EL OLIVO

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Texto bíblico tomado de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional © 1999 por la Sociedad Bíblica Internacional.

Traducción de Carmen Alvarez


Para poder entender el Israel de Dios, el Reino de Dios, el Cristo, y la esperanza de la redención debemos de tener un entendimiento claro sobre el Olivo. El Olivo no es de los Judíos de raza ni de los Gentiles de raza, aunque ciertamente está en un contexto Judío. El Olivo es el Espíritu de Cristo.


Después de todo, si tú fuiste cortado de un olivo silvestre, al que por naturaleza pertenecías, y contra tu condición natural fuiste injertado en un olivo cultivado, ¡con cuánta mayor facilidad las ramas naturales de ese olivo serán injertadas de nuevo en él! (Romanos 11:24—NVI)

Para poder entender el Israel de Dios, el Reino de Dios, el Cristo, y la esperanza de la redención debemos de tener un entendimiento claro sobre el Olivo.

El Olivo es el Espíritu de Cristo. El Espíritu de Cristo fue el que habló por medio de los profetas Hebreos.

Querían descubrir a qué tiempo y a cuáles circunstancias se refería el Espíritu de Cristo, que estaba en ellos, cuando testificó de antemano acerca de los sufrimientos de Cristo y de la gloria que vendría después de éstos. (1 Pedro 1:11—NVI)

El Olivo le habló a Abraham. El Espíritu de Cristo sacó a Abraham de la ciudad donde él moraba para llevarlo a la tierra de Canaán. A Abraham y a su semilla se le dio la herencia Divina. Esta Semilla incluye al Señor Jesucristo y a todos aquellos que por fe han recibido a Cristo y se han convertido en parte de Él.

Sabemos que Cristo existió antes que Abraham y que es mucho más que él. Sin embargo, la Palabra de Dios se refiere a Cristo como la Semilla de Abraham. Esto se debe a que Cristo era del linaje de Abraham según la carne.

Las ramas del Olivo siempre están en acuerdo con la promesa de Dios. Dios escogió las ramas desde antes de la fundación del mundo. Ningún hombre ha podido jamás lograr un lugar en el Olivo gracias a su propia rectitud y a su propio esfuerzo. La herencia se pasa por medio de la fe en la Promesa de Dios.

El llamado que se le hizo a Abraham para que saliera de Ur marcó el comienzo de la manifestación material del Olivo, de Israel, de la Iglesia, del Reino de Dios. Este fue más bien un comienzo simbólico, una visión. La realidad del Reino nació cuando el Señor Jesucristo resucitó de entre los muertos.

El Olivo, el manto del Espíritu de profecía, lo heredó Isaac no por su parentesco con Abraham sino por la promesa que Dios le hizo.

Vive en ese lugar por un tiempo. Yo estaré contigo y te bendeciré, porque a ti y a tu descendencia les daré todas esas tierras. Así confirmaré el juramento que le hice a tu padre Abraham. (Génesis 26:3—NVI)

Lo que le permitió a Isaac ser parte del Olivo fue la profecía, la promesa, y no su nacimiento físico.

Tampoco por ser descendientes de Abraham todos son hijos suyos. Al contrario: “Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac”. En otras palabras, los hijos de Dios no son los descendientes naturales, más bien, se considera descendencia de Abraham a los hijos de la promesa. Y la promesa es esta: “Dentro de un año vendré, y para entonces Sara tendrá un hijo”. Y no sólo eso, también sucedió que los hijos de Rebeca tuvieron un mismo padre, que fue nuestro antepasado Isaac. Sin embargo, antes de que los mellizos nacieran, o que siquiera hicieran algo bueno o malo, y para confirmar el propósito de la elección Divina, no en base a las obras sino al llamado de Dios, se le dijo a ella: “El mayor servirá al menor”. (Romanos 9:7-12—NVI)

Ismael era del linaje de Abraham, y sin embargo, la herencia Divina, el Espíritu de Cristo, el Olivo, no le fue dado a él. Ismael no fue parte de la promesa. Ismael fue hijo de este mundo.

