DIOS TIENE NECESIDADES Y DESEOS!

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Texto bíblico tomado de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional. © 1999 por la Sociedad Bíblica Internacional.

Traducción de Carmen Alvarez


Dios tiene necesidades. Nosotros los Norteamericanos no estamos considerando esto lo suficiente. Nuestros sermones y libros siempre parecen enfocarse en lo que nosotros vamos a obtener de Dios o en cómo podemos utilizar a Dios de alguna manera. Somos demasiado egocéntricos. Buscamos poder, sabiduría, dinero o sanidad. Es tiempo de comenzar a pensar en buscar a Dios y en descifrar lo que le complacería a Él.


¡DIOS TIENE NECESIDADES Y DESEOS!

Así dice el SEÑOR: “El cielo es mi trono, y la tierra, el estrado de mis pies. ¿Qué casa me pueden construir? ¿Qué morada me pueden ofrecer?” (Isaías 66:1—NVI)

Dios tiene necesidades. Nosotros los Norteamericanos no estamos considerando esto lo suficiente. Nuestros sermones y libros siempre parecen enfocarse en lo que nosotros vamos a obtener de Dios o en cómo podemos utilizar a Dios de alguna manera. Somos demasiado egocéntricos. Buscamos poder, sabiduría, dinero o sanidad. Es tiempo de comenzar a pensar en buscar a Dios y en descifrar lo que le complacería a Él.

Dios necesita y desea una casa. Dios necesita y desea un lugar de reposo. ¿Alguna vez has pensado en esto?

En este momento, el gran Trono de Dios está en el Cielo en el reino espiritual.

Parece ser que en tiempos pasados hubo una rebelión en contra de Dios por parte de un considerable número de ángeles guiados por Satanás, el querubín. Aparentemente, la rebelión de los ángeles ocasionó que el Señor Dios entrara en una condición de no tener reposo.

Dios buscó en Su mente una solución. Entonces, Él decidió pasar más allá de los ángeles y crear una nueva raza de criaturas llamadas “hombre”, y que los ángeles fueran los siervos de la nueva raza. Las criaturas nuevas serían creadas con la capacidad de unión con Dios, teniendo dentro de sí mismas una habitación con un trono, por así decirlo. Por medio de ellas, Dios gobernaría Su universo.

Todo estaba bien y era bueno.

Sin embargo, los rebeldes del Cielo inmediatamente sedujeron al “hombre”. Ellos inyectaron un espíritu sucio de “mundanería” en el amor natural del hombre por su medio ambiente para que se alejara de Dios y encontrara seguridad y supervivencia en lo que le rodeara.

Le inyectaron un espíritu sucio de lujuria y romanticismo—deseos ardientes que lo llevan a adorar sus propias lujurias ardientes y exaltadas—a los apetitos y pasiones del hombre.

A la voluntad del hombre, a la voluntad que Dios le dio para que pudiera escoger amar y servir a Dios, le inyectaron un espíritu sucio de voluntad propia, de egocentrismo, de amor propio para que no comiera lo que debía comer, y para que comiera lo que no debía comer

Ahora, el hombre es como Satanás, quien está atrozmente atado a su amor propio—a la más horrible de todas las prisiones.

Esto deja a Dios sin el trono, sin la casa, sin el reposo que Él necesita y desea.

Dios ama al mundo—a la gente del mundo, no al espíritu del Anticristo que está en el mundo. Pero no hay manera de que Dios pueda vivir entre las naciones que Él ha creado.

Dios vino a la tierra en Jesucristo. Pero la gente lo arremedó, lo golpeó y, finalmente, lo crucificó.

Si el día de hoy Dios viniera a vivir entre la gente, sucedería lo mismo. La gente religiosa nunca creería que Él realmente es quien dice ser.

Así que Dios tiene un plan. El plan de Dios comenzó con Adán y Eva, los ancestros de la raza humana. Los descendientes de Adán y Eva le han dado a Dios numerosas personas a quien amar. Luego, Dios llamó a Abraham, puso a prueba su obediencia, y luego le prometió a Abraham que por medio de su Semilla todas las naciones de la tierra serían bendecidas.

