LA MENTIRA MÁS GRANDE QUE JAMAS SE HAYA DICHO

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Texto bíblico tomado de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional © 1999 por la Sociedad Bíblica Internacional

Traducción de Carmen Alvarez


Los numerosos pasajes de las Epístolas que nos advierten con respecto a las consecuencias del pecado frecuentemente son predicados a los que no son salvos, pero ninguno fue escrito para ellos. Las personas que no son salvas ya están muertas en sus propios pecados. Son los Cristianos los que pueden perder su vida eterna, los que pueden matar su propia resurrección si continúan viviendo según los deseos de su carne.

Pero ¿qué es lo que escuchamos desde el púlpito y desde el banco de la iglesia? ¡No es cierto, no vas a morir!


LA MENTIRA MÁS GRANDE QUE JAMAS SE HAYA DICHO

Pero la serpiente le dijo a la mujer:-¡No es cierto, no van a morir! (Génesis 3:4—NVI)

“No van a morir.” En el Hebreo el énfasis está sobre la palabra “morir”. No es cierto, no van a morir. ¡Existe una duda en cuanto a que si realmente vamos a morir!

Las Escrituras declaran que “el alma que peque morirá“.

¿Por qué está Satanás tan ansioso de convencernos de que no es tan seguro que vayamos a morir cuando desobedezcamos a Dios? Seguramente se debe a que Dios lo ha sentenciado a la muerte eterna en el Lago de Fuego y desde entonces se ha dispuesto a reunir a los ángeles y a la humanidad para tratar de anular la sentencia que Dios le ha impuesto.

No vas a morir. Ahora lo oímos todo el tiempo. Por esta razón o por aquella, ¡no vas a morir!

Los escritos del Nuevo Testamento declaran clara y enfáticamente que el creyente Cristiano que continúe pecando no heredará el Reino de Dios sino que morirá espiritualmente.

Toda rama que en mí no da fruto, lo corta; pero toda rama que da fruto la poda para que dé más fruto todavía. (Juan 15:2—NVI)
Porque la paga del pecado es muerte, mientras que la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, nuestro Señor. (Romanos 6:23—NVI)

Romanos 6:23 (arriba) fue escrito para las personas que habían creído y que habían sido bautizadas en agua.

Porque si ustedes viven conforme a ella [la naturaleza pecaminosa], morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. (Romanos 8:13—NVI)
Y envidia; borracheras, orgías, y otras cosas parecidas. Les advierto ahora, como antes lo hice, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios. (Gálatas 5:21—NVI)
¿Cómo escaparemos nosotros si descuidamos una salvación tan grande? Esta salvación fue anunciada primeramente por el Señor, y los que la oyeron nos la confirmaron. (Hebreos 2:3—NVI)
En cambio, cuando produce espinos y cardos, no vale nada; está a punto de ser maldecida, y acabará por ser quemada. (Hebreos 6:8—NVI)

¿De dónde viene la nubosidad que le impide a los Cristianos Evangélicos ver lo que está claramente escrito en las Escrituras?

Los versículos anteriores fueron escritos para los Cristianos. Hoy en día son predicados con gran regularidad y con mucho vigor a los que no son salvos, pero estos pasajes no fueron escritos para ellos. Las personas que no son salvas ya están muertas en sus propios pecados. Son los Cristianos los que pueden perder su vida eterna, los que pueden matar su propia resurrección si continuara viviendo según los deseos de su carne.

Pero ¿qué es lo que oímos desde el púlpito? No es cierto, no vas a morir. La Biblia, la Palabra de Dios, nos dice que los creyentes en Cristo morirán espiritualmente si no optan por una vida recta. Pero los teólogos Cristianos, reflexionando en la actitud de Satanás hacia Dios y hacia Su palabra, dicen de común acuerdo, “¡No es cierto, no vas a morir!”

Las Escrituras enseñan clara y enfáticamente que la redención Cristiana siempre es condicional, siempre es una oportunidad.

¿Acaso no saben ustedes que, cuando se entregan a alguien para obedecerlo, son esclavos de quien obedecen? Claro que lo son, ya sea del pecado que lleva a la muerte, o de la obediencia que lleva a la justicia. (Romanos 6:16—NVI)
Salgan de en medio de ellos y apártense. No toquen nada impuro, y yo los recibiré. (2 Corintios 6:17—NVI)
¡Recuerda de dónde has caído! Arrepiéntete y vuelve a practicar las obras que hacías al principio. Si no te arrepientes, iré y quitaré de su lugar tu candelabro. (Apocalipsis 2:5—NVI)

Los teólogos se apresuran en declarar: la salvación es incondicional. No puedes destruir tu relación con Dios debido a tu conducta. ¡No es cierto, no vas a morir!

¿De dónde viene esta ceguera?

Las Escrituras nos dicen que nosotros los Cristianos, así como los Israelitas, moriremos en el desierto si no continuamos sirviendo al Señor.

Aunque ustedes ya saben muy bien esto, quiero recordarles que el Señor, después de liberar de la tierra de Egipto a su pueblo, destruyó a los que no creían. (Judas 1:5—NVI)

Los teólogos Cristianos anuncian: no hay nada que puedas hacer para lastimar tu redención. Una vez que hayas “aceptado a Cristo”, eres salvo para siempre. Esto se debe a que la redención no depende de tu conducta moral.

¿Cuál es el origen de este error mortal, de esta inhabilidad para comprender la Palabra explícita de Dios?

Las sagradas Escrituras afirman que el justo, en todo momento, debe de seguir adelante en la fe, de otra manera retrocederá a la destrucción. Para ser salvos debemos de “mantenernos firmes hasta el fin”.

Por causa de mi nombre todo el mundo los odiará, pero el que se mantenga firme hasta el fin será salvo. (Mateo 10:22—NVI)
Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. (Hebreos 10:39—NVI)
Por lo tanto, hermanos, esfuércense más todavía por asegurarse del llamado de Dios, que fue quien los eligió. Si hacen estas cosas, no caerán jamás. (2 Pedro l:l0—NVI)

Los maestros Cristianos declaran que quienes deseen ser salvos sólo necesitan dar un consentimiento mental y verbal en cuento a las realidades de la redención (realidades que los demonios conocen muy bien), y una vez dado tal consentimiento no tienen nunca más que preocuparse de su posición en Dios.

Esto es Antinomianismo, una antigua herejía. ¡Aquí hay veneno! Hemos notado que una vez que los estudiantes de la Biblia son expuestos a las enseñanzas actuales Evangélicas, ellos ya no pueden comprender las Escrituras del Antiguo y del Nuevo Testamentos. Hay un espíritu de engaño que está asociado a la doctrina Evangélica. Una vez que este espíritu entra en la mente y en el espíritu del creyente, el individuo ya no es capaz de percibir lo que está escrito.

El espíritu del cual estamos hablando presenta una redención abstracta que saca al creyente del mundo real y lo pone en un mundo especial protegido de todo juicio. La salvación Divina se vuelve un acto arbitrario de Dios diseñado para los Gentiles electos (o para cualquiera que desee creer) y jamás puede de alguna manera ser violado o lastimado. Se conjetura que la redención Divina es totalmente independiente de la personalidad y de la conducta moral del creyente.

Esta es la mentira más grande que jamás se haya dicho. Todos los libros del Nuevo Testamento la contradicen.

La Palabra de Dios, que es de inspiración Divina, declara que la fe vive únicamente en las obras de rectitud.

Así también la fe por sí sola, si no tiene obras, está muerta. (Santiago 2:17—NVI)

Se toma la postura de que la fe es algo abstracto que existe por sí mismo y que no depende de nuestra conducta. Se dice que somos salvos únicamente por la fe, lo cual es una contradicción directa de lo que dice la Palabra escrita de Dios.

La verdad es que la fe abstracta no es fe sino una afirmación mental. Las obras de justicia, las acciones de rectitud, son la vida de la fe verdadera. “El justo vivirá por la fe” quiere decir que el justo piensa, habla y actúa por la fe en Dios en lugar de por la fe en su propia habilidad.

“El justo vivirá por la fe”, una expresión que tiene su origen en el Antiguo Testamento y que es repetida tres veces en el Nuevo Testamento, no significa que vayamos al Cielo gracias a una afirmación mental de las realidades teológicas de la redención. De hecho, el Capítulo Once del Libro de Hebreos es la ilustración de “el justo vivirá por la fe”. El Capítulo Once de Hebreos describe las obras de obediencia a Dios, y no el asentimiento mental de hechos teológicos.

¿Por qué estamos hoy en día insistiendo que no es cierto que los Cristianos que continúen caminando en la carne morirán?

Esta es la mentira más grande que jamás se haya dicho y ha producido una desolación moral en las Iglesias de Cristo. Como resultado, los gobiernos de las supuestas naciones Cristianas no son más que páramos morales.

La única guía moral disponible para los gobiernos civiles es la luz producida por la conducta y las enseñanzas de rectitud de las Iglesias Cristianas. Pero hemos pervertido la doctrina de la gracia de Pablo al decir que la conducta recta, aunque deseable, no es un aspecto crucial de nuestra salvación. El resultado ha sido que nuestro candelabro ya no está en su lugar. Los gobiernos sólo cuentan con nuestra “justicia imputada” para servirles de guía moral y, ya que no se puede palpar la justicia imputada (adscrita legalmente), los gobiernos no tienen ninguna luz moral para guiarlos.

Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos puedan ver las buenas obras de ustedes y alaben al Padre que está en el cielo. (Mateo 5:6—NVI)

“Para que ellos puedan ver las buenas obras de ustedes.”

