JUZGANDO A LOS VIVOS Y A LOS MUERTOS

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Texto bíblico tomado de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional. © 1999 por la Sociedad Bíblica Internacional

Traducido por: Carmen Alvarez

Hasta cierto grado la familia de Dios que está en el Cielo y la que está sobre la tierra es una sola. Lo que nos está sucediendo a nosotros sobre la tierra parece estarle sucediendo también a los elegidos en el reino espiritual. Todos estamos creciendo juntos. Nosotros, los que estamos viviendo en la época actual, estamos aprendiendo y madurando por lo que leemos en la Biblia sobre los tratos de Dios con los santos de tiempos pasados. Parece ser muy probable que ellos, rodeándonos como una gran nube de testigos, están aprendiendo y madurando por lo que ellos están viendo de los tratos de Dios con nosotros.


JUZGANDO A LOS VIVOS Y A LOS MUERTOS

Pero ellos tendrán que rendirle cuentas a aquel que está preparado para juzgar a los vivos y a los muertos. (1 Pedro 4:5—NVI)

El tema de este artículo es la unidad que tiene la familia de Dios, los elegidos de Dios, en el reino espiritual y sobre la tierra. Se puede decir que en cualquier momento dado de la historia que se escoja la gran mayoría de los santos están muertos y viviendo en el reino espiritual. Sólo una pequeña fracción de la Iglesia se encuentra sobre la tierra. Mi punto de vista es que todos estamos creciendo juntos, que lo que nosotros estamos aprendiendo y lo que nos está sucediendo también lo están aprendiendo y les está sucediendo a ellos. A qué grado esto es verdad lo entenderemos con mayor claridad después de que dejemos nuestro cuerpo y entremos al reino espiritual.

Yo no creo y me niego a creer que el Cristianismo sea principalmente un conjunto de creencias. Yo me esfuerzo en todo lo que predico y escribo para incluir sólo aquello que tiene una razón directa y práctica en el comportamiento del creyente. Yo no adivinaría sobre la unidad de los santos muertos y vivos si no creyera que tuviera un efecto directo y práctico sobre el comportamiento de los creyentes.

¿Qué efecto tendrá el concepto de la unidad de la Iglesia sobre nuestro comportamiento diario? Yo creo que alteraría nuestro comportamiento si adquirimos la idea de que nuestra muerte no resuelve nada en lo que se refiere a nuestra relación con Jesucristo. Dios está obrando para conformarnos a la imagen de Su Hijo y para llevarnos al reposo tranquilo en Él. Yo no creo que esta obra termine cuando morimos. ¿Cómo podría?

Yo creo que la mayoría de los creyentes Cristianos están buscando en la muerte la solución de su problema de aprender a relacionarse con Jesucristo y de obedecer las exigencias que Él pone sobre nosotros. Por lo menos en Estados Unidos, los creyentes frecuentemente son espiritualmente flojos, descuidados en cuanto a su discipulado, absorto con las tentaciones de la cultura Americana. Están más orientados hacia Disneylandia que hacia las cosas de arriba.

El evangelio Norteamericano es suave. Los creyentes no están conscientes realmente de la dureza que se requiere de aquellos que quieren enfrentar las exigencias diarias de Jesucristo. Ellos no se están negando a sí mismos, tomando su cruz y siguiendo a Jesús.

Su esperanza se encuentra en que en cualquier momento habrá un “arrebato” en el que los amantes de la carne serán llevados en su niñez al Cielo donde podrán divertirse por siempre en la gran Disneylandia del cielo. Este concepto prevaleciente no se encuentra en las Escrituras. Jamás sucederá.

Este es el aspecto práctico de lo que estoy enseñando. La muerte no cambiará tu relación con Jesucristo. Si eres un bebé espiritual aquí, siguiendo descuidadamente y desde lejos al Señor, después de que mueras serás un bebé espiritual, siguiendo descuidadamente y desde lejos al Señor.

Debemos comprender claramente que nuestra vida en el mundo espiritual será una continuación de nuestra vida aquí. Ningún cambio real ocurrirá sólo debido a nuestra muerte física. ¿Por qué habría de ocurrir? El problema del pecado se originó en el reino espiritual alrededor del Trono de Dios. ¿Por qué el hecho de entrar al reino espiritual habría de hacernos más o menos susceptibles al pecado y a la voluntad propia?

Oh, pero no tendremos qué batallar con el cuerpo físico. ¿No? Yo creo que tendremos que lidiar con las sensaciones de nuestro cuerpo, con todo su amor por el pecado y por el mundo. ¿Recuerdas que el hombre rico quería que Lázaro le pusiera agua en su lengua?

Así que alzó la voz y lo llamó: “Padre Abraham, ten compasión de mí y manda a Lázaro que moje la punta del dedo en agua y me refresque la lengua, porque estoy sufriendo mucho en este fuego.” (Lucas 16:24—NVI)

Ahora bien, piensa en lo siguiente. El hombre rico estaba en el Infierno en el reino espiritual. Lázaro, el hombre pobre, también estaba en el reino espiritual con Abraham. Si no tendremos que lidiar con las sensaciones del cuerpo, entonces ¿cómo podría Lázaro, en el reino espiritual, mojarse con agua la punta del dedo? ¿Cómo podría el hombre rico tener una lengua que pudiera ser refrescada con agua? ¿Cuál dedo? ¿Qué agua? ¿Cuál lengua sedienta?

Esto me recuerda a otro versículo.

