EL PAPEL QUE TU TIENES EN TU SALVACION

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Texto bíblico tomado de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional. © 1999 por la Sociedad Bíblica Internacional

Traducción de Carmen Alvarez


Existen varios objetivos Divinos para el plan de salvación. El Nuevo Testamento nos dice lo que debemos hacer para alcanzar estos objetivos. Observa como es Dios el que ha dado el plan y la virtud, la sabiduría y el poder necesarios para lograr estos objetivos. Pero en cada caso, hay algo que nosotros debemos hacer si queremos alcanzar los objetivos que Dios ha establecido para nosotros.


EL PAPEL QUE TU TIENES EN TU SALVACION

Pelea la buena batalla de la fe; haz tuya la vida eterna, a la que fuiste llamado y por la cual hiciste aquella admirable declaración de fe delante de muchos testigos. (1 Timoteo 6:12 NVI)

El plan de salvación vino de Dios. Es un programa soberano, tan soberano que los mismísimos nombres de los elegidos fueron anunciados cuando el mundo fue creado.

Nosotros no escogimos a Cristo. Él nos escogió a nosotros. Ninguna persona puede venir a Cristo a excepción de que el Padre lo atraiga.

Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me envió, y yo lo resucitaré en el día final. (Juan 6:44—NVI)

Existen varios versículos en el Nuevo Testamento que ponen énfasis en lo soberano del plan de salvación de Dios, en la predestinación Divina que opera en términos de la omnisciencia de Dios.

Debido a la claridad en la enseñanza sobre las acciones soberanas de Dios en nuestra salvación, a menudo hay una tendencia a poner demasiado énfasis en el papel que Dios tiene en nuestra redención. A veces el creer y el adorar, sin ningún otro esfuerzo de nuestra parte, son presentados como nuestra única responsabilidad. A pesar de que la creencia y la alabanza son muy importantes, no existe ningún apoyo por parte del Nuevo Testamento de que estas sean nuestras únicas acciones cuando respondemos al plan de salvación.

Quizá debamos ver más de cerca el papel que tenemos en nuestra salvación.

Existen varios objetivos Divinos en el plan de salvación. El Nuevo Testamento nos dice lo que debemos hacer para alcanzar cada uno de estos objetivos. Observa como es Dios el que declaró los objetivos y el que ha dado el plan y la virtud, la sabiduría y el poder necesarios para lograr estos objetivos. Pero en cada caso, existe algo que nosotros debemos hacer si queremos alcanzar los objetivos que Dios ha establecido para nosotros.

El propósito principal de los doscientos años de la historia de la Iglesia Cristiana ha sido preparar a un Cuerpo para la Cabeza, para Cristo Jesús. El Cuerpo es la Iglesia, la Esposa del Cordero, la nueva Jerusalén.

La preparación del Cuerpo es lo que nos preocupa en estos momentos. Cristo—Cabeza y Cuerpo—aparecerá algún día, alejará a Satanás y sus obras de la tierra, y establecerá el Reino de Dios. Este es el plan de salvación de Dios para la humanidad. Pero, obviamente, cada miembro del Cuerpo debe estar preparado para regresar con el Señor.

Cada miembro del Cuerpo debe ser liberado del amor y la confianza que le tiene al espíritu de este mundo.

Cada miembro del Cuerpo debe ser liberado de las lujurias y las pasiones de la carne y del alma.

Cada miembro del Cuerpo debe ser liberado de toda voluntad propia y desobediencia a la voluntad de Dios.

Cada miembro del Cuerpo debe tener a Cristo formado en él, debe ser la morada eterna del Padre y del Hijo.

Cada miembro del Cuerpo debe ser la imagen moral de Cristo.

Cada miembro del Cuerpo debe estar morando en reposo tranquilo en Cristo en Dios.

La persona de quien no es verdad lo anterior no está preparada para regresar con Jesucristo y alejar a Satanás de la tierra. Esta persona todavía es parte del problema, no de la solución.

