Dios. El resultado de sembrar al Espíritu de Dios es cosechar la vida eterna.

El que siembra para agradar a su naturaleza pecaminosa, de esa misma naturaleza cosechará destrucción; el que siembra para agradar al Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna. (Gálatas 6:8 NVI)

Si escogemos ceder a nuestra naturaleza pecaminosa, cosecharemos destrucción—ahora, y en la era que vendrá. Esto es verdad hayamos “aceptado a Cristo” o no. Pablo les estaba escribiendo a los Cristianos en Galacia, no a personas que no eran salvas.

¿Cómo podría una persona que no es salva sembrar para agradar al Espíritu?

Pablo está declarando que si nosotros como Cristianos decidimos agradar a nuestra naturaleza pecaminosa, de esa misma naturaleza cosecharemos corrupción. Como dije, la corrupción será evidente cuando fallezcamos y también en el Día de la Resurrección, según lo que entiendo en la actualidad.

La dimensión negativa de la redención es la eliminación del sentimiento de culpa y la eliminación del poder del pecado sobre nosotros. La dimensión positiva de la redención incluye ser entrenados hasta que comprendamos lo que es bueno y lo que es malo; incluye que Cristo sea formado en nosotros; y también incluye, finalmente el que el Padre y el Hijo hagan Su morada en nosotros, que resucite de su lugar de entierro nuestro cuerpo de carne y hueso y que se revista con un cuerpo del Cielo como el cuerpo del Señor.

A excepción de que seamos transformados de esta manera a la imagen moral del Señor seríamos como Adán y Eva—inocentes y sin una naturaleza de pecado. Pero podríamos ser provocados o engañados a pecar, aunque Satanás y sus ayudantes hayan sido eliminados de la tierra—lo cual sucederá a su debido tiempo.

Entonces, ¿cómo somos entrenados en justicia?

Somos entrenados conforme leemos la Biblia, conforme oramos diariamente, conforme nos reunimos con santos fervientes, y conforme obedecemos cuidadosamente al Espíritu Santo. Cada día el Espíritu nos muestra algún aspecto de nuestra maldad. Debemos orar, alejarnos de la maldad, y recibir en el reino espiritual el cuerpo y la sangre del Señor. De esta manera es como Cristo es formado en nosotros.

Conforme se nos ministra y conforme ministramos, la Palabra de Dios es escrita en nuestras mentes. Llegamos a reconocer lo que es bueno y lo que es malo.

Al mismo tiempo, Cristo está siendo formado en nosotros, ya que estamos tomando de Su cuerpo y Su sangre. De esta manera la Palabra de Dios es escrita en nuestro corazón para que tengamos el deseo y la habilidad de abrazar lo que es bueno y totalmente rechazar y resistir lo que es malo.

Así es como somos edificados a la plena estatura de Cristo. Así es como nos volvemos una morada eterna de Dios en Cristo.

Si somos fieles en diariamente alejarnos de la maldad y abrazar lo bueno, llegará el día en que el Padre y el Hijo estarán viviendo en nosotros. Finalmente, en el Día de la Resurrección, nuestro cuerpo será hecho incorruptible revistiéndolo con una casa del Cielo, con una casa que ama la justicia.

Entonces nuestra batalla se habrá terminado. Habremos sido resucitados por dentro conforme aprendimos a vivir en el poder de la resurrección de Cristo. Luego seremos resucitados por fuera. Habremos logrado la primera resurrección de entre los muertos, la resurrección de los miembros del real sacerdocio.

Dichosos y santos los que tienen parte en la primera resurrección. La segunda muerte no tiene poder sobre ellos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años. (Apocalipsis 20:6 NVI)

Dios quiere que entremos en Su reposo. Él quiere que abandonemos nuestras propias metas e imaginaciones, y nuestros propios planes, motivos y esfuerzos, y que busquemos Su voluntad para nuestra vida. Él quiere que hagamos esto cada día que estemos sobre la tierra.

O vamos a vivir según nuestra propia voluntad o vamos a buscar la voluntad del Señor.

Cuando hablamos sobre avanzar hacia el reposo de Dios podemos recordar a los Israelitas y su entrada a Canaán. Canaán es el símbolo principal en el Antiguo Testamento del reposo de Dios, de aquello a lo que debemos esforzarnos por entrar el día de hoy.

