LA PERVERSION DE LA GRACIA

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Texto bíblico tomado de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional, © 1999 por la Sociedad Bíblica Internacional

Traducción de Carmen Alvarez


El malentendido fundamental que hoy se tiene sobre el Reino de Dios, el veneno que está debilitando la voluntad del Cristiano para resistir el pecado, para vencer al diablo, y que ha llevado a tantas otras enseñanzas y prácticas destructivas, es la perversión de la doctrina del Apóstol Pablo sobre la gracia.

La gracia Divina en Cristo ha sido distorsionada deplorablemente y mal aplicada entre los Gentiles. Nosotros no comprendemos que Pablo estaba contrastando las obras de los estatutos y de las ordenanzas de Moisés, como la circuncisión, con la gracia de Dios en Cristo. Más bien, estamos asumiendo que Pablo estaba contrastando el comportamiento recto y justo con la gracia de Dios en Cristo.


Tabla de Contenido

Introducción
La Gracia Como Es Definida Actualmente Por Mucho Creyentes
La Gracia Es La Provisión De Dios Para El Pecado
La Gracia Como Es Definida Por Las Escrituras
Conclusión


LA PERVERSIÓN DE LA GRACIA

Introducción

Por eso la promesa viene por la fe, a fin de que por la gracia quede garantizada para toda la descendencia de Abraham; esta promesa no es sólo para los que son de la ley sino para los que son también de la fe de Abraham, quien es el padre que tenemos en común. (Romanos 4:16—NVI)

El Apóstol Pablo, a quien los maestros Judíos contradecían con frecuencia ya que no podían comprender que Dios estuviera haciendo algo nuevo entre los hombres, sobretodo entre los Gentiles, nos enseñó sobre la “gracia”.

Los demás escritores del Nuevo Testamento ponían énfasis en una conducta santa más que en la justicia imputada (adscrita). Pero el Espíritu de Dios le dio al Judío de Tarso el entendimiento de la gracia Divina que le ha sido dada a los elegidos por medio de Cristo. La doctrina de la salvación por la gracia mediante la fe es enfatizada en los capítulos del tres al cinco del Libro de Romanos.

Es difícil para un creyente Gentil apreciar qué tan radical es el cambio que experimenta el Judío devoto cuando éste pasa de confiar en las obras del pacto que le fue dado a Moisés a tener fe en las obras terminadas de Jesús.

La gracia y la verdad han llegado a los elegidos de Dios por medio de Cristo Jesús; no solamente la verdad, sino la gracia y la verdad (Juan 1:17).

Es la opinión del autor que la gracia Divina en Cristo ha sido distorcionada deplorablemente y mal aplicada entre nosotros los Gentiles.

Observa, en los siguientes versículos, que Pablo no estaba comparando la gracia Divina con el comportamiento santo sino la gracia Divina con las obras de la Ley de Moisés.

Ahora bien, tú que llevas el nombre de judío; que dependes de la ley y te jactas de tu redención con Dios. (Romanos 2:17—NVI)
Tú que te jactas de la ley, ¿deshonras a Dios quebrantando la ley? (Romanos 2:23—NVI)
Por tanto, nadie será justificado en presencia de Dios por hacer las obras que exige la ley; más bien, mediante la ley cobramos conciencia del pecado. Pero ahora, sin la mediación de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, de la que dan testimonio la ley y los profetas. (Romanos 3:20,21—NVI)
Porque sostenemos que todos somos justificados por la fe, y no por las obras que la ley exige. (Romanos 3:28—NVI)
¿Quiere decir que anulamos la ley con la fe? ¡De ninguna manera! Más bien, confirmamos la ley. (Romanos 3:31—NVI)
Entonces, ¿qué diremos en el caso de nuestro antepasado Abraham? (Romanos 4:1—NVI)
En efecto, no fue mediante la ley como Abraham y su descendencia recibieron la promesa de que él sería heredero del mundo, sino mediante la fe, la cual se le tomó en cuenta como justicia. (Romanos 4:13—NVI)
Antes de promulgarse la ley, ya existía el pecado en el mundo. Es cierto cuando no hay ley, (Romanos 5:13—NVI)
En lo que atañe a la ley, ésta intervino para que aumentara la transgresión. Pero allí donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia. (Romanos 5:20—NVI)
Hermanos, les hablo como a quienes conocen la ley. ¿Acaso no saben que uno está sujeto a la ley solamente en vida? (Romanos 7:1—NVI)

Pablo se estaba refiriendo a la Ley de Moisés, no al comportamiento recto y santo, cuando estaba hablando sobre la superioridad que tiene la gracia.

Es imposible que Pablo o que cualquier otra persona contraste la conducta santa y recta con la gracia de Dios en Cristo porque la gracia de Dios en Cristo siempre producirá conducta santa y recta si es aplicada correctamente.

Pablo también nos señaló lo difícil que es para nuestra carne obedecer los Diez Mandamientos. Pero nunca fue la intención de Pablo dejar al Cristiano con la impresión de que ahora no tenía que obedecer la ley. Más bien, el punto era que estamos muertos a la ley de Moisés para poder casarnos con Cristo.

Nosotros no nos salvamos a nosotros mismos guardando la Ley de Moisés ni ningún otro código religioso ni moral. Pero cuando estamos casados con Cristo y cuando estamos viviendo en y por Él, entonces somos libres de la Ley de Moisés, y desde ese momento podemos guardar los mandamientos dados por Cristo y por Sus Apóstoles. Conforme guardamos los mandamientos encontrados en el Nuevo Testamento, Cristo se va formando en nosotros.

Conforme Cristo se está formando en nosotros, nosotros guardamos la ley moral de Dios naturalmente debido a la Vida Divina que está siendo creada en nosotros. Si no obedecemos a Cristo y a Sus Apóstoles de tal manera que Cristo se esté formando en nosotros, nosotros no estamos morando en la verdadera gracia de Dios. No estamos “siendo salvos”.

Nunca ha sido, ni es, ni será la intención de Dios que Su gracia en Cristo sea usada para fomentar conducta pecaminosa. El alma que peque morirá. Solamente conforme nosotros, mediante la gracia de Dios en Cristo, nos alejemos de nuestros pecados y sirvamos a Dios es que obtenemos la vida eterna.

Ahora bien, cuando buscamos ser justificados por Cristo, se hace evidente que nosotros mismos somos pecadores. ¿Quiere esto decir que Cristo está al servicio del pecado? ¡De ninguna manera! Si uno vuelve a edificar lo que antes había destruido, se hace transgresor. (Gálatas 2:17,18—NVI)

La perversión y herejía que existen hoy en día es que Cristo vino para perdonar los pecados del hombre para poder llevarlo al Paraíso sin que tenga que cambiar. Este es el concepto sostenido por la mayoría de los Cristianos evangélicos. No es bíblico.

Cristo vino para salvar al hombre liberándolo del Reino de Satanás y llevándolo al Reino de Dios. Cristo destruye las obras de Satanás que hay en el hombre. Sin la transformación moral del individuo no hay salvación. La transformación moral en sí es la salvación, la redención de la mano del enemigo.

Jesús no vino principalmente para perdonar nuestros pecados y para llevarnos al Cielo, a pesar de que un perdón inicial sí es necesario si vamos a comenzar en el camino a la reconciliación total con Dios. Jesús, más bien, vino para liberarnos de nuestros pecados. El perdón y la liberación son dos conceptos diferentes.

El arrepentimiento y el perdón sacan al hombre de la cloaca.

La liberación quita la cloaca del hombre.

La salvación no es llevar al hombre de la tierra al Cielo. La salvación es llevar al hombre de Satanás a Dios.

La salvación no es un cambio de lugar, es un cambio en el individuo. Al creer que la salvación Cristiana es un cambio de lugar de la tierra al Cielo estamos destruyendo la obra de Dios en la tierra. Estamos pervirtiendo el plan Divino de la redención.

Dios puso al hombre sobre la tierra en medio del Paraíso. Dios tiene la intención de redimir al hombre caído, de restaurarlo, una vez que haya sido transformado mediante Cristo, al Paraíso sobre la tierra.

El hombre ha inventado un plan por medio del cual recibe a Cristo, recibe perdón por sus pecados, y luego se va a un Paraíso en el reino espiritual. El propósito de esta invención es evitar la dolorosa transición del yugo de la lujuria y de la voluntad propia a la verdadera rectitud, santidad, y obediencia a Dios. Al inventar un evangelio de perdón que nos lleva al Cielo, hemos logrado evitar un cambio radical en nuestra personalidad—un cambio radical que es necesario si vamos a poder conservar el Paraíso una vez que lo hayamos ganado.

La mayoría de los escritos del Apóstol Pablo tienen que ver con una justicia y rectitud verdadera mientras que tan sólo una parte menor de sus escritos explican la rectitud imputada (adscrita). Pero nos hemos agarrado de la rectitud imputada y la hemos hecho la única rectitud de la redención Cristiana. Nuestros deseos de la carne y nuestro amor propio son los que evitan que veamos el énfasis que hace el Apóstol en una conducta santa.

Ni el libro de Hechos ni las Epístolas hacen énfasis en la rectitud imputada a excepción de cuando Pablo está razonando con los Judíos. Las exhortaciones hechas a los Gentiles tienen que ver con una vida recta y santa. Pablo dijo en varias ocasiones que el creyente que continúe siguiendo los deseos de la carne no heredará el Reino de Dios.

Las obras de la naturaleza pecaminosa se conocen bien: inmoralidad sexual, impureza y libertinaje; idolatría y brujería; odio, discordia, celos, arrebatos de ira, rivalidades, disensiones, sectarismos y envidia; borracheras, orgías, y otras cosas parecidas. Les advierto ahora, como antes lo hice, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios. (Gálatas 5:19-21—NVI)

La gracia de Dios en Cristo reemplaza la Ley de Moisés y sus estatutos. Sin embargo, la gracia de Dios no reemplaza la conducta santa y recta, la clase de conducta que siempre se ha requerido y que siempre se requerirá de las criaturas de Dios. Nunca puede haber una alternativa a la ley moral de Dios, de la cual la Ley de Moisés es una forma elemental y externa.

Dios es santo, y el hombre, quien ha sido hecho a la imagen de Dios, debe ser santo.