¿Qué es la salvación? La salvación es exactamente lo que hemos descrito anteriormente. Es la liberación del mundo, de la lujuria y de la voluntad propia. Es ser llenados con la plenitud de Dios. Es el desarrollo de la imagen moral de Cristo en nosotros. Es la unión reposada en el Padre. Esto es la salvación, nada menos que esto.

Esta es la meta.

No puedo imaginarme a ningún Cristiano que le encuentre alguna falla a lo que acabo de decir hasta ahora. Las Escrituras son muy claras en que debemos ser la imagen de Cristo Jesús y que siempre debemos morar en Él de tal manera que siempre mostremos esta imagen de rectitud, santidad y obediencia a Dios.

Ya que no puede haber ningún problema con esta meta, porque todo Cristiano cree que debemos ser como Jesús y que debemos morar en Él, entonces el siguiente paso es averiguar lo que las Escrituras dicen sobre alcanzar los diversos objetivos que componen esa meta. ¿Acaso Dios logra Su voluntad en nosotros de manera soberana conforme nosotros creemos en Él y lo alabamos? ¿O existe algo que nosotros debamos hacer?

¿Qué es lo que los cuatro Evangelios, el Libro de Hechos, las Epístolas de los Apóstoles y el Libro del Apocalipsis tienen que decir sobre cómo debemos alcanzar los objetivos Divinos?

¿Qué tienen que decir sobre el perdón de nuestros pecados? ¿Acaso Dios nos perdona conforme simplemente creemos? ¿O existe algo más que debamos hacer?

¿Qué hay sobre ser libres del sistema de este mundo? ¿Cuál dice el Nuevo Testamento que es nuestro papel para ser liberados del sistema de este mundo?

¿Qué dice sobre ser libres de la lujuria de nuestra naturaleza pecaminosa?

¿Qué dice sobre nuestra voluntad propia y desobediencia a Dios?

¿Qué dice sobre tener a Cristo formado en nosotros?

¿Qué dice sobre que el Padre y el Hijo vengan a morar en la creación nueva que ha sido formada en nosotros?

¿Qué dice sobre vivir en reposo tranquilo en el Padre?

¿Qué dice sobre alcanzar la resurrección de entre los muertos, la resurrección del sacerdocio que Pablo buscaba alcanzar?

Todos estos son elementos de la grandiosa meta bíblica del pacto nuevo. ¿Qué esfuerzo de nuestra parte se requiere para lograr estos objetivos?

La única manera en que podemos averiguarlo es buscando lo que el Nuevo Testamento tiene que decir sobre cada objetivo.

Comencemos con el perdón de nuestros pecados, ya que este es el aspecto de la salvación que nos es más familiar. ¿Acaso Dios nos perdona conforme simplemente creemos? ¿O existe algo más que debamos hacer?

Sabemos por las Escrituras que Jesús murió por los pecados de todo el mundo.

Él es el sacrificio por el perdón de nuestros pecados, y no sólo por los nuestros sino por los de todo el mundo. (1 Juan 2:2—NVI)

Aquí tenemos un acto soberano de Dios. El Señor Cristo Jesús sobre la cruz del Calvario ha hecho una expiación por los pecados de todo el mundo.

Ahora, ¿han sido perdonados los pecados de todo el mundo? Sí, por la acción soberana de Dios mediante Cristo. No, en cuanto a que para ser perdonados existe algo que nosotros tenemos que hacer.

¿Qué debemos hacer para que nuestros pecados sean perdonados—los pecados que ya han sido soberanamente perdonados?

Según el Libro de Hechos debemos creer y arrepentirnos; no sólo creer, sino creer y arrepentirnos.

Al contrario, comenzando con los que estaban en Jerusalén y en toda Judea, y luego con los gentiles, a todos les prediqué que se arrepintieran y se convirtieran a Dios, y que demostraran su arrepentimiento con sus buenas obras. (Hechos 26:20 NVI)

“Que demostraran su arrepentimiento con sus buenas obras.” ¡Con sus buenas obras!