Por esto también se les predicó el evangelio aun a los muertos, para que, a pesar de haber sido juzgados según criterios humanos en lo que atañe al cuerpo, vivan conforme a Dios en lo que atañe al espíritu. (1 Pedro 4:6—NVI)

A mí me parece que Lázaro y el hombre rico estaban viviendo conforme a Dios en lo que atañe al espíritu pero estaban comportándose conforme a hombres en lo que atañe al cuerpo.

¿Te parece de esta manera a ti?

El efecto práctico de esta enseñanza es que no podemos continuar viendo la muerte física como nuestro redentor. La gran obra de Dios, la de crear a hijos, a hermanos del Señor Jesús a Su imagen, a un pueblo santo morando en el reposo de Dios, en el centro de Su voluntad, continúa después de que fallecemos.

Esto no significa que podemos vivir una vida descuidada ahora y luego recuperar terreno después de morir. Cuando el Espíritu nos presenta un desafío para madurar, ya sea que estemos sobre la tierra o en el reino espiritual, debemos obedecer. Nosotros no podemos evitar el desafío con la esperanza de darle la vuelta para servir a Dios de alguna otra manera. En ese momento, ya sea que estemos sobre la tierra o en el reino espiritual, seremos juzgados como un siervo desobediente. Y seremos castigados.

¿Puedes ver ahora las consecuencias prácticas de comprender la continuidad de nuestra vida desde que estamos sobre la tierra hasta llegar al reino espiritual? Nosotros no podemos escapar el programa de la instrucción simplemente muriendo. El creyente que se rehuse a obedecer a Cristo recibirá muchos latigazos y no tendrá escapatoria en la muerte. De hecho, somos juzgados después de morir.

Los creyentes descuidados de hoy en día que están esperando ser sacados en un “arrebato” encontrarán que cuando entren al reino espiritual enfrentarán las consecuencias de sus conductas sobre la tierra. Si ellos son seguidores fieles y ardientes del Señor Jesús, dando de comer a las ovejas y a los corderos del Señor hoy, cuando mueran seguirán madurando en Cristo y probablemente se les darán aún mayores oportunidades de servicio. Aquellos que han usado bien sus talentos recibirán más talentos, más ciudades que gobernar, por así decirlo.

Pero si son creyentes flojos, descuidados y carnales ellos descubrirán, al entrar al reino espiritual, que todavía son flojos y descuidados. Ellos recibirán las consecuencias de la flojera y del descuido. Este es el efecto práctico de lo que estamos enseñando y la razón por la que estamos metiéndonos en aquello que es un poco místico.

Permíteme decirte lo que hizo que yo comenzara con este tema. Yo estaba pensando en la división que habrá al final de la era entre los justos y los malvados.

También se parece el reino de los cielos a una red echada al lago, que recoge peces de toda clase. Cuando se llena, los pescadores la sacan a la orilla, se sientan y recogen en canastas los peces buenos, y desechan los malos. Así sucederá al fin del mundo. Vendrán los ángeles y apartarán de los justos a los malvados, y los arrojarán al horno encendido, donde habrá llanto y rechinar de dientes. (Mateo 13:47-50—NVI)

Por favor considera cuidadosamente la parábola anterior. Hay mucha materia en qué pensar.

En primer lugar, sabemos cuándo sucederá la separación—“así sucederá al fin del mundo,” probablemente refiriéndose al fin de la Era de la Iglesia.

Esta parábola muestra claramente que nuestra salvación queda establecida cuando llegue el fin del mundo, no en algún momento en el pasado cuando “aceptamos a Cristo”.

El Reino del Cielo se compara con una red. La red recoge todo tipo de peces.

Cuando llegue el fin del mundo los peces buenos son recogidos de la red del Reino y los malos son desechados.

Observa que los peces buenos son los justos y los peces malos son los malvados. La división no es entre los que han aceptado a Cristo y los que no, sino entre los justos y los malvados. Cuando el Señor regrese, Él no se preocupará por nuestras creencias doctrinales sino por nuestro comportamiento. Esta verdad debe ser llevada a la atención de los creyentes Cristianos porque estamos creyendo un error en este punto.

Ahora bien, este es el punto y requiere de mucha consideración.

La pregunta es ¿dónde sucederá esta división?

Nuestra reacción natural, creo yo, es pensar que sucederá sobre la tierra.

Pero por favor considera: en cualquier momento dado de la historia en que queramos pensar la gran mayoría de aquellos que han sido recogidos por la red del Reino están en el reino espiritual, y no vivos sobre la tierra.

La separación entre los malvados y los justos no sucede en el momento de la muerte física sino al fin del mundo.

Ya que sólo una pequeña fracción de quienes estarán involucrados en la separación estarán vivos sobre la tierra cuando llegue el fin del mundo (creemos nosotros), llegamos obligadamente a la conclusión de que la separación sucederá tanto sobre la tierra como en el reino espiritual. De hecho, quizá ya haya comenzado.

Yo creo que el Señor hoy en día está quitando el pecado de Su pueblo. Este es un programa de juicio y de liberación. El Espíritu de Dios nos ayuda a juzgar nuestra propia conducta. Cuando confesamos nuestros pecados y nos alejamos de ellos, Dios es fiel y justo para perdonarnos y purificarnos de toda iniquidad.

Este proceso de juicio y liberación siempre ha estado en la Biblia pero parece ser enfatizado el día de hoy.