Dios escogió a Abraham para ser el padre de todos los que creen en Cristo. La palabra iglesia se acerca lo suficiente a significar “ser llamado” o “ser elegido” que nosotros consideraremos los términos como sinónimos. En otras palabras, la Iglesia Cristiana (los llamados que están ungidos con el Espíritu Santo) comenzó con Abraham, continuó por medio de los hijos de Jacob, y luego a través de quienes recibieron al Señor Cristo Jesús. Todos son una sola Iglesia, un solo elegido de Dios, desde la época de Abraham, el elegido de Dios.

Ahora bien, ¿por qué han sido llamados a salir del mundo los miembros de la Iglesia? Esta pregunta requiere de mucha meditación por parte de las personas Evangélicas.

Hoy en día asumimos que todo el que es miembro de la Iglesia Cristiana es salvo e irá al Cielo y que todas las demás personas sobre la tierra serán condenadas al Lago de Fuego.

Quizá para nuestra sorpresa, lo cierto es que sólo los malvados serán asignados al Lago de Fuego ya sea o no que ellos se consideren Cristianos. Dios no tiene la intención de poner a la gran mayoría de las personas que Él ha creado, la mayoría de las cuales nunca ha oído hablar de Moisés ni de Jesucristo, al Lago de Fuego para ser atormentadas por toda la eternidad.

Nosotros los Evangélicos hemos asignado, aparentemente, a la mayoría de la población de la tierra al Lago de Fuego. Pero estamos errados en esto.

Cuando Dios llamó a la nación de Israel para que saliera de Egipto para ser un sacerdocio real a Sí mismo, la intención no era que todas las demás naciones de la tierra fueran arrojadas al Lago de Fuego. Sino que los Judíos debían ser los custodios de la Ley de Moisés, la revelación de la Persona y los caminos de Dios, para todas las personas sobre la tierra.

De la misma manera, Dios ha llamado a los Cristianos, tanto Judíos como Gentiles, hacia Sí mismo para ser una nación santa, un real sacerdocio. La intención no es que todas las demás personas sobre la tierra sean echadas al Lago de Fuego. Sino que los Cristianos deben ser los custodios del Evangelio de Jesucristo—la manera en que la gente puede recibir el perdón de sus pecados.

Cuando usamos el término “Iglesia” es este escrito, es importante no pensar sólo en Cristianos sino en todos los elegidos de Dios, comenzando con Abraham. Ya que este es el verdadero significado de la Iglesia.

Este mismo Moisés estuvo en la asamblea [iglesia] en el desierto, con el ángel que le habló en el monte Sinaí, y con nuestros antepasados. Fue también él quien recibió palabras de vida para comunicárnoslas a nosotros. (Hechos 7:38—NVI)

Ahora bien, ¿por qué llamó Dios a la Iglesia de entre los rangos de la humanidad?

Recuerda, ninguna persona puede llegar a Cristo a excepción de que el Padre lo atraiga. El Señor Jesús nos dijo que nosotros no lo hemos escogido a Él sino que Él nos ha escogido a nosotros y nos ha dado la orden de sacerdocio para que podamos dar fruto. Ya que sólo una pequeña fracción de la población de la tierra es llamada así por el Señor, sería enormemente injusto que Dios mandara al Lago de Fuego a todos aquellos a quienes Él no hubiera llamado. ¡Esto no tendría sentido!

El fruto que debemos mostrar es la imagen moral de Cristo Jesús, que es el pacto nuevo o la Ley de Moisés. Tanto la Ley de Moisés como la imagen moral de Cristo Jesús (como es revelada en Cristo mismo así como en el Cristiano en quien Cristo está morando) deben servir a toda la humanidad como representaciones de la Persona y los caminos de Dios en el Cielo.