Aunque hay numerosos versículos en el Nuevo Testamento que ponen énfasis en la creencia, o en la fe, existen otros que presentan el arrepentimiento como un aspecto necesario para que nuestros pecados sean perdonados.

Observa cuidadosamente lo anterior: “Que se arrepintieran y se convirtieran a Dios, y que demostraran su arrepentimiento con sus buenas obras.”

Varias veces en el Libro de Hechos encontramos que los Apóstoles predicaron creer en Jesús y arrepentirse de la forma anterior de vida.

¿No es suficiente sólo con creer que Cristo ha perdonado nuestros pecados?

Claro que no, ¡no es suficiente sólo con creer! Debemos convertirnos a Dios y demostrar con nuestras buenas obras que nos hemos alejado de nuestros pecados.

El concepto del arrepentimiento, de alejarnos del mundo y entrar a una vida nueva en Jesucristo, se dramatiza en el sacramento del bautismo en agua. El arrepentimiento, demostrado por medio del bautismo en agua y luego llevado a la práctica escogiendo cada día poner a un lado la lujuria, la malicia, y otras maldades del sistema de este mundo, es parte central de la salvación Cristiana, según el Nuevo Testamento.

Juan el Bautista y Jesús predicaron: “Arrepiéntanse, porque el Reino de los cielos está cerca.”

No hay perdón por los pecados hasta que nos convirtamos a Dios y dejemos atrás las prácticas del mundo.

Hoy en día enfatizamos “cree nada más”, una expresión tomada de las Escrituras. Existe un mundo de diferencia entre sólo creer, por un lado, y creer y arrepentirse, por el otro.

Uno es solamente un consentimiento mental. El otro es una acción producto de nuestra voluntad conforme escogemos dejar la malicia y la maldad del mundo para volvernos a Dios.

Yo creo que Satanás hoy en día, sabiendo que Dios va a traer un avivamiento en nuestra época, está intentando disuadir o por lo menos diluir la obra del Señor. Lo está logrando alentando doctrina que es parcialmente verdadera.

Algo que es parcialmente verdadero, en realidad, es totalmente falso.

Si a un individuo se le dice que para ser salvo todo lo que tiene que hacer es creer en lo que Cristo ha hecho, y luego adorar a Dios, se le ha dicho una verdad a medias. El propósito de la verdad a medias es engañar.

Este individuo no ha sido orientado correctamente a la salvación Cristiana. Y por tal motivo, su alegría durará poco. No aguantará estar bajo la presión espiritual que tarde o temprano le llegará.

¡Sólo existe una orientación correcta a la salvación Cristiana!

La única orientación correcta a la salvación Cristiana es creer en la salvación de Dios a través de Cristo, y luego alejarse de la vida anterior y demostrar este arrepentimiento con el bautismo en agua. Entonces, esta persona ha sido crucificada con Cristo y ha sido resucitada con Cristo para andar en vida nueva—¡no en el patrón anterior de vida!

En otro tiempo, ustedes estaban muertos en sus transgresiones y pecados, en los cuales andaban conforme a los poderes de este mundo. Se conducían según el que gobierna las tinieblas, según el espíritu que ahora ejerce su poder en los que viven en la desobediencia. En ese tiempo también todos nosotros vivíamos como ellos, impulsados por nuestros deseos pecaminosos, siguiendo nuestra propia voluntad y nuestros propósitos. Como los demás, éramos por naturaleza objeto de la ira de Dios. (Efesios 2:1-3—NVI)

¿Puedes ver en los versículos anteriores que el Cristiano ya no es impulsado por los deseos pecaminosos ni sigue su propia voluntad ni sus propios propósitos?

Nosotros podemos creer y adorar a Dios todo lo que queramos. Pero no estamos morando en Cristo hasta que la transformación moral se está dando. La transformación moral no se está dando hasta que nosotros, con la ayuda del Espíritu de Dios, comenzamos a obedecer los mandamientos de Cristo y de Sus Apóstoles.