Si estamos dispuestos a cederle al Espíritu Santo la muerte espiritual que está en nosotros, brillaremos en el Reino de Dios, por así decirlo. Pero si continuamos con nuestra vida mundana, lujuriosa y egocéntrica, entonces nosotros mismos seremos removidos del Reino y echados al fuego donde hay llanto y rechinar de dientes.

El punto de este artículo es que el mismo juicio y la misma purificación que está sucediendo ahora sobre la tierra también está sucediendo entre los santos en el reino espiritual. El juicio cae tanto sobre los vivos como sobre los muertos al mismo tiempo.

Ahora bien, considera:

Pero ellos tendrán que rendirle cuentas a aquel que está preparado para juzgar a los vivos y a los muertos. Por esto también se les predicó el evangelio aun a los muertos, para que, a pesar de haber sido juzgados según criterios humanos en lo que atañe al cuerpo, vivan conforme a Dios en lo que atañe al espíritu. (1 Pedro 4:5,6—NVI)

Cristo está listo (y lo estuvo hace dos mil años) para juzgar a los vivos y a los muertos. Los vivos y los muertos serán juzgados al mismo tiempo. Aparentemente, los dos mil años de la Era de la Iglesia, y posiblemente los mil años del la Era del Reinado que le seguirá, están dedicados y estarán dedicados a juzgar la mundanería, la lujuria y la voluntad propia que surgió cuando Satanás puso su voluntad en contra de la de Dios.

No estamos implicando en este artículo que el Infierno y el Lago de Fuego son un tipo de purgatorio y que las personas permanecerán ahí para luego ser liberadas. Se puede observar que después de que Satanás ha pasado mil años en el Infierno, cuando es liberado, se propone inmediatamente a destruir la obra de Dios. No existe ningún pasaje en las Escrituras que a mi parecer implique que el Infierno, ni el Lago de Fuego, ni la ira de Dios tengan como propósito la redención.

Nuestro único énfasis en este artículo es que la oportunidad para crecer espiritualmente no cesa con nuestra muerte física. Si este fuera el caso entonces nuestro futuro realmente sería poco prometedor si consideramos el estado en que vive la mayoría del pueblo de Dios cuando muere.

Yo creo que nuestra tradición Cristiana es que de alguna manera seremos transformados, ya sea por la muerte o siendo tocados por Cristo cuando Él regrese. Lo que yo estoy diciendo es que esta tradición no tiene ninguna base en las Escrituras. Es mucho más razonable asumir que el programa de justicia, de ser purificados, de crecer espiritualmente continuará ya sea que estemos vivos físicamente o en el reino espiritual.

Quizá haya algunos Cristianos que suponen que Dios por siempre nos “verá como si estuviera viendo a Cristo” así que ninguna transformación es absolutamente necesaria. Si este fuera el caso, ¡que Dios nos ayude! Estaríamos condenados a vivir eternamente con los chismes, la calumnia, la discordia, la división, el adulterio, el esfuerzo por destacar y todos los demás comportamientos malos que hoy en día caracterizan a las iglesias Cristianas.

No está en las Escrituras que el comportamiento pecaminoso será permitido en la nueva Jerusalén. O seremos transformados moralmente al morir (para lo cual no hay ninguna base bíblica), o Cristo nos transformará instantáneamente cuando aparezca (para lo cual tampoco hay ninguna base bíblica), o no importa si no somos transformados (lo cual niegan con vehemencia las Escrituras), o el programa de purificación y crecimiento en Cristo continúa independientemente de si estamos sobre la tierra o en el reino espiritual. Aparentemente este último tiene algo de apoyo en las Escrituras, como hemos destacado, y es eminentemente razonable y lógico.

Yo creo que los creyentes Cristianos, quizá sin darse cuenta, ya están esperando ser liberados cuando lleguen al reino espiritual. Si ellos suponen, como muchos lo suponen, que seremos liberados del pecado al morir, entonces ellos están suponiendo que el reino espiritual nos dará liberación. Si están esperando liberación del pecado cuando el Señor aparezca, entonces nuevamente están esperando liberación en el reino espiritual, porque la mayoría de los Cristianos estarán en el reino espiritual cuando el Señor aparezca.

Existe otra verdad que considerar, y esta tiene que ver con la naturaleza espiritual del pecado. Podemos asumir que cuando muere nuestro cuerpo y somos separados de él que también seremos separados del pecado, ya que el Apóstol dice que el pecado mora en la carne.

Pero detente y piensa por un momento. Los Cristianos comprendemos que estamos rodeados de varios espíritus impuros, tales como los del alcohol, la lujuria, la mentira y la violencia. Ahora considera: estos espíritus no pueden ejercer sus pasiones a excepción de que encuentren un desahogo a través de un ser humano. ¿Es correcto esto? Sin embargo, la pasión existe en ellos, en el reino espiritual, ya sea que encuentren o no un desahogo humano.

Así que los pecados que habitan en nuestra carne también existen en el reino espiritual se tenga o no un vehículo carnal de expresión. Ya que esto es verdad podemos entender que cuando morimos y pasamos al reino espiritual nuestra personalidad espiritual quizá tenga las mimas lujurias y pasiones que tenemos ahora, si es que no han sido eliminadas de nosotros por el poder de Jesucristo.

Si este es el caso, ¿cuál es la ventaja de buscar la liberación mientras estamos sobre la tierra si Jesucristo nos puede liberar del pecado en el mundo venidero?

