ROMANOS 10:9,10

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Texto bíblico tomado de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional. ©1999 por la Sociedad Bíblica Internacional

Traducido por Carmen E. Álvarez


Romanos 10:9,10 es usado comúnmente para probar que una vez que hemos confesado con nuestra boca que Jesús es Señor, y que creemos en nuestro corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, entonces iremos al Cielo. En ese momento se nos da nuestro boleto al Cielo. Cómo nos comportemos después es importante pero no de suma importancia.


ROMANOS 10:9,10

Que si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor, y crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para ser justificado, pero con la boca se confiesa para ser salvo. (Romanos 10:9,10—NVI)

El pasaje anterior, separado de su contexto, nos da una simple fórmula para la salvación. Confesamos que Jesús es el Señor; creemos que Dios lo levantó de entre los muertos; y somos salvos. Luego definimos ser “salvo” como “ir al Cielo al morir”. Podríamos concluir que sin importar cómo nos comportemos después de tomar éste paso de confesión y creencia iremos al Cielo cuando fallezcamos.

El problema con esto es que estos dos versículos no tenían la intención de ser una fórmula para la salvación; más bien son parte de una epístola titulada “Carta a los Romanos”. Según todas las leyes de interpretación bíblica, debemos interpretar un pasaje según todo el contexto. Debemos intentar comprender el sentido que le dio el autor.

Dados los comentarios de Pablo en los Capítulos Seis al Ocho, uno nunca podría estar satisfecho con la interpretación de Romanos 10:9,10 como que todo lo que hay que hacer para ser salvos es confesar que Jesús es Señor y creer que Dios lo levantó de entre los muertos. Uno tiene que considerar los versículos anteriores si quiere comprender el sentido de estos dos versículos.

Antes de que examinemos las declaraciones en los versículos que preceden a Romanos 10:9,10 expliquemos lo que queremos dar a entender cuando decimos que los capítulos anteriores en Romanos evitan el uso actual de estos dos versículos como un boleto para ir al Cielo.

Considera lo siguiente:

Porque si ustedes viven conforme a ella [la naturaleza pecaminosa], morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. (Romanos 8:13NVI)

Si nosotros, como Cristianos, obedecemos las pasiones de nuestra naturaleza pecaminosa, moriremos espiritualmente. Perderemos la vida de resurrección mencionada en Romanos 8:11. Ahora bien, aquí está la pregunta. Digamos que una persona confiesa con su boca que Jesús es Señor, y que cree en su corazón que Dios Lo levantó de entre los muertos. Luego el individuo continúa siguiendo las compulsiones de su naturaleza pecaminosa. ¿Morirá espiritualmente o no?

Debido a que la enseñanza actual insiste en que no morirá espiritualmente porque Romanos 10:9,10 dice que será salvo, las iglesias Cristianas de hoy en día están en una condición moral deplorable.

Ahora bien, piensa por un momento. Si Romanos 10:9,10 es inspirado por Dios, ¿por qué no sería también inspirado por Dios Romanos 8:13, dos capítulos anteriores?

¿Acaso son contradictorios? Claro que no. Romanos 8:13 es absolutamente verdadero; también lo es Romanos 10:9,10. ¿Acaso uno sustituye al otro? ¡Para nada!

Podríamos pensar en Romanos 10:9,10 como la entrada al camino de la salvación. La única entrada al plan Divino de la redención es la confesión de Jesús como Señor y la creencia de que Dios Lo ha levantado de entre los muertos. Debido a que Dios levantó a Jesús de entre los muertos estamos seguros de que Jesús puede salvarnos.

Ahora ya hemos pasado por la puerta correcta, la puerta que da a la salvación. Lo que sigue después de esto es lo que presenta un problema.

Al usar Romanos 10:9,10 como un boleto al Cielo, estamos diciendo que la entrada a la salvación es el programa completo de la redención. Y no lo es. Es sólo la entrada. En la mayoría del Nuevo Testamento está escrito lo que debemos hacer después de pasar por la entrada.

Uno pensaría que esto es obvio. ¡No es nada obvio! La mayoría de la gente Cristiana, según lo que puedo notar, no está conciente de que lo que hace después de su confesión inicial tiene mucho significado. Permíteme decir que a pesar de lo importante que es el paso inicial, si los pasos siguientes no son tomados, el paso inicial no sirvió de nada. Habremos muerto en el desierto, por así decirlo.