El Propiciatorio en el Cielo siempre está listo para escuchar nuestra plegaria pidiendo ayuda para guardar los numerosos mandamientos encontrados en el Nuevo Testamento. Cuando oramos, se nos da la gracia para que podamos vencer la mundanería, la lujuria de nuestra carne, y nuestra necia voluntad propia.

El arrepentimiento es algo que nosotros hacemos. Como dijo Pablo, debemos arrepentirnos y convertirnos a Dios y demostrar nuestro arrepentimiento con nuestras buenas obras.

No importa cuánto alivio obtenemos de creer y adorar, si hacemos esto sin demostrar nuestro arrepentimiento con nuestras buenas obras, eventualmente encontraremos que nuestros buenos sentimientos y nuestro entusiasmo se están secando. Nosotros debemos leer nuestra Biblia y orar cada día para descubrir la voluntad de Cristo para ese día. Luego, debemos hacer lo que Él nos ordena.

Por ejemplo, Dios no permite que nosotros le guardemos rencor a otra persona. Si nosotros no perdonamos a otros, Dios no nos perdonará a nosotros.

Nosotros debemos seguir orando al Señor hasta que podamos perdonar. Si no lo hacemos, y simplemente creemos y alabamos a Dios, sin buscar activamente vencer el rencor que estamos guardando, nada sucederá en nuestra personalidad. Quizá pasemos toda la vida guardando este rencor porque no avanzamos activamente hacia Cristo hasta recibir la gracia para perdonar al individuo.

Y así es con todos los aspectos de la vida Cristiana. Dios nos ha llamado soberanamente a ser perfectos en Cristo. Después, Él nos ha enseñado en el Nuevo Testamento lo que debemos hacer para lograr la perfección.

Una leída cuidadosa al Libro de Hechos nos revelará que los Apóstoles no predicaron el perdón de los pecados sin un arrepentimiento activo y vigoroso por parte del converso. Ninguno de los Libros del Nuevo Testamento enfatiza una simple creencia acompañada de adoración como el medio de obtener la salvación prometida por el Señor.

Debemos aprender hoy a no juzgar las obras del Señor por los resultados aparentes del empeño que se le pone sino por la Palabra escrita. Si estamos dejando atrás la Palabra mientras nos apresuramos a satisfacer las necesidades humanas, quizá tengamos un aparente éxito temporal; pero a la larga seremos testigos del desmoronamiento de lo que parecía tan glorioso al principio.

La Biblia es como una roca sobre la que podemos depender. Si vamos a tener éxito verdadero, debemos meditar en ella de día y de noche y no alejarnos de sus mandamientos.

¿Qué hay sobre ser libres del sistema de este mundo? ¿Simplemente creemos que Cristo ha hecho esto por nosotros, o que lo hará dentro de nosotros, sin ningún esfuerzo de nuestra parte?

Claro que no.

Salgan de en medio de ellos y apártense. No toquen nada impuro, y yo los recibiré. (2 Corintios 6:17—NVI)

No es suficiente sólo con creer que debemos apartarnos del mundo. Nosotros debemos hacer un esfuerzo para lograrlo. Dios nos mandará la gracia para ayudarnos si se lo pedimos.

¿A ti te parece, por el versículo anterior, que debemos sólo creer y adorar a Dios, o que depende de nosotros, con la ayuda del Señor, no tocar nada impuro?

¿Qué es una cosa impura? Algo que profana nuestro cuerpo, nuestra alma o nuestro espíritu.

Fumar cigarrillos profana nuestro cuerpo.

Tener sueños románticos profana nuestra alma.

Comportamiento altanero y arrogante profana nuestro espíritu.

Nosotros no debemos tocar ninguno de estos. Debemos resistirnos cuando seamos tentados a comportarnos de esta manera. Si lo hacemos, Dios nos recibirá y será nuestro Padre. Si no nos alejamos, con la ayuda del Señor, de fumar cigarrillos, de tener sueños románticos y de comportamiento arrogante el Señor no nos recibirá. Él no será nuestro Padre.