Existen tres grandes ventajas de obtener la victoria sobre nuestra naturaleza pecaminosa mientras estamos en este mundo. Primero, si nosotros no vencemos nuestra naturaleza pecaminosa por medio del Espíritu Santo entonces no permanecemos sin condenación. Para que se nos adjudiquen los justos requerimientos de la Ley de Moisés dependemos de estar viviendo por encima de nuestra naturaleza pecaminosa.

A fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. (Romanos 8:4—NVI)

Podemos ver en el versículo anterior que la justicia es imputada a nosotros sólo conforme escogemos vivir no según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu de Dios.

Segundo, si no aprovechamos la gracia actual y así llevamos a la muerte las prácticas pecaminosas de nuestro cuerpo, en el futuro no seremos confiados con mayor liberación.

El que es honrado en lo poco, también lo será en lo mucho; y el que no es íntegro en lo poco, tampoco lo será en lo mucho. (Lucas 16:10—NVI)

Tercero, las recompensas de gobernar son para quienes logren vencer mientras están sobre la tierra. Es mi opinión que aunque quizá podamos seguir obteniendo mayor liberación en el reino espiritual, siempre y cuando hayamos sido fieles en las oportunidades del momento, el reino espiritual no es un medio ambiente apropiado para enseñar y probar a los santos victoriosos, a los gobernantes del mundo que vendrá.

Por ejemplo, el Señor Jesucristo vino de la eternidad y de estar con Dios. Sin embargo, fue en la tierra donde Él aprendió la obediencia. Quizá sea verdad que el cetro de hierro que logra vencer sólo puede ser forjado en los fuegos de la tierra.

El Señor Jesús dijo que debíamos vencer así como Él venció.

Al que salga vencedor le daré el derecho de sentarse conmigo en mi trono, como también yo vencí y me senté con mi Padre en su trono. (Apocalipsis 3:21—NVI)

Quizá todos los Cristianos estén de acuerdo que las promesas de los Capítulos Dos y Tres del Libro de Apocalipsis están asignadas a los santos victoriosos. Además, no creo que estemos en contra de las Escrituras, ni de creencias Cristianas fundamentales, al decir que otros tipos de crecimiento espiritual (además del desarrollo de los reyes) siempre debe ser continuo en el Reino de Dios, tales como la liberación del pecado y llegando a la madurez en la unidad de la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios hasta llegar a una humanidad perfecta que se conforme a la plena estatura de Cristo.

Después de todo, Jesús nos dijo que el Reino es como una semilla. Posiblemente en este artículo hemos ido en contra de algunas tradiciones que no han sido realmente consideradas a fondo.

Existe una creencia Cristiana sostenida por muchos a la que debemos oponernos. Es la enseñanza que la gente será echada al Lago de Fuego porque no han creído en Cristo aunque ellos nunca hayan escuchado el Evangelio. Algunos llegan hasta decir que si un bebé muere y nunca ha escuchado el Evangelio que irá al Infierno.

Acaso puedes imaginarte al Dios justo diciendo, “Te voy a echar al Lago de Fuego porque no has recibido a Cristo aunque Yo sé que nunca has escuchado sobre Cristo.” Tal comentario, claro, sería irrazonable. ¿Dónde en la Biblia puedes encontrar que Dios hable o actúe de forma irrazonable?

Mi posición es que no puedes rechazar a Cristo hasta que hayas sido presentado con Cristo, ya sea en este mundo o en el siguiente, y que esto es verdad en todos los niveles de nuestro crecimiento espiritual. Nosotros estamos continuamente siendo presentados con Cristo cuando Él nos invita a tomar un paso hacia adelante en nuestro crecimiento espiritual. La mayoría de los creyentes mueren antes de ser realmente desafiados más allá de los elementos de la salvación, antes de haber tomado sólo unos cuantos pasos de bebé hacia su Padre.

En nuestro día, Dios está mostrando por medio de Su Palabra maravillosas revelaciones y oportunidades para llegar a la madurez en Cristo por medio de los dones y ministerios del Espíritu Santo; comprensión espiritual y oportunidades que no siempre estuvieron disponibles para la gente en tiempos pasados ni aun a todos en nuestros días. ¿Acaso será razonable pensar que ellos nunca llegarán a tener la oportunidad que nosotros hemos tenido, aunque el Libro de Hebreos dice que todos llegaremos juntos a la perfección? Esto me parece a mí es tomar una postura que no está en las Escrituras.

¿Pero puede un creyente tener una naturaleza pecaminosa después de morir? ¿Por qué no? La purificación viene sólo por medio de Jesucristo, no por virtud de morir o entrar al reino espiritual. El pecado comenzó en lo más alto del Cielo, alrededor del Trono mismo de Dios. ¿Por qué crees que sería diferente ahora? Lo que somos, somos, hasta que hayamos tenido interacción con el Señor Cristo Jesús de tal manera que nos liberemos de Satanás y entremos a reposar en el centro de la voluntad de Dios.

Pedro dice que el Evangelio es predicado a los muertos para que sean juzgados.

Sabes, de lo que se trata hoy en día es de nuestra voluntad. Las personas sobre la tierra pueden llegar a Cristo y ser perdonados por medio del perdón que hay en la sangre. Esto también debe ser verdad en el reino espiritual, de no ser así, ¿cómo podrían los santos de Dios que vivieron antes del Calvario recibir el perdón que hay por medio de la sangre?