Siempre es pecado cometer adulterio. Siempre es pecado adorar otros dioses que no sean el Señor. La gracia de Dios en Cristo no abroga la ley moral. Más bien, la gracia de Dios en Cristo establece, sostiene, la ley moral (Romanos 3:31).

La gracia de Dios no sostiene los aspectos peculiares del pacto de la Ley de Moisés, como son la circuncisión y no trabajar el séptimo día de la semana, excepto en su expresión más completa y eterna. Más bien, la gracia de Dios aumenta grandemente y establece para la eternidad la ley moral, la santidad y la justicia de Dios, de la cual las ordenanzas de Moisés eran tan sólo una expresión limitada.

Satanás y el amor propio del hombre han pervertido la verdad anunciada por Pablo. La perversión del concepto de la gracia Divina a ser un escape al Cielo por haber hecho una declaración de creer en ciertos hechos teológicos no es un malentendido teológico pequeño. Este ha destruido el propósito del Evangelio del Reino de Dios.

En primer lugar, definamos la palabra gracia como la usan muchos creyentes. Luego expondremos la que nosotros creemos que es la verdadera definición bíblica de la gracia.

La Gracia Como Es Definida Actualmente Por Mucho Creyentes

El término gracia se usa en nuestros días para querer decir que Dios ha descartado los requisitos que tiene en cuanto a la conducta del hombre. Se cree que Cristo vino a la tierra principalmente para perdonar los defectos morales de los creyentes para que puedan ir al Cielo cuando mueran.

El concepto tiene que ver con que el hombre, a través de los siglos, no ha podido alcanzar las expectativas de Dios. Por lo tanto, Dios, en Su amor y bondad ha hecho posible que el hombre que no ha sido mejorado aún pueda heredar vida espiritual en el Paraíso celestial. La sangre de Jesús es un “boleto” que el hombre rebelde y pecaminoso puede utilizar para entrar a la paz y a la dicha en el reino espiritual.

Se dice que no es absolutamente necesario que el hombre cambie su conducta; más bien, su profesión de “fe” en Cristo es la que lo lleva a una comunión con Dios. En realidad la profesión de fe resulta ser un consentimiento mental de ciertos hechos teológicos en vez de una fe verdadera en el Jesús viviente.

La gracia es comprendida actualmente como un cambio en los estándares de Dios en cuanto al comportamiento justo y recto, un cambio de Dios mismo, de manera que el hombre a través de Cristo pueda recibir la herencia de un hijo de Dios a pesar de que siga siendo pecaminoso, egocéntrico y desobediente a Dios.

A un Adán que no ha cambiado se le es permitido regresar al Paraíso. Se le da de comer del árbol de la vida. Los creyentes que no han sido transformados sirven como reyes y sacerdotes de Dios. Dios acepta al hombre tal como es, por medio de Cristo Jesús.

El padre va ver a su hijo pródigo en el chiquero, corre hacia él, lo besa y abraza, y lo viste con el mejor manto, le pone un anillo en el dedo, lo calza, mata el ternero engordado y le regresa la herencia de la familia. El hijo se levanta de entre los puercos y regresa a una vida desenfrenada sabiendo que su padre nunca más lo desheredará.

¡Qué engañosa, destructiva y sin base bíblica es la doctrina de “una vez salvo siempre salvo” (queriendo decir con esto que si una vez hacemos una profesión de fe en Cristo entonces nunca más tenemos que preocuparnos por el juicio de Dios)! ¡Cuántos maestros de la fe Cristiana y sus seguidores se verán ante Dios y se darán cuenta que Dios juzga a todo hombre según sus obras!

La historia del hijo pródigo no solamente nos enseña sobre el perdón sino también sobre el verdadero arrepentimiento como el medio para obtener ese perdón. ¿Cómo hubiera terminado la historia si el hijo pródigo nunca hubiera regresado a su padre?

La teología Cristiana moderna hace hincapié en el perdón del padre pero no en el arrepentimiento del hijo, sin el cual no hubiera podido haber perdón ni restauración.

Los primeros Apóstoles hacían énfasis en el arrepentimiento.

Al oír esto, se apaciguaron y alabaron a Dios diciendo:—¡Así que también a los gentiles les ha concedido Dios el arrepentimiento para vida! (Hechos 11:18—NVI)

El arrepentimiento es el que nos lleva a la vida eterna.

Pues bien, Dios pasó por alto aquellos tiempos de tal ignorancia, pero ahora manda a todos, en todas partes, que se arrepientan. (Hechos 17:30—NVI)

El arrepentimiento es más que sólo creer o que sentirnos mal por nuestros pecados. Arrepentirse es alejarse del mundo, del pecado y de la voluntad propia. Arrepentirse es volver a Dios, a las obras rectas y santas y a la obediencia al Señor. Cualquier experiencia de conversión que no incluya las obras del arrepentimiento no lleva al creyente a la salvación. No es suficiente creer o tener remordimiento—ni aún confesar nuestro estado pecaminoso. Deben existir las obras del arrepentimiento.

Lo que se implica con la enseñanza de hoy en día es que los ciudadanos del Cielo y del Infierno no se distinguen por la clase de personas que son sino por haber profesado o no fe en el hecho de que Jesús murió por nuestros pecados y que resucitó de entre los muertos.

Sabemos que si Jesús llega al individuo y éste rehúsa al Cristo de Dios, entonces el juicio de Dios está en él. No estamos implicando que podemos rehusarnos a doblar nuestra rodilla al Señor para luego agradar a Dios con nuestras obras. No podemos salvarnos a nosotros mismos con nuestra propia rectitud después de que Dios entregó a Su Hijo para que muriera en la cruz por nuestros pecados.

Sin embargo, en nuestra prisa por mostrar que el hombre no se puede salvar a sí mismo y que Dios tiene para nosotros un gran plan de redención, hemos descartado el debido balance bíblico. Hemos descartado el valor que Dios le da a la conducta santa. Se nos está olvidando que únicamente aquellos que obran con justicia son aceptados por Dios.

Sino que en toda nación él ve con agrado a los que le temen y actúan con justicia. (Hechos 10:35—NVI)

Las Escrituras dicen claramente que la persona que practique injusticia será juzgada por Dios ya sea que profese fe en Cristo o no.

… y a cada uno de ustedes lo trataré de acuerdo con sus obras. (Apocalipsis 2:23—NVI)

Se enseñan que el juicio sobre los pecados del creyente se llevó acabo en la cruz y que todo lo que va a juzgar Dios de aquí en adelante son las obras de servicio del creyente (queriendo decir que si sirve a Dios recibirá una recompensa maravillosa y una recompensa menor si no). La doctrina contemporánea expresa que el que profesa fe en Cristo no tiene nada que temer en el Día del Señor aunque se haya rehusado a servir a Cristo durante su vida sobre la tierra.

Aun el repaso más apresurado de los escritos del Nuevo Testamento reflejará claramente que el concepto de que el Cristiano tibio no tiene nada que temer es una terrible corrupción de la doctrina de Pablo de la gracia de Dios en Cristo.

Y a ese siervo inútil échenlo afuera, a la oscuridad, donde habrá llanto y rechinar de dientes. (Mateo 25:30—NVI)

Hemos hecho nula la Palabra de Dios con nuestras propias tradiciones.

¡Qué perversión del Evangelio del Reino es la enseñanza Cristiana moderna!

Ciertamente, Dios perdona el corazón arrepentido. Pero Dios no dice, “Yo te amo aunque tú no me quieras servir”.

Más bien, Dios nos ordena, “Ve y no peques más”.

Dios no puede ser burlado. Él sabe muy bien la diferencia entre el individuo verdaderamente arrepentido y la persona que presume de la compasión de Dios para continuar en el pecado y en la rebelión.

No podemos ser más astutos que Dios usando el Evangelio de Cristo como una táctica legal que nos permita seguir con nuestro estilo de vida y a la vez recibir la herencia. Dios atrapa a los astutos en su propia astucia. Dios trata perspicazmente al perverso (Salmo 18:26).

Si consideramos cuidadosamente lo que se está enseñando hoy en día, la gracia de Dios en Cristo pareciera ser una admisión de derrota por parte de Dios. El hombre, siendo irremediablemente pecaminoso y rebelde, no servirá a Dios. Por lo tanto, Dios ha creado un instrumento llamado “gracia” por el cual el hombre puede continuar en la injusticia, en la suciedad moral, y en la desobediencia a Dios y todavía tener comunión con Dios a través de Cristo.

¿Cuántos ministros del Evangelio están viviendo en pecado debido a este concepto de la gracia? Ellos están confiados (y enseñando) que Dios renuncia a Sus estándares y lleva a la gente a una comunión con Él mismo mientras que éstos todavía siguen en sus pecados y rebelión contra Dios.

“Nadie es perfecto”, nos dicen, y siguen pecando y haciendo tonterías.

La conclusión lógica del concepto actual es que el Paraíso y la nueva Jerusalén están llenos de individuos pecadores, egocéntricos, y rebeldes que son “salvos por la gracia” (queriendo decir con esto que Dios no ve lo que son o lo que hacen porque están “cubiertos” por la justicia de Jesús). La naturaleza y la conducta de estos habitantes no han sido cambiadas. Más bien, han sido llevados a un ambiente mejor (el Cielo) en donde participan de la justicia de Cristo por identificarse con Él, no por tener un comportamiento transformado.

Los creyentes en Cristo que no han, mediante Su gracia, vencido al mundo, a sus deseos inmorales, y a su egocentrismo seguirán siendo personalidades pecaminosas y desobedientes después de morir; a no ser que despojarnos de nuestro cuerpo físico resulte por sí mismo en un cambio de nuestra naturaleza. Pero no hay ningún pasaje en las Escrituras que enseñe o implique que la muerte física tenga como resultado un cambio en nuestra personalidad o que el Señor Jesús vaya a cambiar nuestra personalidad (a excepción de nuestro cuerpo) cuando Él aparezca.

Según las Escrituras, la muerte física es un enemigo (1 Corintios 15:26) y no el medio por el cual somos transformados a la imagen de Dios. Además, debemos considerar también el hecho que Satanás y otras criaturas sin cuerpo se rebelaron contra Dios cuando todavía estaban en el reino de los espíritus. Si estar en el reino espiritual hace que sirvamos a Dios, entonces, ¿cómo es posible que los ángeles hayan transgredido?