En esta época estamos poniendo demasiado énfasis en el paso inicial de la salvación. En el movimiento Pentecostés decimos que el siguiente paso después de la salvación es el bautismo con el Espíritu Santo. En realidad, el bautismo con el Espíritu Santo es parte de la salvación inicial. Debemos creer, arrepentirnos, ser bautizados en agua, recibir el Espíritu Santo y hablar en lenguas, ser sanados si necesitamos serlo, y seguir nuestro camino regocijándonos de que hemos tomado el paso inicial de la salvación.

Pero la salvación a la que acabamos de entrar debe ser llevada a cabo pacientemente y en el temor del Señor.

¿Hemos sido salvos hasta este momento? Sí, y no. En realidad, no somos salvos hasta que nos hayamos mantenido firmes hasta el final. “Pero el que se mantenga firme hasta el fin será salvo.” ¿No es esto lo que Jesús, quien es Dios en forma corporal, nos informó? Sin embargo, algunos están poniendo en duda la declaración hecha por el Señor Jesús, diciendo que no tenemos que mantenernos firmes hasta el fin porque somos salvos por una gracia soberana. De esta manera ¡han hecho de Dios un mentiroso! Perdón por ser tan franco, pero es hora de regresar a la Biblia y de creer lo que ésta dice. ¿Estás de acuerdo?

En cuanto a mi, yo temblaría si estuviera en desacuerdo con lo que dice Jesús. ¿Y tú?

Como he escrito tantas veces en el pasado, el problema está en nuestra definición de la salvación. La salvación tiene muy poco que ver con ir al Cielo. La salvación no es un cambio de dónde estamos sino un cambio de quienes somos. La salvación nos mueve de Satanás a Dios, no de la tierra al Cielo.

Todos nosotros estamos en algún punto sobre una línea continua de la salvación. Quizá la mayoría de nosotros no esté totalmente en Satanás ni totalmente en Dios. Cada día, si estamos obedeciendo al Espíritu Santo, nos estamos moviendo de Satanás hacia Dios.

Romanos 10:9,10 es la entrada a esa línea continua.

¿Puedo ser salvo ayer o mañana? En realidad no. La salvación es hoy. En este momento o estás avanzando en el programa de la salvación, o los poderes de las tinieblas te están haciendo retroceder hacia Satanás. Las presiones espirituales que existen en esta época no permiten que nos mantengamos simplemente quietos.

Recuerda, Ezequiel nos dijo que si un justo se desvía de su buena conducta y hace lo malo, no se recordará ninguna de sus obras justas. Y a la inversa, si un malvado comienza a practicar la rectitud y la justicia, su maldad no será recordada.

¿Sabes lo que significa lo anterior? Significa que la salvación opera sólo en el presente. Lo que estás haciendo ahora es lo que les interesa a Dios y a Satanás.

Yo sé que la filosofía no bíblica de la Dispensa mantiene que lo que está en el Antiguo Testamento no se aplica a los Cristianos. ¡Pero sí se aplica! Las palabras de los Profetas siguen siendo la verdad. Siguen siendo las Palabras de Dios. Seguirán siendo verdad cuando el mundo y el cielo actual huyan de la faz de Jesucristo. Esto es lo que Jesús dijo, y Él es el Verbo de Dios, ¿no es así?

Así que no hay tal cosa como un boleto para ir al Cielo. No existe. Lo que existe es un programa de redención que nos salva de las ataduras de Satanás y nos lleva a la imagen de Cristo y al descanso tranquilo en el Centro de la Persona de Dios y de Su voluntad. ¡Qué increíble maravilla!

Cuando le decimos a la gente que Romanos 10:9,10 es todo lo que hay referente al plan de salvación estamos haciéndoles un increíble mal. Los estamos condenando a que permanezcan bebés por la eternidad.

Ahora veamos si podemos adentrarnos a la mente del Apóstol conforme escribió Romanos 10:9,10.

Hermanos, el deseo de mi corazón, y mi oración a Dios por los israelitas, es que lleguen a ser salvos. (Romanos 10:1NVI)

Podemos ver inmediatamente que Pablo estaba preocupado por la salvación de los Judíos. Tanto en Romanos como en Gálatas observamos que Pablo estaba intentando convencer al pueblo Judío de que ya no estaban bajo la Ley de Moisés. Éste énfasis, éste argumento, revela el significado de Romanos 10:9,10.

Puedo declarar en favor de ellos que muestran celo por Dios, pero su celo no se basa en el conocimiento. (Romanos 10:2NVI)

Pablo estaba tratando de llevar conocimiento a un pueblo celoso, un pueblo que estaba buscando honrar a Moisés y a la ley. Este pueblo deseaba obtener justicia observando la Ley de Moisés y sus tradiciones. Recuerda, esto es lo que Pablo tenía en mente cuando escribió Romanos 10:9,10. Quitar estos dos versículos de su contexto y aplicarlos a los Gentiles que están buscando un boleto para residir eternamente en el Cielo es bastante inapropiado.