“Pero yo soy salvo por la fe y no tengo que practicar buenas obras.”

“Esto fue escrito para los Judíos.”

“Lo que esto significa verdaderamente es que si aceptamos a Cristo seremos salvos.”

“Si se hace énfasis en una conducta recta se sería culpable de predicar obras. Se sería culpable de ser ‘legalista’ (el nombre de moda que se aplica a la conducta recta y justa). Se sería un Fariseos.”

¿Con qué otros medios contamos para contradecir la Palabra de Dios?

La forma en que se presenta hoy en día la gracia Divina es la mentira más grande que jamás se haya dicho.

Cuando el autor recibió a Cristo, el “pasaje clave” que había que memorizar era Efesios 2:8 y 9.

Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios, no por obras, para que nadie se jacte. (Efesios 2:8,9—NVI)

¿Por qué no fue incluido el siguiente versículo como parte del “pasaje clave” si este revela el resultado de la gracia Divina?

Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios dispuso de antemano a fin de que las pongamos en práctica. (Efesios 2:10—NVI)

Hemos sido “creados en Cristo Jesús para buenas obras.”

¿Por qué no fue incluido este aspecto importante?

No fue incluido en nuestra instrucción temprana porque expone la mentira satánica que nubla la forma Cristiana de pensar.

Con esto no queremos decir que los que nos llevaron al Señor estaban tratando de hacernos un mal, ni que los predicadores y maestros de hoy en día están destruyendo deliberadamente la conducta moral de los creyentes. Más bien, es verdad que al estar “limpiando el templo, se ha encontrado el ‘Libro de la Ley’ entre la basura de la tradición.” Por lo tanto, es hora de que el pueblo de Dios se arrepienta. ¡Hemos sido engañados!

Las exhortaciones de muchos de los predicadores del Evangelio son halagadoras pero confusas. Ellos no están levantando sus voces como trompetas para mostrarle al pueblo de Dios sus pecados.

Cristo no fue enviado para disculpar o para “cubrir” la conducta del pueblo de Dios. Antes bien, Cristo fue enviado para destruir las obras del diablo, para que Su pueblo cambiara de una conducta mala a una de rectitud y de santidad.

Prosigamos con nuestra polémica examinando varios aspectos del error actual sobre la gracia de Dios que existen bajo el pacto nuevo:

¿Ve Dios la conducta del Cristiano y la juzga, o sólo ve la justicia y la rectitud de Cristo?

¿Cuál es el papel de la imputación (de la justicia adscrita)? ¿Cuáles son los límites de la imputación?

¿Qué es el pacto nuevo?

¿Qué es exactamente la salvación (la redención) Divina?

¿Por qué se nos advierte que debemos de ocuparnos de nuestra salvación con temor y temblor si se nos ha imputado la justicia incondicionalmente y por toda la eternidad?

¿Qué quiso decir Pedro cuando dijo que los justos con dificultad se salvan?

¿Por qué no es verdad que Jesús ya nos ha “salvado” y que el motivo de llevar una conducta recta es para tratar de agradar al Señor como aprecio por lo que Él ha hecho por nosotros?

¿Quién es el que construye su casa sobre la roca?

¿Cuál es el significado de la Parábola del Sembrador?

¿Cuál es el propósito del regreso del Señor Jesús al mundo?

¿De qué forma el enfoque de los Católicos y de los Cristianos hacia la justicia se queda corto de la gloria de Dios?

¿Ve Dios la conducta del Cristiano y la juzga o sólo ve la justicia y la rectitud de Cristo?

Hay una máxima Cristiana que ve la gracia como “Las riquezas de Dios a costa de Cristo.” Lo que se implica aquí es que Cristo, a solas, lleva la cruz y todos los creyentes pueden hacer lo que les plazca. Hay un viejo himno que cuestiona este concepto (“¿Debe Jesús de Lleva Solo la Cruz?”) La idea es definitivamente humanística-muy bien adaptada a las iglesias “Cristianas” influyentes del siglo veinte.

Cuando el creyente miente, ¿juzga Dios la mentira como pecado o se le imputa (adscribe) al creyente la veracidad de Cristo?

Cuando el creyente practica la inmoralidad sexual (y algunos miembros de la iglesia lo hacen), ¿juzga Dios la inmoralidad como pecado o se le imputa al individuo la pureza moral de Cristo?

Ante Dios, ¿qué diferencia hay entre la mentira y la inmoralidad del Cristiano, y la mentira y la inmoralidad del incrédulo?

Este es un punto sumamente importante. La forma en que lo resolvamos en nuestra mente afectará la forma en que percibamos la redención Cristiana.

¿Cuál es tu respuesta?

¿Cuál es la respuesta de las Escrituras?

El Nuevo Testamento enseña muy clara y enfáticamente que el pecado del creyente es juzgado severamente. Si el creyente continúa pecando, experimentará, según el Nuevo Testamento, debilidad física y espiritual, enfermedad, muerte prematura, y hasta la muerte espiritual.

Por ejemplo:

Así que cada uno debe de examinarse a sí mismo antes de comer el pan y beber de la copa. (l Corintios 11:28—NVI)

“Examinarse a sí mismo” quiere decir juzgar nuestra propia conducta en cuanto a la rectitud y la maldad.

Porque el que come y bebe sin discernir el cuerpo, come y bebe su propia condena. (l Corintios 11:29—NVI)

Algunos de los creyentes Corintios no estaban observando con la reverencia debida los elementos de la comunión. Los ricos se estaban emborrachando y los pobres se quedaban con hambre. Los creyentes no se daban cuenta que los elementos que estaban compartiendo había que verlos como el Cuerpo de Cristo. Su actitud era reprochable.

¿Ignoró Dios su conducta y les imputó la rectitud de Cristo, o juzgó Dios su conducta como merecedora de “azotes”?

Por eso hay entre ustedes muchos débiles y enfermos, e incluso varios han muerto. (l Corintios 11:30—NVI)

Dios les mostró su disgusto enviándoles debilidades y enfermedades. Algunos murieron prematuramente porque Dios juzgó que su conducta merecía que fueran quitados de la tierra.

Si nos examináramos a nosotros mismos, no se nos juzgaría. (1 Corintios 11:31—NVI)

Dios nos ordena que nos juzguemos a nosotros mismos. Nosotros debemos de examinar nuestra conducta, resistiendo aquello que es pecaminoso y orando por la fuerza para caminar en justicia, en santidad, y en obediencia a Dios. Podemos ver inmediatamente que el concepto de que Dios no ve nuestra conducta sino que ve sólo la justicia de Cristo es incorrecto-¡Terriblemente incorrecto! ¡Fatalmente incorrecto!

Pero si nos juzga el Señor, nos disciplina para que no seamos condenados con el mundo. (1 Corintios 11:32—NVI)

Si nos rehusamos a corregir nuestra conducta, Dios nos juzgará para salvarnos de caer bajo la misma condenación que el mundo.

A pesar de que hay numerosos pasajes en el Nuevo Testamento que demuestran, sin lugar a duda, que Dios sí juzga los pecados de Su pueblo (los Capítulos Dos y Tres del Apocalipsis y los Libros de Primera de Juan y de Judas, por ejemplo, además de las muchas exhortaciones de Pablo), este pasaje de Primera de Corintios parece ser suficiente para el estudiante que está dispuesto a huir del error Cristiano actual sobre la gracia Divina.

Entonces, ¿cuál debe de ser nuestra actitud hacia los pecados que estamos cometiendo? Se nos ha ordenado confesar nuestros pecados, y con la ayuda del Señor apartarnos de ellos. Cuando confesamos nuestros pecados con el propósito de apartarnos de ellos, entonces Dios es fiel y justo de perdonarnos y de limpiarnos de toda injusticia. Lavamos las vestiduras de nuestra conducta y las hacemos blancas en la sangre del Cordero. Esto lo hacemos día con día porque vivimos en un ambiente de inmundicia moral.

Nosotros los Cristianos sí pecamos, y no debemos de ignorar este hecho diciendo que Dios no ve nuestra conducta. Dios ve todos nuestros actos, oye todas nuestras palabras, conoce todos nuestros pensamientos. El plan de Dios, para la redención por medio de Cristo, puede transformar cada uno de nuestros actos, de nuestras palabras, y de nuestros pensamientos hasta que todos sean aceptables a Dios. Esta transformación moral es la salvación Divina, la redención Divina.

Hoy, Dios está juzgando a Su casa, y un gran y terrible juicio está por caer sobre toda nación en donde sus creyentes no estén humillándose, no estén orando, no estén buscando el rostro de Dios, y no estén apartándose de sus maldades.

Es un error de proporción monumental creer que Dios no ve los actos de los creyentes sino la justicia de Cristo que les ha sido imputada.

¿Cuál es el papel de la imputación? ¿Cuáles son los límites de la imputación? La atribución (imputación) de justicia (rectitud ante Dios) a quienquiera que pone su confianza en Jesús es enseñado por el Apóstol Pablo en los primeros cinco capítulos de Libro de Romanos.

En los primeros capítulos de Romanos, Pablo está discutiendo con los Judíos. Se dirigía a aquellos que conocían la Ley de Moisés y que confiaban en las obras de la Ley (particularmente, pero no exclusivamente, los Diez Mandamientos) para su redención y su justicia ante Dios.

Pablo les habló con vehemencia a los Judíos Ortodoxos advirtiéndoles que Dios nos ha dado su propia justicia a través de Cristo, habiendo declarado que toda la humanidad estaba atada al pecado. Pablo explicó que ya no hay necesidad de tratar de adherirse a los estatutos de Moisés porque Dios le atribuirá justicia verdadera al individuo que crea en el Señor Jesús.