La gente sobre la tierra puede llegar a Cristo, recibir el Espíritu Santo de Dios y volver a nacer de la Descendencia Divina. Esto también debe ser verdad en el reino espiritual, de no ser así, ¿cómo podrían los santos de Dios que vivieron antes de la resurrección de Jesucristo o del derramamiento del Espíritu Santo volver a nacer o recibir el Espíritu Santo?

Hoy en día se nos está haciendo hincapié en un tema central; no que no haya sido ya un tema a ser resuelto por santos sobresalientes en tiempos pasados. El tema tiene que ver con nuestra voluntad propia.

Podemos ser perdonados por medio de la sangre expiatoria. ¡Perfecto!

Podemos recibir el Espíritu Santo y volver a nacer. ¡Perfecto!

Pero ¿sabías que podíamos tener estas experiencias y todavía no ser cambiados en nuestra voluntad para servir a Dios?

¿Cuántos Cristianos de hoy en día, que han sido perdonados por la sangre expiatoria, que han vuelto a nacer de la Descendencia incorruptible de Dios y que pueden hablar en lenguas viven según su propia voluntad?

Cuando hablas con el pueblo de Dios sobre hacer la voluntad de Dios fielmente, completamente y consistentemente, sobre presentar sus cuerpos como sacrificios vivos, sobre negarse a sí mismos, tomar su cruz y seguir al Señor ellos se alejan de ti. Ellos sólo están interesados en gracia—rapto—cielo, y no en sufrir pacientemente la muerte que resulta de su cruz personal. Ellos nunca han escuchado tal predicación y debido a la enseñanza suave que han tenido se resisten a la idea de sufrir y de soportar su cruz.

No tengo ninguna duda de que lo mismo sucede en el reino espiritual cuando, a los creyentes que han fallecido, se les predica que deben compartir el sufrimiento de Cristo, como ser llevados a la humildad. ¿Por qué habría de ser diferente? ¡La voluntad es la voluntad!

Satanás cayó de su postura de resguardar el Trono de Dios porque puso su voluntad en contra de la del Padre. Satanás, aunque existía en el reino espiritual, ciertamente rechazaría y se rebelaría en contra de la idea de ser humillado y tomar la posición más baja entre los ángeles.

¿En base a qué suponemos que la vida será mucho muy diferente después de que fallezcamos o durante la era que vendrá? El orgullo todavía será orgullo. La codicia todavía será la codicia. La fe en Dios todavía será la fe en Dios. La obediencia a Dios todavía será la obediencia a Dios. ¿Qué cambiará?

¿Por qué habría de cambiar tu voluntad por el hecho de que mueras?

Oh, pero cuando entre al reino espiritual me daré cuenta de que Cristo es importante y lo serviré. No, no lo harás. Satanás y sus ángeles estaban en el reino espiritual y se rebelaron en contra de Dios. ¿Por qué habría de ser diferente contigo? Si vas a darle tu voluntad a Cristo lo harás ahora. No será más fácil en el reino espiritual. Quizá hasta sea más difícil.

¿Pero no me daré cuenta después de morir que sería miserable si no tengo a Cristo? No más de lo que te das cuenta ahora. Las personas pueden estar en circunstancias terribles, sabiendo que están peleando en contra de Dios y de todos modos insisten en seguir su propio camino. ¿Has encontrado que esto sea verdad? Aunque se dieran cuenta del reino espiritual ellos no cambiarían. Esto tiene que ver con que la voluntad viene del corazón.

¿No es esto lo que le dijo Abraham al hombre rico?

“No les harán caso, padre Abraham—replicó el rico—; en cambio, si se les presentara uno de entre los muertos, entonces sí se arrepentirían.” Abraham le dijo: “Si no les hacen caso a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán aunque alguien se levante de entre los muertos.” (Lucas 16:30,31—NVI)

Así que morir o que alguien regrese de entre los muertos no nos ayudará.

La unidad que hay en la casa de Dios se muestra en el siguiente versículo:

Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. (Hebreos 11:39,40—NVI)

Observa que los patriarcas están en el Cielo. Sin embargo, ellos no han recibido lo que se ha prometido. El Cielo no es la tierra prometida.

Observa especialmente que “Dios nos había preparado algo mejor”. Esto me dice que en cierto momento ellos deben recibir aquello que se nos está dando en la época actual.

Quizá el programa se muestre en el siguiente versículo:

Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado, que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. (Hebreos 12:1—NVI)

¿Quiénes son los testigos? Son los héroes de la fe del capítulo anterior.

¿Qué es lo que ellos están haciendo? Nos están rodeando para que puedan recibir aquello que se nos está dando en la época actual.

Nosotros crecemos en Cristo leyendo sobre el trato que Dios tuvo con las personas del Antiguo Testamento. Ahora ellos están creciendo en Cristo observando lo que Dios está haciendo entre nosotros.

Conforme la revelación del Reino continúe manifestándose entre los maestros de la tierra, los elegidos que están en el Cielo estarán aprendiendo y beneficiándose.

Por esto es que debemos “despojarnos del lastre que nos estorba, en especial del pecado, que nos asedia, y correr con perseverancia la carrera que tenemos por delante”. Nosotros debemos hacer esto para que ellos puedan ser inspirados y puedan beneficiarse por medio del trato de Dios con nosotros.

El siguiente versículo vale la pena destacar porque hace referencia a la continuidad de lo que sucede sobre la tierra y lo que sucede en el reino espiritual.