No conociendo la justicia que proviene de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se sometieron a la justicia de Dios. (Romanos 10:3NVI)

Estaríamos en una posición mucho mejor para entender al Apóstol Pablo si a nosotros se nos hubiera enseñado desde la niñez que Dios quiere que obedezcamos todos los estatutos de la Ley de Moisés; que la justicia se obtiene por medio de la Ley. Esta convicción estaba arraigada en los Romanos que estaban leyendo esta carta de Pablo. Trata de pensar como ellos.

El punto para ellos era, ¿podemos obtener justicia si dejamos de aferrarnos a Moisés? ¿Nos atreveríamos a creer que Dios nos considerará justos si no estamos obedeciendo la Ley? ¿Existe realmente otra fuente de justicia que hemos desconocido, mientras desesperadamente nos proponemos obedecer todos los aspectos de la Ley?

De hecho, Cristo es el fin de la ley, para que todo el que cree reciba la justicia. (Romanos 10:4NVI)

Yo no creo que la intención aquí haya sido sólo que la fe en Cristo tomará el lugar de la Ley, aunque es verdad. La Carta a los Hebreos también nos dice que el pacto antiguo está por desaparecer.

Más bien yo creo que Cristo es el cumplimiento de la Ley. Toda la Ley se cumple en Cristo así que cuando seguimos al Espíritu de Dios recibimos la justicia que hubiera sido nuestra si hubiéramos obedecido la Ley a la perfección.

Así que no tiene que ver con que la Ley sea imperfecta; más bien es verdad que no podemos recibir la justicia de la Ley si no es por medio de Cristo. Y, puedo agregar, no solamente por creer en Cristo o por identificarte con Cristo sino recibiendo en nosotros a Cristo para que Él se vuelva nuestra Vida y dirija nuestro comportamiento.

Pablo nos dijo que la Ley es como un esclavo que nos lleva a la escuela donde Jesús nos enseña. Así que la Ley es buena, pero podemos obedecerla sólo por medio de Cristo Jesús.

Así describe Moisés la justicia que se basa en la ley: “Quien practique estas cosas vivirá por ellas.” (Romanos 10:5NVI)

La Ley nos da mandamientos que podemos obedecer y por medio de ella obtener justicia. Pero la Ley no cumplió los deseos de Dios de lograr un pueblo justo, ya que nuestra naturaleza pecaminosa hace que desobedezcamos la Ley—aunque deseemos obedecerla en su totalidad.

Sin embargo, yo creo que es importante observar que el capítulo once de la Carta a los Hebreos, que es un registro de gente que vivió bajo el pacto anterior, es nuestra mejor definición de: “el justo vivirá por su fe”. Nadie ha podido complacer a Dios sin tener fe. Existieron épocas, según se describen en el Antiguo Testamento, en las que Dios no aceptó las ofrendas de los israelitas porque no fueron presentadas con fe, sino en un ritual muerto.

Pero la justicia que se basa en la fe afirma: “No digas en tu corazón: ‘¿Quién subirá al cielo?’ (es decir, para hacer bajar a Cristo), o ‘¿Quién bajará al abismo?’ (es decir, para hacer subir a Cristo de entre los muertos).” ¿Qué afirma entonces? “La palabra está cerca de ti; la tienes en la boca y en el corazón.” Ésta es la palabra de fe que predicamos: (Romanos 10:6-8NVI)

Los tres versículos anteriores realmente llegan a la raíz de la fe, ¿verdad? No tenemos que subir al Cielo para obtener la justicia. No tenemos que bajar al abismo para obtener la justicia. La justicia que deseamos está aquí en nuestra boca y en nuestro corazón, conforme hablamos y creemos en la palabra de fe.

La justicia que Pablo anhelaba, la justicia que todos los Judíos anhelaban, estaba ahí en sus bocas y en sus corazones.

Que si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor, y crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para ser justificado, pero con la boca se confiesa para ser salvo. (Romanos 10:9,10—NVI)

Ahora podemos ver lo que este pasaje significa. No es una fórmula que los Gentiles podemos aceptar para ir al Cielo; es la instrucción de Pablo dirigida a los Judíos que estaban intentando alcanzar la justicia por medio de las obras de la Ley.

Pablo no estaba haciendo hincapié en que todo lo que tienes que hacer para ser salvo es hacer la confesión correcta y tener la creencia correcta. Más bien, Pablo estaba alejando a los Judíos de encontrar la justicia en la Ley a encontrarla en la fe en Jesucristo.