Esta justicia de Dios llega, mediante la fe en Jesucristo, a todos los que creen. De hecho, no hay distinción. (Romanos 3:22—NVI)

El papel de la justicia imputada es el de quitarle al individuo la condenación que ocasiona el pecado para que éste pueda llegar a Dios y a tener comunión con Él, y para pedirle ayuda para vencer el pecado y la voluntad propia. Una vez que ponemos nuestra fe en Jesús, se nos permite, como al sumo sacerdote de Israel, entrar más allá del velo para presentar nuestras peticiones ante el trono de Aquel que mora en medio del Querubín de Gloria.

Los maestros Gentiles han cometido dos graves errores de interpretación en cuanto a la enseñanza de Pablo sobre la justicia imputada:

Sin darse cuenta de que Pablo estaba contrastando la fe en Jesús con las observaciones de la Ley de Moisés, los maestros Gentiles han concluido que Pablo estaba contrastando la fe en Jesús con la conducta recta. La ironía de este error es que la conducta recta era precisamente lo que vino a establecer el Señor.

El segundo error es peor que el primero. Los maestros Gentiles creen que la gracia del Nuevo Testamento representa un cambio en Dios mismo. Sin comprender la naturaleza temporal y provisional de la imputación, ellos han asumido que Dios ya no exige conducta justa y recta de parte de Sus siervos y que Dios sigue teniendo comunión con aquellos de conducta impura gracias a la expiación por la sangre.

¡Las Escrituras condenan inmediatamente este punto de vista!

Salgan de en medio de ellos y apártense. No toquen nada impuro, y yo los recibiré. (2 Corintios 6:17—NVI)

La comunión permanente con Dios no depende solamente de la expiación hecha por el Señor Jesús sino también de que caminemos en la luz de la voluntad y de la santidad de Dios, y en que dejemos las conductas impuras del mundo.

Los maestros y predicadores Cristianos sugieren que Dios nos ha dado la gracia como una alternativa a la conducta recta. Y lo peor es que implican que esta alternativa es eterna. Ellos declaran que después de mil años todavía estaremos alabando a Dios por Su “gracia”. Lo que quieren decir con esto es que a pesar de que estaremos todavía atados al pecado y a la voluntad propia, Dios nos seguirá aceptando.

De ser esto cierto, representaría un cambio en Dios, en Su Naturaleza moral. Sería la mayor catástrofe que jamás haya caído sobre la creación. De ser así, la Ciudad Santa sería santa por imputación, o sea, que estaría llena de malicia, de violencia, de inmoralidad, y de toda clase de abominaciones que antes habían recibido la ira de Dios. No habría esperanza para quienes buscaran “un cielo nuevo y una tierra nueva donde more la justicia.”

La enseñanza Cristiana está muy equivocada en la forma que presenta la gracia Divina comparada con el pacto nuevo.

Sí, es cierto que al identificarnos con Jesús en la cruz somos libres legalmente de la Ley de Moisés, pero no somos libres para vivir como queramos. Únicamente somos libres para casarnos con Cristo.

Así mismo, hermanos míos, ustedes murieron a la ley mediante el cuerpo crucificado de Cristo, a fin de pertenecer al que fue levantado de entre los muertos. De este modo daremos fruto para Dios. (Romanos 7:4—NVI)

El matrimonio con Cristo tiene un control sobre nuestra conducta moral mucho más estricto de lo que era cierto de la Ley de Moisés.

Tenemos hoy en día una multitud de “solteros” espirituales que no están casados con Moisés ni con Cristo. No están bajo ninguna ley sino que ellos mismos son la ley. Ellos serán juzgados como malvados. El Señor Jesucristo no los “conoce” ni tampoco conoce a los que les están enseñando que su conducta inmoral y desordenada es aceptada por Dios.

¿Qué es el pacto nuevo? Con exactitud ¿qué es el pacto nuevo, el nuevo testamento, la alianza que ha reemplazado la Ley de Moisés?

La persona que sólo conoce la enseñanza Cristiana actual creería que el pacto nuevo consiste en el perdón de nuestros pecados para que podamos ir al Cielo para vivir por siempre. Este modelo de la redención esté equivocado tanto en método como en objetivo.

La Naturaleza moral de Dios es eterna. Él nunca ha cambiado, ni nunca cambiará lo que desea para la humanidad. Dios desea que todos practiquen la justicia, amen la misericordia y se humillen ante Dios. Con esto se resume la Ley y los Profetas.

No había nada malo con los adoradores bajo la Ley de Moisés. El problema estaba con los Israelitas que no querían practicar la justicia, amar la misericordia, ni humillarse ante Dios. De hecho, fue la envidia de los dirigentes de Israel, quienes guardaban las leyes, la que hizo que se pidiera la muerte de Jesús de Nazaret.

Bajo el pacto antiguo, Dios no estaba contento con la gente, así que creó uno nuevo. Según las enseñanzas actuales, el pacto nuevo es principalmente para perdonar. Como la gente es pecadora, y como nuestro Señor sufrió y derramó Su sangre en la cruz, se cree que Dios ha decido que no es requisito que la gente practique la justicia, que ame la misericordia y que se humille ante su Dios.

A veces, se ha declarado que los mandamientos del Señor y de Sus Apóstoles no deben de ser obedecidos. El propósito de Dios en dar Sus mandamientos que encontramos en el Nuevo Testamento no era para que los obedeciéramos sino para demostrar que debemos de ir a Cristo y recibir la gracia del perdón. Aunque este concepto de los escritos del Nuevo Testamento se ha venido presentando durante muchos años, el concepto no tiene ningún fundamento en el Nuevo Testamento.

El problema que yace aquí es que los maestros están haciendo de la justificación por la fe el único aspecto de la redención Divina. Ellos están ignorando las tan importantes obras de santificación y de consagración. Si el perdón por los pecados y la rectitud imputada son los únicos aspectos de la gracia Divina, entonces el pacto nuevo nunca va a producir personas en la imagen de Dios. Es un tremendo malentendido del programa y de los objetivos de la gracia Divina.

Si esto fuera cierto, significaría que el pacto nuevo es inferior al antiguo ya que el antiguo por lo menos requería de conducta recta. Dios se ha dado cuenta (según eso) que no hay nada que Él pueda hacer para salvar a la gente de sus pecados. Así que ha decidido perdonarlos sin tratar de cambiarlos. ¡Qué concepto tan abominable!

¿Cómo describe la Palabra de Dios el pacto nuevo?

Antes que nada, veamos las diferencias entre los dos pactos. Bajo el pacto antiguo, el pecado era perdonado por medio del derramamiento de la sangre de animales. Bajo el pacto nuevo, el pecado es perdonado por medio del derramamiento hecho por la sangre justa de Jesucristo, y luego el pecado es quitado a medida que nosotros luchamos contra él con el poder del Espíritu Santo que obra según la autoridad de la sangre de la cruz.

El pacto de Moisés incluía el perdón.

Se hará con este novillo lo mismo que se hace con el de la ofrenda expiatoria. Así el sacerdote hará expiación por ellos, y serán perdonados. (Levítico 4:20—NVI)

El pacto nuevo incluye el perdón y la eliminación de la presencia (el poder, la compulsión, el deseo) del pecado.

La ley es sólo una sombra de los bienes venideros, y no la presencia misma de estas realidades. Por eso nunca puede, mediante los mismos sacrificios que se ofrecen sin cesar año tras año, hacer perfectos a los que adoran. (Hebreos 10:1—NVI)
Ya que es imposible que la sangre de los toros y de los machos cabríos quite los pecados. (Hebreos 10:4—NVI)
Todo sacerdote celebra el culto día tras día ofreciendo repetidas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados. (Hebreos 10:11—NVI)

“Hacer perfectos a los que adoran.” “Es imposible que quite los pecados.” “Nunca pueden quitar los pecados.”

Vemos claramente en las Escrituras que el pacto antiguo daba cabida al perdón de los pecados (Levítico 4:20 arriba). La diferencia entre los pactos tiene que ver con la eliminación de la presencia y del conocimiento del pecado, con hacer perfecto al creyente.

El Día del Perdón (descrito en Levítico, Capítulo 16) describe la expiación hecha por medio del macho cabrío, también describe cómo se eliminaba el pecado sacando al cabrío expiatorio del campamento, esto no solamente quitaba la culpa sino también el pecado mismo. Se perdonaba, y después se eliminaba.

La gracia de Dios bajo el pacto nuevo incluye la expiación de sangre hecha en la cruz del Calvario, el cuerpo y la sangre de Cristo que se nos dan de comer y de beber, la unción y el poder del Espíritu Santo, la concepción en nosotros de la semilla incorruptible en la experiencia de volver a nacer, los dones y los ministerios que les da el Espíritu Santo a los miembros del Cuerpo de Cristo, y la Palabra de Dios escrita por los Apóstoles del Cordero. No hay ninguna duda de que la gracia Divina provista bajo el pacto nuevo ofrece suficiente autoridad y poder para quitar de la Iglesia la presencia del pecado dejándola sin mancha alguna. ¡La gracia de Dios es suficiente para hacer lo que Él ha prometido!

El pacto nuevo, de ninguna manera, está limitado únicamente al perdón.

Este es el pacto que después de aquel tiempo haré con la casa de Israel-dice el Señor-. Pondré mis leyes en su mente y las escribiré en su corazón. Yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. (Hebreos 8:10—NVI)

¿Este versículo sugiere que Dios se ha olvidado de Su Torah, de Su ley eterna?

¿No será más bien que el pacto nuevo es infinitamente más estricto ya que ha quitado la ley de las tablas de piedra para ponerlas en las tablas del corazón del hombre?

