EL MANUAL Y EL JARDÍN

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Texto bíblico tomado de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional. ©1999 por la Sociedad Bíblica Internacional

Traducido por Carmen E. Álvarez


En el Evangelio se pueden distinguir dos diferentes área en lo que se refiere a Cristo. Una tiene mucha mayor importancia que la otra. Por dos mil años las iglesias Cristianas han estado ocupadas principalmente con el área de menor importancia.

La primera área, y la de menor importancia, tiene que ver con la doctrina y las declaraciones de fe.

La segunda área tiene que ver con la formación de Cristo y con que esté habitando en nosotros.

Por lo que los Profetas han anunciado parece muy probable que estamos por experimentar un periodo en el que Cristo repentinamente llegará a la madurez en la Iglesia. Quizá estemos entrando a este periodo ahora.


Índice

Introducción
El Área de la Doctrina y las Declaraciones de Fe
El Área de la Formación de Cristo y Que Esté Habitando en Nosotros
La parábola del sembrador
La formación de Cristo en nosotros
Cristo habitando en nosotros
El Horario Profético
Conclusión


EL MANUAL Y EL JARDÍN

Introducción

Ustedes estudian con diligencia las Escrituras porque piensan que en ellas hallan la vida eterna. ¡Y son ellas las que dan testimonio en mi favor! Sin embargo, ustedes no quieren venir a mí para tener esa vida. (Juan 5:39,40—NVI)

El manual es la Biblia.

El Jardín es Cristo.

El pacto nuevo es el Jardín, no el manual.

El manual nos dice todo sobre el Jardín pero no es el Jardín.

La Biblia explica el verdadero significado de la historia mundial y nos orienta al plan de Dios en cuanto a la redención que hay en el Señor Jesucristo. La Biblia también nos ordena cómo vivir para poder agradar a Dios. Estos son los dos aspectos de la Biblia, del manual. Pero éstos no son el jardín, o el pacto nuevo. Únicamente obedeciendo los mandamientos de Dios podemos lograr que el jardín crezca. Cuando el jardín llegue a la plenitud de su crecimiento el Trono de Dios estará instalado por la eternidad en la gente que esté llena de Cristo. Cuando el Trono de Dios haya sido instalado en aquello que anteriormente era el polvo del suelo, entonces Satanás y los demás líderes previos del Cielo habrán llegado al final de su autoridad y alta posición.

Debido a que sólo conforme obedecemos los mandamientos de Dios es que el Trono de Dios puede ser instalado en Cristo en los creyentes, y debido a que Satanás y los líderes previos del Cielo no desean llegar al final de su autoridad y alta posición, los rebeldes del Cielo usan todo tipo de truco a su disposición para evitar que el pueblo de Dios obedezca los mandamientos de Dios.

Uno de los trucos es el de poner mayor énfasis en la importancia del manual a expensas del jardín. Otro es el de provocar que los creyentes discutan sin cesar sobre el manual como si el manual fuera el pacto nuevo y la vida eterna.

Un tercer truco, y quizá el más dañino de todos, es el de mezclar la doctrina de la gracia de Pablo con el Gnosticismo de tal manera que la salvación Cristiana aparenta ser que sólo tengamos un conocimiento teológico con la finalidad de lograr la residencia eterna en el Paraíso espiritual.

El gran éxito de Satanás se puede observar en la eterna inmadurez de los creyentes y que en el mundo falta un testimonio claro y brillante sobre la Persona de Dios, Su voluntad, Sus caminos y Su propósito eterno en Cristo Jesús.

Durante dos mil años las iglesias Cristianas han estado trabajando arduamente con el manual del jardinero en lugar de estar trabajando en el jardín. Han existido por los menos un millón de argumentos sobre lo que significan las palabras del manual. Creyentes han sido torturados y asesinados porque tenían una visión diferente del manual. Pero el jardín en sí ha sido descuidado.

El manual consiste de nuestras doctrinas y creencias.

El jardín consiste de Cristo formado en nosotros y morando en nosotros.

Por qué Dios ha permitido que continúe por tanto tiempo éste énfasis incorrecto no estoy preparado para decir. Parece ser que la filosofía del Gnosticismo ha jugado un papel importante en el pensamiento Cristiano y continúa jugando hasta el presente. De hecho, la doctrina actual Cristiana se puede considerar un Gnosticismo diluido y no Cristianismo.

El Gnosticismo, una filosofía que predominaba cuando la Iglesia Cristiana comenzaba a existir, es muy dualista. El Gnosticismo defiende que el cuerpo físico contiene pecado y que nunca dejará de pecar. La salvación, que en términos Gnósticos significa regresar al Cielo, es para el espíritu del hombre. La salvación es lograda aferrándonos a ciertos secretos místicos. El comportamiento del cuerpo es de poca trascendencia.

Uno puede estar perfectamente preparado para ir el Cielo creyendo en estos secretos aunque el cuerpo no haga ningún esfuerzo por obedecer los mandamientos de Dios.

Los Gnósticos hasta llegaron a decir que Jesucristo no había venido en un cuerpo de carne y hueso sino que sólo aparento hacerlo.

¿Te suena familiar? Hoy en día la doctrina Cristiana señala el Cielo espiritual como nuestra meta, diciendo que si creemos en la doctrina correcta iremos al Cielo aunque pequemos en nuestro cuerpo. La doctrina no bíblica del “arrebato” de los creyentes antes de la tribulación está contaminada con Gnosticismo en cuanto a que ignora la importancia fundamental de la resurrección del cuerpo y pone énfasis en la ascensión del individuo al reino espiritual, sin darle importancia al hecho de que estemos en el cuerpo o no. Lo importante es lograr que nuestra naturaleza espiritual entre al Cielo para que podamos vivir en el Paraíso espiritual para siempre. ¿Quién necesita un cuerpo físico en el Paraíso espiritual? Por ello el cuerpo de carne y hueso ha pasado a un plano de menor importancia.