Porque Cristo murió por los pecados de una vez por todas, el justo por los injustos, a fin de llevarlos a ustedes a Dios. Él sufrió la muerte en su cuerpo, pero el Espíritu hizo que volviera a la vida. Por medio del Espíritu fue y predicó a los espíritus encarcelados, que en los tiempos antiguos, en los días de Noé, desobedecieron, cuando Dios esperaba con paciencia mientras se construía el arca. En ella sólo pocas personas, ocho en total, se salvaron mediante el agua, (1 Pedro 3:18-20—NVI)

No creo que el versículo anterior sea predicado con frecuencia, pero vale la pena considerarlo.

Nos dice varias cosas.

Después de que Cristo fue crucificado y que volvió a vivir por el Espíritu Santo fue y predicó a los espíritus encarcelados en el reino espiritual. Ellos habían sido desobedientes a Dios durante los cien años que duró en ser construida el Arca de Noé.

Observa que estos espíritus desobedientes no estaban en el Infierno sino encarcelados.

¿Por qué les predicó Cristo? Si el Hijo de Dios se tomó la molestia de predicarle a estos espíritus debe ser con la intención de salvar a aquellos que se alejarían de su desobediencia a Dios. ¿Por qué otra razón les predicaría—para decirles que todos iban a ser arrojados al Lago de Fuego? Esto, para mí, no tendría mucho sentido.

¿Qué les predicó Cristo? Posiblemente lo mismo que predicó mientras estuvo vivo sobre la tierra: “Arrepiéntanse porque el Reino de los Cielos está cerca”.

El Evangelio del Reino es el evangelio del arrepentimiento, es decir, de alejarse de los pecados y servir a Dios.

Si buscas en el Libro de Hechos y observas cuantas veces aparece la palabra “arrepentir” o “arrepentimiento”, te asombrarás. Hoy en día predicamos “deja que Jesús entre a tu corazón” o “recibe a Cristo” o “debes volver a nacer”. La frase “volver a nacer” no aparece ni una sola vez en el Libro de Hechos ni en ninguna de las Epístolas de Pablo.

Las Apóstoles no predicaron ninguna de estas cosas. Ellos predicaron la necesidad de arrepentirse, de cambiar de comportamiento. Realmente estamos fuera de las Escrituras en muchas de las cosas que predicamos hoy en día.

Arrepiéntase y bautícese cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados—les contestó Pedro—, y recibirán el don del Espíritu Santo. (Hechos 2:38—NVI)
Por tanto, para que sean borrados sus pecados, arrepiéntanse y vuélvanse a Dios, a fin de que vengan tiempos de descanso de parte del Señor, (Hechos 3:19—NVI)
Por eso, arrepiéntete de tu maldad y ruega al Señor. Tal vez te perdone el haber tenido esa mala intención. (Hechos 8:22—NVI)
Pues bien, Dios pasó por alto aquellos tiempos de tal ignorancia, pero ahora manda a todos, en todas partes, que se arrepientan. (Hechos 17:30—NVI)
Al contrario, comenzando con los que estaban en Damasco, siguiendo con los que estaban en Jerusalén y en toda Judea, y luego con los gentiles, a todos les prediqué que se arrepintieran y se convirtieran a Dios, y que demostraran su arrepentimiento con sus buenas obras. (Hechos 26:20—NVI)

¡“Demostrar su arrepentimiento con sus buenas obras.”! Esto es contrario a la mayoría de lo que se predica hoy en día.

¿Me pregunto si no deberíamos estar predicando arrepentimiento en lugar de “deja que Jesús entre a tu corazón”? Es obvio que el perdón y la vida eterna, como se predica en el Libro de Hechos, estaban asociados con el arrepentimiento.

El arrepentimiento no es sentirnos mal por nuestros pecados. Esto no es lo que el arrepentimiento significa. El arrepentimiento no es la confesión de nuestros pecados. El arrepentimiento no es hacer alguna penitencia debido a nuestros pecados.

El arrepentimiento es un acto de nuestra voluntad, un cambio en la dirección a la que estamos dirigidos, un cambio del comportamiento malo al justo.

En mi opinión, esto es lo que el Señor Jesús le predicó a los espíritus encarcelados. ¿Pudieron entonces haber escogido alejarse de su maldad y recibir el perdón de Cristo? De no ser así, ¿cuál hubiera sido el propósito de predicarles? ¿Para recordarles que merecían estar en prisión? Eso no me parece como algo que Dios haría. ¿Cómo son ellos más malos que nosotros?

Aquí tenemos a varios millones de espíritus encarcelados por miles de años, incapaces de ir a ningún lado ni de hacer algo de interés, y luego ¿Cristo Jesús va y les predica lo malos que son? Yo lo dudo seriamente.

Yo creo que nosotros los Cristianos tenemos un concepto mitológico del reino espiritual. Nos imaginamos que todos al morir o van al Cielo, a caminar sobre calles de oro y vivir en mansiones esplendorosas, o son echados al Infierno más profundo para ser atormentados por un tiempo y luego ser echados al Lago de Fuego.

Yo no creo que este punto de vista abarque todo el panorama.

Yo creo que cuando vayamos al reino espiritual nos pondrán en un lugar donde habrá otros que hayan alcanzado logros espirituales semejantes al nuestro, para ahí ser instruidos o para esperar el Día del Señor. Aunque sin lugar a duda, algunos serán llevados inmediatamente al fuego.