En vista de lo que se dice en Hebreos 8:10, ¿te parece a ti que el pacto nuevo es principalmente para perdonar?

¿No hemos sido seriamente engañados?

¡Es hora de arrepentirnos! Satanás nos ha engañado. En las naciones “Cristianas” él ha logrado destruir el testimonio Divino pervirtiendo la enseñanza del Apóstol Pablo en cuanto al papel de la gracia de Dios en el pacto nuevo.

¿Qué es exactamente la salvación (la redención) Divina? ¿Cuál es la meta de la salvación? El modelo actual de la redención muestra la sangre de Jesucristo como el medio por el cual la gente evita ir al Infierno para ir al Cielo. A pesar de que, en un sentido básico, esto es cierto, ha sido tan simplificado que peca de ser engañoso.

Sí hay realmente un Infierno. Sí hay realmente un Lago de Fuego. Sí hay realmente un Cielo donde habitan el Padre, Jesús, los santos y ángeles y las criaturas de las cuales sabemos poco o nada.

El propósito de la redención no es el de hacer posible que pecadores vayan al Paraíso en su estado pecaminoso. Los pecadores son siempre del Infierno e irán al Infierno cuando mueran. Los justos son siempre del Cielo e irán al Cielo cuando mueran.

Jesús no vino para admitir a pecadores en el Paraíso ya que esto repetiría el problema original del Edén. Jesús vino para cambiar a los pecadores y hacerlos justos para que puedan así heredar Vida eterna, el Paraíso, y todas las otras maravillas y responsabilidades que nos esperan en el futuro.

Jesús no vino para llevar al hombre violento al Cielo. Vino para hacer del hombre violento un hombre manso y tierno.

Jesús no vino para llevar al inmoral al Cielo. Vino para hacer del inmoral un hombre moralmente puro. El Señor Jesucristo vino para poner en nosotros el Paraíso.

Pero, ¿no dijo Jesús que los que son moralmente impuros entrarían en el Reino antes que los que se creen justos y buenos? Sí lo dijo. Entrar en el Reino significa que hemos sido liberados de la impureza moral. A veces los inmorales y los ladrones entran en el Reino antes que la gente religiosa porque los pecadores ven que necesitan a Jesús, que necesitan Su perdón, y Su poder y autoridad para purificarse. Ningún individuo está tan espiritualmente derrotado como aquel que no ve la necesidad de arrepentirse y de ser liberado de la mundanería, de la lujuria, y de egoísmo.

El Reino de Dios es justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo. El Cielo es un lugar. El Reino de Dios es una relación con Dios a través de Cristo.

La doctrina Cristiana de hoy en día está tan confundida y tan equivocada que presenta como la meta de la redención nuestra morada eterna en el Paraíso.

En realidad, la meta que presentan las Escrituras es la Vida eterna en el Reino de Dios, y el destino del Reino de Dios es ser establecido sobre la tierra.

El Señor Jesucristo no vino para cambiar lo que cosechamos sino lo que sembramos. La gente siempre cosechará lo que siembre. Si deseamos entrar a la Vida eterna en el Reino de Dios, debemos de sembrar justicia. La ley básica del Reino no puede ser revocada ni por la gracia, ni por la misericordia, ni por ningún otro medio. ¡Dios no cambia!

La salvación es transformación moral. Esto es la salvación. No tiene nada que ver con llegar al Cielo. Que la “salvación es la transformación moral” no quiere decir que si nos comportamos de una forma justa seremos salvos. Significa más bien que la conducta justa por sí misma es la salvación.

El propósito de la salvación no es que vayamos al Cielo sino que llenemos las muchas necesidades que tiene Dios, como el ser un templo para Él, ser la Esposa del Cordero, ser sacerdotes y gobernantes justos que gobiernen las naciones salvas, y llevar adelante varias otras funciones y servicios. Ninguna de estas funciones o servicios puede ser llevada a cabo por un ser humano hasta que este no se haya conformado a la imagen moral de Jesucristo y no se haya unido totalmente e imperturbablemente al Padre a través de nuestro Señor.

Observa cómo el padre de Juan el Bautista describe la redención:

Nos concedió que fuéramos libres del temor, al rescatarnos del poder de nuestros enemigos, para que le sirviéramos con santidad y justicia, viviendo en su presencia todos nuestros días. (Lucas l:74,75—NVI)

La declaración profética anterior no se puede mejorar como definición de lo que es la redención Cristiana.

“Ser libres del temor”.

“Ser rescatados del poder de nuestros enemigos.”

“Servirle con santidad y justicia.”

“Viviendo en su presencia todos nuestros días.”

Esta es la salvación. Esta es la redención. No tiene nada que ver con ir al Cielo. De hecho, la tierra y sus habitantes serán beneficiados por la salvación que se ha creado en los elegidos.

No se nos está salvando de la tierra para ir al Cielo, se nos está salvando de ser como Satanás para ser como Dios.

Para que les abras los ojos y se conviertan de las tinieblas a la luz, y del poder de Satanás a Dios, a fin de que, por la fe en mí, reciban el perdón de los pecados y la herencia entre los santificados. (Hechos 26:18—NVI)

Ser redimido es cambiar de la oscuridad a la luz, de la autoridad de Satanás al de Dios.

Nuevamente tenemos una definición de la redención. No tiene nada que ver con ir al Cielo sino con el cambiar de Satanás a Dios. No recibimos el perdón por nuestros pecados hasta que seamos cambiados del poder de Satanás al de Dios.

La salvación Cristiana se puede comparar a un viaje. Empezamos en la imagen y en el espíritu de Satanás. Pensamos como él piensa, hablamos como él habla, y actuamos como él actúa.

Cuando llegamos al final del viaje, estamos en la imagen de Dios y Su Espíritu mora en nosotros. Pensamos como Dios piensa, hablamos como Dios habla, y actuamos como Dios actúa. Esto es lo que logra la redención Cristiana.

La redención Cristiana incluye el perdón. Pero el perdón es una maniobra legal basada en la expiación de la cruz del Calvario. Es algo que nos cubre y que permite que Dios nos acepte mientras que se está llevando a cabo la transformación.

Cuando no se lleva a cabo la transformación, entonces no aparece el fruto que busca el Labrador y nos encontramos en gran peligro bíblico de ser cortados de Cristo. Hemos hecho de la gracia de Dios una excusa para la inmoralidad.

Por tanto, hermanos, tengan paciencia hasta la venida del Señor. Miren cómo espera el agricultor a que la tierra dé su precioso fruto y con qué paciencia aguarda las temporadas de lluvia. (Santiago 5:7—NVI)
Así tal vez en adelante dé fruto; si no, córtela. (Lucas 13:9—NVI)

La salvación es transformación moral. Ser salvo es quedar libre de Satanás para entrar en unión santa con Dios. La salvación es un proceso continuo durante toda nuestra vida. La salvación tiene un comienzo específico, un programa específico guiado por Dios, y una conclusión específica. Tiene un alfa y una omega. Jesús es el Autor y el Culminador de nuestra salvación.

El que logre llegar hasta el final será el que se salvará. No podemos parar en algún punto determinado de nuestro viaje y decir que somos salvos por toda la eternidad. Podemos más bien decir, he sido salvado de la inmoralidad, he sido salvado de la borrachera, he sido salvado de decir chismes. He sido liberado del control del enemigo y el Señor Jesús me está ayudando a alabarlo y a vivir para Él.

¡El justo con dificultad se salva!

Esa parte de nosotros que aun no ha sido redimida de la mano del enemigo todavía está bajo la autoridad del Lago de Fuego, pero Jesús mantiene su protección sobre nosotros siempre y cuando estemos morando en Él, y dejando que Él nos reprenda y libere. Nosotros debemos de “ocuparnos” de lograr nuestra salvación.

Es verdad que cuando creemos y somos bautizados somos salvados de la destrucción en el Día de la Ira de Dios. En este sentido podemos decir “Soy salvo porque creo en el Señor Jesús”. Podemos vivir con la seguridad de que nuestros pecados han sido perdonados.

Parece ser que lo que significa ser “salvo” varía de persona a persona. Algunas personas, aparentemente, experimentan una salvación básica y no son retados por el Señor para avanzar más allá de eso. Otros, así como el Apóstol Pablo, se les presenta una meta muy alta que tienen que alcanzar durante el transcurso de sus vidas. Algunos están destinados a sentarse a la derecha del Señor. A ellos se les requerirá que beban de la copa del sufrimiento del cual bebió Cristo. A quien mucho se le da, mucho se le requerirá.

Las Escrituras son claras en cuanto a que hay una variedad de rangos y de llamamientos dentro del Reino de Dios. El Señor sólo requiere que nosotros entendamos y nos aferremos a aquello que se nos ha asignado personalmente.

Cuando creemos y somos bautizados somos salvados de la ira de Dios. Después de esta experiencia inicial, nosotros debemos de buscar diariamente al Señor para que podamos ser transformados en nuestra personalidad. Si somos descuidados en seguir al Señor en la transformación y en el ministerio que Él nos está presentando, entonces somos hijos desobedientes. En este caso, quizá seamos o quizá no seamos salvados en el Día de la Ira. Si somos salvados, será como quien pasa por el fuego. ¡La salvación por el fuego no será una experiencia agradable!

Debido a nuestra experiencia como Cristianos, se nos hace casi imposible pensar en “ser salvos” como una transformación moral. Quizás nuestra generación siempre creerá que el ser salvo significa ir al Cielo. Pero siempre que pensemos que ir al Cielo es la meta de la redención, confundiendo el lugar llamado Cielo con la vida eterna y el Reino de Dios, entonces nunca comprenderemos verdaderamente el Reino de Dios ni la salvación Cristiana.