La doctrina Cristiana verdadera es lo opuesto del Gnosticismo. La doctrina Cristiana verdadera enfatiza el comportamiento del cuerpo y la venida del Reino de Dios a la tierra. El Reino de Dios consiste de toda la Gloria de Dios y del Cielo revestidos de forma física, así como sucedió cuando Jesús de Nazaret salió de la cueva de José de Arimatea.

La razón por la que Cristianos no obedecen los mandamientos de Dios es porque creen que lo que hacen en el cuerpo no es de suma importancia para su salvación. El Nuevo Testamento nos enseña lo opuesto. El Apóstol Pablo continuamente dijo que si pecamos en nuestro cuerpo no heredaremos el Reino de Dios.

El Apóstol Pablo gimió por lograr la redención de su cuerpo, con la observación en Romanos que si seguimos viviendo conforme a la naturaleza pecaminosa moriremospero espiritualmente (Romanos 8:13).

El Trono de Justicia de Cristo analiza lo que hemos hecho en nuestro cuerpo, y en el Día de la Resurrección nos da de regreso lo que hayamos practicado en el cuerpo.

El Apóstol Pablo enfatizó tanto la resurrección del cuerpo físico al grado de decir que si no hubiera resurrección de los muertos, nosotros los Cristianos seríamos entre la gente los más miserables.

Pablo también declaró que quienes son parte de Cristo volverán a vivir a la venida de Cristo, dando a entender que aunque tengamos vida eterna hoy debido a que creemos en Cristo en realidad no volveremos a vivir hasta el Día de la Resurrección.

Pues así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos volverán a vivir. Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; después, cuando él venga, los que le pertenecen. (1 Corintios 15:22, 23—NVI)

Dios no considera que la gente esté completamente viva hasta que su cuerpo físico haya sido redimido.

¿Realmente va Dios a redimir nuestro cuerpo físico? Claro. De no ser así, no habría resurrección de los muertos. Nuestro cuerpo celestial no será resucitado de los muertos porque nunca ha muerto.

El cuerpo físico del Señor Jesús, la parte de carne y hueso, salió caminando de la cueva destinada como sepultura que le pertenecía a José de Arimatea, y no dudo que hasta haya hecho un pequeño baile en ese momento.

Hemos hecho del Cristianismo una religión espiritual cuando en realidad es una religión tanto espiritual como física. El hombre es una unidadcuerpo, alma y espíritu. El hombre completo va a ser redimido y restaurado a la vida sobre la tierra, no a la vida en el Cielo.

Quizá debido a la influencia del Gnosticismo las iglesias Cristianas han enfatizado por dos mil años el manual en lugar del jardín. ¿Estamos dirigiendo a la gente a Jesucristo o a nuestras creencias? Si es a nuestras creencias entonces estamos haciendo prosélitos, y en realidad no estamos convirtiendo a la gente.

Nosotros ponemos enorme énfasis en nuestras doctrinas y creencias. En realidad estas son el manual, no el jardín. No hay salvación en una doctrina ni en una creencia a excepción de que éstas nos conduzcan a Jesús.

Piensa en el dolor y el daño infligido durante la Era Cristiana conforme los creyentes han peleado sobre doctrinas. Esto no tiene sentido. Sería gracioso si no fuera tan trágico.

¿Crees que cuando el Señor regrese será de suma importancia lo que creamos?

El Área de la Doctrina y las Declaraciones de Fe

“Yo creo que existe un solo Dios y que Jesús es Su Hijo.” También lo creen los demonios y ellos no tienen vida eterna.

“Yo creo que Jesús nació de una virgen.” Los demonios también saben esto y no les beneficia en lo absoluto.

“Yo creo que el Señor Cristo Jesús derramó Su sangre por mis pecados.” Los demonios están concientes de que Cristo derramó Su sangre por los pecados del hombre pero el saber esto no les trae redención a ellos.

“Yo creo que Jesús resucitó de entre los muertos y que va a regresar.” Los demonios se dan cuenta de esto y tiemblan al pensarlo. Pero esto no los salva.

¿Acaso estoy diciendo que no hay lugar para la doctrina y las declaraciones de fe? No estoy diciendo esto en lo absoluto. Los Evangelios y las Epístolas nos dan abundante doctrina y de esto podemos ingeniarnos una declaración de fe (que probablemente entrará en conflicto con otra declaración de fe ingeniada por algún otro Cristiano devoto).

Cada denominación conserva su identidad por medio de su declaración de fe. ¡Su particular declaración de fe es el único pretexto que tiene para ser una denominación distinta!

No estoy seguro del valor que tiene una declaración de fe. Pero los escritos de los Apóstoles son de suma importancia por dos razones.

La primera razón es que por medio de estos escritos podemos conocer correctamente los propósitos eternos de Dios en Cristo Jesús. Se nos informa del verdadero significado de la historia mundial, del plan Divino de la redención por medio de Jesucristo, y de lo que sucederá en el futuro. En especial aprendemos de la venida del Día del Juicio y de la Resurrección.

La segunda razón es que se nos informa de los mandamientos que nos ayudan a saber cómo debemos vivir. Debemos obedecer los mandamientos si esperamos que Cristo sea formado en nosotros.

Nuestras grandiosas posturas teológicas se preocupan con la primera razón, es decir, con ser orientados correctamente a los propósitos eternos de Dios en Cristo Jesús. De hecho, quizá debido a la influencia del Gnosticismo, dejamos la impresión de que la salvación consiste de que entendamos correctamente los propósitos eternos en Cristo, el significado de la historia mundial, el plan Divino de la redención por medio de Cristo, lo que sucederá en el futuro, y la venida del Día del Juicio y de la Resurrección.

Si somos precisos en nuestro entendimiento de los hechos anteriores, se cree que al morir iremos al Cielo.

Nada podría estar más alejado de la verdad. No existe ni una sola gota de salvación en el hecho de que estemos correctos en nuestro entendimiento de esta información.