Sabemos que el rico está en el Infierno. Sabemos que hay almas esperando bajo el altar. Sabemos que ya hay personas escogidas para ser reyes que están esperando hasta tener la oportunidad para regresar a la tierra. Sabemos que algunos saldrán de la gran tribulación vestidos de blanco. Ellos están ante Dios y le servirán en Su templo. Y otros estarán sobre el mar como de vidrio mezclado con fuego, cantando el himno de Moisés y del Cordero.

Luego también hay los que son la primicia de entre la humanidad quienes seguirán al Cordero a donde vaya.

Ninguno de estos cabe en el concepto de vivir en una mansión ni de caminar en calles de oro mientras platicamos amablemente con nuestros amigos y seres queridos.

El Libro de Efesios nos informa que los dones y ministerios dados al Cuerpo de Cristo operarán hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a una humanidad perfecta que se conforme a la plena estatura de Cristo.

Si Pablo quiso decir exactamente lo que escribió en Efesios, y la Biblia tiene su manera de querer decir exactamente lo que dice, entonces el ministerio y la madurez deben continuar después de la muerte. De otra manera, ¿cómo podríamos todos llegar a la unidad de la fe en el conocimiento del Hijo de Dios, a una humanidad perfecta que se conforme a la plena estatura de Cristo?

¿Cómo podría toda la Esposa de Cristo madurar hasta estar sin mancha a excepción de que la obra continúe en el reino espiritual? De hecho, nuestro desarrollo quizá continúe por toda la eternidad conforme seguimos madurando a la imagen de nuestro Padre. Quizá Dios mismo seguirá creciendo. ¿Por qué no? La Biblia dice, con respecto a Cristo, que se extenderán su soberanía y su paz, y no tendrán fin.

Si queremos que el Nuevo Testamento tenga sentido debemos considerar el hecho que hay una continuidad de esta vida a la siguiente. Aquello que comienza en nosotros ahora continuará sin que nuestra muerte física interrumpa el proceso de manera alguna.

Mantengamos esto siempre en mente cuando Cristo nos presente un desafío para transformarnos moralmente. Nosotros debemos avanzar siempre hacia adelante en Él. Debemos seguir viviendo a la luz de la voluntad perfecta de Dios si esperamos recibir continuamente la purificación que hay en la sangre de la cruz. Yo creo que esto sigue siendo verdad ya sea que estemos sobre la tierra o en el reino espiritual.

El problema más grande que Dios tiene es con nuestra voluntad. El Reino de Dios es hacer la voluntad de Dios sobre la tierra como en el Cielo.

Por dos mil años las iglesias Cristianas, aunque han intentado construir el Reino de Dios, lo han hecho según su propio entendimiento. Si este no fuera el caso la Iglesia Católica nunca hubiera asesinado a quienes ellos consideraban herejes. El Señor Cristo Jesús no asesina a las personas sólo porque no comprenden la doctrina correcta.

El hecho de que la Iglesia Católica haya asesinado a los herejes demuestra sin lugar a duda que los líderes no estaban obedeciendo al Espíritu de Jesús. Jesús no actúa hacia la gente como la Iglesia Católica ha actuado en el pasado. Esto también ha sido verdad en el caso de algunos esfuerzos Protestantes.

Hoy en día, en nuestra época, hay un desafío más profundo del que ha habido anteriormente con respecto a nuestra voluntad. Conforme nos acercamos al día en que aparezca el Señor debemos darnos cuenta que estamos destinados a aparecer con Él. Sin embargo, ningún individuo—absolutamente ninguno—aparecerá con Jesucristo si su voluntad no ha sido hecha una con la voluntad de Dios.

Es hora de que los candidatos a la primera resurrección, la resurrección que sucederá cuando el Señor aparezca, se nieguen a sí mismos, tomen su cruz y sigan a Jesús a la crucifixión de sus voluntades. Hasta que estemos listos para decir “no se haga mi voluntad sino la Tuya” en todos los aspectos de nuestra vida, no será posible que seamos resucitados de entre los muertos para ascender a encontrarnos con el Señor cuando Él aparezca.

Me parece a mí que muchos Cristianos Norteamericanos no son candidatos para ser resucitados de entre los muertos cuando el Señor aparezca. Ellos nunca, en obediencia a Jesucristo, se han negado a sí mismos y tomado su cruz. Ellos sienten que deben ser felices. Cuando no son felices ellos se escapan de las prisiones del Señor para seguir sus propios placeres. Estas personas no tienen ninguna posibilidad de ascender para encontrarse con el Señor cuando Él aparezca, a excepción de que se arrepientan de su desobediencia y el descuido que han tenido hacia su gran salvación.

La puerta será cerrada en la cara de las vírgenes tontas.

En el capítulo ocho del Libro de Daniel se nos dice cómo el cuerno pequeño podrá alcanzar hasta el cielo y hacer caer a parte de los santos. ¿Cómo puede ser esto posible?

Creció hasta alcanzar al ejército de los cielos, derribó algunas estrellas y las pisoteó, y aun llegó a sentirse más importante que el jefe del ejército de los cielos. Por causa de él se eliminó el sacrificio diario y se profanó el santuario. Por la rebelión de nuestro pueblo, su ejército echó por tierra la verdad y quitó el sacrificio diario. En fin, ese cuerno hizo y deshizo. (Daniel 8:10-12—NVI)

Yo no sé lo que tú sacas de este pasaje, pero a mí me dice que cuando Dios sacuda el cielo y la tierra en los últimos días los santos serán desafiados a deshacerse de su rebelión, de su voluntad propia. Aquellos que mantengan su propia manera de hacer las cosas, aunque hayan recibido la expiación de la sangre y al Espíritu Santo de Dios, serán echados de su posición a la derecha del Padre y serán pisoteados por Satanás.