Nosotros podemos creer y alabar al Señor desde este momento y hasta que Él regrese. Pero si no hacemos lo que Él nos ha ordenado, Él no nos recibirá. Esto es lo que la Biblia dice.

Como tenemos estas promesas, queridos hermanos, purifiquémonos de todo lo que contamina el cuerpo y el espíritu, para completar en el temor de Dios la obra de nuestra santificación. (2 Corintios 7:1—NVI)

¿Acaso el versículo anterior sugiere que sólo debemos creer y alabar a Dios? A mí me parece como que debemos, mediante la interacción diaria con Cristo, purificarnos a nosotros mismos. Nosotros debemos salvarnos a nosotros mismos haciendo lo que Dios ha ordenado.

Ten cuidado de tu conducta y de tu enseñanza. Persevera en todo ello, porque así te salvarás a ti mismo y a los que te escuchen. (1 Timoteo 4:16—NVI)

¿Cómo podemos salvarnos a nosotros mismos y a los que nos escuchan?

Teniendo cuidado con nuestra conducta y con nuestra enseñanza. Perseverando en todo ello.

Nosotros debemos estar contantemente en guardia para no caer en las trampas que Satanás nos pone.

Si no queremos ser condenados con el mundo, debemos vivir activamente cada día de nuestra vida como un discípulo Cristiano. Debemos negarnos a nosotros mismos, tomar nuestra cruz, y seguir al Señor Jesús. La creencia y la adoración son aspectos extremadamente valiosos en la vida Cristiana. Pero de ninguna manera son los únicos aspectos valiosos y necesarios de la vida Cristiana, según el Nuevo Testamento.

¿Qué hay de la liberación de las pasiones lujuriosas de nuestra carne y alma? Nosotros debemos darles muerte por medio del Espíritu de Dios. Ellas no desaparecerán sólo con creer y alabar a Dios.

Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. (Romanos 8:13—NVI)

Y observa lo siguiente:

Los que son de Cristo Jesús han crucificado la naturaleza pecaminosa, con sus pasiones y deseos. (Gálatas 5:24—NVI)

¿Quiénes son los que la crucifican? Nosotros somos los que la crucificamos.

Nuestra naturaleza pecaminosa clama queriendo ser parte del sistema de este mundo, el sistema que Dios odia.

Nosotros debemos continuar en toda actividad Cristiana sana hasta que logremos dominar nuestro amor por el mundo. Algunos Cristianos creen que esto es extremadamente difícil.

Nuestra carne y alma pecaminosas sienten gran placer con las lujurias y perversiones de Satanás y sus demonios. Nosotros debemos pelear en contra de ellos constantemente. Debemos andar tan cerca del Señor cada día que cuando alguna pasión lujuriosa se presente repentinamente y busque enterrar sus talones en nosotros, nosotros estemos preparados para clamar inmediatamente al Señor, denunciando y renunciando a esta cosa impía, resistiendo al diablo con todas las fuerzas que tenemos, clamando vigorosamente al Señor.

Estamos en una batalla en contra del pecado, no creas que no.

En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre. (Hebreos 12:4—NVI)

Los hijos de Dios siempre son guiados por el Espíritu de Dios para que den muerte a las acciones de su naturaleza pecaminosa.

Sentimos alivio psicológico cuando alguien nos dice que Cristo se ha encargado de nuestros pecados y que todo lo que tenemos que hacer es creer y regocijarnos. Pero este no es el camino hacia la salvación que está en las Escrituras y pronto nos encontraremos enfrentando fuertes tentaciones para pecar en contra de la Palabra de Dios.

Una verdad a medias es una mentira en su totalidad. Es totalmente mentira decirle a las personas que una vez que han aceptado a Cristo el pecado ya no es tema a tratar. Mientras vivamos en esta tierra, el pecado siempre será un tema a tratar.