¿Pero qué hay de todos los versículos que hablan sobre la importancia de creer, en especial Romanos 10:9,10?

Que si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor, y crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para ser justificado, pero con la boca se confiesa para ser salvo. (Romanos 10:9,10—NVI)

“Si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor.”

“Y crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos.”

“Porque con el corazón se cree para ser justificado.”

“Pero con la boca se confiesa para ser salvo.”

El pasaje anterior es una prueba textual perfecta para el creyente que desea insistir en que la salvación consiste principalmente de la confesión y la creencia de hechos.

Con razón el Gnosticismo y su énfasis en lo que uno cree pudo tan rápidamente invadir la teología Cristiana.

Usando el pasaje anterior de la Carta a los Romanos uno puede jugar todo tipo de juegos, como comprobar que somos salvos sin importar nuestra conducta, y hasta comprobar que una vez salvos nunca podemos perder esa salvación.

La razón por la que llegamos a tales conclusiones es porque nuestra atención está enfocada en el manual. Tomamos versículos que Pablo estaba utilizando para convencer a los Judaizantes de la necesidad de cambiar su seguimiento del Torah a seguir a Cristo, y luego ignoramos las realidades del sexto y octavo capítulos de la epístola de donde se sacaron esos mismos versículos.

Estamos tan predispuestos a buscar fórmulas que nos garanticen nuestra residencia en el Cielo aunque sigamos pecando que escogemos versículos claves e ignoramos sus contextos, sus contextos son toda la epístola de donde fueron tomados.

Todo el Nuevo Testamento debe ser considerado cuando uno está interpretando un solo versículo. Y el énfasis en todo el Nuevo Testamento con certeza no es una fórmula doctrinal que garantiza la residencia eterna en el Cielo sino en la creación de una persona que ha sido renovada moralmente porque Cristo ha sido formado en él o ella.

El manual de un jardinero no es el jardín. Uno puede memorizarse el manual y estar absolutamente en lo correcto, y de todos modos no tener un jardín. Así mismo puede ser que alguien crea en los hechos que tienen que ver con Jesucristo y confesar estos hechos y nunca volverse una creación nueva. ¡Sucede todos los días!

Existen personas Cristianas que creen en Romanos 10:9,10 y que siguen chismeando, difamando, maldiciendo, criticando, odiando a la gente, negándose a perdonar a quienes los han ofendido, que son orgullosos, arrogantes, altaneros, que no se les puede enseñar nada, que mienten, roban, buscan preeminencia, que hacen cosas inmorales, que causan división entre los miembros de la iglesia, que manipulan circunstancias para asegurarse de que siempre logren lo que ellos quieren.

Debido a nuestra teología incorrecta no ponemos demasiada atención a tales comportamientos en las iglesias. Pero el Señor Jesucristo está muy disgustado con estas actitudes y acciones y envía juicio sobre nosotros debido a ellos.

¿Conoces a Cristianos como estos? ¿Crees que son salvos por lo que creen? ¿Qué quieres decir con que son “salvos”? ¿Acaso están listos para morar con los santos en la gloria? ¿Van a ser llevados al Cielo en un “arrebato”?

Si crees esto creo que debes considerar leer el Nuevo Testamento para que veas lo que Jesús y Sus Apóstoles dijeron sobre tales personas. La gente que es descuidada en vivir una vida justa y santa en realidad nunca ha sido convertida aunque haya obedecido Romanos 10:9,10, a excepción de que pienses que la conversión es la aceptación mental de los hechos teológicos.

Este tipo de Cristiano quizá tenga el manual pero no puedes decir mucho sobre su jardín. Ciertamente no está creciendo en él el fruto del Espíritu. Están creciendo en él espinos y cardos, y según la Carta a los Hebreos él está más cerca de ser maldecido y del fuego que del Cielo.

En cambio, cuando produce espinos y cardos, no vale nada; está a punto de ser maldecida, y acabará por ser quemada. (Hebreos 6:8—NVI)

Recuerda que el versículo anterior estuvo dirigido a Cristianos con experiencia.

Yo sé por lo que dice el Nuevo Testamento que Jesús y Dios nunca aceptarán a los creyentes cuando se encuentren en esta condición. Su declaración de fe no les servirá para salvarlos.

Cuando no obedecemos los mandamientos de Cristo no lo amamos. Cuando no mostramos el fruto de la imagen moral de Cristo somos cortados de la Vid. Cuando tenemos odio en nuestro corazón no puede habitar ahí la vida eterna.

No, los conocimientos quizá salven a los Gnósticos (como sea que ellos vean la salvación) pero no salva a los Cristianos. Los Cristianos son salvos al morar en el Jesús viviente y Él en ellos. Cuando hacen esto, se da la transformación moral. Luego ellos saben que tienen vida eterna.

El Área de la Formación de Cristo y Que Esté Habitando en Nosotros

Primero discutiremos la formación de Cristo en nosotros. Después, la venida del Padre y del Hijo para habitar en nosotros.

Las parábolas del Señor fueron sobre el Reino de Dios, del Cielo. Ninguna parábola nos enseña sobre ir al Cielo. La idea de que la salvación tiene que ver con ir al Cielo viene del Gnosticismo, no de las Escriturasni del Antiguo Testamento ni del Nuevo.

La parábola del sembrador. La parábola central del Reino de Dios es la del sembrador. Si no comprendemos la parábola del sembrador no comprenderemos las demás parábolas.

Quizá el mayor de los milagros en toda la naturaleza es el que ocurre en una semilla. Cómo la semilla de una planta o animal puede contener en sí misma todos los atributos de los padres sólo Dios puede comprender.

El Reino de Dios es la Semilla que viene de Dios mismo. Contiene en sí misma los atributos del Padre, de Dios. Las doctrinas y las declaraciones de fe nos guían hacia el Reino. Pero el Reino de Dios no está en la doctrina así como el jardín no está en el manual. El Reino de Dios es la Semilla Divina.