Hemos visto en nuestros días a exaltados líderes Cristianos derribados de su posición elevada y pisoteados. Algunos se han arrepentido maravillosamente.

¿Qué más podemos obtener de este pasaje? Es bastante claro. Quizá no se conforme a nuestras tradiciones, pero ¿eso qué importa?

Cuando fui salvo por primera vez, estuve bajo la influencia de los Navegantes, hasta escuché a Dawson Trotman hablar en Hawaii durante la Segunda Guerra Mundial.

Sobre lo que más me hicieron hincapié los Navegantes era la inviolabilidad de la Palabra de Dios. Nosotros debemos confiar en la Palabra de Dios implícitamente, memorizándola y creyendo firmemente en ella.

Yo he intentado hacer esto hasta el día de hoy. Pero veo que a veces algunos Cristianos se rehusan a creer lo que la Biblia dice claramente, tan aferrados están a sus tradiciones.

Ciertamente este es el caso del llamado “rapto antes de la tribulación”. Esta doctrina está tan claramente fuera de las Escrituras que uno supondría que jamás sería aceptada por el pueblo de Dios. Sin embargo, una multitud de creyentes se aferran a la esperanza de que en cualquier momento el Señor los llevará al Cielo para vivir en mansiones.

Me da gusto escuchar que David Wilkerson le está advirtiendo a los creyentes Norteamericanos que se preparen para los problemas que se aproximan. Quizá se olviden por ahora del “rapto” que no está en las Escrituras y se preparen para enfrentar el día malo, como la Biblia nos exhorta que hagamos.

Yo creo que nosotros los Cristianos debemos regresar a las enseñanzas de los Navegantes—que debemos confiar en la Palabra escrita de Dios y memorizar los versículos que podamos. Estamos entrando a una era de horrores morales. Nuestras tradiciones se volverán cenizas por los temibles eventos del futuro. Pero la Palabra de Dios, la Palabra escrita, permanecerá.

Debemos regresar y probar cada una de nuestras tradiciones contra la Palabra escrita de Dios. Si no podemos encontrar lo que creemos expresado claramente y en contexto, y en más de un lugar en la Biblia, sin tener que cortar y pegar versículos de un lugar a otro para apoyar nuestros axiomas, si no podemos simplemente leer un capítulo o dos y que la verdad resalte a la plena luz, entonces debemos pensar cuidadosamente sobre la sabiduría de aferrarnos a nuestras tradiciones.

Yo creo que la tradición más dañina de todas es el concepto que Dios nos ve a través de Cristo. Lo que se infiere es que Dios no observa nuestro comportamiento porque la justicia de Cristo nos reviste de tal manera que nuestra conducta verdadera le es invisible a Dios.

Quizá este concepto vino de la idea de que cuando ponemos nuestra fe en Cristo y seguimos al Espíritu de Dios la justicia de Cristo se nos aplica. Esto es verdad, pero no quiere decir que si nos alejamos del Espíritu y vivimos en la carne, como es la costumbre aparentemente en las iglesias Norteamericanas, que la justicia de Cristo de todos modos te será aplicada.

No existe ningún versículo en el Nuevo Testamento que diga o implique que Dios no ve nuestro comportamiento. De hecho, numerosos versículos nos advierten que si seguimos pecando mataremos nuestra vida espiritual.

Sería imposible estimar el daño que se ha hecho a la obra de Dios por la enseñanza errónea de que la gracia Divina cubre al creyente que está viviendo según sus pasiones carnales, que la gracia es una disculpa de su mala conducta y una alternativa a la conducta justa.

El Cristianismo no es, sin embargo, un grupo de creencias que abrazamos. Nuestras creencias son útiles conforme nos llevan al Señor Jesús. Dios está buscando conducta justa, santa y obediente por parte de Su pueblo. Esta conducta sólo se puede producir conforme moramos en Cristo.

Así que la respuesta a todo lo que hemos escrito en este breve artículo, y todo lo que hemos escrito en otros lugares, es unión con el Señor Jesucristo en todo lo que Él es. Si nos esforzamos para realmente conocer a Cristo, olvidándonos de todo lo demás, viviremos en la presencia de Dios ahora y después de morir. Para continuar en unión con Jesús debemos ser absolutamente obedientes a todo lo que sabemos que es la voluntad de Dios para nosotros. Además, debemos hacer de nuestro cuerpo físico nuestro esclavo. Si no lo hacemos, nuestro cuerpo nos hará su esclavo.

Es hora de que nosotros los Cristianos en Norteamérica nos arrepintamos, de que nos alejemos de nuestra maldad, de que nos humillemos ante el Señor. Si hacemos esto Dios sanará nuestra tierra.

Pero si seguimos en nuestra tonta idea de gracia-rapto-Cielo, gracia-rapto-Cielo, sin perder nuestra vida, no negándonos a nosotros mismos, no tomando nuestra cruz y siguiendo al Señor Jesús, no permaneciendo pacientemente en la prisión que Dios nos ha puesto, entonces podemos estar seguros que nos espera el llanto y rechinar de dientes, ya sea en esta vida o en la que vendrá.

(“Juzgando a los Vivos Y a los Muertos”, 4097-1)

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