¿Qué pasaje de las Escrituras nos enseña que nos hacemos rectos, santos y obedientes a Dios por el simple hecho de entrar al reino espiritual, o que el Señor Jesús transformará a los creyentes tibios en santos poderosos a Su venida? ¿No es cierto, más bien, que en lo que nos hayamos convertido durante nuestra vida sobre la tierra será manifestado cuando el Señor regrese?

De acuerdo con los Profetas Hebreos, la intención de Dios es que la justicia y la alabanza broten ante las naciones de la tierra.

Porque así como la tierra hace que broten los retoños, y el huerto hace que germinen las semillas, así el Señor omnipotente hará que broten la justicia y la alabanza ante todas las naciones. (Isaías 61:11—NVI)

Si el propósito de Dios es hacer brotar justicia y adoración que puedan ser vistas por las personas de las naciones de la tierra, entonces el pacto nuevo, el pacto Cristiano, como está siendo presentando hoy en día, es inferior al pacto antiguo en cuanto a los propósitos de Dios. El pacto antiguo insistía en una vida santa y había penalidades por las violaciones a la Ley y a los estatutos de Moisés. Pero el pacto nuevo (según mucha de la teología actual) conlleva pocas o ninguna penalidad. Uno puede vivir como le plazca; y mientras le diga a Dios que lo siente y que está confiando en la justicia de Jesús para que lo salve, Dios lo ama y lo perdona gracias a Jesús.

Es imposible que la justicia y la alabanza imputadas (asignadas) broten delante de las naciones. Las naciones se fijan en como nos comportamos. A éstas no les interesa nuestra condición legal ante Dios o hasta qué punto compartimos la justicia de Cristo al ser identificados con Él. ¡Ellos consideran lo que hacemos y lo que decimos!

Hay un viejo refrán que dice, “¡El amor es ciego pero los vecinos no lo son!”

Mantengan entre los incrédulos una conducta [modo de vida] tan ejemplar [recta; honorable] que, aunque los acusen de hacer el mal, ellos observen las buenas obras de ustedes y glorifiquen a Dios en el día de la salvación. (1 Pedro 2:12—NVI)

“Ellos observen las buenas obras de ustedes.”

Las implicaciones de la doctrina sobre la gracia, como son enseñadas comúnmente, por lo general no se examinan. ¡Pero debería de hacerse! Toda doctrina presentada por las iglesias Cristianas (las cuales son la única luz del mundo) debería ser examinada cuidadosamente en cuanto a la forma que se adhiere a las Escrituras, y también (y especialmente) en cuanto al fruto que esté produciendo.

El creyente, conforme lucha contra el mundo actual lleno de demonios, contra Satanás, y contra sus propias lujurias y voluntad propia, tiende a seguir la línea de menor resistencia. La línea de menor resistencia es la doctrina sobre la gracia como está siendo predicada hoy en día.

Cuando las presiones se vuelvan lo suficientemente intensas, el creyente quizá sucumba a lo que él sabe en su conciencia que no está bien. El Cristiano quizá trate de vivir con rectitud; pero cuando es presionado suficientemente puede pecar. Está propenso a hacerlo porque en lo profundo de su mente y de su corazón está el concepto de que es salvo “por la gracia”, queriendo decir con esto que Jesús no se fijará en sus pecados y en su desobediencia y lo recibirá de todos modos en la Gloria.

La lógica actual declara que como somos salvos por la gracia, no es de gran importancia la forma en que nos comportemos en este mundo. No cosecharemos lo que sembremos. De todas formas seremos salvos aunque no perseveremos hasta el fin. Podemos sembrar a la carne y no cosechar corrupción si creemos en Jesús. Nadie que profese fe en Jesús tiene algo que temer en el Día del Juicio—y así sigue la decepción actual.

Se enseña que debemos intentar no pecar. Pero si pecamos, si dejamos a nuestra esposa o esposo y cometemos adulterio, si robamos, si mentimos, si desobedecemos el llamado que Dios nos ha dado, de todos modos recibiremos la herencia porque somos salvos por la gracia y no por las obras. Si el Cristiano se deja llevar por la tentación no sufrirá mayor pérdida. Esta es la postura actual de los evangélicos.

Una consecuencia del concepto de la “gracia” es la creencia que tienen muchos Cristianos que todos los creyentes recibirán la misma recompensa. Esta noción es mantenida a pesar de la enseñanza de los capítulos dos y tres del Libro del Apocalipsis.

El malentendido fundamental que hoy se tiene sobre el Reino de Dios, el veneno que está debilitando la voluntad del Cristiano para resistir el pecado, para vencer al diablo, y que ha llevado a tantas otras enseñanzas y prácticas destructivas, es la perversión de la doctrina del Apóstol Pablo sobre la gracia.

Las ideas como el arrebato antes de la tribulación, como el énfasis exagerado en el amor de Dios, como los errores sobre la “fe” y la “prosperidad”, y como la división del Cuerpo de Cristo en una “Iglesia Gentil” y un “Reino Judío” han producido un grupo de “creyentes” tontos y moralmente débiles que no conocen a Cristo ni a Dios Padre, y que son altaneros, arrogantes, presuntuosos, y están encaminados hacia convertirse en el Profeta Falso de Apocalipsis, Capítulo Trece.

El sexto capítulo del Libro de Romanos enseña que la salvación Cristiana consiste en una serie de elecciones que tomamos y que continuamos tomando cada día de nuestro peregrinaje. Ya sea que constantemente estemos escogiendo entregar nuestro cuerpo a la justicia y a la rectitud o que lo estemos entregando al pecado. La persona que no es salva, que no ha recibido la Virtud de Dios, no puede escoger ceder su cuerpo a la justicia y a la rectitud. Esta persona se siente obligada a rebelarse en contra de Dios debido al espíritu de Satanás que lo tiene cautivo.

El que recibe a Cristo posee la autoridad y el poder para escoger obedecer la justicia. Mediante la autoridad de la sangre de la cruz puede dejar el reino de Satanás y servir a Dios. Mediante el poder del Espíritu Santo puede vencer los deseos de Satanás, del mundo, y de sus propias lujurias y voluntad propia, y puede caminar en justicia y santidad.

Si el creyente escoge andar en justicia y santidad, obtendrá vida eterna. Se le permitirá regresar al Paraíso, por así decirlo, donde podrá tomar del árbol de la vida y lograr la inmortalidad.

Pero si el creyente, habiendo recibido a Cristo y habiendo sido bautizado en agua, escoge obedecer los deseos del pecado, él destruye su propia salvación. El Cristiano debe escoger diariamente obedecer a Cristo, morar en Él, vivir por Él y en Él, y sembrar al Espíritu de Dios. Si lo hace, obtendrá la primera resurrección de entre los muertos. Él será, al igual que Cristo, revelado en ese Día (Filipenses 3:11; Colosenses 3:4; 2 Tesalonicenses 1:10).

Pero si no escoge caminar en el Espíritu de Dios, cosechará corrupción. Morirá espiritualmente (Romanos 8:13; Gálatas 6:18). Matará su propia resurrección.

Concebir que la gracia Divina descartará las consecuencias del pecado es contradecir directamente la enseñanza del Apóstol Pablo en el sexto capítulo de Romanos. Los predicadores de hoy en día, al igual que Satanás en el jardín de Edén, están enseñando que nosotros “ciertamente no moriremos”. Pero las Escrituras, tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento, nos advierten que el alma que peque, morirá. Pablo vuelve a reforzar este principio en el sexto capítulo de Romanos.

Cristo no vino al mundo para que el alma que peque, viva. Más bien, Cristo vino para darnos la autoridad y el poder por los que podemos escoger no pecar. Cuando escogemos no pecar volvemos a tener acceso al árbol de la vida para así comer y vivir para siempre ante la Presencia de Dios y del Cordero.

Dichosos los que lavan sus ropas para tener derecho al árbol de la vida y para poder entrar por las puestas de la ciudad. (Apocalipsis 22:14—NVI)

“Los que lavan sus ropas”, esto es, los que hacen suyos los mandamientos de Cristo y los obedecen. Los teóricos Cristianos modernos están quitando la autoridad y el poder de declaraciones como esta diciendo que se aplican sólo a los Judíos y no a los Gentiles. Están pervirtiendo el Evangelio de Cristo. ¿Tiene Dios dos estándares morales—uno para los Judíos y otro para los Gentiles? ¿Hay dos semillas de Abraham? ¿Dos olivos?

¿Hay dos Reinos de Dios—uno superior y celestial para los Gentiles y otro inferior y terrenal para los Judíos? ¿Tiene lógica entonces que los Gentiles continúen en pecado y sean salvos “por la gracia” mientras que los Judíos que son las ramas naturales del olivo cultivado deban de guardar los mandamientos de Dios?

¿Acaso estamos tan ciegos como para defender este antisemitismo tan obvio, esta farsa del plan eterno de Dios, del Evangelio de Aquel que está juntando todas las cosas en Cristo?

¿Puede encontrarse en los escritos de los Apóstoles el concepto de dos Reinos, uno terrenal de obras y uno celestial de “gracia”? ¿No ha sido más bien inventado por los teólogos?

Los Cristianos, debido a su conciencia y a que existen algunas ideas persistentes en la sociedad y en las iglesias de como debe de comportarse un Cristiano, practican la justicia y la santidad a un mayor o menor grado dependiendo de la conciencia y de la voluntad del individuo, y de los estándares de la comunidad en que vive. La devoción personal y las expectativas sociales que predominan se enseñan y practican a un grado limitado. Pero esto es a pesar de, y no debido a, la teoría actual de la gracia.

Una edición actual de las Escrituras menciona en sus comentarios sobre Efesios 2:8,9 que somos salvos incondicionalmente por la gracia aparte de las obras. Toda la explicación que aparece en las notas al pie de la página está en oposición directa con lo que dijo el Señor Jesús en cuanto a que debemos de perseverar hasta el fin para poder ser salvos, y también está en oposición a las exhortaciones del Libro de Hebreos y de la Primera Carta de Juan.

El Señor Jesús dijo:

Por causa de mi nombre todo el mundo los odiará, pero el que se mantenga firme hasta el fin será salvo. (Mateo 10:22—NVI)

La edición, en sus notas al pie de la página después de Efesios 2:8 dice, “La gracia de Dios es incondicional: no somos salvos con la condición de que ‘perseveremos hasta el fin’ o de que ‘no fallemos’ o de que ‘hagamos lo mejor que podamos’. Somos salvos por la gracia de Dios aparte de las obras”. (New American Standard Bible, “The Open Bible Edition”, New York, Thomas Nelson Publishers, 1979.)