Debemos recordar cuando estamos predicando y enseñando que aunque quizá estemos guiando a la gente a la verdad del manual, las personas no entran al Reino hasta que la Semilla Divina es concebida en ellas. Por ello no tiene sentido contar y anotar cuantas personas son “salvas”. En realidad lo que estaríamos contando serían cuantas personas están de acuerdo con los hechos que les hemos presentado. El que la Semilla del Reino haya sido plantada en ellos y el que ellos porten fruto duradero es la información que por derecho debería ser anotado. Pero esto no es tan fácil de hacer.

Conforme sembramos la Semilla del Reino, algunas caen sobre personas cuyos corazones están tan endurecidos que la semilla se queda por encima de la tierra. Tarde o temprano los demonios vienen para quitar la Semilla antes de que pueda germinar.

Otras personas son superficiales. La Semilla germina. Sin embargo, su conducta es para presentar un show religioso. No se toman el tiempo en la oración para enviar raíces dentro de Dios. Cuando la aflicción o la persecución les causan dolor, la Semilla se muere por falta de agua.

¡La Semilla muere! ¿Qué es la Semilla? La Semilla es Cristo, el Reino de Dios. Muere si nosotros no oramos y seguimos al Señor pacientemente. Conservemos o no nuestra postura doctrinal, el Reino habrá muerto en nosotros. Ningún fruto eterno se habrá dado. La rama será cortada de la Vid.

Existen numerosas ramas muertas en las iglesias Cristianas, como se podrá observar en la era de horrores morales que está por llegar a nosotros. Estas ramas muertas no están viviendo relacionándose diariamente con Jesucristo. Realmente se podría decir que fueron cortadas de la Vid hace muchos años.

¿Puedes ver ahora que en vano ponemos tanto énfasis en nuestra doctrina cuando lo que realmente es importante es la formación de Cristo en nosotros?

Otra Semilla cae sobre suelo con suficiente profundidad como para permitir que germine. Pero así como la hierba en un jardín, las preocupaciones del mundo y los engaños de las riquezas empujan la Semilla hacia fuera y ésta muere. Ningún fruto permanente fue producido. La rama será cortada de la Vid.

Luego, otra Semilla cae sobre un corazón honesto y bueno. Algunos con paciencia producen el treinta por ciento. Algunos, el sesenta por ciento. Otros, el cien por ciento.

Lo que producen es a CristoCristo formado en nosotros; el Reino de Dios formado en nosotros.

¿Por qué hay diferencia de persona a persona en cuanto a la producción? Porque algunos son más cuidadosos que otros en nutrir la planta. La planta es nutrida conforme oramos, conforme meditamos en las Escrituras, y conforme obedecemos a Dios implícitamente.

Todo creyente es invitado a cosechar a Cristo al cien por ciento. Si lo hace o no depende de la diligencia con que se aplica para habitar en Cristo cada día.

Dios no tiene favoritos. Lo que sembramos es lo que cosechamos.

La formación de Cristo en nosotros. Los creyentes en Galacia estaban siendo atraídos nuevamente hacia la ley de Moisés (más discusión sobre el manual). Pablo sufrió dolores de parto para que Cristo pudiera ser formado en ellos, ya que sabía que todos los temas doctrinales son aclarados cuando Cristo llega a la madurez en nosotros. El verdadero conocimiento de Dios no llega por el estudio sino sólo conforme Cristo es formado en nosotros y conforme habita en nosotros.

En el segundo capítulo de Gálatas, Pablo saca el tema de volver al pecado una vez que hemos dejado la Ley de Moisés. En la actualidad la relación entre el comportamiento pecaminoso y la gracia de Cristo Jesús no es comprendida por numerosos Cristianos.

El siguiente versículo es la respuesta de Pablo a la pregunta de cómo deben considerar los Cristianos el pecado, ya que han sido liberados legalmente de la jurisdicción de la ley de Moisés:

He sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y dio su vida por mí. (Gálatas 2:20—NVI)

“Ya no vivo yo sino que Cristo vive en mí.”

“En él estaba la vida, y la vida era la luz de la humanidad.”

“La vida era la luz de la humanidad.” La vida es luz. La Vida de Jesucristo es luz, luz Divina. Cuando tenemos a Cristo en nosotros comprendemos lo que la teología nunca puede comprender.

Hacemos bien en estudiar las Escrituras hasta que el Día Estrella se levante en nuestro corazón. Cuando el Día Estrella se haya levantado entonces poseeremos entendimiento verdadero. En ese Día sabremos que estamos en Cristo y que Cristo está en el Padre.

Cuántas horas se han pasado los teólogos discutiendo sobre la naturaleza de la Trinidad (más sutilezas sobre el manual). La Trinidad nunca puede ser comprendida por la mente del hombre. La Trinidad es comprendida sólo conforme Cristo es formado en nosotros. Entonces sabemos que nosotros estamos en Cristo y que Cristo está en Dios.

Cuando Cristo está formado en nosotros comprendemos que ser circuncidado o no es de poca importancia (más debate sobre el manual). Todo lo que importa es la creación nueva, la cual es Cristo formada en nosotros y morando en nosotros.

Cuando Cristo está formado en nosotros comprendemos que la Ley de Moisés ya no tiene autoridad sobre nosotros. Sin embargo sabemos que debemos vencer toda mundanería, todo pecado, toda voluntad propia. Esto lo sabemos porque esos espíritus no provienen de Cristo Quien está siendo formado en nosotros sino que están entablando una batalla contra Él. La mundanería, la lujuria del cuerpo, y la voluntad propia son totalmente incompatibles con la Vida nueva que está siendo creada en nosotros. Esas características en la personalidad no son permitidas en el Reino. La Ley de Moisés sirve como tutor para acercarnos a Cristo para que la transformación moral verdadera pueda suceder en nuestra personalidad.