Cuidémonos, por tanto, no sea que, aunque la promesa de entrar en su reposo sigue vigente, alguno de ustedes parezca quedarse atrás. (Hebreos 4:1 NVI)

Cuando los Israelitas dejaron Egipto ellos estaban escapando de la esclavitud. Ellos no eran soldados, sino que habían sido esclavos. Dios peleó por ellos en ese tiempo.

Durante su estancia en el desierto, y luego conforme entraron a su herencia, tuvieron que aprender a pelear en guerras. Ellos tuvieron que pelear. Dios los ayudó, pero ellos tuvieron que arriesgar sus vidas en la batalla.

Lo mismo es verdad de nosotros. Cristo entabló todas las peleas necesarias para liberarnos de la autoridad de Satanás.

Pero cuando hablamos sobre entrar al reposo de Dios, nos estamos refiriendo al conflicto de las eras.

Hemos sido completamente perdonados de nuestros pecados. Ahora el Espíritu está listo para mostrarnos cómo entrar al reposo de Dios, cómo poseer nuestra herencia, cómo tomar el Reino de Dios.

La mayoría de nosotros no esta acostumbrado a la guerra espiritual. Teníamos la esperanza de no tener que hacer nada más que mantener nuestra membresía en la religión Cristiana sin un esfuerzo intenso de buscar la plenitud de la salvación. Teníamos la esperanza de ir al Cielo “por la gracia”, es decir, sin hacer nada más que hacer una profesión de fe.

Ahora descubrimos que el Cielo no es el reposo de Dios. El reposo de Dios es aquel lugar en el centro de Dios donde Su voluntad y la nuestra se vuelven idénticas.

¡Realmente preferimos las hojas de parra de nuestra religión! ¡Seguramente el Señor aceptará nuestras hojas de parra para que podamos tener comunión con Él por la eternidad!

No, nuestras hojas de parra religiosas no nos darán comunión con Dios.

Dios está tratando de hacernos Su morada eterna, Su reposo. Para que esto se haga una realidad debemos dejar de intentar “comprar a Dios” con nuestra religión. Debemos reconocer que lo que Dios quiere es a nosotros, no nuestras prácticas religiosas.

El verdadero mensaje Divino de nuestra época es infinitamente exigente sobre nosotros. Debemos llegar a Dios con todo nuestro corazón, haciéndolo preeminente en todas las áreas de nuestra vida. No debemos reservarnos nada.

Una vez que decidamos entrar al reposo de Dios, que decidamos abrazar completamente tanto la dimensión negativa como la positiva de la redención, entonces numerosos obstáculos se nos presentarán. Nuestras creencias Cristianas confrontarán una guerra salvaje. Y créeme, verdaderas municiones son disparadas hacia nosotros.

El Señor Jesús se está acercando a Su pueblo en estos días en cumplimiento a la fiesta solemne Judía de las Trompetas. El Señor está por venir como un hombre de guerra. Él está ordenando: “Abre las puertas eternas de tu corazón y déjame entrar. Yo soy el Señor, fuerte y valiente en batalla.”

Conforme Cristo está siendo formado en nosotros descubrimos que un tremendo deseo de hacer la voluntad de Dios entra a nuestra personalidad. “Vengo para hacer tu voluntad, oh Dios. Tu ley está en mi corazón”.

Cristo se deleita haciendo la voluntad del Padre. Él desea que nosotros también nos deleitemos en hacer la voluntad de Su Padre. Si no se hace la voluntad perfecta de Dios no existe el Reino de Dios. Ya que el Reino de Dios es hacer la voluntad de Dios sobre la tierra así como es efectuada en el Cielo.

El Señor Jesús es fuerte y valiente en batalla. Él desea una esposa guerrera que sea fuerte y valiente en batalla.

El Señor Jesús siempre hace la voluntad del Padre. Él desea una esposa que siempre haga la voluntad del Padre.

El Señor Jesús ama al Padre por sobre todas las cosas. Él desea una esposa que ame al Padre por sobre todas las cosas.

Si esperamos llegar a ser miembro de la esposa del Cordero, un hermano de Cristo, una habitación en el hogar eterno de Dios, entonces debemos ser guerreros en lo que respecta al pecado. Siempre debemos hacer la voluntad del Padre a la perfección y por completo. Debemos amar al Padre por sobre todo lo demás.