Compara: “el que se mantenga firme hasta el fin será salvo”; “no somos salvos con la condición de que ‘perseveremos hasta el fin’.”

Vemos aquí un ejemplo de la influencia del humanismo en los eruditos evangelistas. La Palabra de Dios ha sido destruida en nuestros días y ni siquiera sabemos que ha sucedido.

¿Quién entregó a Jacob para el despojo, a Israel para el saqueo? ¿No es acaso el Señor a quien su pueblo ha ofendido? No siguió sus caminos ni obedeció su ley. Por eso el Señor derramó sobre él su ardiente ira y el furor de la guerra. Lo envolvió en llamas, pero no comprendió; lo consumió, pero no lo tomó en serio. (Isaías 42:24,25—NVI)

Todo tipo de pecado está siendo practicado en las iglesias Cristianas y todo tipo de problema existe como resultado de esto. “El Señor derramó sobre él su ardiente ira y el furor de la guerra. Lo envolvió en llamas, pero no comprendió.”

Los pastores y los evangelistas se apresuran a asegurar a sus congregaciones que Dios los ama y que todos sus problemas les están llegando del diablo. Pero estos líderes Cristianos son profetas falsos. Varios desastres naturales están afligiendo a los Estados Unidos—terremotos, inundaciones, sequías. Los pastores se rehúsan a reconocer la mano de Dios en estos juicios y por eso la gente no se arrepiente y clama al Señor.

El tercer capítulo de Hebreos nos advierte que somos parte de Cristo “con tal que retengamos firme hasta el fin la confianza que tuvimos al principio” (Hebreos 3:14). Toda la epístola se dirige a creyentes con experiencia que han reincidido en el pecado. Es una fuerte amonestación a estos santos Judíos a seguir adelante hacia el “reposo” de Dios—hacia el estado de madurez espiritual en donde nuestra voluntad ha cambiado a ser la voluntad de Dios y en donde nosotros siempre estamos escogiendo seguir al Espíritu de Dios en cuanto a cuestiones de imagen moral, de relaciones humanas, de fructificación y de poder.

El Libro de Hebreos refuta el concepto de “una vez salvo, siempre salvo”, de la salvación incondicional e irresistible. Nuestra posesión de la salvación Divina en el Señor Cristo Jesús depende de la diligencia y de la fidelidad que tengamos para mantenerla.

No escaparemos de la ira de Dios si descuidamos la salvación que Él nos está ofreciendo por medio de Cristo. Descuidar la salvación (Hebreos 2:3) no se limita a un rechazo inicial de aceptar a Cristo. Más bien, la amonestación es dirigida a los Cristianos que no están caminando en la fe, que no están buscando a Dios en todo aspecto de sus vidas con la seguridad de que Dios existe y de que Él premia a los que lo buscan diligentemente.

Cuídense, hermanos, de que ninguno de ustedes tenga un corazón pecaminoso e incrédulo que los haga apartarse del Dios vivo. Más bien, mientras dure ese “hoy”, anímense unos a otros cada día, para que ninguno de ustedes se endurezca por el engaño del pecado. Hemos llegado a tener parte con Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin la confianza que tuvimos al principio. (Hebreos 3:12-14—NVI)
Cuidémonos, por tanto, no sea que, aunque la promesa de entrar en su reposo sigue vigente, alguno de ustedes parezca quedarse atrás. (Hebreos 4:1—NVI)
Sobre este tema tenemos mucho que decir aunque es difícil explicarlo, porque a ustedes lo que les entra por un oído les sale por el otro. En realidad, a estas alturas ya deberían ser maestros, y sin embargo necesitan que alguien vuelva a enseñarles las verdades más elementales de la palabra de Dios. Dicho de otro modo, necesitan leche en vez de alimento sólido. (Hebreos 5:11,12—NVI)
Cuando la tierra bebe la lluvia que con frecuencia cae sobre ella, y produce una buena cosecha para los que la cultivan, recibe bendición de Dios. En cambio, cuando produce espinos y cardos, no vale nada; está a punto de ser maldecida, y acabará por ser quemada. En cuando a ustedes, queridos hermanos, aunque nos expresemos así, estamos seguros de que les espera lo mejor, es decir, lo que atañe a la salvación. (Hebreos 6:7-9—NVI)
Deseamos, sin embargo, que cada uno de ustedes siga mostrando ese mismo empeño hasta la realización final y completa de su esperanza. No sean perezosos; más bien, imiten a quienes por su fe y paciencia heredan las promesas. (Hebreos 6:11,12—NVI)
Si después de recibir el conocimiento de la verdad pecamos obstinadamente, ya no hay sacrificio por los pecados. Sólo queda una terrible expectativa de juicio, el fuego ardiente que ha de devorar a los enemigos de Dios. (Hebreos 10:26,27—NVI)
Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. (Hebreos 10:39—NVI)

Los eruditos, maestros, pastores, y evangelistas Cristianos de hoy en día, en muchos casos, no están presentando las enseñanzas de las Escrituras. Los eruditos están siguiendo ciegamente sus deducciones basándose en “versículos clave” que han escogido. Ellos no se están adhiriendo a lo que dicen las Escrituras. El hombre rebelde está pervirtiendo la Palabra del Dios altísimo.

Es posible hacer una profesión de fe en Cristo y luego ser echado fuera. Jesús mismo declaró que la rama que no dé fruto será cortada de la vid (Juan 15:2).

Observa las implicaciones en la siguiente parábola:

También se parece el reino de los cielos a una red echada al lago, que recoge peces de toda clase. Cuando se llena, los pescadores la sacan a la orilla, se sientan y recogen en canastas los peces buenos, y desechan los malos. Así será al fin del mundo. Vendrán los ángeles y apartarán de los justos a los malvados. (Mateo 13:47-49—NVI)

Los ángeles vendrán al final de los tiempos y separarán a los malos de entre los justos. ¿Cuáles malos y cuáles justos? Los malos de entre los justos del Reino de los Cielos. Los malos serán quitados del Reino de los Cielos al final de los tiempos. ¿Acaso esto parece gracia que obra aparte de las obras? ¿Acaso esto está en acorde con el “rapto antes de la tribulación”?

¿O acaso esto es sólo para los Judíos? ¿Los Judíos son los únicos miembros del Reino de los Cielos?

¡Qué doctrinas tan alejadas de las Escrituras están siendo predicadas en nuestros días!

El argumento repetido que quienes son echados fuera en realidad nunca fueron salvos para empezar no pasará la prueba de la realidad. Si este argumento fuera verdad, ningún individuo podría saber si realmente es salvo hasta que muriera y estuviera ante el Señor.

Hay numerosas personas que verdaderamente eran “salvas” en algún momento que después cayeron, que se alejaron del camino por el cual el Señor los estaba guiando, que descuidaron su salvación por alguna delicia del mundo.

Los saludan Lucas, el querido médico, y Demas. (Colosenses 4:14—NVI)
Pues Demas, por amor a este mundo, me ha abandonado y se ha ido a Tesalónica. Crescente se ha ido a Galacia y Tito a Dalmacia. (2 Timoteo 4:10—NVI)

¿Estaba Pablo equivocado sobre Demás desde el principio? ¿Acaso el amor que Demas le tuvo al mundo y el haber abandonado a Pablo no le afectó a su salvación? ¿O acaso sólo los Judíos son los que deben de comportarse con rectitud o si no nunca fueron salvos? ¡Qué tonterías se predican hoy!

La mayoría de los creyentes conocen a una o más personas que comenzaron por el camino de la vida eterna y que luego regresaron al mundo. Pero los teóricos continúan en sus ideas fuera de la realidad diciendo que si una persona regresa al mundo es porque nunca tuvo vida eterna para empezar.

¿Existe algún versículo en las Escrituras que nos enseñe que una vez que pongamos nuestra mano en el arado que no debemos de mirar atrás?

Jesús le respondió: –Nadie que mira atrás después de poner la mano en el arado es apto para el reino de Dios. (Lucas 9:62—NVI)

La doctrina que enseña que un Cristiano verdadero no puede volver atrás está dirigida a los devotos de nuestro día que son tibios, reincidentes en el pecado, descuidados, pecadores, rebeldes, y buscadores de su propio placer. Sus ministros les informan que no hay manera de que pierdan el favor de Dios sin importan como se comporten.

¿Por qué sus pastores no les advierten que su comportamiento indica que nunca han sido salvos para empezar, si esto es lo que los líderes realmente creen?

Los eruditos, maestros y evangelistas Cristianos ciertamente están enseñando una perversión de la doctrina de la gracia de Pablo, y el fruto moral y espiritualmente corrupto da testimonio por todos lados.

No importa cuanto evadan los líderes sus declaraciones y creencias cuando se les confronta con las implicaciones y el fruto de su enseñanza, el entendimiento contemporáneo sobre la gracia se refleja en razonamientos como éstos: “Debo intentar ser bueno. Pero si continuo pecando, Jesús me ama y me ha salvado por la gracia. Puedo fornicar, usar lenguaje obsceno, abusar de mi cuerpo, mentir, robar, chismear, y nunca hacer a un lado mi propia vida y buscar al Señor Jesús. Yo sé que mi conducta no le es grata al Señor, pero eso es lo que todo el mundo hace. Cuando muera iré al Cielo a vivir en una mansión porque soy salvo por la gracia.”

Esto es lo que muchos creyentes en Cristo piensan en su mente y creen en su corazón, y es la razón por la que las iglesias Cristianas no están dando a las naciones del mundo un ejemplo de moralidad. La perversión de la gracia ha destruido el testimonio Cristiano. La luz del mundo no está brillando.

La única luz espiritual del mundo es las buenas obras de las personas Cristianas (Mateo 5:16). Cuando los Cristianos están morando en sus declaraciones doctrinales en lugar de morar en Cristo, entonces las obras de rectitud y de santidad no se ven manifestadas en sus personalidades. No hay una luz moral que guíe a las naciones.