Quizás sean los niños, los jóvenes guerreros que estamos entrenando ahora, los que podrán lograr el salto en el concepto del Cielo al Reino de Dios.

¿Por qué se nos advierte que debemos de ocuparnos de nuestra salvación con temor y temblor si se nos ha imputado la justicia incondicionalmente y por toda la eternidad?

Así que, mis queridos hermanos, como han obedecido siempre-no sólo en mi presencia sino mucho más ahora en mi ausencia-lleven a cabo su salvación con temor y temblor. (Filipenses 2:12—NVI)

Compárese con el siguiente:

Más bien, golpeo mi cuerpo y lo domino, no sea que, después de haber predicado a otros, yo mismo quede descalificado. (1 Corintios 9:27—NVI)

Hay un despreocupado espíritu de seguridad que caracteriza al espíritu Cristiano. Este abandono despreocupado hace que veamos a Dios como un abuelito cariñoso y al “buen Jesús” (como alguien describió al Señor) como a un “tipo común y corriente” que nunca permitiría que los Cristianos (especialmente los Cristianos Gentiles) sufrieran.

El Señor Jesucristo, el Sumo Sacerdote de Dios, diría de este espíritu, de este “ángel” de las iglesias Cristianas: “Estás siendo engañado. Crees que he cambiado desde los días de Noé, desde los tiempos de Sodoma y Gomorra. Mas yo te digo que cuando llegue la hora de Mí venida estarán ocurriendo los mismos eventos que en el tiempo de Sodoma y Gomorra.”

“Has sido engañado por el espíritu del humanismo que está llenando al mundo, el espíritu que hace que el hombre quiera ser Dios.”

“Dices que Dios no permitiría que los santos sufrieran. No comprendes ni las Escrituras ni la historia de la Iglesia.”

“Crees que mi gracia es un pretexto para tu conducta descuidada y pecaminosa, pero yo juzgaré toda obra y te compensaré de acuerdo con tus obras.”

“Tratas de usarme para lograr tus propios deseos y tus propias metas. ¿No te das cuenta que eres Mi esclavo, que te he comprado con Mi propia sangre?”

“Las Escrituras te ordenan que te ocupes de tu salvación con temor y temblor, que le ores a Dios para que te guarde del engaño, para que te aleje del mundo, para que te ayude a tomar tu cruz y a seguirlo. Hazlo. El sufrimiento que recibes es Mi juicio por tus pecados. Tiene como propósito salvarte de la destrucción.”

“Yo reprendo y castigo a todos los que amo. No seas arrogante y teme al Señor. Este es el principio de toda sabiduría.”

Si la salvación fuera incondicional, una amnistía eterna, entonces muchos de los versículos del Nuevo Testamento no tendrían ningún sentido.

Si habiendo escapado de la contaminación del mundo por haber conocido a nuestro Señor y Salvador Jesucristo, vuelven a enredarse en ella y son vencidos, terminan en peores condiciones que al principio. (2 Pedro 2:20—NVI)

¿Cómo podemos contradecir esto? ¿Quizá diciendo que el Segundo Libro de Pedro no es parte de los cánones sagrados, de la Palabra inspirada de Dios? Y después de haber eliminado este versículo, ¿qué hay de todos los demás que nos advierten que nos alejemos de nuestras lujurias y que caminemos en el Espíritu de Dios?

¿Qué quiso decir Pedro cuando dijo que los justos a duras penas se salvan?

Si el justo a duras penas se salva, ¿qué será del impío y del pecador? (1 Pedro 4:18—NVI)

Un estudio cuidadoso de todo el Capítulo Cuatro de Primera de Pedro nos revela que este se refiere a la necesidad de juzgar y de quitar el pecado de la personalidad del Cristiano. Esto concuerda con el concepto del pacto nuevo como la provisión Divina para quitar nuestros pecados, de hacer perfecta y santa la conducta del creyente.

El tema de Primera de Pedro, Capítulo Cuatro, es que el juicio Divino ha comenzado en la casa de Dios. El juicio incluye situaciones terribles que prueban y purifican al creyente. No debemos de asombrarnos del sufrimiento que cae sobre nosotros, sino que debemos de regocijarnos ya que el castigo Divino tiene como propósito nuestra redención.

Tan grande es la ira de Dios hacia el pecado que Él trata con mucha severidad a los creyentes. Es muy difícil salvar de la destrucción aun al individuo más justo.

La raza Judía ha tenido su holocausto, y ahora el Espíritu de Dios está empezando a juntar a los Judíos desde todas las naciones a donde han sido esparcidos para volverlos a instalar en su propia tierra.

Pero todavía no ha sucedido el holocausto de los Gentiles. Pronto llegará. Será mucho más terrible de lo que les pasó a los Judíos.

Habrá sufrimiento y angustia para todos los que hacen el mal, los judíos primeramente, y también los gentiles. (Romanos 2:9—NVI)

El pueblo Judío ha sido castigado primero porque es la familia de Dios. ¡Ni nos podemos imaginar lo que va a pasar cuando Dios empiece a castigar a los Gentiles!

Para redimir a un individuo se requiere del pago que se hizo en la cruz, y luego un castigo terrible a medida que se va quemando el pecado. Sión siempre es redimido con el espíritu de juicio y de fuego, con el bautismo de fuego.

Por tanto, ya que Cristo sufrió en el cuerpo, asuman también ustedes la misma actitud; porque el que ha sufrido en el cuerpo ha roto con el pecado. (1 Pedro 4:1—NVI)

Acerquémonos a Dios con temor y temblor, apreciando todas las pruebas difíciles que recibimos y confiando en que Dios nos tratará como a hijos.

A Dios le es difícil salvar aun al justo ya que las personalidades de todas las personas-justos e injustos por igual-están llenas de deseos, de engaño y de rebelión contra Dios. Somos malos y no es nada fácil salvarnos de la inmoralidad en la que hemos nacido y en la que vivimos.

¿Por qué no es verdad que Jesús ya nos ha “salvado” y que el motivo de llevar una conducta recta es para tratar de agradar al Señor como aprecio por lo que Él ha hecho por nosotros? ¿Por qué no es verdad este razonamiento comúnmente aceptado?

Quienes enseñan y predican la redención misteriosa y abstracta que hemos mencionado, la salvación fuera de una conducta moral aceptable de parte del creyente, sugieren que debemos de intentar ser buenos. Su concepto es que si Dios ha sido tan bueno como para tolerar, por medio de Cristo, nuestra maldad, y nos ha dado la esperanza de dicha eterna en una mansión en el Paraíso de Dios, entonces debemos de mostrarle nuestro agradecimiento con una conducta recta.

Este podría ser llamado el “modelo de gratitud” por la redención Divina.

Piénsalo: ¡debemos de mostrar nuestro agradecimiento con una conducta recta! Esta es una orientación al Reino de Dios que es ineficaz y no tiene poder.

¿Qué es lo que está equivocado con este enfoque de que “debemos de mostrar nuestro agradecimiento” para lograr la nueva creación, la Esposa que da vida, que deberá permanecer casada con el Cordero por toda la eternidad?

“Mostrar nuestro agradecimiento” no es el método bíblico que ayude a madurar a la Esposa inmaculada del Cordero.

Lo que se implica con el “modelo de gratitud” es que sí es deseable una conducta moral aceptable pero esta no es un aspecto esencial para la redención Divina.

Se asume que la naturaleza de Adán puede imitar la personalidad de nuestro Señor siempre y cuando esté dispuesta a esforzarse. ¡Lo cierto es que la naturaleza de Adán debe de ser crucificada si el proceso va a siquiera comenzar!

Para poder producir la nueva creación en la cual las cosas viejas hayan pasado y todas se hayan hecho nuevas, requiere que se usen todos los elementos de la gracia Divina. El Espíritu de Dios, la sangre expiatoria de Jesús, el Cuerpo y la sangre de Jesús como nuestro sustento diario, y en particular la concepción y formación en nosotros de la Semilla incorruptible, todos estos deberán de tener una parte en nuestra transformación moral a la imagen de Dios.

Así, todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados a su semejanza con más y más gloria por la acción del Señor, que es el Espíritu. (2 Corintios 3:18—NVI)

¡El hombre no puede cambiarse a sí mismo! Únicamente el Espíritu de Dios nos puede cambiar. ¿No hemos aprendido nada en seis mil años? No somos capaces de levantarnos por nuestras propias fuerzas.

Nuestro medio ambiente actual está rodeado de demonios y cada día se torna la situación más oscura, espiritualmente hablando. Además, nuestra carne está llena del espíritu del pecado. También, nuestra voluntad propia rechaza la idea de que sólo el Señor Jesucristo tiene derecho a sentarse en el trono en las profundidades de nuestra personalidad. Nosotros queremos ser nuestro propio dios y actuar como nos plazca.

Quizá deseemos hacer el bien. Pero la presión interna y externa de los demonios es tan grande que nuestras buenas intenciones duran lo mismo que una bola de nieve en una fogata.

Si llegamos a Dios con la desesperación que se requiere para resistir los deseos de la carne, las obscenidades, la violencia, las prácticas del ocultismo, el rencor, el chismear, nuestros instintos románticos, nuestro deseo de escapar de la prisión en la que Dios nos haya puesto, debemos de estar convencidos primeramente de que nuestra conducta tiene un efecto directo sobre nuestra resurrección. Seremos revestidos con nuestra propia conducta en el Día del Señor.