El Olivo le fue heredado a Jacob, no por su parentesco con Isaac sino por el hecho de que el Espíritu de Cristo se lo profetizó. La bendición Mesiánica que se le dio a Abraham pasó a Jacob pero no a Esaú:

Que te sirvan los pueblos; que ante ti se inclinen las naciones. Que seas señor de tus hermanos; que ante ti se inclinen los hijos de tu madre. Maldito sea el que te maldiga, y bendito el que te bendiga. (Génesis 27:29—NVI)

Nuevamente:

Tu descendencia será tan numerosa como el polvo de la tierra. Te extenderás de norte a sur, y de oriente a occidente, y todas las familias de la tierra serán bendecidas por medio de ti y de tu descendencia. (Génesis 28:14—NVI)

A pesar de que Esaú era del linaje de Abraham, él no llegó a ser una rama del Olivo, un miembro del Cuerpo de Cristo, una parte de la Iglesia eterna, de la nueva Jerusalén.

Isaac no pudo hacer que Esaú fuera parte del Olivo. Aun antes del nacimiento de Jacob y de Esaú Dios había hablado sobre ellos:

Y él le contestó: “Dos naciones hay en tu seno; dos pueblos se dividen desde tus entrañas. Uno será más fuerte que el otro, y el mayor servirá al menor”. (Génesis 25:23—NVI)

El Olivo, el Espíritu de Cristo, continuó entre los hijos y los nietos de Jacob. Las profecías hechas a Efraín y a Judá tienen un gran significado.

A Efraín:

…y su descendencia dará origen a muchas naciones. (Génesis 48:19—NVI)

Y a Judá:

… quien merece la obediencia de los pueblos. (Génesis 49:10—NVI)

La descendencia de Efraín dará origen a “muchas naciones”.

Efraín representa los Gentiles elegidos –las ramas que han sido cortadas del olivo silvestre y que han sido injertadas en el Olivo bueno.

Judá representa los Judíos elegidos –las ramas naturales del Olivo bueno.

En los últimos días, el Señor regresará a los Judíos, a la tierra de Israel, y las ramas Gentiles del Olivo se volverán una con las naturales. Todo Israel se salvará y el Señor Jesucristo será Rey sobre todo.

Tú les responderás que así dice el Señor omnipotente: “Voy a tomar la vara de José que está en la mano de Efraín, y a las tribus de Israel que están unidas a él, y la uniré a la vara de Judá. Así haré con ellos una sola vara, y en mi mano serán una sola”. Sostén en tu mano las varas sobre las cuales has escrito, de modo que ellos las vean, y adviérteles que así dice el Señor omnipotente: “Tomaré a los israelitas de entre las naciones por donde han andado, y de todas partes los reuniré y los haré regresar a su propia tierra. Y en esta tierra, en los montes de Israel, haré de ellos una sola nación. Todos estarán bajo un solo rey, y nunca más serán dos naciones ni estarán divididos en dos reinos. (Ezequiel 37:19-22—NVI)

El remanente del pueblo de Dios de hoy en día, aquellos que buscan al Señor con toda su alma, se sienten atraídos hacia los Judíos y hacia la tierra de Israel. Ya se está cumpliendo la profecía de Ezequiel. Los miembros verdaderos del Cuerpo de Cristo, los Gentiles de nacimiento, se están haciendo uno con los Judíos elegidos. Nos estamos volviendo un solo palo en la mano del Rey Jesús.

Miqueas profetizó sobre el cambio de los Gentiles elegidos hacia los Judíos elegidos:

Por eso Dios los entregará al enemigo hasta que tenga su hijo la que va a ser madre, y vuelva junto al pueblo de Israel el resto de sus hermanos. (Miqueas 5:3—NVI)

El Olivo permaneció entre los hijos de Jacob como podemos ver en el llamado hecho a Moisés y a Aarón, en las plagas de Egipto, en la nube y el fuego, en la promulgación de la Ley, en el sacerdocio, en el Tabernáculo de Reunión, y en las victorias en Canaán.