Dos prostitutas se acercaron a un evangelista de la calle y le pidieron la bendición de Dios. El evangelista esperaba que se quisieran arrepentir de su profesión pecaminosa. Ellas le contestaron que les gustaba mucho su trabajo, que tenían la intención de seguir haciéndolo, que sus corazones eran puros, y que querían que Dios las bendijera. Ellas creían que tenían el corazón puro porque se les ha enseñado un Evangelio pervertido de la gracia.

Recientemente, se escuchó a una madre decir que sabía que sus hijos tenían a Jesús adentro así que ella no estaba preocupada por sus conductas. Sin embargo, sus hijos se están conduciendo de una manera condenada por las Escrituras. (Al igual que la madre, al tomar una actitud como esta.)

¡Este es el fruto de las enseñanzas Cristianas contemporáneas!

Estas personas se están comportando consistentemente en términos de la doctrina actual de la “gracia”—de hecho, más consistentemente que los creyentes que dicen que un individuo que se comporta mal nunca fue un verdadero Cristiano para comenzar, y que al mismo tiempo sostiene que no es necesario comportarse con rectitud para ser un Cristiano.

La Gracia Es La Provisión De Dios Para El Pecado

¿Cuántos personas Cristianas practican la inmoralidad sexual? Este comportamiento que ha recibido la ira de Dios a través de la historia es practicado por Cristianos que de antemano han decidido entregarse a sus deseos ya que al día siguiente le pedirán a Dios perdón por ellos. Además, creen que Él va a lavar en la sangre de Jesús los actos de lujuria que de antemano y deliberadamente han decidido practicar. Ellos se están comportando consistentemente con lo que han sido enseñados. Están haciendo de Cristo un ministro del pecado.

Dios ha hecho una provisión para el creyente que es sobrecogido por el pecado y que luego se arrepiente vigorosamente, dejando ese pecado como la cosa inmunda y destructiva que es, haciendo las restituciones necesarias, y pidiéndole al Señor que le dé la fuerza para resistir ese pecado en el futuro. Dios lo perdonará; pero quizá tenga que hacer alguna indemnización, y quizá ese pecado lleve consecuencias severas y a largo plazo. Los santos con experiencia saben bien que así es.

Las provisiones que el Señor ha hecho para el pecado bajo ambos pactos son para aquellos que han sido sobrecogidos por una falta.

Si alguien sin darse cuenta toca alguna impureza humana, cualquiera que ésta sea, se vuelve impuro él mismo. Pero al darse cuenta, será culpable. (Levítico 5:3—NVI)

Varias veces, en los primeros capítulos del Libro de Levítico, el sacrificio que se describía era para el Israelita que pecaba por ignorancia. Pero no hay provisión en el pacto antiguo ni en el nuevo para el pecado que se comete deliberadamente y presuntuosamente:

Una sola ley se aplicará para todo el que peque inadvertidamente, tanto para el israelita como para el extranjero residente. Pero el que peque deliberadamente, sea nativo o extranjero, ofende al Señor. Tal persona será eliminada de la comunidad, y cargará con su culpa, por haber despreciado la palabra del Señor y quebrantado su mandamiento. (Números 15:29-31—NVI)
Si después de recibir el conocimiento de la verdad pecamos obstinadamente, ya no hay sacrificio por los pecados. (Hebreos 10:26—NVI)

Se cuenta que una mujer que se estaba preparando para un acto inmoral oró de esta manera: “Señor, perdónanos por lo que vamos a hacer.” Estaba actuando consistentemente con su entendimiento de la gracia de Dios. (¿De verdad creemos esto?) Ella cree que puede tener su pastel y comérselo también.

¿Y por qué no? Ella cree que es salva incondicionalmente por la gracia y no por las obras de rectitud que haya hecho. La sangre de Cristo es la cobertura por su pecado. Ella está pecando bajo el auspicio y la protección de Cristo. La sangre de Cristo le está permitiendo pecar y aun así cosechar la recompensa del justo. Esto es lo que se está enseñando y practicando hoy en día.

Hay varios pasajes en el Nuevo Testamento que evitan que el creyente pecador herede el Reino de Dios (Gálatas 5:21 por ejemplo). Pero los teólogos disculpan estos pasajes dando toda clase de explicaciones.

A un ministro del Evangelio cuando se le preguntó con respecto a las advertencias que hace el libro de Hebreos a los Cristianos que pecan, dijo que el libro de Hebreos había sido escrito para los Judíos y que por lo tanto no se aplicaba a los Gentiles. Así es como pervertimos la Palabra de Dios.

La doctrina de Pablo sobre la gracia de Dios en Cristo ha sido desvirtuada por Satanás y por el hombre egocéntrico. Una fase del avivamiento contemporáneo de las lluvias tardías es la restauración de las verdades del Reino de Dios a los miembros del Cuerpo de Cristo. Cuando sabemos la verdad de que Cristo Es, la verdad nos hace libres—libres del pecado, de la mundanería y de la voluntad propia.

La verdad de que Cristo Es nos libera de toda injusticia, de la inmundicia moral y de la desobediencia al Dios del Cielo. La verdad nos libera de toda autoridad y poder del diablo. La verdad nos libera para poder caminar ante Dios en vida eterna. La verdad nos restaura a todo lo que perdimos en Edén y luego nos agrega la gloriosa riqueza que Dios tiene preparada para aquellos que lo aman.

Mientras que la naturaleza básica del pacto nuevo del Reino de Dios sea malentendida, muy poco progreso se logrará en cuanto al arrepentimiento y a la santidad por parte del rebaño del Señor. Dios quizá no se fije en nuestra ignorancia pasada, pero hoy Él nos está ordenando arrepentirnos.

El resultado final de la perversión de la doctrina de Pablo sobre la gracia ha sido la destrucción de la vida espiritual y del testimonio de las iglesias Cristianas.

El Espíritu de Dios está listo para enviar un espíritu de arrepentimiento sobre los Cristianos de los Estados Unidos. Es muy probable que cientos de miles de creyentes estarían más que dispuestos a seguir al Espíritu en arrepentimiento si hubiera alguien que los guiara. Pero la doctrina errónea sobre la “gracia” destruye el fundamento sobre el cual el arrepentimiento ferviente se basa engañando a los creyentes para que piensen que Dios no ve sus pecados porque la justicia de Cristo está cubriendo sus conductas. ¿De qué se va uno a arrepentir si lo que está haciendo no es pecado a los ojos de Dios?

El avivamiento de las lluvias tardías, el derramamiento del Espíritu de Dios sobre toda carne en los últimos días, restaurará la justicia, la santidad, y la obediencia a Dios en los miembros del Cuerpo de Cristo (Joel 2:23-29).

La Gracia Como Es Definida Por Las Escrituras

Pensemos por un momento en el concepto bíblico de la “gracia”.

El punto de vista del autor es que la gracia Divina que recibimos por medio del Señor Jesús no consiste en una renuncia de las expectativas que Dios tiene en cuanto a la conducta y la naturaleza del hombre sobre la tierra. Más bien, la gracia es la Virtud de Dios, de hecho la Presencia misma de Dios, que el hombre recibe por medio de Cristo para permitirle llenar total y perfectamente cada uno de los requisitos y expectativas de Dios.

Ambos conceptos sobre la gracia Divina no pueden ser correctos. O la gracia es una renuncia de las expectativas de Dios o la gracia Divina es el poder para cumplir estas expectativas.

O la gracia Divina es una renuncia que Dios hace de sus estándares con respecto al hombre para que éste, en su pecado y rebelión, pueda ser recibido en el Paraíso espiritual cuando muera físicamente, o la gracia Divina es impartir la Virtud de Dios con el fin de restaurar en el hombre la rectitud, la santidad y la humildad para que pueda encontrar reposo en Dios y Dios en él, en la tierra, en el Cielo, y en cualquier otra parte.

O recibimos la vida eterna gracias a una maniobra legal de Dios, o Dios nos ha ofrecido, mediante Cristo, la habilidad para vencer el pecado para así poder volver a ganar legítimamente acceso al árbol de la vida.

O la gracia deja a un lado los principios del Reino de la causa y el efecto, de lo que se siembra se cosecha, o la gracia establece para siempre esos principios y cambia al hombre para que lo que el hombre es y lo que hace tengan como resultado la bendición de Dios y comunión con Él

O Dios tiene comunión con un individuo basado en sus creencias religiosas en cuanto a la expiación, a la resurrección, al nacimiento de una virgen, a la naturaleza de la Trinidad y a los otros principios de la religión Cristiana, o Dios tiene comunión con un individuo basado en lo que el individuo es y en cómo se comporta.

A través de la historia, los hombres religiosos han puesto énfasis en las creencias de su propio grupo. El autor es de la creencia que tanto a Dios como a Cristo les importa poco nuestro conocimiento de teología. Ellos tienen comunión con nosotros basado en lo que somos como personas.

Dios se regocija de un alegre individuo recto que teme a Dios, que confía en Dios, que trata con Dios honesta y respetuosamente sin tomar en cuenta la exactitud de su entendimiento teológico. Nos damos cuenta en los cuatro Evangelios que cuando el Señor hablaba de Su venida, no mencionaba nunca nuestra posición doctrinal, pero sí nos advirtió en cuanto a nuestra conducta.

Pero, ¿qué tal si ese siervo malo se pone a pensar: “Mi señor se está demorando”, y luego comienza a golpear a sus compañeros, y a comer y beber con los borrachos? El día en que el siervo menos lo espere y a la hora menos pensada el señor volverá. Lo castigará severamente y le impondrá la condena que reciben los hipócritas. Y habrá llanto y rechinar de dientes. (Mateo 24:48-51—NVI)

A Dios no le place una persona arrogante, engreída, engañosa y espiritualmente ambiciosa sin importar qué tan perfectas puedan ser sus creencias. Dios no tiene comunión con nosotros por nuestra religión sino por lo que somos como personas. El Reino de Dios no consiste de teólogos y de personas religiosamente ambiciosas y “correctas” sino de santos que están unidos en el Espíritu de Dios.

Dios y Cristo no tienen comunión con nosotros debido a la gracia sino debido a la clase de personas que somos y a cómo nos comportamos. Cualquiera que camine con el Señor sabe que Jesús es una Persona, no un sistema alejado que opera basado en la forma en que hayamos podido amarrar a Dios con ciertos “versículos clave”.

Si nuestras creencias religiosas no nos llevan a la Persona de Jesús de manera que cada día lleguemos a conocerlo mejor, entonces nuestras creencias religiosas son peor que inútiles. Son parte de la Babilonia religiosa—de la confusión religiosa organizada que mantiene a los creyentes ignorantes del Señor y de Sus caminos.