En el principio, el hombre escogió servir a Satanás. Dios no envió a Cristo para redimirnos sin que nosotros tuviéramos que tomar alguna acción. Dios envió a Cristo para que por medio de Su virtud, sabiduría y poder podamos escapar de la persona y las obras de Satanás y podamos sumergirnos completamente en la Persona y las obras de Dios a través de Jesucristo.

Dios nos ha abierto un camino por medio de Cristo. Cristo no nos salvará si no respondemos activamente, y nosotros no podemos salvarnos a nosotros mismos sin Cristo. Es desenvainar la espada por el Señor y por Gedeón. Dios y el hombre trabajando juntos por la salvación.

¿Qué hay sobre ser libres de nuestra voluntad propia y desobediencia a Dios?

No es suficiente sólo con creer que esto sucederá. Nosotros debemos acercarnos a Dios varias veces al día para asegurarnos que realmente estemos en Su voluntad, de que realmente estemos andando en la luz.

Por lo tanto, hermanos, tomando en cuenta la misericordia de Dios, les ruego que cada uno de ustedes, en adoración espiritual, ofrezca su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. No se amolden al mundo actual sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta. (Romanos 12:1,2—NVI)

Seguimos creyendo y adorando a Dios, y estas son cosas buenas que debemos hacer. Pero debemos elegir ofrecer nuestro cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios.

Nosotros debemos escoger lo que vamos a leer y a escuchar para que nuestra mente no se amolde al mundo sino que sea transformado según la Palabra de Dios.

Nosotros debemos buscar y estar seguros de lo que es la voluntad de Dios. Si no hacemos estas cosas, nunca caminaremos en la voluntad de Dios.

¿Qué hay de morar en Cristo?

Permanezcan en mí, y yo permaneceré en ustedes. Así como ninguna rama puede dar fruto por sí misma, sino que tiene que permanecer en la vid, así tampoco ustedes pueden dar fruto si no permanecen en mí. (Juan 15:4—NVI)

Está muy claro que el Señor nos ha ordenado que permanezcamos en Él, que moremos en Él. ¿Cómo hacemos esto? Llevándole toda decisión de cada día para que se haga Su voluntad, consultándolo en todo. Moramos en Cristo manteniendo nuestra atención enfocada en Él constantemente, orando sin cesar.

Cualquiera que haya intentado mantener su mente en Cristo se ha dado cuenta de que esta es la lucha principal de cada día. Yo no sé cómo sean en otros países, pero en los Estados Unidos existen numerosas atracciones y temores que buscan alejar nuestra atención de Cristo. No es fácil morar en Cristo, pero Él nos ha ordenado que lo hagamos.

¿Qué hay sobre tener a Cristo formado en nosotros? La parábola del sembrado nos enseña que de los diferentes tipos de tierra, sólo un tipo logra que el fruto llegue a la madurez. Nosotros debemos mostrar el fruto de Cristo obedeciendo pacientemente Sus mandamientos, obedeciéndolo en todo momento para que Él pueda alimentar nuestra naturaleza espiritual con Su cuerpo y Su sangre.

¿Qué hay de la venida del Padre y del Hijo para morar en la creación nueva que ha sido formada en nosotros? El Padre y el Hijo no vendrán para hacer Su morada en nosotros a excepción de que obedezcamos los mandamientos de Jesucristo y de Sus Apóstoles.

Le contestó Jesús: –El que me ama, obedecerá mi palabra, y mi Padre lo amará, y haremos nuestra vivienda en él. (Juan 14:23—NVI)

¿Qué hay sobre vivir en reposo tranquilo en el Padre? Nosotros debemos esforzarnos para entrar al reposo de Dios.

Esforcémonos, pues, por entrar a ese reposo, para que nadie caiga al seguir aquel ejemplo de desobediencia. (Hebreos 4:11—NVI)

¿Por qué debemos esforzarnos para entrar a la gran salvación que Dios ha preparado para nosotros? Se debe a que todo tipo de presión—como Satanás, nuestra naturaleza pecaminosa, el mundo y las circunstancias de la vida—busca evitar que entremos.