El manual habla sobre la transformación y nos asegura la victoria final. Pero ningún cambio sucede en realidad en nosotros hasta que obedecemos los mandamientos en el Nuevo Testamento, hasta que obedecemos a Cristo y a Sus Apóstoles. El cambio mismo, y no lo que creemos sobre el manual, es lo que es la salvación; es lo que es el Reino de Dios; es lo que es la vida eterna; es lo que es el pacto nuevo.

Cristo nos ordenó que nos regocijáramos, que saltáramos de gozo, cuando hombres hablaran mal de nosotros por estar sirviendo a Cristo.

Cuando alguien nos persigue injustamente nuestra naturaleza de Adán responde con enojo y deseo de venganza. Si se lo permitiéramos nuestra naturaleza de Adán echaría humo por las orejas, se quejaría, actuaría enojado y con rencor, y nutriría una raíz de amargura por el incidente.

Podemos elegir ceder a nuestra naturaleza de Adán o podemos orar. Si elegimos orar Cristo nos alimentará con Su cuerpo y sangre hasta que el fuego de la naturaleza de Adán esté totalmente apagado y la paz de Dios nuevamente reine sobre nuestra personalidad.

Conforme Cristo nos alimenta con Su Cuerpo y sangre Él es formado en nosotros y nosotros somos dados en matrimonio al Cordero. Por ello podemos ver que sólo con creer que Dios nos dio este mandamiento de cómo responder apropiadamente a la persecución no nos es de beneficio alguno hasta que hayamos ido a Dios para recibir la ayuda necesaria para realmente hacer lo que Dios nos ha dicho. Es por la obediencia al mandamiento que Cristo es formado en nosotros, no sólo creyendo que Dios lo dijo sino haciendo fielmente lo que ha sido ordenado.

La salvación Cristiana es la transformación moral. Nuestra personalidad no es transformada para que pueda ir al Cielo sino para que sea aceptable a Dios en Su Reino. No importa si estamos en el Cielo, sobre la tierra o en cualquier otro lugar. La aceptación de Dios (la definición de la “justicia”) es la salvación. La salvación no tiene nada que ver con vivir en el Cielo sino con tener comunión con Dios.

Lo que tú y yo creemos es de importancia sólo si nuestras creencias nos guían a una relación continua con el Jesús viviente. Si nuestras creencias no nos llevan a una relación continua con el Jesús viviente entonces no tienen ningún valor en lo absoluto, aunque sean completamente correctas.

Poseer el manual no es el pacto nuevo. Creer que lo que dice el manual es verdad no es el pacto nuevo. Memorizar el manual no es el pacto nuevo. El pacto nuevo es la formación de Cristo, de la Palabra de Dios, en nuestra mente para que comprendamos la voluntad de Dios, y en nuestro corazón para que amemos la voluntad de Dios y la ejecutemos.

No debemos llamar a Jesús, “Señor, Señor” y luego no hacer lo que nos dice. Saber lo que Cristo nos ha ordenado, creer que los mandamientos dados por Cristo y Sus Apóstoles vinieron de Dios, no nos salvará. Sólo conforme realmente hacemos lo que Cristo y Sus Apóstoles nos ordenaron, comenzando con las Bienaventuranzas y terminando con la necesidad de vencer el pecado expresado en el Libro del Apocalipsis, es como edificamos nuestra casa sobre la roca.

Dios nunca habitará en ningún ser humano. Dios no habitó en ninguno de los patriarcas o profetas del Antiguo Testamento de la manera en que habita en el Cristiano verdadero. Esta es la razón por la que aquel que es el menor en el Reino de Dios es mayor que cualquiera de los profetas.

Dios habitará sólo en el Señor Jesucristo. Cristo es la Casa del Padre. Sólo conforme Cristo es formado en nosotros es que Dios habita en nosotros, porque Cristo es el Trono eterno de Dios. Entre más de Cristo tengamos formado en nosotros más de Dios podemos conocer por experiencia, porque Dios habita en Cristo y sólo en Cristo.

Cristo es el Reposo de Dios. Cristo es la Resurrección y la Vida. Cristo es nuestro gozo, nuestra fortaleza, nuestra vida, nuestra sabiduría, nuestra canción. Dios quiere que Cristo sea todo en todo para nosotros. Esto es lo que significa volver a nacer.

Cristo es el Jardín. El manual nos habla sobre Dios, sobre la historia, sobre el mundo, y sobre cómo agradar a Dios. La forma de agradar a Dios es obedeciendo a Cristo y Sus Apóstoles. Esta es la manera como Cristo es formado en nosotros. Dios mora en Cristo quien ha sido formado en nosotros. Esto es la salvación y la vida eterna. Esto es el jardín.

El que Cristo sea formado en nosotros no es lo mismo a que Cristo habite en nosotros. Esta es una diferencia importante.

Lo que ha sucedido en épocas pasadas es que maestros Cristianos, que se han dado cuenta de que el misterio del Evangelio no es Cristo con nosotros sino Cristo en nosotros, se han pasado de la verdad. Han hecho de Jesús parte de un Cristo de muchos miembros. Han dejado de ver que Jesús es el Señor y Cristo que Dios ha instalado como Cabeza de la Iglesia.

Sin importar qué tanto de Cristo esté formado en nosotros, nosotros nunca nos volvemos el Señor Jesucristo. Jesucristo es una Persona específica que nunca ha perdido Su identidad aunque es uno con el Padre. También es verdad que nosotros nunca perderemos nuestra identidad aunque nos volvamos uno con Jesucristo y con el Padre.

De hecho lo que nos hace únicos es mejorado conforme nos volvemos uno con Cristo y el Padre. En nuestro intento por salvar nuestra vida es que la perdemos. Si escogemos perder nuestra vida en Cristo entonces la salvaremos por la eternidad, por paradójico que esto parezca.

El Señor Cristo Jesús es la Cabeza exaltada de Su Iglesia y la seguirá siendo durante la eternidad. Él es el gran Líder, el Comandante, el Jefe de los hermanos santos, el Verbo de Dios desde la eternidad.