Jesús, la Persona, no tiene nada en absoluto que ver con una “gracia” que recibe al pecador y al desobediente al Paraíso espiritual, y que luego condena al Lago de Fuego a quienes nunca han oído el Evangelio.

El Señor Jesús recibe a la prostituta, al borracho, al ladrón, al asesino y a cualquier otro que vaya a Él para pedirle ayuda. El Señor Jesús posee la autoridad para perdonar a quienquiera que Él escoja y para llevarlo al Reino de Dios. Este es el significado de Juan 5:24, que es uno de los versículos más importantes de los “versículos claves” de los que se han sacado estas conclusiones mortales.

El ladrón en la cruz que reconoció a Jesús como Rey, es un ejemplo excelente de la autoridad de Jesús para llevar al Paraíso a quien le plazca. (Sin conocer la vida del ladrón, no sabemos que tan profundo haya sido su arrepentimiento ni su dedicación a Dios mientras que estaba en la cruz.)

Donde el entendimiento actual de la gracia Divina se ha desviado es en el área de la distinción entre llegar a Jesús, por un lado, y aceptar posturas doctrinales, por el otro. En muchos casos, los conversos de hoy en día aceptan posturas doctrinales para la salvación en lugar de aceptar a Cristo.

El propósito de las Escrituras es llevarnos a Jesús, no a una creencia mental. Cuando llegamos a Jesús, Él perdona nuestros pecados y deposita en nuestra personalidad mortal una porción de vida eterna. El depósito de una porción de vida eterna en nuestra personalidad no es una expresión figurativa que significa que viviremos para siempre (¡todos los espíritus viven para siempre!). Más bien, significa que una verdadera porción de Vida Divina ha sido puesta en nuestra personalidad mortal.

Desde ese momento en adelante debemos permanecer en Cristo todos los días de nuestro discipulado para que la Vida Divina que hemos recibido pueda ser alimentada y fortalecida. Si nuestra nueva vida es alimentada y fortalecida, ésta, a la venida de Jesús, vivificará nuestro cuerpo mortal. Pero si permitimos que las preocupaciones y las cosas del mundo actual ahoguen la vida eterna que nos ha sido dada, entonces no habrá una Vida Divina interna, no habrá “aceite” para vivificar nuestro cuerpo en el Día del Señor.

El Espíritu de Dios que mora en nosotros, no nuestra postura doctrinal, es la que vivificará nuestros cuerpos en el Día de Cristo (Romanos 8:11).

El Señor Jesús nos juzga, nos reprende, nos corrige y hace todo lo que sea necesario para estimular el crecimiento de la Vida Divina que está en nosotros y para conformarnos a todos los requisitos de Dios Padre. Mientras tanto, la sangre de la cruz nos mantiene justos ante Dios.

La sangre compensa la diferencia entre nuestra personalidad y conducta actual y la personalidad y conducta que Dios requiere. La personalidad y la conducta que Dios requiere será el estado verdadero de nuestra personalidad cuando hayamos sido totalmente redimidos

No tenemos ninguna base bíblica para creer que la sangre continúa perdonando nuestros pecados aun si no estamos participando en el programa de la redención que acabamos de describir. La sangre de Jesús cubre únicamente aquellos que continúan viviendo en la luz de la voluntad de Dios para sus vidas.

Pero si vivimos en la luz, así como él está en la luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesucristo nos limpia de todo pecado. (1 Juan 1:7—NVI)

Actualmente, en muchos casos, los conversos están asintiendo con los hechos de la salvación habiendo sido enseñados unos cuatro o cinco “versículos clave” (versículos que parecen encajar en la idea actual de lo que es la redención), y están confiados de ser candidatos para el Cielo. No conocen a Jesús. Nunca han conocido al Maestro y no están viviendo en la luz de Su Presencia y de Su voluntad.

Muchos creyentes Cristianos no son discípulos de Jesús. Por consiguiente, los escritos de los Apóstoles no se aplican a ellos en gran manera (excepto los versículos de advertencia—los cuales son numerosos). Sólo a medida que escuchamos continuamente a Cristo y que permanecemos en Él es que tenemos vida eterna y que estamos sin condenación.

El creyente que está escuchando a Jesús y que está permaneciendo en Él no está pecando (1 Juan 3:6). El Espíritu Santo le está enseñando a vencer el pecado. Él está viviendo confesando sus pecados y arrepintiéndose. Cada día está creciendo en santidad.

Observa el énfasis en el segundo y tercer capítulos del libro de Apocalipsis en cuanto a tener “oídos para oír” la voz del Señor Jesús. Este pasaje está dirigido a las iglesias, a los candelabros de oro. Oír la voz de Cristo no es leer las Escrituras, a pesar de lo importante que son las Escrituras. Más bien, oír la Palabra de Jesús es oír a través del Espíritu la Palabra del Cristo viviente. Todos los que son guiados por el Espíritu éstos son los hijos de Dios.

Muchos creyentes han sido enseñados por las Escrituras pero nunca han conocido al Señor ni han oído Su voz. Ser un erudito en las Escrituras no es lo mismo que conocer a Dios. Las Escrituras nunca pasarán—ni siquiera cuando los cielos y la tierra pasen. Pero a pesar de su valor supremo, conocer las Escrituras no es lo mismo que conocer a Jesús. El conocimiento de Cristo, no el conocimiento de las Escrituras, es lo que es la vida eterna.

Hoy en día, algunos están enseñando que las Escrituras y Jesús son lo mismo, que Cristo es la Biblia y que la Biblia es Cristo. Esto no es cierto para nada. La Biblia no es nuestro Señor, ni el Novio, ni el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo.

Un crecimiento continuo en la santidad y un conocimiento personal y cada vez más profundo del Señor Jesús son algo muy diferente a la tibieza de quienes piensan que tienen a Dios obligado a ciertos versículos tomados fuera de su contexto (como a menudo es el caso con Juan 5:24; Juan 1:12; Romanos 10:9,10; Romanos 6:23; Romanos 8:1; y Efesios 2:8,9) y que armados con estos versículos, creen poseer una garantía de que sin importar como vivan, o si están o no dejando sus vidas para seguir a Jesús, de seguro van a ser recibidos calurosamente en el Paraíso espiritual cuando mueran.

Esta es la perversión de la gracia.

Jesús ciertamente da vida eterna y libertad de toda condenación a toda persona que oiga Su Palabra y crea en Dios. Pero este oír y esta fe es un proceso continuo. Es el camino de la fe, el camino que lleva a la vida eterna. Esto de ninguna manera se refiere a un acto que se hace solamente una vez y en el cual “aceptamos a Cristo” y luego seguimos con nuestra forma normal de vivir.

La expresión “el justo por la fe vivirá” significa que el justo vive cada momento en obediencia y en unión con Dios en vez de vivir según su propio orgullo, entendimiento mental, y deseos del alma. “El justo por la fe vivirá” no se está refiriendo a la adherencia a un grupo de creencias doctrinales. Se refiere al camino de la fe, a buscar al Señor en todo lo que pensemos, hagamos y digamos. Se refiere a vivir por la fe.

La redención que hay en el Señor Jesús o es el perdón de una persona para que cuando ésta muera pueda irse a otro mundo donde no pueda pecar, o la redención Cristiana es la transformación de la persona para que pueda traer al Reino de Dios, la voluntad de Dios, a la tierra. La tierra siempre se le da a los humildes, a quienes practican la rectitud, a quienes aman la misericordia y a quienes caminan humildemente con el Señor.

O la gracia Divina cambia los estándares y el medio ambiente, o el hombre lo hace. ¿Cuál es?

La respuesta equivocada destruye el propósito del Calvario.

Dios llega al hombre pecaminoso y le ofrece perdón total por sus pecados mediante la expiación de la sangre del Señor Jesús en la cruz del Calvario.

¿Pero con qué propósito se le ofrece el perdón al hombre? ¿Con el propósito de que pueda irse al Paraíso espiritual cuando muera? ¿Es para esto que Dios perdona al hombre por medio de Cristo—para que sin haber sido transformado pueda irse a un lugar de dicha en el reino espiritual? ¿Es esto lo que enseñan las Escrituras? ¿Qué pasaje de las Escrituras enseña que el hombre es perdonado para que pueda ir al Cielo cuando muera?

Esto no es lo que enseñan las Escrituras. Este concepto no tiene base bíblica. Es un mito moderno centrado en el hombre diseñado para quitarle al hombre toda responsabilidad de su salvación. Él puede desobedecer repetidamente a Dios para luego, cuando muera, heredar la aprobación y la bendición de Dios.

Al hombre se le ofrece el perdón, no para que pueda entrar al Paraíso espiritual cuando muera, sino para que pueda arrepentirse de sus pecados y entrar en el programa de salvación del pecado y de la voluntad propia.

Hay unos cuantos versículos en el Libro del Apocalipsis que muestran al hombre redimido ante la Presencia de Dios y de Cristo en el Cielo (la gente nunca es presentada viviendo en mansiones). Pero aquellos que están en el Cielo, están esperando hasta que les sea posible regresar a la tierra, que es la morada eterna del hombre.

De ellos hiciste un reino; los hiciste sacerdotes al servicio de nuestro Dios, y reinarán sobre la tierra. (Apocalipsis 5:10—NVI)
Vi además la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, procedente de Dios, preparada como una novia hermosamente vestida para su prometido. (Apocalipsis 21:2—NVI)

Los gobernantes de la era que vendrá son preparados en la Presencia de Dios en el Cielo para que puedan regresar a la tierra y hacer que la voluntad de Dios se haga en la tierra. De hecho, Dios mismo y Su Cristo regresarán para vivir en la tierra como sucedía en un principio. Este es el Reino de Dios, el Reino de los cielos.

Los elegidos que están morando en Cristo van a la Presencia de Dios cuando mueren, no porque el Cielo sea su hogar sino porque Cristo es su morada eterna. Ellos deberán de esperar hasta que sea hora de regresar a la tierra. No hay ningún pasaje en las Escrituras que enseñe que cuando uno muere, se va al Cielo para vivir ahí para siempre. La gracia no es el medio por el cual la persona que no ha sido transformada es llevada al Cielo cuando muera.