Cuando un individuo ha recibido la seguridad de que sin importar qué es lo que él haga, él tendrá la felicidad eterna en una mansión en el Cielo cuando muera, nunca poseerá el fuego interior, la saña, y la determinación que son necesarias para la búsqueda exitosa de la vida Cristiana victoriosa. ¡Las promesas del Señor son para el que salga vencedor, para el ganador de la carrera!

El concepto de que todos recibiremos el mismo premio independientemente de nuestra conducta viene de Satanás. El motivo que Satanás tiene para este engaño es evitar la transformación moral del pueblo de Dios. Satanás sabe muy bien que la Presencia de Dios no puede permanecer en el individuo que está desobedeciendo a Dios, y él le teme a la Presencia de Dios. Le teme a la Trinidad, no a los esfuerzos religiosos de gente bien intencionada.

¿Nos invitan las Escrituras a tratar de comportarnos con rectitud y justicia o nos ordenan a vivir con rectitud bajo pena de ser destruidos si no lo hacemos?

Por favor, mantén en mente que todos los versículos siguientes son dirigidos sólo a los Cristianos:

¿Acaso no saben ustedes que, cuando se entregan a alguien para obedecerlo, son esclavos de aquel a quien obedecen? Claro que lo son, ya sea del pecado que lleva a la muerte, o de la obediencia que lleva a la justicia. (Romanos 6:16—NVI)

Esto significa que si el creyente que ha sido bautizado con agua continúa cediendo a los impulsos del pecado morirá espiritualmente. Este versículo no se puede considerar como una invitación opcional para vivir con rectitud y con la seguridad de que ya tenemos garantizada la vida eterna sin importar el cumplimiento de las leyes de Dios.

Porque si ustedes viven conforme a ella [la naturaleza pecaminosa], morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. (Romanos 8:13—NVI)

Esto significa que si el creyente continúa viviendo según los deseos de su carne, morirá espiritualmente. Esta no es una sugerencia para que se trate de vivir con rectitud con la seguridad de que ya tenemos garantizada la vida eterna sin importar el cumplimiento de las leyes de Dios.

Las obras de la naturaleza pecaminosa se conocen bien: inmoralidad sexual, impureza y libertinaje; idolatría y brujería; odio, discordia, celos arrebatos de ira, rivalidades, disensiones, sectarismos y envidia; borracheras, orgías, y otras cosas parecidas. Les advierto ahora, como antes lo hice, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios. (Gálatas 5:19-21—NVI)

Esto significa que si el creyente continúa viviendo según los deseos de la carne, no heredará el Reino de Dios. Ninguno de los actos anteriores es permitido en el Reino. Esta no es una orden opcional para tratar de resistir al pecado con la seguridad de que ya tenemos garantizada la vida eterna sin importar el cumplimiento de las leyes de Dios.

Porque pueden estar seguros de que nadie que sea avaro (es decir, idólatra), inmoral o impuro tendrá herencia en el reino de Cristo y de Dios. (Efesios 5:5—NVI)

Esto significa que si un creyente es inmoral, impuro, o avaro no heredará el Reino de Cristo y de Dios. No se permite ninguna de estas conductas en el Reino de Dios. Esta no es una sugerencia para que el creyente trate de mostrar su gratitud por una amnistía Divina con la seguridad de que ya tiene garantizada la vida eterna en el Reino de Dios sin importar si el creyente continúa o no practicando una conducta avara.

Podríamos añadir muchos pasajes más pero estos son suficiente para darle al lector un punto de partida para que se familiarice con los mandatos del Nuevo Testamento que hablan sobre la conducta pecaminosa del creyente.

¡No! No es cierto que tengamos garantizada la dicha eterna una vez que profesemos que Cristo es el Salvador. Y tampoco es cierto que basta con que tratemos de actuar con rectitud como aprecio al amor que Dios nos tiene. El “modelo de gratitud” es un concepto equivocado de la salvación Cristiana que lleva (como está llevando a muchos) al caos moral.

¿Te puedes imaginar al Señor diciéndonos, “Puedes tratar de ser mejor pero en realidad no importa porque yo te voy a llevar al Cielo para que estés conmigo para siempre ya sea que vivas o no una vida victoriosa sobre el pecado”?

¿Qué es lo que realmente dice el Señor al dirigirse a un grupo de Cristianos?

A los hijos de esa mujer los heriré de muerte. Así sabrán todas las iglesias que yo soy el que escudriña la mente y el corazón; y a cada uno de ustedes lo trataré de acuerdo con sus obras. (Apocalipsis 2:23—NVI)

La única frase que el Señor le repite a las siete iglesias del Asia es: “Yo conozco tus obras.”

En los Evangelios y en el Apocalipsis se puede aprecia que el Señor nunca reprendió a sus siervos por sus doctrinas. Lo que a Él le interesa son nuestras obras.

¿Y qué podemos decir del ladrón sobre la cruz? ¿No lo recibió el Señor en el Paraíso a pesar de su conducta?

Antes que nada, no sabemos nada sobre los eventos en la vida del ladrón que lo hicieran pedir estar en el Reino de Cristo.

Segundo, el Espíritu Santo no puso este incidente en las Escrituras para socavar y refutar los mandatos de los Apóstoles del Cordero.

La historia del ladrón en la cruz nos recuerda que Cristo está dispuesto a rescatar a todo aquel que invoque Su nombre cuando esté por morir. El propósito de la historia no es para consolar a los creyentes descuidados y tibios con la idea de que de “todas formas serán salvos”.

Por tanto, como no eres ni frío ni caliente, sino tibio, estoy por vomitarte de mi boca. (Apocalipsis 3:16—NVI)

Ser vomitado de la boca del Señor no es una ilustración de la redención Divina.

De cualquier manera, el Señor Jesús no llevó al ladrón al Reino de Dios sino al Paraíso. El tema del Nuevo Testamento no es el Paraíso sino el Reino de Dios.

¿Quién es el que construye su casa sobre la roca?

Por tanto, todo el que me oye estas palabras y las pone en práctica es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca. (Mateo 7:24—NVI)

“ Me oye estas palabras y las pone en práctica.”

¿Qué significa este versículo?

¿Significa que si oigo lo que Jesús dice, y creo que Él es el Señor iré al Cielo cuando muera?

Esto no es lo que dice, y esto no es lo que significa.

¿Significa que los Judíos tienen que guardar los mandamientos del Señor pero los Gentiles son salvos por la gracia y por la gracia van al Cielo?

Esto no es lo que dice, y esto no es lo que significa.

¿Significa que debo de tratar de hacer el bien pero todo el mundo sabe que nadie es perfecto y que mientras estemos en este mundo pecaremos?

Esto no es lo que dice, y esto no es lo que significa.

¿Significa que Dios sabe que no podemos hacer lo que Él dice, y que iremos al Cielo si confiamos en Jesús?

Esto no es lo que dice, y esto no es lo que significa.

“Me oye estas palabras y las pone en práctica.”

¿Qué significa esta expresión? Significa que si ponemos en práctica los mandatos que Jesús nos dio cuando subió a la ladera de una montaña (Mateo, Capítulos del Cinco al Siete), cuando llegue la tormenta, tanto nuestra familia como nosotros permaneceremos seguros. No se moverá nuestra “casa” porque estará cimentada sobre la roca de la Palabra del Señor.

Si en nuestra carnalidad no podemos perdonar a nuestros enemigos ni saltar de alegría cuando somos perseguidos, entonces necesitamos acercarnos a Dios en oración pidiéndole Su ayuda en nuestra hora de necesidad. Dios, por medio de Su Virtud (la gracia en acción), nos permitirá hacer lo que Jesús nos ordenó.

Si llamamos a Jesús, ¡Señor! ¡Señor!, y no hacemos lo que nos enseñó, Él nos dirá en ese día, “Jamás los conocí. ¡Aléjense de mí, hacedores de maldad!”

No todo el que me dice: “Señor, Señor”, entrará en el reino de los cielos, sino sólo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el Cielo. (Mateo 7:21—NVI)

“El que hace la voluntad de Mi Padre.”

¿Acaso esto significa que sólo los Judíos tienen que hacer la voluntad de Dios?

No. Significa que toda persona que desee agradar a Dios deberá guardar sus mandamientos.

El que afirma; “Lo conozco”, pero no obedece sus mandamientos, es un mentiroso y no tiene la verdad. (1 Juan 2:4—NVI)

El espíritu de engaño ha envenenado tanto las mentes que no podemos percibir con claridad lo que dice la Palabra de Dios. Continuamos contradiciendo la Palabra quitándole todo su efecto a medida que tratamos de hacerla caber dentro de los modelos de la redención que el hombre ha creado.

El modelo particularmente peligroso es el que tiene que ver con la “dispensación”. Sin duda alguna, el “dispensacionalismo” destruye la interpretación coherente de las Escrituras al separar el Antiguo Testamento del Nuevo, al separar todos los pactos anteriores al Nuevo, al separar a los Judíos elegidos de los Gentiles elegidos, al presentar la enseñanza de una venida especial del Señor antes de Su venida bíblica e histórica, al llevar al Cielo a una “iglesia Gentil”, al presentar a la iglesia Cristiana como una dispensación especial en el plan de Dios, un “misterio” que no se menciona en el Antiguo Testamento.

Si alguien se propusiera hacer que las Escrituras fueran incoherentes, que los Judíos fueran excluidos de la redención Divina, e introducir caos moral en las iglesias Cristianas, le sería muy difícil mejorar el modelo teológico llamado “dispensacionalismo”.