La Iglesia es el Reino de Dios, el Reino que gobernará el mundo nuevo de justicia. Sobre esa tierra nueva morarán las “naciones de ovejas”; esto es, quienes hayan ayudado a los testigos de Dios durante todas las épocas; y luego, todos los demás a quienes Dios considere dignos de la vida eterna.

De hecho, el Reino de Dios, la Iglesia, está siendo creada para satisfacer las necesidades de las naciones. El Reino está siendo preparado para ellos.

Entonces dirá el Rey a los que estén a su derecha: “Vengan ustedes, a quienes mi Padre ha bendecido; reciban su herencia, el reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. (Mateo 25:34—NVI)

“El reino preparado para ustedes”, esto es, para las naciones salvas.

Las “naciones de ovejas” no son la Iglesia. Las naciones de ovejas son aquellas que fueron amables con les testigos de Dios, con los hermanos de Cristo, durante todas las épocas de la historia.

Dios necesita y desea vivir entre Sus criatura. Él necesita y desea bendecirlos, guiarlos, sanarlos y amarlos. Por esto, Dios a llamado a la Iglesia para que salga de entre las naciones de la tierra para servir como una gran casa en la que Él pueda vivir y encontrar reposo.

La casa eterna de Dios es la nueva Jerusalén. El trono de Dios se encontrará en la nueva Jerusalén, que es la Iglesia glorificada. Todas las naciones salvas de la tierra caminarán a la luz moral que dé la ciudad santa. De esta manera, las necesidades y los deseos de Dios serán cumplidos.

En los últimos días, el monte de la casa del SEÑOR será establecido como el más alto de los montes; se alzará por encima de las colinas, y hacia él confluirán todas las naciones. Muchos pueblos vendrán y dirán: “¡Vengan, subamos al monte del SEÑOR, a la casa del Dios de Jacob!, para que nos enseñe sus caminos y andemos por sus sendas. Porque de Sión saldrá la enseñanza, de Jerusalén la palabra del SEÑOR.” (Isaías 2:2,3—NVI)
Las naciones caminarán a la luz de la ciudad, y los reyes de la tierra le entregarán sus espléndidas riquezas. (Apocalipsis 21:24—NVI)

El templo del Señor, Su tabernáculo eterno, es el Señor Cristo Jesús y el Cuerpo de Cristo. No existe ninguna otra casa de Dios.

Cuando Jesucristo establezca Su Reino sobre la tierra, el cuartel general estará en Jerusalén. Desde Jerusalén, el Señor y Sus santos gobernarán el mundo.

Todas las naciones de la tierra subirán a Jerusalén para adorar al Rey. En ese momento, Dios se manifestará en Cristo quien se manifestará en Sus santos. Por medio de los santos es como Dios, a través Cristo, vivirá entre las naciones.

El día en que venga para ser glorificado por medio de sus santos y admirado por todos los que hayan creído, entre los cuales están ustedes porque creyeron el testimonio que les dimos. (2 Tesalonicenses 1:10—NVI)

Las naciones subirán voluntariamente a Jerusalén porque Satanás y sus ángeles ya no estarán presentes sobre la tierra y los demonios habrán sido echados de la tierra por Cristo y Sus santos. La atmósfera espiritual de la tierra será gobernada por los santos quienes estarán gobernando desde los tronos en el aire.

Por medio de la Iglesia, Dios le enseñará a las naciones Sus caminos justos. Ellas andarán gozosas por esos caminos. La ley moral de Dios saldrá desde Sión y el asesoramiento de Jesús desde Jerusalén.

Esta es la luz moral que saldrá desde la nueva Jerusalén.

Como respuesta, los reyes de la tierra llevarán su gloria a Jerusalén.

Aquí está el diseño del mundo nuevo de justicia que vendrá.

Para que este maravilloso mundo nuevo llegue a existir, cada uno de los elegidos de Dios debe llegar a la unidad de la fe, al conocimiento del Hijo de Dios, a la madurez según la plenitud de la estatura de Cristo.

Nosotros debemos estar totalmente liberados del veneno de la confianza en el mundo.