De hecho, los dos versículos no fueron escritos para los Gentiles. Los Judíos comprenderían que confesar a Cristo como Señor y creer en Su resurrección no sería un pretexto para comportarse con maldad. Nosotros los Gentiles no comprendemos esto. Creemos que Romanos 10:9,10 es sólo eso—una excusa para seguir haciendo lo malo y de todos modos ser aceptados en el Cielo al morir. No amamos la verdad; por ello Dios mismo nos ha engañado.

¿Por qué nos ha engañado Dios? Porque deberíamos de tener más sentido común que creer que hemos encontrado una manera de complacer a Dios sin arrepentirnos y vivir practicando la justicia. Estamos intentando hacer que Dios nos acompañe en nuestra maldad.

El resto de la Carta a los Romanos prueba sin lugar a duda que Romanos 10:9,10 no es una alternativa a la conducta que practica la justicia.

Así dice la Escritura: “Todo el que confíe en él no será jamás defraudado.” No hay diferencia entre judíos y gentiles, pues el mismo Señor es Señor de todos y bendice abundantemente a cuantos lo invocan. (Romanos 10:11,12NVI)

Dios bendice a todos los que lo invocan. Quienes confíen en Cristo Jesús jamás serán defraudados. Esta declaración quizá sería difícil de aceptar para un Judío en Roma. Pablo les estaba diciendo que el campo de juego había sido nivelado. Sólo existe un camino hacia la justicia, y es por medio del Señor Jesucristo. No hay diferencia entre el Judío y el Gentil.

Porque “todo el que invoque el nombre del Señor será salvo.” (Romanos 10:13NVI)

Aquí está otro aspecto al problema del “boleto”. No confesamos que Jesucristo es el Señor en sólo una ocasión. Confesamos el Señorío de Cristo cada momento de cada día por medio de nuestros pensamientos, de nuestras palabras, y de nuestra conducta.

No creemos en nuestro corazón que Dios Lo levantó de entre los muertos en una sólo ocasión. Cada momento de cada día seguimos creyendo en nuestro corazón que Dios ha levantado a Cristo de entre los muertos.

No invocamos el nombre del Señor una sola vez. Invocamos el nombre del Señor en todo momento y en todo lo que hacemos. Esto es lo que significa vivir por la fe.

Las denominaciones se identifican por sus credos. Estos hechos teológicos quizá tengan su propósito, pero tienden a ser contra productivos. Dejan a la gente con la idea de que pueden estar de acuerdo con una doctrina correcta para que su residencia en el Cielo esté asegurada. Esto no es fe, esto es estar de acuerdo mentalmente con hechos muertos—hechos que los demonios mismos conocen bien.

Cuando realmente conocemos al Señor y amamos al Señor, sabemos lo inapropiado que es presentar Romanos 10:9,10 como una fórmula que nos salva una vez que ha sido adoptada. Comprendemos que Pablo estaba razonando con los Judíos con respecto al celo por la Ley de Moisés, sin darnos una alternativa de permanecer firmes hasta el fin.

Pronto aprendemos, conforme seguimos al Señor cada día, que el programa de redención opera conforme cada área de nuestra personalidad, por pequeña que sea, nos es mostrada por el Espíritu Santo para poder alejarnos de nuestra naturaleza pecaminosa y recibir la Virtud y la Sustancia de Cristo.

Ser completamente salvo es, como he dicho, ser formado a la imagen de Cristo y estar morando en el reposo tranquilo en la Persona y voluntad de Dios. Cualquier cosa que se quede corto a esto debe ser vista como quedarse corto del reposo de Dios. No quiere decir que estemos condenados al Infierno, sólo que hay más terreno que abarcar; más enemigos que vencer.

El Apóstol Pablo hacia el final de su vida, después de haber sido salvo y haber sido lleno con el Espíritu de Dios por muchos años, y después de haber tenido un ministerio excesivamente fructífero, declaró que todavía no había llegado a la meta que se le había puesto. ¡El avejentado y experto santo seguía adelante! ¡Seguía y seguía!

Pablo seguía adelante hacia aquello para lo que Cristo lo había llamado.

Hasta que logremos aquello para lo que Cristo nos ha llamado, debemos ¡seguir adelante! ¡Seguir y seguir! Si no seguimos adelante no complacemos al Señor.

Romanos 10:9,10 es la puerta pequeña. Ahora debemos seguir avanzando en ese camino de presión que conduce a la vida eterna.

(“Romanos 10:9,10”, 4144-1)

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