El destino del hombre no se decide cuando muere. El destino del hombre se decide cuando se presenta ante el Tribunal de Justicia en el Día de Cristo. El reino espiritual es un lugar de espera hasta que el Señor regrese, resucite a los muertos, y le dé a cada individuo su porción según como haya vivido sobre la tierra.

Entreguen a este hombre a Satanás para destrucción de su naturaleza pecaminosa a fin de que su espíritu sea salvo en el día del Señor. (1 Corintios 5:5—NVI)

Fíjate en el pasaje anterior que la pregunta no es si el Cristiano pecador irá o no al Cielo por la gracia, sino si su espíritu será salvo en el Día del Señor Jesús. Si la doctrina actual sobre la gracia fuera cierta, no habría ninguna duda de que el individuo iría al Cielo. Es Cristiano. Él va al Cielo por la gracia. La sangre de Jesús cubre su inmoralidad con la esposa de su padre.

Los eruditos actuales contestarían diciendo que éste hombre para empezar no era verdaderamente salvo porque si lo fuera, su salvación nunca podría estar en peligro.

Este argumento es confuso e inventado y sigue en círculos. ¿Estamos diciendo entonces que hay una multitud de creyentes que no son verdaderamente salvos? ¿Que ellos creen que Jesús los acepta pero que en realidad no es así? ¿Que si verdaderamente son salvos su salvación no podría nunca estar en peligro?

Si este es el caso, ¿cómo podemos saber si hay alguien salvo? ¿Por sus obras? Si es así, nuestra enseñanza es verdadera.

¿O acaso es cierto que no podemos saber si somos salvos o no? ¿Estamos alegando que si una persona comete inmoralidades sexuales con la esposa de su padre, que esta persona no era, para empezar, salva? Sabemos que el creyente incestuoso era miembro de la iglesia de Corinto ya que fue castigado y luego perdonado por la iglesia (2 Corintios 2:6,7).

¿Es cierto que si una persona peca es porque no era en realidad salva? Como hemos dicho anteriormente, el resultado final de este argumento es que nadie puede estar totalmente seguro de su salvación hasta que se presente delante de Jesús.

En las notas al pie de la página de la edición de la Biblia a la que nos hemos referido anteriormente, se hace la declaración de que los creyentes de que habla Hebreos 6:4-8 son personas que profesaban la religión pero que nunca habían tenido una verdadera relación con Cristo y ésta es la razón por la cual era posible que ellos se descarriaran.

Sin embargo, estos “profesores de la fe” habían sido “iluminados” y habían “saboreado el don celestial” habían tenido “parte en el Espíritu Santo” y habían “experimentado la buena palabra de Dios y los poderes del mundo venidero”.

Según esta edición de las Escrituras, estas personas nunca fueron verdaderamente salvas. ¿Cuál es entonces la definición que ellos tienen de la salvación? Con esto, se puede observar hasta qué extremo recurren los teóricos para dar una base a la perversión de la gracia que ellos están promoviendo.

Hemos dicho que el destino del hombre se decide cuando éste se encuentre ante el tribunal en el Día de Cristo. Hay una excepción a esto. Los Cristianos que, al igual que Pablo, sigan hacia delante con Cristo para lograr la “resurrección hacia afuera” o la “resurrección de ‘entre’ los muertos” (Filipenses 3:11, término Griego).

Para poder llegar a la resurrección hacia afuera (en Griego—exanastasis) debemos seguir confesándonos y arrepintiéndonos de nuestros pecados, obedeciendo perfectamente a Dios con todo el corazón, caminando en el poder de la resurrección de Cristo, conformándonos a la muerte en la cruz, hasta que seamos perfectamente reconciliados con Dios. Podemos pasar por el Tribunal de Justicia de Cristo mientras que todavía estemos en este mundo si estamos dispuestos a hacerlo.

Porque es tiempo de que el juicio comience por la familia de Dios; y si comienza por nosotros, ¡cuál no será el fin de los que se rebelan contra el evangelio de Dios! (1 Pedro 4:17—NVI)

Si seguimos al Señor Jesús hasta este grado, cuando muramos tomaremos nuestro lugar en la Presencia de Cristo, y esperaremos ahí hasta que volvamos a aparecer con Él en el Día de Su manifestación. Si logramos la primera resurrección de entre los muertos, la segunda muerte ya no poseerá ninguna autoridad sobre nosotros (Apocalipsis 20:4-6). Habremos pasado por el juicio del pecado y habremos logrado la resurrección de entre los muertos. Lograr la primera resurrección es el resultado final de vivir una vida de victoria en Cristo Jesús.

Por lo tanto, podemos comprender qué tan engañosa y destructiva es la perversión actual de la gracia. Al hacer énfasis en la escapatoria del hombre al reino espiritual basado en estar de acuerdo con ciertos versículos clave de las Escrituras se elimina de las mentes de los santos todo el concepto de vencer, de lograr la Presencia de Dios. La apatía y la falta de preparación que da como resultado es precisamente lo que Satanás desea.

Satanás comprende que su reino será derrotado a través de los santos victoriosos, aquellos que han seguido adelante hasta la perfecta conquista en Jesús. Si Satanás logra persuadir a los creyentes que la redención Cristiana no es más que una fuga al Paraíso espiritual y que la autorización para esta fuga no es más que el asentir con los hechos de la expiación, él puede seguir logrando su voluntad y su imagen entre las naciones del mundo. De esta manera, la herencia de Cristo sigue en las manos de Satanás.

El concepto del llamado “arrebato antes de la tribulación” es muy aceptado por Satanás. Al alentar a los creyentes en Cristo que esperen una escapatoria de la tierra en vez de buscar la victoria en Cristo aquí en la tierra, Satanás espera prolongar su dominio sobre la tierra.

A Satanás no le preocupa cuantas personas huyan al reino espiritual. Lo que le preocupa a Satanás es la creación de los hermanos del Señor (Romanos 8:29). Él sabe que las Escrituras señalan el Día glorioso cuando Cristo, Cabeza y Cuerpo, regrese para echar fuera toda maldad de la tierra. En ese Día la Gloria del Señor cubrirá la tierra como las aguas cubren el mar. Esta es la venida del Reino de Dios como lo predijo Juan el Bautista, Jesús de Nazaret, y los Apóstoles del Cordero.

La venida del Día del Señor señala el fin del dominio de Satanás sobre la tierra.

El concepto actual de la gracia trabaja en contra del desarrollo de gente santa. Trabaja en contra de la determinación ferviente que debe de poseer el creyente si va a obtener la primera resurrección y a regresar con el Señor Jesús.

El concepto actual de la gracia sirve únicamente para atraer a grandes cantidades de personas a los “clubes” Cristianos (no los llamamos iglesias) y para evitar que dejen su vida, que tomen su cruz y que sigan al Maestro. Más bien, ellos deben esperar hasta que mueran y vayan al Cielo o hasta que el Señor venga y se los lleve al Cielo.

El concepto de la resurrección de entre los muertos y de vivir una vez más sobre la tierra en nuestros cuerpos le es prácticamente desconocido a esta generación actual de Cristianos. El énfasis apostólico de la resurrección de entre los muertos ha sido dejado a un lado por el énfasis de ser “arrebatados” que no está en las Escrituras. Esta es una visión falsa y como resultado, la gente está muriendo.

Después de que Dios perdona a un individuo, Él le siembra a Cristo y le da del Espíritu Santo. El propósito de darle a un ser humano tales bendiciones Divinas es para que éste pueda vencer al pecado y al egocentrismo y que pueda comenzar a crecer en la imagen de Dios.

Las ropas blancas con las cuales se visten los miembros de la Esposa del Cordero en el Día del Señor es la conducta recta de las personas que han sido transformadas a través de la relación viva que tienen con Cristo (Apocalipsis 19:8). Es un “hogar del cielo” que es formado conforme el individuo siembra su cuerpo a la muerte de la cruz y vive en la Vida de resurrección del Señor.

El Espíritu de Dios lleva al creyente a través de muchas experiencias, y le enseña y lo edifica por medio de los diversos ministerios. Al Espíritu Santo se le ha encomendado la purificación de la Esposa para prepararla para las bodas con el Cordero.

El creyente tiene por su parte que dejar su vida, que cargar su cruz, y que seguir al Señor Jesús. El Espíritu por Su parte guía al creyente por los pasos de santificación hasta que su vida empiece a ser agradable al Señor. Mientras tanto, la sangre de la expiación hace que el creyente siga siendo aceptado por Dios.

La ley de la causa y el efecto, la ley que dice que lo que se siembra se cosecha, nunca ha sido abandonada o alterada y nunca lo será. Es la ley fundamental de la personalidad y de la conducta que gobierna a todas las criaturas de Dios. No se hace ninguna excepción para los creyentes Gentiles. Dios y Sus reglamentos nunca cambian.

Más bien, bajo el pacto nuevo, al individuo se le ha dado la oportunidad de cambiar por medio de la Virtud de Cristo. No es lo que cosecha el individuo lo que cambia, sino lo que siembra.

El Señor Jesús no vino para perdonar al mentiroso para que pudiera ir al Cielo. El Señor Jesús vino para cambiar al mentiroso y hacerla una persona honrada que pueda tener comunión con Dios. Todos los mentirosos tendrán su lugar en el Lago de Fuego.

El Señor Jesús no vino para perdonar al adúltero para que pueda ir al Cielo para vivir para siempre en una mansión. El Señor Jesús vino para hacer del adúltero una persona moralmente pura que pueda tener comunión con Dios y pueda heredar el Reino de Dios. Todos los adúlteros serán echados en el Lago de Fuego.

El resultado final de la obra de la gracia Divina es la creación del Reino de Dios—el que se lleve a cabo la voluntad de Dios en la tierra como en el Cielo. La meta de la redención Cristiana no es ir al Paraíso cuando muramos sino que el Reino de Dios venga a la tierra. El Reino de Dios está compuesto de personas que se portan con rectitud.

¿Acaso no entran primera al Reino de Dios las prostitutas que los santurrones? Así es, porque las prostitutas se arrepentirán de su comportamiento y seguirán a Jesús.

¿Estamos enseñando que somos salvos por nuestras propias obras muertas? Claro que no. Nosotros estamos predicando que la verdadera salvación produce, vive en, y llega a la madurez conforme los creyentes se relacionan con el Espíritu Santo y con la Palabra de Dios. Aparte de esta transformación diaria no existe ninguna salvación, ningún Reino de Dios, ninguna vida eterna.