El modelo de la dispensación, al interpretar la Biblia, implica que Dios no sabe lo que está haciendo. Este modelo presenta una manera de tratar al hombre y cuando esta no le da los resultados deseados entonces prueba otra. Los pactos de Dios desde la creación de Adán se presentan como esfuerzos que no están relacionados, como que Dios ha decidido abandonar toda forma de mejorar al hombre caído para recibirlo en su deplorable condición moral.

¡Qué descripción tan triste de la sabiduría y del poder de Dios!

Quizá estemos interpretando mal el concepto del dispensacionalismo, pero lo anterior es lo que se nos presentó cuando fuimos convertidos al Cristianos por primera vez.

Dios sabía lo que estaba haciendo desde antes de la fundación del mundo. Al principio Dios creó todas las cosas hasta terminar con la nueva Jerusalén. Luego Dios reposó. Nosotros debemos entrar en ese reposo.

La única razón por la cual Dios nos dio la Ley de Moisés fue para mantener controlado al pecado hasta que llegara la Semilla prometida. Nunca se esperó que la Ley de Moisés produjera la Nueva Jerusalén, la Esposa del Cordero.

¿Cuál es el significado de la Parábola del Sembrador?

Y les dijo en parábolas muchas cosas como éstas: “Un sembrador salió a sembrar. (Mateo 13:3—NVI)

La parábola del sembrador significa que el Reino de Dios es la Semilla Divina que Dios siembra en el corazón del individuo.

En algunos casos, Satanás arranca la semilla antes de que germine. La persona no comprendió la Palabra.

A veces la Semilla cae en un terreno con piedras y la estructura de sus raíces no es adecuada para soportar y nutrir la planta en época de sequía. Si el corazón del oyente está endurecido, la Semilla quizá germine, pero cuando llegue la persecución u otro tipo de problema, la Semilla de vida eterna muere por falta de profundidad.

En otras ocasiones la Semilla es capaz de dar fruto que perdure, y la cantidad varía de persona a persona. Si el individuo tiene un corazón bueno y honesto (refiriéndose a una naturaleza de Adán básicamente honesta a pesar de que el individuo se haya descarriado), la Semilla del Reino puede dar el fruto perdurable de la conducta justa.

El lector que se haya puesto a reflexionar sobre esto se habrá dado cuenta rápidamente de que la parábola del sembrador invalida la fórmula Cristiana-el concepto de una redención abstracta que opera independientemente de la conducta del creyente.

La parábola del sembrador derriba otro principio Cristiano-el principio de que todas las personas son irremediablemente malas. Al poner tanto énfasis en la verdad de que todos nosotros hemos nacidos en pecado y que tenemos una naturaleza que peca y que se rebela en contra de Dios, los maestros de hoy en día están pasando por alto la cantidad de versículos del Antiguo y del Nuevo Testamento en donde se atribuye justicia a la gente. Ellos negarían que la Semilla, la Palabra de Dios, pudiera caer en un “corazón bueno y honesto” ya que (ellos dirían) no exista la persona sobre la tierra que tenga tal naturaleza interior.

Ambos eran rectos e intachables delante de Dios; obedecían todos los mandamientos y preceptos del Señor. (Lucas 1:6—NVI)
Sino que en toda nación él ve con agrado a los que temen y actúan con justicia. (Hechos 10:35—NVI)

El Libro de los Salmos, en diversos versículos, discute al justo y al perverso.

Por eso no se sostendrán los malvados en el juicio, ni los pecadores en la asamblea de los justos (Salmo 1:5—NVI)

Los Cristianos, en su prisa por insistir que sólo existe la salvación a través de Cristo (lo cual es cierto) han desarrollado doctrinas simplificadas que no están balanceadas con las Escrituras. El hacer demasiado hincapié en la maldad del hombre ha ocasionado que los creyentes Cristianos ignoren completamente la cantidad tremenda de mandamientos en el Nuevo Testamento. Los Cristianos tiene la impresión de que cualquier intento de vivir con rectitud y justicia debe de ser vista con sospecha de ser “legalismo”. “Somos salvos por la gracia aparte de cualquier obra de justicia.”

¡Qué terriblemente desequilibrada es esta suposición! ¡Qué grande ha sido la desolación moral producida por la presentación desequilibrada de la gracia Divina!

Jesús no dijo ninguna parábola sobre ir al Cielo cuando fallezcamos. Todas las parábolas del Señor tienen que ver con el Reino de Dios o el Reino del Cielo. Este hecho, por sí solo, vuelve irrelevante la teología Cristiana contemporánea.

El Reino de Dios es una Semilla que procede de Dios mismo. Algunas personas nunca lo comprenden. En otros no encuentra la tierra suficiente. Y aun en otros, son muchos los intereses que compiten por la atención del individuo.

De los cuatro tipos de tierra, tres no dan fruto durable. El Reino de Dios no se forma en ellos de una forma permanente.

¿Qué nos dice esto de la discusión del concepto irremediablemente inapropiado de “una vez salvo, siempre salvo”?

En el cuarto tipo de tierra, el de las personalidades de Adán que tienen integridad (sin integridad no hay persona que pueda lograr la redención Divina), los creyentes producen dentro de sí mismos el Reino de Dios en diferentes grados. Lo que se produce en la personalidad es Cristo, el Reino de Dios. La nueva personalidad es de Naturaleza Divina. Es una nueva creación.

Queridos hijos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto hasta que Cristo sea formado en ustedes. (Gálatas 4:19—NVI)

“Hasta que Cristo sea formado en ustedes.” Los santos en Galicia eran salvos y llenos del Espíritu de Dios. Ahora, la tarea era de formar a Cristo en ellos como corresponde al cuarto tipo de tierra en la parábola del sembrador.

La parábola del sembrador es la parábola más importante que nos dio Jesús sobre el Reino de Dios. Si no comprendemos la parábola del sembrador es imposible que comprendamos el Reino de Dios-el Reino que anunciaron Juan el Bautista y el Señor Jesucristo.

¿No entienden esta parábola?-continuó Jesús-. ¿Cómo podrán, entonces, entender las demás? (Marcos 4:13—NVI)

¿Cuál es el propósito del regreso del Señor Jesús al mundo? Las iglesias Cristianas están operando de acuerdo a un error en cuanto al regreso del Señor a la tierra. Ellas creen que el propósito de la venida del Señor es para llevarse a Su Prometida al Cielo. Sin embargo, ésta no es la razón para el regreso del Señor.

El propósito de la venida del Señor es para separar, aquí en la tierra, a los justos de los malos, para entregar a juicio a los malos, y para premiar y exaltar a los justos. Los mansos heredarán la tierra.

Así como se recoge la mala hierba y se quema en el fuego, ocurrirá también al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y arrancarán de su reino a todos los que pecan y hacen pecar. Los arrojarán al horno encendido, donde habrá llanto y rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán en el reino de su Padre como el sol. El que tenga oídos, que oiga. (Mateo 13:40-43—NVI)

Dos están en el campo. Uno será llevado por el Señor, y el otro dejado o abandonado. Dos mujeres están moliendo juntas, una será llevada, y la otra dejada.

La división no está entre el Cristiano y el incrédulo, sino entre el justo y el malo.

Las iglesias Cristianas tienen la esperanza de que van a ser llevadas al Paraíso para así evitar el juicio que está por venir.

En realidad, la voluntad del Señor es prepararnos ahora para que podamos aguantar la hora que viene, y no solamente para aguantar, sino para revelarle al mundo la justicia y la santidad del Dios del Cielo. Esto lo podemos hacer únicamente a medida que somos transformados por medio de Su Virtud Divina.

Porque así como la tierra hace que broten los retoños, y el huerto hace que germinen las semillas, así el Señor omnipotente hará que broten la justicia y la alabanza ante todas las naciones. (Isaías 61:11—NVI)
Mantengan entre los incrédulos una conducta tan ejemplar que, aunque los acusen de hacer el mal, ellos observen las buenas obras de ustedes y glorifiquen a Dios en el día de la salvación. (1 Pedro 2:12—NVI)

¿De qué manera el enfoque de los Católicos y de los Cristianos hacia la justicia no llega a la plenitud de la gloria de Dios?

Según nuestra forma de verlo, el enfoque Católico hacia la justicia es el de ganarse méritos por medio de obligaciones religiosas y someterse a ciertas órdenes sacerdotales específicas. El número de méritos que se ganen determinará el nivel de dicha que se logre después de la muerte. El concepto que se presenta es que si tratamos de agradar a Dios al obedecer a la iglesia, podemos de esta manera obtener una posición mejor en el mundo espiritual una vez que fallezcamos. La meta es dicha eterna en el Paraíso espiritual de Dios.

El enfoque Cristiano hacia la justicia es el de prácticamente ignorar nuestra conducta, o el de darle un papel sin importancia, y concentrarnos en responder correctamente, verbal y mentalmente, a las realidades teológicas de la redención Divina. El creer en las realidades de la redención es la definición protestante de, “Los justos vivirán por la fe.” La meta es dicha eterna en el Paraíso espiritual de Dios.

Es obvio que han salido grandes santos de las iglesias católicas y protestantes. ¿Cuánto más abundante hubiera sido la cosecha si hubiera sido bíblica la doctrina?

El modelo Católico consiste en obtener el Paraíso por medio de los esfuerzos humanos para obedecer las órdenes de la Iglesia.

El modelo protestante consiste en obtener el Paraíso creyendo inmutablemente en las realidades de la expiación y de la resurrección.