Nosotros debemos estar totalmente liberados de las pasiones sucias de nuestra carne.

Nosotros debemos estar totalmente liberados del veneno de la voluntad propia y del egocentrismo.

Cristo debe estar formado en cada miembro de la Iglesia, que es Su Cuerpo.

Cada miembro de la Iglesia debe entrar en unión y reposo con la Persona de Dios mediante el Señor Cristo Jesús.

Sólo entonces será posible que Dios more entre las naciones que Él ha creado.

Observa lo siguiente:

Para que todos sean uno. Padre, así como tú estás en mí y yo en ti, permite que ellos también estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. (Juan 17:21—NVI)

“Para que el mundo crea.”

Yo creo que toda persona Evangélica desea que el mundo crea que Dios ha enviado a Jesucristo para que sea el Salvador y Señor de los hombres. Lo que no siempre está muy claro para nosotros es que el mundo no va a creer hasta que todos los elegidos sean uno en Cristo y en Dios. Siendo este el caso, nuestra primera obligación a Dios y al mundo es buscar el crecimiento en Cristo que nos llevará a esta anhelada Unidad. ¿Puedes comprender ahora el motivo para esto?

La necesidad y el deseo de Dios es que se le construya a Él una casa en la que pueda encontrar reposo y desde la cual pueda vivir entre Sus criaturas.

El Tabernáculo de la Congregación que se construyó mientras los Judíos estaban en el desierto consistió de una gran tienda de campaña en forma de granero rodeada por una cerca de lino fino blanco. La tienda es una representación de la Iglesia, el Reino de Dios. El atrio, el área encerrado por la cerca de lino fino, representa a las naciones salvas de la tierra, según comprendo yo el simbolismo. Afuera de la cerca están las tinieblas de afuera.

Ahora bien, ¿por qué ordenó Dios que se construyeran el Tabernáculo, sus siete piezas de mobiliario y el atrio?

Después me harán un santuario, para que yo habite entre ustedes. (Éxodo 25:8—NVI)

El propósito del Tabernáculo era cumplir las necesidades y los deseos de Dios.

A mi juicio, la primera vez que se menciona en la Biblia el deseo de Dios de tener un lugar donde morar es la siguiente:

Tú los harás entrar, y los plantarás, en el monte que te pertenece; en el lugar donde tú, SEÑOR, habitas; en el santuario que tú, Señor, te hiciste. (Éxodo 15:17—NVI)

El santuario del Señor, el lugar que el Señor hizo para que Él habitara, es el Cuerpo de Cristo. La razón por la que el Cuerpo de Cristo debe conformarse a la plena estatura de Cristo es para que pueda servir como el tabernáculo eterno de Dios, como la ciudad que gobernará a las naciones salvas por toda la eternidad.

Montañas de Basán, montañas imponentes; montañas de Basán, montañas escarpadas; ¿Por qué, montañas escarpadas, miran con envidia al monte donde a Dios le place residir, donde el Señor habitará por siempre? Los carros de guerra de Dios se cuentan por millares; del Sinaí vino en ellos el Señor para entrar en su santuario. Cuando tú, Dios y SEÑOR, ascendiste a las alturas, te llevaste contigo a los cautivos; tomaste tributo de los hombres, aun de los rebeldes, para establecer tu morada. (Salmo 68:15-18 NVI)

Las “montañas de Basán” representan el espíritu de religiosidad, esto es, el intento de la naturaleza de Adán por hacer las obras de Dios.

La montaña donde Dios ha escogido reinar es el Monte Sión, el Cuerpo de Cristo, la Iglesia del Primogénito.

Los carros de guerra de Dios son personas que han elegido perder sus vidas en Cristo y en Dios para que Dios pueda tener un vehículo por medio del cual Él pueda moverse.

Del Sinaí vino en ellos el Señor para entrar en Su santuario, quiere decir que debemos obedecer los mandamientos de Cristo (Sinaí espiritual) si anhelamos convertirnos en la morada de Dios.