Así que es importante comprender que conforme Cristo es formado en nosotros que nosotros no nos volvemos tan grandes como Jesús. Más bien que la nueva creación surgiendo por la penetración de la Sustancia y Naturaleza de Jesucristo a nuestra personalidad no es ni nosotros ni Cristo sino una creación completamente nueva. El Señor Cristo Jesús mismo, la Persona única, el Primogénito de entre los muertos, se mantiene sentado a la derecha del Padre.

Habiendo explicado que la formación de Cristo en nosotros y el que Cristo habite en nosotros no son la misma experiencia, procederemos a discutir el que Cristo habite en nosotros.

Cristo habitando en nosotros.

Así dice el Señor: “El cielo es mi trono, y la tierra, el estrado de mis pies. ¿Qué casa me pueden construir? ¿Qué morada me pueden ofrecer? (Isaías 66:1—NVI)

“¿Qué casa me pueden construir?”

Esteban retoma la pregunta:

“El cielo es mi trono, y la tierra, el estrado de mis pies. ¿Qué clase de casa me construirán?—dice el Señor—. ¿O qué lugar de descanso? (Hechos 7:49—NVI)

Ya que Dios está asqueado por el comportamiento de los anteriores líderes del Cielo, Dios está mudando Su Trono del Cielo a los corazones de la gente. Ha comenzado con mudarlo al Señor Jesucristo.

Jesucristo es el Templo eterno de Dios, la Casa del Padre. Cristo es la Piedra angular del Templo de Dios. Pero en la Casa del Padre van a existir muchas habitaciones. Aquí es donde entramos nosotros.

Dios necesita una casa. Necesita un templo vivo por medio del cual pueda expresarse a Su creación. Esto es en lo que estamos siendo creados. Este es el jardín.

La última de las siete fiestas solemnes del Señor es la fiesta de las Enramadas. Esta celebración Judía simboliza la consumación del plan de la redención, que es Dios encontrando reposo en Cristo en los santos.

Pero, como hemos dicho anteriormente, todo depende de que obedezcamos los mandamientos de Cristo. Observa este hecho en lo siguiente:

Le contestó Jesús:—El que me ama, obedecerá mi palabra, y mi Padre lo amará, y haremos nuestra vivienda en él. (Juan 14:23—NVI)

¿Puedes ver que la venida del Padre y del Hijo a vivir en nosotros por la eternidad depende de que obedezcamos las enseñanzas de Cristo? Todo depende de que leamos el Nuevo Testamento y obedezcamos lo que ahí dice.

La Iglesia está siendo creada la vivienda eterna de Dios. Esta es la nueva Jerusalén que descenderá del cielo nuevo para reposar sobre una montaña alta de la tierra nueva.

Dios por medio de Cristo por medio de los santos (que es la nueva Jerusalén) alejará toda lágrima de las naciones de personas salvas de la tierra. La enfermedad, el dolor, y la muerte serán desterrados por los santos. Los santos gobernarán las naciones, siendo el real sacerdocio de Dios. Las naciones de personas salvas andarán a la luz moral (y quizá física) de la ciudad santa.

El Espíritu Santo estará disponible como un río de vida eterna, con árboles llenos de vida creciendo a su orilla, para quien desee llegar y recibir la Vida de Dios. Pero a ningún individuo que no esté obedeciendo los mandamientos del Señor se le permitirá la entrada por la puerta de la nueva Jerusalén.

La Ley saldrá de Sión y la Palabra del Señor de Jerusalén. Las Bienaventuranzas en especial incluyen las leyes morales eternas del Reino de Dios que serán forzadas sobre la creación con puño de hierro por parte de los hijos de Dios.

Los siervos de Dios, Sus elegidos, Su Israel, lo servirá en Su templo, que es la nueva Jerusalén. Ellos contemplarán Su rostro.

Nacimos para ser la vivienda de Dios. Todo el plan de la redención se está dirigiendo hacia este fin: que los elegidos de Dios puedan convertirse en una vivienda apropiada para el Padre por medio de Cristo.

El Horario Profético

En las Escrituras existen indicaciones de que Cristo será formado en Su Cuerpo en los últimos días. Siempre ha sido verdad que durante la Era Cristiana Cristo ha sido formado en todo creyente que obedeció los mandamientos de Dios. Pero quizá sea verdad que en nuestra época se está poniendo un énfasis especial en la maduración de Cristo en los creyentes.

Observa cuidadosamente lo siguiente:

Pero de ti, Belén Errata, pequeña entre los clanes de Judá, saldrá el que gobernará a Israel; sus orígenes se remontarán hasta la antigüedad, hasta tiempos inmemoriales. Por eso Dios los entregará al enemigo hasta que tenga su hijo la que va a ser madre, y vuelva junto al pueblo de Israel el resto de sus hermanos. (Miqueas 5:2,3—NVI)

Sabemos que Jesucristo vino de Belén, que pertenecía a la tribu de Judá, y que será Gobernador sobre Israel.

Pero ahora se nos dice (arriba) que el resto de los hermanos de Cristo regresarán al pueblo de Israel hasta que “tenga su hijo la que va a ser madre”.

Creemos que esto significa que Israel será abandonado hasta el momento en que la Iglesia (Sión) comience con los dolores de parto que formarán a Cristo en Sus hermanos. En ese día los hermanos de Cristo regresarán a la tierra y al pueblo de Israel.

Por el contrario, ustedes se han acercado al monte Sión, a la Jerusalén celestial, la ciudad del Dios viviente. Se han acercado a millares y millares de ángeles, a una asamblea gozosa, a la iglesia de los primogénitos inscritos en el cielo. Se han acercado a Dios, el juez de todos; a los espíritus de los justos que han llegado a la perfección; (Hebreos 12:22,23—NVI)

Cuando nos acercamos a la Iglesia Cristiana nos estamos acercando al Monte Sión, a la Jerusalén celestial.