Nosotros debemos creer que existe un reposo dentro de la voluntad perfecta de Dios. Es de mucha ayuda adorarlo conforme Él nos asiste. Pero nosotros debemos hacer el esfuerzo diario de alejarnos de aquello que no es agradable a Dios, y esforzarnos por cumplir los mandamientos encontrados en el Nuevo Testamento. Además, debemos pasar diariamente tiempo en la meditación de la Palabra escrita y debemos esperar en Dios para poder saber Su voluntad para nuestra vida. Estas cosas simplemente deben hacerse si queremos avanzar hasta la herencia a la que hemos sido llamados.

Se nos advierte continuamente en el Libro de Hebreos que no descuidemos una salvación tan grande sino que continuemos en Cristo cada día, poniendo a un lado el pecado que tan fácilmente nos envuelve, y que pacientemente corramos la carrera.

Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. (Hebreos 12:1—NVI)

¿Qué hay sobre alcanzar la resurrección de entre los muertos, la resurrección del sacerdocio que el Apóstol Pablo buscaba alcanzar? ¿Alcanzamos la primera resurrección creyendo y adorando a Dios? ¿O existe algo más que debamos hacer?

Veamos cuál era la meta de Pablo, que es uno de los elementos de la meta completa de nuestra salvación:

Lo he perdido todo a fin de conocer a Cristo, experimentar el poder que se manifestó en su resurrección, participar en sus sufrimientos y llegar a ser semejante a él en su muerte. Así espero alcanzar la resurrección de entre los muertos. (Filipenses 3:10,11—NVI)

Aquí tenemos una declaración que claramente expresa uno de los objetivos de nuestra salvación—alcanzar la resurrección de entre los muertos.

Los versículos a su entorno nos informan que Pablo estaba activamente buscando la resurrección de entre los muertos. Él no sólo estaba creyendo y adorando a Dios, sino que él estaba avanzando hacia la meta para poder alcanzar aquello para lo que Dios lo había alcanzado.

¡Sólo observa el vigor y la intensidad del apóstol ya envejecido!

Es más, todo lo considero pérdida por razón del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor. Por él lo he perdido todo, y lo tengo por estiércol, a fin de ganar a Cristo y encontrarme unido a él. No quiero mi propia justicia que procede de la ley, sino la que se obtiene mediante la fe en Cristo, la justicia que procede de Dios, basada en la fe. (Filipenses 3:8,9—NVI)

Al buscar la justicia basada en la fe, Pablo no quiso decir que él no hacía nada mas que creer. El capítulo tercero de Filipenses indica que Pablo se había alejado de la Ley de Moisés y que ya no buscaba la justicia mediante la Ley. Esto es lo que Pablo quiso decir por “No quiero mi propia justicia que procede de la ley.”

La justicia que procede de la fe, la que Pablo anhelaba, es aquella que no pone su confianza en la Ley de Moisés sino que echa a un lado todos los demás logros, considerándolos basura, hasta que el adorador está viviendo por el poder de la resurrección de Cristo y participando en Sus sufrimientos.

Estos versículos de Filipenses ciertamente no se están refiriendo a una actitud pasiva de creer-adorar sino a una actitud de avanzar diariamente y con vigor hacia Cristo hasta que la naturaleza pecaminosa anterior ya no gobierne al creyente sino que una creación justa y recta haya surgido. Por esto, la temprana resurrección se logra cuando nos aplicamos diligentemente a la búsqueda de la Persona y Vida de Jesucristo.

Hermanos, no pienso que yo mismo lo haya logrado ya. Más bien, una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y esforzándome por alcanzar lo que está delante, sigo avanzando hacia la meta para ganar el premio que Dios ofrece mediante su llamamiento celestial en Cristo Jesús. (Filipenses 3:13,14—NVI)

La doctrina actual que dice que todo lo que debemos hacer es alabar y creer es una verdad a medias. Una verdad a medias es una mentira en su totalidad. Las mentiras a medias tienen como su propósito engañar.