Ambos modelos están equivocados. No sabemos ni cómo ni cuándo cambió la meta de la salvación del Reino de Dios de la Biblia a irse a vivir para siempre en el Paraíso espiritual. Este cambio de objetivo en donde en lugar de establecer el Reino de Dios sobre la tierra uno se va a vivir para siempre en el Paraíso espiritual, puede que tenga sus raíces desde el principio del Gnosticismo. O quizás, el origen pudo haber sido el desarrollo doctrinal de la Iglesia Católica.

Primero que nada, tenemos que darnos cuenta de que la meta de la redención es el producir hijos que sean la imagen moral y corporal del Señor Jesucristo y que estén en unión con Jesús en el Padre. Estos hijos servirán como siervos de Cristo en los diferentes papeles y obligaciones en las épocas que están por venir.

Segundo, estos hijos son creados cuando los seres humanos reciben por fe a Cristo, cuando entran por medio de la fe en Su muerte y resurrección, y cuando lo siguen muy de cerca a medida que Él suministra los diversos componentes de la gracia Divina. A medida que respondemos a la gracia Divina ocurre una transformación en nuestra personalidad. Cambiamos de una persona con la naturaleza de Adán a un espíritu que da vida.

Así está escrito: “El primer hombre, Adán, se convirtió en un ser viviente”; el último Adán, en el Espíritu que da vida. (1 Corintios 15:45—NVI)

No se trata de vivir con rectitud y con justicia para ganarnos el derecho de morar en el mundo espiritual. La salvación Divina obra más bien en nosotros produciendo una creación nueva de justicia y de santidad.

Como hemos dicho antes, la transformación moral es la que es la salvación, la que es la redención.

Ser salvo es ser transformado moralmente.

¿De qué somos salvados? Somos salvados de la autoridad y del dominio de Satanás.

¿Para qué somos salvados? Somos salvados para ser hechos en la imagen de Dios, para estar en unión con Dios y en comunión con Dios en todos sus diversos programas y propósitos. La salvación nos crea en la imagen de Dios, nos hace “hembra y macho” (nos cambia de una entidad independiente a una parte integral de Cristo), nos ayuda a que nuestra personalidad produzca fruto, y nos establece como gobernantes sobre las obras de Dios. Los cuatro resultados de la redención Divina constituyen el cumplimiento del decreto original del hombre (Génesis l:26-28).

No somos salvados por medio de las obras de rectitud que hagamos. Más bien es la salvación la que produce las obras de rectitud en nosotros. Si no se crea en el individuo la justicia, la santidad y la obediencia entonces podemos decir que esta persona no está siendo redimido de las manos del enemigo.

El argumento de si somos salvos por la fe o por las obras, o que si habiendo sido salvos es posible perderse, pierde su importancia en vista del modelo que estamos presentando.

¿Cómo puede alguien protestar diciendo que es salvo sin exhibir una conducta justa, cuando la conducta justa es la salvación y la prueba de ello?

Tenemos seguridad eterna siempre y cuando continuemos morando en Cristo. Pero debemos de recordar la actitud del Apóstol Pablo que se esforzaba por mantener su cuerpo dominado para no ser descalificado.

Más bien, golpeo mi cuerpo y lo domino, no sea que, después de haber predicado a otros, yo mismo quede descalificado. (1 Corintios 9:27—NVI)

El término griego “descalificado” quiere decir eliminado, rechazado, o reprobado.

Si alguien dijera que Pablo era rechazado pero que todavía era salvo, nosotros responderíamos diciendo que con esto se hace el Paraíso espiritual la meta de la salvación. Esto es lo que quiere decir la persona cuando dice “de todos modos soy salvo.”

Pero si uno adopta el punto de vista de que la meta es servicio eterno a Dios en el Reino, entonces el ser rechazado, desaprobado, reprobado, o descalificado sería considerado como un destino extremadamente indeseable.

Cuando se asume que la meta de la redención es la residencia eterna en una mansión en el Cielo, entonces todo argumento en cuanto a la redención se vuelve engañoso e inapropiado.

Hablamos de ser salvo “como quien pasa por el fuego”. ¿Qué significa esto? En términos de teología del Reino, el ser salvo como quien pasa por el fuego quiere decir que gran parte de nuestro carácter y de nuestra personalidad ya ha sido quemado. Nuestra conducta no ha complacido al Señor. Quizás un “Abraham” ha orado por nosotros y hemos sido admitidos al Reino de Dios. Pero así como Lot, nuestra herencia es pobre y escasa cuando pudo haber sido una montaña de fuego y de gloria.

El Apóstol Pablo, conociendo el terror del Señor, le advirtió a los Cristianos de Corintio que cada uno comparecería ante el tribunal (beema en Griego) de Cristo

Porque es necesario que todos comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba lo que le corresponda, según lo bueno o malo que haya hecho mientras vivió en el cuerpo (2 Corintios 5:10—NVI)

Se enseña hoy en día que beema es un tipo de banquete para repartir premios en el cual cada participante recibe reconocimiento por sus éxitos. La verdad es que, la beema era la corte donde se llevaban a los criminales a juicio. A Jesús lo llevaron ante el beema de Poncio Pilato (Mateo 27:19)

Todo Cristiano será puesto ante el beema del Señor Jesucristo, Cristo. Recibirá del Señor según lo que haya hecho mientras estuvo en su cuerpo, ya sea bueno o malo.

Una de las razones principales por la cual los Judíos tienen tanta dificultad para aceptar a Jesús como el Mesías es porque no pueden entender el concepto Cristiano de la gracia Divina. Al Judío se le enseña desde que nace que Dios exige una conducta justa. ¿Qué es esta “gracia” que dice que uno no tiene que vivir con rectitud y justicia? ¿Es Dios todavía el Fuego santo de Israel?

Al Judío que esté buscando al Mesías le caerá como una bendición saber que el pacto nuevo es mucho más exigente que el Torah en cuanto a conducta justa. El pacto nuevo también le da al creyente la virtud, el poder y la guía para que pueda poner en práctica la conducta justa que pide el pacto nuevo.

Bajo el Torah, nunca se le exigió al Judío presentar su cuerpo como sacrificio vivo a Dios. Sin embargo, presentar nuestro cuerpo como sacrificio vivo es el culto lógico del pacto nuevo. Además, ahora tenemos a Cristo mismo, al Hijo de Dios, que hace posible que podamos llenar todos Sus requisitos.

El pacto nuevo es un pacto infinitamente más estricto, pero un pacto que contiene infinitamente más gracia para producir la justicia que requiere el Señor.

Esperamos que el espíritu de engaño que se ha estado describiendo nunca pueda entrar en la tierra de Israel. El verdadero Evangelio del Reino se originó en la tierra de Israel y está destinado a regresar a ella en los últimos días.

No estamos sugiriendo en este folleto que el individuo puede rechazar a Cristo y entrar en el Reino de Dios gracias a una conducta justa. Esto sería contradecir las Escrituras. Ninguna persona puede, a sabiendas, rechazar a Cristo y ser aceptado por Dios.

Tampoco estamos sugiriendo que el creyente débil deba de sentirse desesperado por no poder “salvarse a sí mismo”. Nunca te permitas a ti mismo ser desalentado sin importar cuan perdido parezca tu caso. El Señor te aceptará, te amará, y te llevará a la salvación completa mientras esto sea lo que tú desees.

Los Cristianos que están en peligro son aquellos que, con una actitud de complacencia presumida, están declarando que ya que han asentido verbalmente a los hechos teológicos con respecto a la expiación y a la resurrección del Señor, y ya que han hecho una profesión verbal correcta ellos están eternamente seguros en Cristo, a pesar de estar llenos de mundanería, de lujuria, y de voluntad propia. Ellos no son humildes de corazón ni están arrepentidos. Ellos sufrirán grandemente en la era de horrores que está por venir hasta que se arrodillen ante el Señor Jesús.

También es verdad que el más vil de los pecadores, sin importar lo que haya hecho, puede entrar al Reino de Dios a través de Cristo y ser aceptado por Dios. ¡Así de grande es la redención que tenemos a través de Cristo!

Es absolutamente y eternamente verdad que si alguien conscientemente rechaza a Cristo, esa persona cae bajo el juicio de Dios, y también es verdad que el peor de los pecadores puede ser recibido por Dios si se arrepiente y clama en el nombre del Señor Jesús.

Estas son verdades inmutables establecidas por Dios. Pasarán los cielos y la tierra pero la Palabra de Dios a través de Cristo nunca pasará.

Jesús nos dio al Espíritu de Dios para que tuviéramos poder para dar testimonio de Su muerte expiatoria y de su triunfante resurrección. La parte del testimonio de mayor importancia para el Señor, es la prueba de la resurrección manifestada en la conducta moral transformada del creyente. La sangre de la cruz nos ha liberado del dominio de Satanás. Ahora estamos calificados para luchar en el Espíritu de Dios contra todo pecado y rebelión que se encuentren en el “cuerpo de pecado” que es nuestra personalidad.

Por lo tanto, no permitan ustedes que el pecado reine en su cuerpo mortal, ni obedezcan a sus malos deseos. (Romanos 6:12—NVI)

La gente, incluso los Judíos, busca la Presencia de Dios en nosotros. Desean ver a Jesús, pero lo que ven es la malicia y la maldad que proceden siempre de la naturaleza de Adán.

Ya que la definición actual de la “gracia” nos asegura que no moriremos aunque continuemos pecando y desobedeciendo a Dios y que la conducta justa y recta no es necesaria para agradar a Dios, entonces no hay ninguna luz que el mundo pueda ver.

Hemos sido engañados por la mentira más grande que jamás se haya dicho.

¿Quién entre nosotros se humillará, orará, buscará al Señor y se alejará de la maldad?

(“La Mentira Más Grande Que Jamas Se Haya Dicho”, 4321-1)

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