¿Acaso puede Dios crear en nosotros tal virtud mientras estamos sobre la tierra? Sí, sí puede, si lo obedecemos fielmente y con diligencia. Además, tenemos versículos que nos dicen que los dones y ministerios del Cuerpo trabajarán hasta que todos lleguemos a la madurez conforme a la plena estatura de Cristo. Para que esto llegue a ser verdad, el crecimiento en Cristo debe continuar después de que mueran quienes han hecho la voluntad de Cristo en la vida actual.

Ahora bien, piensa cómo hubiera sido el Jardín del Edén si Adán y Eva hubieran sido entrenados a reconocer lo bueno y lo malo y hubieran sido equipados para abrazar lo bueno y totalmente resistir y rechazar lo malo. ¿Qué hubiera sucedido si la Naturaleza moral de Cristo hubiera sido formada en ellos? ¿Qué hubiera sucedido si el Padre y el Hijo hubieran estado morando en ellos? ¿Qué hubiera sucedido si ellos hubieran estado revestidos en una morada justa del Cielo en lugar de estar desnudos o cubiertos con hojas de parra?

Lo adivinaste. Cuando Satanás se hubiera acercado a ellos, ellos instantáneamente hubieran dicho: “Retírate Satanás. Eres el enemigo de Dios y de toda justicia. Eres la muerte. Traes agonía y locura. Eres un mentiroso y un asesino. Corrompes y perviertes todo lo que es bueno y saludable. ¡Únicamente serviremos al Señor!”

¿Qué hubiera hecho Satanás entonces? Él hubiera huido. “Resiste al diablo y él se alejará de ti.”

¿Puedes ver ahora lo que Dios está haciendo?

Dios no tiene el propósito de llevar a la gente al Cielo. Nuestro hogar es el Paraíso sobre la tierra. Primero Dios debe llenarnos con vida eterna. Esto lo logra por medio de Jesucristo, y no llevándonos a otro lado. Llevarnos a otro lado sólo haría que nuestros problemas se fueran a ese otro lado. Nuestra ayuda viene de Cristo y de otras personas, no de donde nos encontramos.

Cuando Dios, Quien nos habrá ayudado a pasar por muchas pruebas, esté satisfecho de que lo serviremos aunque nos mate, y después de que nos haya llenado con Su Naturaleza y Persona, Él nos regresará al Paraíso. Entonces el Paraíso será regresado a la tierra a las manos de Cristo y Sus hermanos. Entonces el conocimiento de la gloria del Señor cubrirá la tierra como las aguas cubren la mar.

Pero la catástrofe original no será repetida. ¿Por qué? Porque Dios nos habrá cambiado de gente inocente (el aspecto negativo de la redención) a guerreros que hacen que las criaturas de Dios cumplan con la justicia y la santidad por la eternidad.

Dios se rodeará de hijos, incluyendo de Su Primogénito, el Señor Jesucristo. Los hijos de Dios se asegurarán de que la rebelión nunca más entre a la creación.

Ya es hora de que la gente Cristiana vuelva su mirada hacia el Señor. Encontrará que Él está listo para mudarnos a un nuevo nivel de salvación. Hemos estado en Pentecostés por un siglo. Después sigue la celebración del Toque de Trompeta, luego el grandioso Día del Perdón en donde la creación finalmente es reconciliada a Dios. Y luego el clímax, el cumplimiento espiritual de la fiesta Judía de las Enramadas, en donde toda criatura está en sujeción a Cristo y Cristo está en sujeción al Padre para que el Padre pueda ser Todo en todos por toda Su creación.

Pues Dios “ha sometido todo a su dominio”. Al decir que “todo” ha quedado sometido a su dominio, es claro que no se incluye a Dios mismo, quien todo lo sometió a Cristo. Y cuando todo le sea sometido, entonces el Hijo mismo se someterá a aquel que le sometió todo, para que Dios sea todo en todos. (1 Corintios 15:27,28 NVI)

¿Estamos tú y yo dispuestos a darle a Dios todo lo que Él está pidiendo para que Su glorioso plan pueda encontrar cumplimiento?

(“Lo Negativo Y Lo Positivo”, 4086-1)

  • P.O. Box 1522 Escondido, CA 92033 US