Muchos creen que cuando Cristo ascendió a las alturas, al Cielo, que Él se llevó Consigo a los muertos justos que, antes de la ascensión de Cristo, habían estado reposando en los reinos espirituales bajo la superficie de la tierra. Cristo “se llevó consigo a los cautivos”.

El Salmo 68:15 (antes mencionado) es usado por el Apóstol Pablo, en el Capítulo Cuatro de Efesios, cuando habla de los ministerios y dones del Espíritu.

Pablo dice que los “dones” mencionados en el Salmo 68 son los apóstoles, los profetas, los evangelistas, los pastores y maestros de la Iglesia Cristiana.

Pablo menciona que el propósito de estos dones es para capacitar a cada miembro de la Iglesia para la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a una humanidad perfecta que se conforme a la plena estatura de Cristo.

Pero ¿cuál es la razón para que todos los miembros del Cuerpo de Cristo alcancen un nivel de madurez tan alto?

La razón se encuentra en el Salmo 68 donde dice: “para establecer tu morada”.

Por esto podemos comprender que la Iglesia Cristiana es la respuesta a la necesidad y al deseo de Dios de tener una casa y un lugar de reposo.

Ezequiel nos habla sobre el descenso de la casa eterna de Dios que se encontrará por toda la eternidad sobre la tierra nueva.

El perímetro urbano será de nueve mil metros. Y desde aquel día el nombre de la ciudad será: AQUI HABITA EL SEÑOR. (Ezequiel 48:35—NVI)

La nueva Jerusalén, la ciudad santa, es la morada eterna de Dios. Donde ésta se encuentre, ahí se encuentra Dios.

Quizá sea cierto que la nueva Jerusalén sea una ciudad viviente, teniendo no sólo una locación específica sino también la capacidad de poder estar en cualquier lugar que elija estar en la forma de sus miembros. Quizá esta sea la razón por la que los tres nombres están escritos sobre los santos victoriosos y por la que son considerados como columnas en el Templo de Dios.

Al que salga vencedor lo haré columna del templo de mi Dios, y ya no saldrá jamás de allí. Sobre él grabaré el nombre de mi Dios y el nombre de la nueva Jerusalén, ciudad de mi Dios, la que baja del cielo de parte de mi Dios; y también grabaré sobre él mi nombre nuevo. (Apocalipsis 3:12—NVI)

Compara:

Sus descendientes serán conocidos entre las naciones, y sus vástagos, entre los pueblos. Quienes los vean, reconocerán que ellos son descendencia bendecida del SEÑOR. (Isaías 61:9—NVI)

Por esto entendemos que nosotros los Cristianos seremos realmente un real sacerdocio, gobernando y bendiciendo a las naciones salvas de la tierra.

En cuanto a la nueva Jerusalén, a la Iglesia glorificada:

No vi ningún templo en la ciudad, porque el Señor Dios Todopoderoso y el Cordero son su templo. (Apocalipsis 21:22—NVI)

No habrá ningún templo, ninguna construcción de una iglesia, en la ciudad santa. Esto es porque Dios en Cristo estará morando en reposo tranquilo en los corazones de Sus santos.

Todos los elegidos conocerán al Señor, desde el que sea considerado menor hasta el considerado mayor. Ellos podrán ver Su rostro. Ya no existirá una pared ni un velo entre ellos y Dios. Aquello que es perfecto habrá llegado a la tierra. El trono habrá sido unido al estrado de los pies.

La ciudad no necesita ni sol ni luna que la alumbren, porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera. (Apocalipsis 21:23—NVI)

Esta es la misma luz que brilló durante los primeros tres días de la creación antes de que Dios creara el sol, la luna y las estrellas en el firmamento del cielo para que gobernaran el día y la noche.

Jesucristo es la Luz del mundo. Cuando Cristo esté morando en nosotros, entonces nosotros también seremos la luz del mundo. Cuando la gente vea las obras justas que proceden de Cristo Quien estará en nosotros, entonces ellos glorificarán a Dios.