El “estado de gracia” y la “dispensa por la gracia” que son predicados hoy en día no son de Dios, ni están en las Escrituras, y son totalmente destructivas a las intenciones que Dios tiene bajo el pacto nuevo.

El Reino de Dios es hacer la voluntad de Dios en la tierra como en el Cielo. Así que cualquier enseñanza que sugiera que el Reino de Dios es otra cosa que el hombre haciendo la voluntad de Dios en la tierra, practicando verdadera rectitud, santidad y obediencia a Dios, va en contra del Evangelio Cristiano, del Evangelio del Reino de Dios—aquello que fue predicado por Juan el Bautista, por Jesús de Nazaret, y por los Apóstoles del Cordero.

Todo el que infrinja uno solo de estos mandamientos, por pequeño que sea, y enseñe a otros a hacer lo mismo, será considerado el más pequeño en el reino de los cielos; pero el que los practique y enseñe será considerado grande en el reino de los cielos. (Mateo 5:19—NVI)

Si el creyente no comprende esto, tampoco comprende lo que es la salvación. La salvación es principalmente la liberación de Satanás, del mundo, de nuestros malos deseos, y de nuestra voluntad propia. La salvación es la liberación del poder del pecado y la obtención de Virtud Divina para practicar la rectitud.

El perdón es nuestra introducción al programa de liberación. El perdón no es por sí mismo el producto de la obra del Calvario. El perdón, el apaciguamiento de la ira de Dios por la sangre derramada en la cruz, tiene significado únicamente en lo que concierne a la liberación del individuo. El perdón se mantiene sólo con la condición de que el creyente siga avanzando en el programa de la liberación, de la redención. Cuando el creyente empieza a descuidarse, a retroceder, a descuidar su salvación, en ese momento empieza a ser desfavorecido por el Señor.

Pero mi justo vivirá por la fe. Y si vuelve atrás, no será de mi agrado. (Hebreos 10:38—NVI)

Es obvio que muchos pasajes del Nuevo Testamento hablan sobre las obras de rectitud que nosotros los Cristianos debemos hacer. Esto es cierto de los escritos del Apóstol Pablo—el principal proponente de la “gracia”. Pero los pastores y los evangelistas no siempre ponen en claro el papel que tienen las obras en la redención Cristiana.

Una explicación bien intencionada pero engañosa sobre la relación que hay entre las obras y la gracia es que somos salvos por la gracia (perdonados incondicionalmente) pero que debemos hacer buenas obras porque amamos a Jesús.

Esta explicación no es fructífera por dos razones. En primer lugar, el ambiente espiritual se ha vuelto tan endemoniado y los malos deseos con los que somos tentados tan poderosos que todas estas buenas intenciones fallan rápidamente. Caemos en el pecado confiados en que seremos perdonados por la “gracia”.

En segundo lugar, no contamos con ninguna base bíblica para este tipo de actitud. Esta no es la relación bíblica entre las obras y la fe. Las buenas obras no son cosas “amables” que hacemos para agradar a Jesús. De acuerdo con el sexto capítulo del Libro de Romanos, si nosotros los Cristianos continuamos sirviendo la maldad, moriremos espiritualmente. La fe aparte de las obras de rectitud, de santidad, y de obediencia a Dios está muerta.

Una conducta recta, una personalidad y un comportamiento santo, y una obediencia al Padre son el producto y la evidencia de la salvación. La redención produce rectitud inquebrantable, santidad de fuego y obediencia estricta a Dios. Por lo tanto, nunca puede haber una división entre ser salvo y tener una conducta de rectitud.

Ser salvo aparte de las obras, según el Apóstol Pablo, es ser salvo aparte de las obras de la Ley de Moisés, y no aparte de la conducta de rectitud y de santidad. ¿Qué sentido tendía el concepto de ser salvo aparte de las obras de rectitud si el producto y la evidencia de la salvación es una nueva creación de justicia y de rectitud?

Hoy, el Señor Jesús está esperando que Sus enemigos sean puestos por estrado de Sus pies (Hebreos 10:13). Perdonar a un individuo no es poner a los enemigos de Cristo por estrado de Sus pies. Los enemigos de Cristo son hechos estrado de Sus pies sólo cuando Satanás ha sido vencido y echado fuera de la personalidad del individuo-y esto por voluntad propia del individuo.

El hombre fue el que permitió que Satanás entrara a la tierra. Se le ha dado al hombre el echar a Satanás de la tierra. El hombre puede lograrlo únicamente en unión con Cristo.

Si la redención Cristiana es principalmente el perdón, entonces el pacto nuevo no es más efectivo que el pacto antiguo. Además, Cristo aparece como el que perdona los pecados de sus discípulos. Si este es el caso, entonces Dios no mandó a Cristo al mundo para que a través de Él el mundo fuera liberado del pecado, sino para que el hombre pudiera continuar sin ningún castigo como una criatura pecaminosa. Esto abrogaría la ley sobre cosechar lo que siembras. Entonces, sería cierto que el alma que peque no morirá. Nosotros podríamos continuar en nuestros pecados por el “amor” de Dios expresado por medio en Cristo.

Si la redención Cristiana es principalmente perdonar al hombre con el propósito de llevarlo al Cielo cuando muera, entonces la redención Cristiana no tiene ningún propósito en lo que se refiere al establecimiento del Reino de Dios en la tierra. Significaría que Jesús no es el Señor de señores ni el Rey de reyes sobre la tierra; que los reinos del mundo nunca estarán bajo la autoridad de Cristo; que la Gloria de Dios nunca cubrirá la tierra como las aguas cubren el mar; que las palabras de los Profetas Hebreos nunca se cumplirán.

Si la redención Cristiana es principalmente perdonar al hombre para que vaya al Cielo, para vivir ahí sin tentación, entonces los santos nunca reinarán sobre la tierra. Las personas salvas vivirían una nueva clase de vida en el Cielo—una vida de la cual las Escrituras no dicen casi nada. La descripción del Reino de Dios por los Profetas Hebreos sería de poco interés para el Cristiano ya que su futuro estaría en el reino espiritual con los ángeles. El regreso de Cristo no significaría para él mas que la oportunidad de poder escaparse al Paraíso espiritual.

Si la redención Cristiana es principalmente perdonar al hombre para que pueda ir a un ambiente libre de pecado, entonces no tiene sentido que pase la vida aprendiendo la obediencia estricta al Espíritu de Dios. No habría razón para que aprendiera a perfeccionar las lecciones sobre la paciencia, la fidelidad, el amor, y la diligencia. No necesitaría una personalidad transformada en el Cielo. Ya que todos los creyentes recibirían la misma recompensa, ¿por qué tendría el creyente que buscar la Presencia de Jesús? ¿Por qué tendría que aguantar año tras año la dolorosa negación a sí mismo que es una parte tan vital de la vida victoriosa, de la obtención del Reino de Dios? (Santiago 1:4; Apocalipsis 1:9)

Este concepto de la gracia lograría que las naciones permanecieran en la oscuridad. La justicia nunca les llegaría. Mientras tanto, la gente Cristiana, la luz de las naciones, estaría divirtiéndose en sus mansiones.

El concepto moderno de la gracia Divina aparentemente no está consciente de que el regreso de Jesús y de Sus santos tiene el propósito de traer justicia a las naciones. Los santos que vivieran sus vidas haciendo su propia voluntad antes de la venida de Cristo, continuarían viviendo esas mismas vidas de voluntad propia en el Paraíso espiritual; mientras tanto, las naciones del mundo seguirían tambaleantes en la ceguera moral, en la violencia, y en la inmoralidad. El llamado “sacerdocio real” estaría bailando y cantando en las calles de oro. Los miembros del Cuerpo de Cristo estarían disfrutando de sus rubíes y diamantes estando acostados en sus mansiones.

Conclusión

¡Qué aborto del Evangelio del Reino ha sido la enseñanza moderna! No habla ni predica del Reino de Dios porque no cuenta con la vida ni el poder del Reino. Es una invención del hombre, una invención diseñada (aún inconscientemente) para impedir que Cristo destruya las obras de Satanás en la tierra.

El Reino de Dios es Dios en Cristo en los santos gobernando todas obras de las manos de Dios. Por esto el Espíritu de Dios trabaja incesantemente, formando a los miembros del Cuerpo de Cristo en un hombre perfecto, hasta que se conforme a la plena estatura de Cristo.

El Reino de Dios es hacer la voluntad de Dios en la tierra. El Reino de Dios establece, no cancela, los estándares morales Divinos.

El Reino de Dios vendrá a la tierra tan pronto como los santos, los miembros del Cuerpo de Cristo, hayan alcanzado una unión total y reposada con Dios a través de Cristo. Sólo conforme Jesús y Dios estén morando en nosotros, conforme tengan un control total y perfecto de nosotros, y conforme estemos siendo felizmente obedientes a Su voluntad entonces será posible que nosotros regresemos con Cristo y que seamos de ayuda a las naciones de la tierra.

Pidámosle al Señor que saque totalmente de nuestro corazón y de nuestra mente el concepto que la salvación Cristiana es la disculpa Divina para la conducta de los elegidos de Dios. Hemos sido predestinados desde la creación del mundo para ser cambiados a la imagen moral del Señor Jesús. Pero todavía nos queda aferrarnos de aquello para lo que hemos sido llamados, si no moriremos en el desierto de la incredulidad y de la desobediencia así como murió en el desierto una generación de Israelitas incrédulos sin jamás entrar en la tierra prometida que les había sido predestina (Génesis 15:18).

Aunque ustedes ya saben muy bien esto, quiero recordarles que el Señor, después de liberar de la tierra de Egipto a su pueblo, destruyó a los que no creían. (Judas 1:5)

La era más grande de todas ha llegado. El Reino de Dios, el hacer la voluntad de Dios en la tierra, está por llegar. Que cada uno de nosotros deje su propia vida, levante su cruz y siga a Jesús. Conforme nos consideremos muertos con el Señor Jesús y luego empecemos a vivir por el poder de Su Vida de resurrección, lograremos vencer el pecado. Después, procederemos a destruir todas las obras del diablo en la tierra, empezando con nuestra propia personalidad.

(“Laperversión de la Gracia”, 4147-1)

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