Las señales de la elección Divina continuaron con los jueces y luego con Saúl, David, Salomón y los demás reyes de Israel. El Espíritu de Cristo se hizo evidente en las proclamaciones y en los escritos de los Profetas Hebreos.

Las Escrituras Hebreas se han cumplido en parte, pero el Reino que anunciaban aún no se ha establecido sobre la tierra en plena Gloria Divina. La historia, hasta la fecha actual, ha seguido la Palabra transmitida a través de los Profetas y no se podrá cambiar ni una sola sílaba hasta que todo se haya cumplido.

El Olivo permaneció en Israel durante la época de los reyes, pero esto no significa que todo el Israel de esa época era uno de los elegidos de Dios. Algunos de los Judíos estaban haciendo las obras de su padre el diablo, como lo señaló el Señor Jesús. Isaías nos dice que Dios ha escogido a un remanente de entre la gente:

Y un remanente volverá; un remanente de Jacob volverá al Dios Poderoso. (Isaías 10:21—NVI)

Pasaron varios cientos de años luego de la proclamación de Malaquías. Entonces, el Olivo le llegó a María y a José, y a Isabel y a Zacarías. Juan el Bautista anunció la Presencia del Señor Jesús –la Plenitud misma del Olivo.

Pasada la muerte y la resurrección del Señor, el Olivo continuó en los apóstoles Judíos y en los miembros de la primera iglesia de Jerusalén. La herencia Divina, el Espíritu mismo de Cristo que habló a través de David y de Elías, estaba presente en los primeros Judíos Cristianos.

El Señor inmediatamente dio a conocer, por medio de Pedro y de Pablo, que el Olivo incluiría a los Gentiles que Dios había escogido. Por eso, el Olivo incluye tanto a Judíos elegidos como a Gentiles elegidos.

Ésos somos nosotros, a quienes Dios llamó no sólo de entre los judíos sino también de entre los gentiles. (Romanos 9:24—NVI)

La obra del Señor entre las naciones ha aumentado grandemente desde aquellos días, cumpliendo así la profecía que le hizo Jacob a su nieto Efraín. Según la palabra inspirada del Apóstol Pablo, el Olivo continuará con los Judíos elegidos y con los Gentiles elegidos hasta que el número completo de Gentiles haya sido injertado en el Olivo. Después, el Olivo se irá de las naciones para regresar una vez más al pueblo y a la tierra de Israel.

Hermanos, quiero que entiendan este misterio para que no se vuelvan presuntuosos. Parte de Israel se ha endurecido, y así permanecerá hasta que haya entrado la totalidad de los gentiles. De esta manera todo Israel será salvo, como está escrito: “El redentor vendrá de Sión y apartará de Jacob la impiedad”. (Romanos 11:25-26—NVI)

Una vez que Dios haya terminado su obra entre las naciones Gentiles, nuevamente regresará a los descendientes físicos de Jacob. Él derramará Su Espíritu sobre ellos y les quitará sus pecados. Por un acto soberano de Dios, ellos volverán a nacer de Cristo, al igual que Saúl de Tarso volvió a nacer y fue comisionado como Apóstol aun antes de haberse arrepentido y de haber “aceptado a Cristo”. De igual forma entrará el pueblo Judío al Reino de Dios, libre del poder de alguna organización eclesiástica de Cristianos

Las tradiciones “Cristianas” del Occidente no importarán cuando el Cordero regrese a Su amada Israel para recibir a Su Esposa.

Los sacaré de entre las naciones, los reuniré de entre todos los pueblos, y los haré regresar a su propia tierra. Los rociaré con agua pura, y quedarán purificados. Los limpiaré de todas sus impurezas e idolatrías. Les daré un nuevo corazón, y les infundiré un espíritu nuevo; les quitaré ese corazón de piedra que ahora tienen, y les pondré un corazón de carne. Infundiré mi Espíritu en ustedes, y haré que sigan mis preceptos y obedezcan mis leyes. (Ezequiel 36:24-27—NVI)

Dios se está volviendo una vez más hacia Su pueblo de antaño y los Gentiles elegidos se volverán uno con ellos, así como Efraín, que era mitad Judío y mitad egipcio, fue acogido totalmente por el pueblo de Israel quienes ignoraron completamente su sangre egipcia.