Los santos victoriosos de hoy en día, los hermanos del Señor Jesús, aquellos que están naciendo por los dolores de parto de la Iglesia, tienen un deseo sin precedente de regresar a la tierra y al pueblo de Israel, cumpliendo así la profecía de Miqueas.

Nuevamente en el Libro de Isaías:

Una voz resuena desde la ciudad, una voz surge del templo: Es la voz del SEÑOR que da a sus enemigos su merecido. Antes de estar con dolores de parto, Jerusalén tuvo un hijo; dio a luz un varón. ¿Quién ha oído cosa semejante? ¿Quién ha visto jamás cosa igual? ¿Puede una nación nacer en un solo día? ¿Se da a luz un pueblo en un momento? Sin embargo, Sión dio a luz sus hijos cuando apenas comenzaban sus dolores. ¿Podría yo abrir la matriz, y no provocar el parto?—dice el SEÑOR—. ¿O cerraría yo el seno materno, siendo que yo hago dar a luz?—dice tu Dios—. (Isaías 66:6-9—NVI)

Antes de que Sión, la Iglesia, tuviera dolores de parto, se dio a luz a Jesucristo.

Cuando Sión entre en dolores de parto dará a luz a sus hijos. ¿Quiénes pueden ser estos hijos sino los hermanos de Jesucristo, mencionados en Miqueas?

Luego encontramos en el Libro del Apocalipsis:

Apareció en el cielo una señal maravillosa: una mujer revestida del sol, con la luna debajo de sus pies y con una corona de doce estrellas en la cabeza. Estaba encinta y gritaba por los dolores y angustias del parto. Y apareció en el cielo otra señal: un enorme dragón de color rojo encendido que tenía siete cabezas y diez cuernos, y una diadema en cada cabeza. Con la cola arrastró la tercera parte de las estrellas del cielo y las arrojó sobre la tierra. Cuando la mujer estaba a punto de dar a luz, el dragón se plantó delante de ella para devorar a su hijo tan pronto naciera. Ella dio a luz un hijo varón que gobernará a todas las naciones con puño de hierro. Pero su hijo fue arrebatado y llevado hasta Dios, que está en su trono. (Apocalipsis 12:1-5—NVI)

El “hijo varón” es el Señor Jesucristo. Él es el que gobernará todas las naciones con puño de hierro. Él está naciendo conforme la Iglesia, conforme Sión, tiene dolores de parto.

Observa nuevamente:

Queridos hijos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto hasta que Cristo sea formado en ustedes, (Gálatas 4:19—NVI)

El Señor Jesús nos dijo que la mala hierba y el trigo llegarían a la madurez al mismo tiempo. El trigo son creyentes en quienes Cristo ha sido formado. La mala hierba son personas en quienes el Anticristo ha sido formado.

Una nación nacerá en “un solo día”. Esa nación es el real sacerdocio de Dios, en específico es Cristo formado en los creyentes. En cuanto Cristo esté formado en los creyentes Satanás será echado de los cielos y nunca se le volverá a permitir la entrada. Ya no tendrá la oportunidad de acusar a los santos ante Dios.

Todo depende de que Cristo sea formado en los creyentes. Los creyentes no pueden vencer a Satanás hasta que Cristo esté formado en ellos.

Con esto podemos notar que se está siguiendo un horario. En los últimos días de la Era de la Iglesia el Espíritu Santo pondrá un énfasis sin precedente en que Cristo sea formado en nosotros. Esto significa que los dones y ministerios del Cuerpo de Cristo funcionarán como nunca antes, porque será por medio de la operación de los dones y ministerios que seremos llevados a la medida de la plena estatura de Cristo.

El modelo “púlpito-congregación” es ahora rudimentario. Todo pastor y líder debe esforzarse por encaminar a cada uno de los miembros de su iglesia hacia el ministerio que le corresponde. Cristo no puede ser formado en nosotros hasta que estén en operación varios ministerios.

También, cada uno de nosotros debe estar aprendiendo a vivir por el cuerpo y la sangre de Cristo. Cristo es formado en nosotros conforme nosotros tomamos de Su cuerpo y sangre, lo cual hacemos cada vez que vamos a Él para recibir la fuerza y la sabiduría para obedecer los mandamientos de Dios.

Además de los dones y ministerios, y del cuerpo y la sangre de Cristo, el Espíritu Santo tiene más técnicas para formar a Cristo en nosotros. Una técnica muy importante es la de mantenernos en prisión y con sufrimientos hasta que nuestra voluntad propia es destruida y aprendemos a depender en el Señor para cada decisión que tomamos. ¡Siempre debemos ser estrictamente obedientes al Padre!

Cada evento de la historia mundial, sin importar cuan caótica y destructiva pareció ser en su momento, fue para llevar a los hijos predestinados de Dios a la imagen de su Hermano mayor, al Señor Jesucristo. Dios sostiene al mundo en Su mano poderosa, logrando que todo evento, toda persona y toda cosa obren para el bien de quienes Él ha llamado desde la fundación del mundo.

Conclusión

El orden de la redención es el siguiente: somos perdonados por medio de la sangre expiatoria; recibimos al Espíritu Santoel “aceite sobre la sangre”; por medio del Espíritu Santo obedecemos los mandamientos de Dios; Cristo es formado en nosotros; el Padre y el Hijo hacen Su morada eterna en nosotros; servimos a Dios para siempre en Su Reino como miembros de Su real sacerdocio.

Debido a que el hombre está destinado a ser el Trono eterno de Dios, un destino que enfurece a Satanás y a los malvados de los cielos que se rebelaron con él, y debido a que ningún ser humano puede ser el Trono de Dios hasta que Cristo esté formado en él, Satanás y los demás dignatarios de alto rango del reino espiritual trabajan constantemente para evitar que Cristo sea formado en los creyentes.

A Satanás no le importan tanto nuestras actividades en la iglesia, y quizá tampoco le cause la ansiedad que suponemos el trabajo del evangelismo. El gran problema desde el punto de vista de Satanás es la formación de Cristo en los creyentes. Sólo conforme Cristo es formado en nosotros es que el reino de Satanás entra en graves problemas.