Las naciones caminarán a la luz de la ciudad, y los reyes de la tierra le entregarán sus espléndidas riquezas. (Apocalipsis 21:24—NVI)

Hasta que comprendamos que habrá personas sobre la tierra que serán salvas pero que no serán parte de los elegidos de Dios, de Su Iglesia, no comprenderemos el Reino de Dios.

La Iglesia la forman Dios y Su cuerpo, el Cordero y Su Esposa. Las naciones salvas de la tierra son su herencia. La Iglesia servirá a las naciones salvas como la revelación de la Persona, la voluntad y los caminos de Dios. Las naciones salvas servirán a la Iglesia llevándole sus riquezas y esplendor.

Verás esto y te pondrás radiante de alegría; vibrará tu corazón y se henchirá de gozo; porque te traerán los tesoros del mar, y te llegarán las riquezas de las naciones. (Isaías 60:5—NVI)
Tus puertas estarán siempre abiertas, ni de día ni de noche se cerrarán; a ti serán traídas las riquezas de las naciones; ante ti desfilarán sus derrotados reyes. (Isaías (60:11—NVI)

Hasta este momento en la historia, la mayoría de los Cristianos ha considerado su herencia eterna una casa en el Paraíso espiritual. La verdad es que nuestra herencia es primero Dios y luego las personas. ¡Es mejor heredar una persona que diez mil cielos! Supongo que esto se comprende sólo por revelación.

Sus puertas estarán abiertas todo el día, pues allí no habrá noche. Y llevarán a ella todas las riquezas y el honor de las naciones. (Apocalipsis 21:25,26—NVI)

El hecho de que nunca habrá noche en la nueva Jerusalén nos dice que dormir ya no será necesario. ¡Piénsalo! Los santos estarán tan llenos de la plenitud de Dios que en todo momento estarán viviendo en poder y vida plena. No tendrán la necesidad de dormir para volver a llenar sus células de energía. Ellos estarán gloriosamente vivos por toda la eternidad.

Nuevamente se menciona que se le llevará a ella la gloria y el honor de las naciones. Cuando el Espíritu Santo repite un pensamiento, como lo hace aquí, Él se está asegurando de llamar nuestra atención a ese pensamiento. Nuestra herencia no sólo es la gloriosa ciudad sino también las naciones.

¿Qué es lo que las naciones pueden traernos? Ciertamente no necesitaremos cosas de valor material. Qué más pueden ser sus riquezas y su honor sino ellas mismas y sus familias. Estas son las riquezas que ellas traerán.

Una día cuando estaba ministrando en Islandia, el Señor me reveló Su amor por la gente. Después de esa experiencia, me di cuenta de que el amor es la motivación de Dios para todo lo que Él hace. También me di cuenta de que las personas mismas son la única herencia de valor real.

Alza los ojos, mira a tu alrededor: todos se reúnen y acuden a ti. Tus hijos llegan desde lejos; a tus hijas las traen en brazos. (Isaías 60:4—NVI)

Yo sé que la descripción de la nueva Jerusalén habla sobre piedras preciosas y perlas, pero tras reflexionar, nos damos cuenta de que tenemos muy poca necesidad de estos. ¡Estaremos morando en la plenitud de la Presencia y Gloria de Dios Todopoderoso! ¿Qué necesidad tendríamos de oro y piedras preciosas?

Quizá Dios haya incluido el oro, las perlas y las piedras preciosas en Su descripción porque la riqueza material es todo lo que nosotros podemos comprender en este momento. Dudo sinceramente que la riqueza material tendrá algún papel de importancia en el cielo nuevo y en la tierra nueva reinados por Cristo Jesús.

Pero las personas en sí siempre tienen un valor infinito. Varias toneladas de los diamantes y de las perlas mas valiosas nunca se acercarán en valor al de un ser humano.

Comprenderemos esto mejor cuando estemos al borde de la muerte y comparemos el valor de nuestra familia con el de una mansión en el reino espiritual, aunque tuviera un jardín lleno de rubíes.