Ya no hay Judío ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mujer, sino que todos ustedes son uno solo en Cristo Jesús. Y si ustedes pertenecen a Cristo, son la descendencia de Abraham y herederos según la promesa. (Gálatas 3:28-29—NVI)

El Olivo, Cristo, el Reino de Dios, la Nueva Jerusalén, la Esposa del Cordero, el Cuerpo de Cristo, Israel, la Iglesia, todos constituyen un nuevo Hombre. Hay un cuerpo, un Espíritu, una esperanza de nuestro llamado, un Señor Jesús, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos que está en todos nosotros. Hay un sacerdocio real, un Templo eterno de Dios.

Los nombres de los Apóstoles del Cordero se encuentran en los cimientos de la muralla de la nueva Jerusalén y los nombres de las doce tribus de Israel están eternamente inscritas en las puertas de la muralla. Los Apóstoles y las tribus son únicamente para los Judíos, pero nosotros los Gentiles tenemos una porción a través de Efraín, proféticamente, y a través del Señor Jesús, por matrimonio. Todo esto sucede en un ambiente Judío y todo es de Jesús.

Aquí está la parte que confunde a muchos Cristianos. Si el Israel verdadero es de Jesús, ¿cómo podemos entonces decir que la nación de los Judíos tiene aún parte en el plan de la redención de Dios?

Es como ya lo hemos dicho. A pesar de que el Olivo se encuentra en un contexto Judío, no es ni de los Judíos de raza ni de los Gentiles de raza. El Olivo es el Espíritu de Cristo.

Originalmente, el Espíritu de Cristo estaba con la nación de Israel, pero luego se expandió para abarcar a los Gentiles elegidos.

En los últimos días, el Olivo regresará con gran autoridad y poder a la tierra, y al pueblo de Israel. Ya ha comenzado el proceso, y el Infierno se está preparando para la batalla.

Muchas personas Cristianas están siendo llevadas por el camino equivocado por sus líderes, y están en confusión y aprisionados espiritualmente, pero el remanente verdadero, aquellos que conocen al Señor, que oran, y que se humillan ante Él, encontrarán su lugar en el palo único, en el de José-Judá.

Ya está cercano el Reino de Dios. La gloria del avivamiento de la lluvia tardía caerá sobre las naciones, y grandes multitudes serán arrasadas al Reino de Dios. Al mismo tiempo regresarán los Judíos a su tierra como preparación de los eventos finales de la era actual.

La maldad aumentará a tal grado que el remanente de Judíos y de Gentiles elegidos tendrá que esconderse. La nación de Gog atacará a Israel, y luego el Señor la destruirá.

Por último, el Anticristo le declarará la guerra a Israel e invadirá la Tierra Santa. Entonces vendrá el Redentor. El Anticristo será vencido y la gloria del Reino de Dios llegará al pueblo y a la tierra de Israel. Todo Israel, el único Olivo verdadero, la Semilla, será liberada del pecado, y la Gloria de Dios se volverá accesible, por medio de Israel, a las naciones salvas de los Gentiles.

Procuremos todos mirar hacia al Señor con toda sinceridad, y buscar Su rostro de día y de noche, ya que el espíritu de engaño ha sido soltado. El Profeta Falso lleva puestos los cuernos (el poder) del Cordero pero habla con la voz del dragón. La mayoría de los Cristianos aceptarán la Babilonia religiosa (el Cristianismo dirigido por el hombre) que pronto será más poderosa que nunca.

Durante todo esto, el pequeño rebaño de Dios, Su Olivo, no deberá de temer. Al Padre le place darnos el Reino, y ningún hombre podrá arrancarnos de Su mano.

(“El Olivo”, 4158-1)

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