Un individuo que llega a Cristo quizá sienta alivio inmediato con esta actitud. Pero llegará a ser una solución temporal, porque no es la orientación Bíblica para la salvación Cristiana.

Es increíble cuántas doctrinas encontradas en las iglesias Cristianas ponen énfasis en que el converso sólo tiene que creer lo que Dios ha hecho, está haciendo, y hará en el futuro. A esta creencia desnuda, a veces se la agrega la adoración. Creer y adorar—esto es todo lo que tienes que hacer para complacer a Dios.

Esta doctrina no se encuentra en las Escrituras. Desde el Antiguo Testamento hasta el Nuevo se nos ordena escoger continuamente a quién serviremos, y luego que sirvamos al amo que hemos elegido, ya sea Dios o el pecado.

El Reino de Dios no se formaría aún si todas las personas sobre la tierra creyeran y adoraran a Dios. La voluntad de Dios no se efectúa hasta que tenemos interacción diaria con Cristo Jesús, dándole toda nuestra personalidad cada día y noche. Sólo mediante la interacción diaria con Jesucristo, obedeciendo la Palabra escrita y también la que se nos habla personalmente, podremos llegar hasta los diversos objetivos de la gran meta de la salvación.

Definitivamente no existe sustitución para nuestra aplicación diligente a Jesucristo y a Sus mandamientos, y a los de Sus Apóstoles.

Lo esencial de la salvación Cristiana es nuestra muerte con Cristo y nuestra resurrección con Él. Esta es una posición que debemos tomar por fe y que debemos mantener por fe. Cuando logramos esto, y luego buscamos al Señor diariamente y meditamos continuamente en Su Palabra, el Espíritu Santo hace que nuestra muerte y resurrección con Cristo sean una realidad.

Los Evangelios, el Libro de Hechos, las Epístolas y el Libro del Apocalipsis—todos nos informan lo que debemos hacer.

Cuando Josué recibió el manto de autoridad para guiar a los israelitas hacia la tierra prometida, el Señor le ordenó que pusiera mucha atención a la Ley que Moisés había escrito.

Recita siempre el libro de la ley y medita en él de día y de noche; cumple con cuidado todo lo que en él está escrito. Así prosperarás y tendrás éxito. (Josué 1:8—NVI)

El versículo anterior me fue dado por los Navegantes cuando recién me convertí al Cristianismo. Los Navegantes, incluyendo Dawson Trotman, nos dijeron a todos los recién conversos la suma importancia de adherirnos estrictamente a las palabras de la Biblia, a memorizarlas, y a esconderlas en nuestro corazón para que no pecáramos en contra de Dios.

Hoy en día podemos ver que el pueblo de Dios está corriendo de aquí para allá buscando nuevas experiencias, buscando alguna forma nueva y emocionante de ser bendecidos por Dios sin tener que pasar años obedeciendo pacientemente y portando nuestra cruz.

A veces, ciertamente es de ayuda que haya una área de emoción para que la fe de las personas pueda elevarse y ellos puedan aferrarse nuevamente a Dios. Pero si este conocimiento no se dirige pronto hacia un discipulado paciente, una meditación paciente en las Escrituras acompañada por la búsqueda diaria del Señor, entonces la misericordiosa gracia que se dio en la ocasión emocionante se desgastará y el creyente se encontrará a sí mismo nuevamente atado a los mismos yugos que nunca ha podido vencer.

La verdadera salvación de Dios, el camino verdadero hacia la vida eterna a través del Señor Jesucristo, se puede encontrar sólo leyendo la Biblia y luego orando para recibir la gracia, la sabiduría y el poder para hacer lo que se nos ha ordenado.

La puerta es pequeña y en el camino hay mucha resistencia de todo tipo. Pero sencillamente no existe ningún otro camino, ¡ningún atajo hacia la vida eterna!

(“El Papel Que Tu Tienes En Tu Salvacion”, 4161-1)

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