Ya que la obra de la redención cesa cuando el creyente no está obedeciendo los mandamientos de Dios, una de las tácticas principales de Satanás ha sido engañar a los Cristianos a que crean que obedecer los mandamientos no es necesario ahora que estamos bajo la “gracia”. Esta táctica ha sido increíblemente exitosa.

Con todo lo que ha sido escrito en la Biblia sobre la necesidad de obedecer a Dios, casi se puede considerar un milagro que líderes Cristianos devotos puedan ser engañados a creer que los Cristianos no tienen que obedecer la Palabra de Dios.

Ya que Satanás ve la tierra como su dominio por derecho, también ha convencido a los líderes de la Iglesia de que la meta de la redención es llevar a los creyentes al reino espiritual, para tener ahí su morada eterna.

Si las cosas se hicieran como a Satanás le conviene entonces todo creyente sobre la tierra sería obligado a ir al reino espiritual para quedarse allá por la eternidad. Así Satanás podría gobernar la tierra y divertirse degradando a las personas de las naciones.

Quizá Satanás hizo que el Gnosticismo surgiera cuando surgió sabiendo que sería de ayuda en corromper cualquier cosa que Dios estuviera a punto de hacer. No creas que nola influencia Gnóstica en sus principios era sumamente poderosa, y logró corromper a muchas de las asambleas del primer siglo. Existe evidencia de que algunos de los líderes Cristianos del principio comenzaron a creer que Jesucristo en realidad no había venido en forma corporal sino que sólo había aparentado venir.

La influencia que el Gnosticismo tiene hoy en día, el concepto de que somos salvos sólo teniendo fe (antinomianismouna creencia relacionada con el Gnosticismo), y que el Paraíso espiritual es nuestro destino eterno, impregna la enseñanza Cristiana. El Dispensalismo, con su “dispensa de gracia,” se mezcla fácilmente con el pensamiento Gnóstico.

El resultado ha sido la destrucción de la fuerza moral de numerosas iglesias a tal grado de que por lo menos en Norteamérica, el testimonio Cristiano de las buenas obras, el único testimonio que la comunidad secular reconoce, está faltando seriamente. Cuando una persona se declara a sí misma Cristiana la comunidad no espera contemplar una persona que demuestra la mayor integridad, honestidad, pureza moral, o irreprochable manejo de dinero.

¡Tendrían esa expectativa si nosotros por medio del Espíritu Santo estuviéramos obedeciendo los mandamientos de Dios!

Satanás ha ganado una victoria espectacular.

¿Qué debemos hacer? Nosotros los Cristianos debemos regresar inmediatamente al Nuevo Testamento, leer todo lo que Cristo y Sus Apóstoles nos han ordenado, y orar con todas nuestras fuerzas para que Dios nos ayude a hacer lo que está escrito. Sólo entonces podrá Dios regresar para sanar nuestra tierra.

Yo creo que Dios me dijo cuando empezamos a estar en el Internet que debíamos advertir a los Cristianos de Norteamérica que comenzaran a obedecer Sus mandamientos. Si no obedecemos los mandamientos de Dios nuestro país va a sufrir mucho. Ya podemos apreciar desastres naturales. Además Satanás tiene la libertad de convencer a las personas, o inclusive a niños, a que se maten unos a otros con pistolas y cuchillos. No habría tanta libertad de los demonios si todos los Cristianos estuvieran buscando la justicia de hierro, la santidad ferviente, y la obediencia estricta al Padre.

(Desde que escribí estas palabras, hace unos cuantos años, los Estados Unidos han sido atacados por terroristas y ahora se considera en estado de guerra. También han habido problemas económicos.)

La gente dice que el Evangelio que presentamos es demasiado estricto. ¡No es demasiado estricto! ¡Es bíblico! Somos nosotros los Cristianos los que somos demasiado blandos. Si queremos que los que no son salvos reciban a Jesús tenemos que enderezar nuestras vidas.

Debimos de haber obedecido los mandamientos de Dios desde un principio, así que no estamos presentando una idea rara hasta este punto. Más bien estamos regresando a los linderos antiguos y estamos decididos a caminar en ellos con la ayuda del Señor.

Los eruditos nos dicen que la Primera Carta de Juan fue escrita para combatir el Gnosticismo. Observa lo que Juan dice:

¿Cómo sabemos si hemos llegado a conocer a Dios? Si obedecemos sus mandamientos. El que afirma: “Lo conozco”, pero no obedece sus mandamientos, es un mentiroso y no tiene la verdad. En cambio, el amor de Dios se manifiesta plenamente en la vida del que obedece su palabra. De este modo sabemos que estamos unidos a él: el que afirma que permanece en él, debe vivir como él vivió. (1 Juan 2:3-6—NVI)

“¿Cómo sabemos si hemos llegado a conocer a Dios? Si obedecemos sus mandamientos.”

“El que afirma que permanece en él, debe vivir como él vivió.” Esto significa que debemos vivir con justicia así como Cristo vivió con justicia. Debemos ser santos como Él fue santo. Debemos obedecer al Padre estricta y completamente como Cristo obedeció al Padre estricta y completamente.

Nuestra naturaleza de Adán no puede vivir como Jesús vivió así como un simio no tiene la habilidad para tocar el piano. Pero podemos orar continuamente al Padre para que nos ayude a obedecer Sus mandamientos. Todo mandamiento dado por Cristo personalmente y luego por medio de Sus Apóstoles vino originalmente del Padre. ¡Son mandamientos de Dios!

Si somos fieles en obedecer los mandamientos de Dios, Cristo será formado en nosotros, y luego viviremos como Él vivió y como todavía vive, porque será Cristo viviendo en nosotros.

Esto es lo que dice el manual. Pongámonos a trabajar para que tengamos un hermoso jardín.

(“El Manual Y El Jardín”, 4164-1)

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