Nunca entrará en ella nada impuro, ni los idólatras ni los farsantes, sino sólo aquellos que tienen su nombre escrito en el libro de la vida, el libro del Cordero. (Apocalipsis 21:27—NVI)

La razón por la que se enfatiza la muralla alrededor de la ciudad es porque el pecado ya no será permitido en la Presencia de Dios. Si hubiera existido una muralla alrededor del Jardín del Edén, la serpiente no hubiera podido entrar.

Dios pudo haber evitado que la serpiente entrara al Edén, pero Dios permitió que Su nueva creación fuera infectada con el veneno del pecado para que en la plenitud del tiempo Él pudiera proporcionar el Antídoto, Cristo Jesús. Al hacerlo, Dios ha creado en Sus hijos una resistencia al pecado.

Hoy en día, nosotros tenemos una idea falsa del pecado en relación con el Cielo. Creemos que una vez que estemos en el Cielo ya no podremos pecar. La verdad es que el pecado comenzó en el Cielo alrededor del mismísimo Trono de Dios.

Siempre, por toda la eternidad, será posible que nosotros pequemos. Dios nunca nos quitará nuestra voluntad propia de tal manera que seamos como títeres. La razón por la que no pecaremos es porque por medio de Jesucristo habremos logrado la victoria sobre el pecado en el mundo actual. Dios sabe que si podemos lograr la victoria sobre el pecado ahora, en la cloaca en la que actualmente estamos tratando de vivir, entonces, cuando ya no estemos bajo las presiones de Satanás y del mundo, y que estemos morando en Cristo, escogeremos vivir en los caminos justos y santos del Señor, siendo siempre estrictamente obedientes al Padre.

Recuerda que durante cuarenta años el SEÑOR tu Dios te llevó por todo el camino del desierto, y te humilló y te puso a prueba para conocer lo que había en tu corazón y ver si cumplirías o no sus mandamientos. (Deuteronomio 8:2—NVI)

Nada impuro atravesará las puertas para llegar a la ciudad, ni los idólatras ni los farsantes.

Nuestra interpretación actual de la gracia Divina tiene sus fallas. Estamos dando la impresión de que personas que todavía sean impuras, que todavía hagan abominaciones y que mientan, serán parte de la nueva Jerusalén o que podrán entrar por las puertas hasta la ciudad.

Esto no tiene nada de verdad. La Biblia quiere decir exactamente lo que dice. Los Cristianos que están confiando en que la gracia de Dios evita ver sus impurezas, su idolatría, sus falsedades, porque la justicia de Cristo les ha sido imputada y por tal motivo se les dejará entrar a la ciudad, han creído en una mentira.

  • No existirá nadie impuro en la nueva Jerusalén.
  • No existirá nadie idólatra en la nueva Jerusalén.
  • No existirá nadie farsante en la nueva Jerusalén.

Este tipo de personas nunca será parte de la ciudad ni se le permitirá entrar a la ciudad durante la eternidad.

Aquí yace el gran error Evangélico—la creencia de que “aceptar a Cristo” cancela las advertencias del Nuevo Testamento.

Hoy en día nos encontramos en una reformación del pensamiento Cristiano. La primera área que debe ser reformada es la de la definición de la gracia como una sustitución que Dios ha hecho en cuanto al comportamiento justo y recto. Esta no es la definición bíblica de la gracia. Mientras que la gracia incluye el perdón de nuestros pecados, su propósito principal bajo el pacto nuevo es lograr que nosotros alcancemos la victoria sobre la impureza, la idolatría y la mentira.

La sangre de Cristo no nos cubre para que Dios no pueda ver nuestros pecados; esta no es la manera en que funciona la expiación. Si seguimos viviendo a la luz de la voluntad de Dios, confesando nuestros pecados nuestros pecados serán perdonados mediante la sangre de la cruz. Pero el concepto de que la sangre esconde nuestro comportamiento de los ojos de Dios no está en la Biblia. Dios siempre está instantáneamente consiente de lo que estamos haciendo. Quizá hayas notado esto durante tus días como Cristiano.

Cristo nos recibe tal y como somos cuando somos salvos por primera vez. Somos perdonados en ese mismo momento. Inmediatamente, el Señor se pone a trabajar para purificarnos de nuestra naturaleza pecaminosa, esto es, si estamos siguiendo al Espíritu de Dios.

La idea contemporánea de que Cristo vino para ocultar de Su vista a los creyentes Gentiles para que puedan entrar a la nueva Jerusalén por la justicia imputada es totalmente falsa. No se podría idear una distorsión peor o más destructiva de la santa Palabra de Dios.

Nosotros los Evangélicos estamos errados con respecto a cómo opera el pacto nuevo, y como consecuencia, nuestra nación, los Estados Unidos de Norteamérica, está siendo destruida desde adentro por la corrupción moral. Cuando ninguna luz moral está saliendo de las iglesias Cristianas, ¡la nación no tiene ninguna luz moral que seguir! A la velocidad que estamos avanzando pronto seremos una de las menores naciones de la tierra—esto es, ¡si sobrevivimos!

El Señor Jesús está llegando a Su pueblo hoy en día para avanzarnos de Pentecostés al cumplimiento espiritual de la fiesta de los Tabernáculos, al lugar donde el Padre y el Hijo están morando en nosotros por medio del Espíritu Santo. Dios nos está preparando para que Él pueda mudarse a Su hogar eterno.

Entre la fiesta de Pentecostés y la fiesta de Tabernáculos, como se resume en el Antiguo Testamento, está el Día del Perdón, o el Día de Reconciliación. El cumplimiento espiritual del Día del Perdón requiere que cooperemos con el Espíritu Santo conforme quita de nosotros la mundanería, la lujuria de nuestra carne y nuestra voluntad propia.

Mucho sufrimiento y mucha gloria se requieren si queremos estar preparados para la venida del Padre y del Hijo a nosotros en esta medida nueva y más completa. La experiencia de la plenitud de Dios está disponible a cualquier Cristiano que busque a Dios con todo su corazón, dispuesto a hacer lo que Dios requiera.

¡La hora de buscar a Dios es ahora! La era de horrores morales está por llegar. La cizaña de maldad está llegando a la madurez. Muchos de nosotros no podremos permanecer de pie bajo las presiones oscuras que se aproximan a excepción de que podamos obtener más de Cristo, más de Dios, de lo que hemos conocido.

Dios está listo para ayudarnos, pero debemos mostrarle a Dios nuestra seriedad en el asunto.

Es hora de que dejemos de pensar sobre cómo vamos a usar la gracia de Dios para que tengamos prosperidad y éxito en el mundo actual. Es hora de buscar a Dios hasta que descubramos cuáles son las necesidades y los deseos de Él.

Dios necesita una casa, una morada, para que pueda morar entre las naciones que Él ha creado. Esas mismas naciones se están destruyendo hoy porque no conocen al Señor ni Sus caminos de paz y gozo. El plan de Dios es usarnos para ser los carros de guerra que Dios pueda montar para llevar el conocimiento de Su Persona y de Sus caminos a la gente de la tierra, a quien Dios ama cariñosamente.

Todo lo que se requiere para implementar el plan de Dios es nuestro deseo de olvidarnos de nuestras ambiciones personales y cederle nuestras vidas a Dios para que Él las use según Su voluntad.

Sólo tenemos esta única oportunidad en toda la eternidad para satisfacer las necesidades de nuestro gran Dios. ¿Vamos a satisfacer las necesidades y los deseos de Dios y los de las personas de las naciones? O ¿vamos a preocuparnos por nuestras propias necesidades y deseos, nuestros propios planes, nuestro propio cielo y tierra que planeamos crear para nuestra propia satisfacción?

Dios me ha ayudado a tomar la decisión correcta. Él también te ayudará a ti si esto es lo que deseas más que cualquier otra cosa.

(“¡Dios Tiene Necesidades Y Deseos!”, 4108-1)

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